Edgardo Logiudice
Cuando el fascismo terminó de aniquilar a Antonio Gramsci, la
Revolución de Octubre llevaba sólo veinte años. La obra inspiradora de
los dirigentes del acontecimiento, setenta. Y, desde ésta, a los diez
días que conmovieron al mundo sólo cincuenta. En épocas en que el tiempo
histórico no andaba tan acelerado.
Gramsci vivió tiempos nuevos entre triunfos y derrotas. Entre esa
gran revolución triunfante y otras abortadas. Antes de la Segunda Guerra
Mundial que trastocaría viejas alianzas y pondría la ciencia, ideología
y la propaganda al servicio de la atrocidad.
Luego la Unión Soviética sería una realidad, aunque sea simbólica,
del mundo socialista. Como una realidad la fuerza de la clase obrera en
Occidente y los movimientos de liberación nacional. Después todo lo que
conocemos y 1991. Aunque antes ya se habían gestado las transformaciones
que, luego, desde algún punto de vista, desembocaron en una derrota y
el peligro cierto de la barbarie. Casi coincidiendo con los movimientos en Rusia, en los EEUU comienza
el fordismo, con la cadena y los altos salarios. Gramsci no se queda con
el triunfo, Ford también representa un desafío para su pensamiento. El
desafío de afrontar las nuevas formas de producción, su organización y
apropiación. ¿Qué es el capitalismo sino la apropiación del trabajo
ajeno a través del salario? Y ¿qué es el salario sino una forma
ideológica dentro del complejo de ideas?