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Antonio Gramsci ✆ Piero Ciuffo |
“¿Cómo
describir físicamente a Gramsci? Imaginemos
el cuerpo débil de un pigmeo, y sobre
este cuerpo, la cabeza de Dantón” - Sandro Pertini, 1986
Nicolás
González Varela
“La
Utopía consiste precisamente en no poder ver la Historia como movimiento libre”,
escribe un preso de Mussolini en un vulgar cuaderno escolar a rayas. En cada
página hay una numeración correlativa hecha con pluma en tinta verde, lleva un
sello burocrático y ominoso: “Casa-Penale-Speciale-di-Turi” (Casa Penal
Especial de Turi), un lugar de reclusión en Bari del Stato Totale. El detenido
es el preso Nº 7047, un tal Antonio Gramsci, arrestado desde 1926 cuando
ejercía como diputado y al mismo tiempo como Secretario General del Partido
Comunista. Un Tribunal político especial le condena en 1928 a 20 años, cuatro
meses y cinco días de reclusión. La carrera revolucionaria, decía Horkheimer,
no conduce a los banquetes y títulos honoríficos, a investigaciones interesantes y sueldos de
profesor, sino a la miseria, a la calumnia, que sólo una fe casi sobrehumana
puede iluminar. Sin esperanza, y para la Eternidad (für ewig escribe en una
carta, tomado la expresión de Goethe) comienza a reunir una gran Teoría a
partir de segmentos (de “fragmentación formal” podrían definirse
filológicamente sus Quaderni), reflexiones y una potente autocrítica del
movimiento comunista internacional y de su propia praxis. Los Quaderni se
escribieron en este curioso circuito panóptico mussolinianne: un derrotero de
la celda al almacén de libros y del almacén de libros a la celda. En ellos
queda claro que la autocrítica, en términos gramscianos, no es otra cosa que la
constatación de una Verdad concreta. ¿La Filosofía como consolación de la
derrota de la izquierda en toda Europa? ¿Una consolatione philosophiae en clave
comunista? En parte sí, en parte no: Gramsci apunta con urgencia y ansiedad las
claves para re-leer a Marx, para volver a reconstruir su teoría separada de
todo Idealismo y volver a empezar en la práctica con nuevas herramientas
críticas. El método gramsciano es, visto en líneas generales, bien simple: tornar a Marx, pero un texto de Marx lo más fiel posible y críticamente controlado,
para recomenzar desde allí su hilo filosófico-político perdido. Como un intento
de refundación teórica, la idea que el Marxismo debe ser una anticipazione
teorica, que no “retorna” a Marx, sino que “vuelve” por primera vez al
original, y Gramsci es consciente de ello: siempre habla de la búsqueda vital
de un “Marx auténtico”. Lo más importante era que Gramsci descubría el estrecho
nexo, mediato, entre la carencia teórica y la miseria práctica de la izquierda.
Como señalaba en un escrito de juventud “el primer paso para emanciparse de la
Esclavitud política y social es la liberación de la mente”. Es la más
revolucionaria de las virtudes, la bondad del pesimista. Como decía Silone,
toda derrota es siempre menos desalentadora que la más alentadora de las
mentiras.