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Perry Anderson |
Juan Dal Maso
En el número 100 de New
Left Review, publicado en julio/agosto de este año, Perry Anderson dedica
un artículo a la valoración de la obra de los que considera los principales
herederos de Gramsci: Stuart Hall, Ernesto Laclau, Ranajit Guha y Giovanni
Arrighi. El artículo, titulado “The
Heirs of Gramsci” , es sumamente interesante para retomar el debate
sobre la cuestión de la hegemonía en el pensamiento de Gramsci, concepto cuyos
alcances exploraron y ampliaron en distintos modos los autores elegidos y que
fuera también objeto de análisis del propio Anderson en Las antinomias de Antonio Gramsci,
publicado hace 40 años 1.
De Stuart Hall destaca sus análisis de la crisis del
consenso post-bélico en el Reino Unido, la impotencia del viejo laborismo para
entenderse con nuevos actores sociales y culturales y el surgimiento de la
hegemonía neoliberal, criticando su escaso énfasis en la cuestión “nacional”
(según Anderson, mejor considerados por Tom Nairn) y su posición ante el
surgimiento del “nuevo laborismo” de Tony Blair.
En el caso de Laclau, realiza una crítica de su evolución
hacia la teoría de la hegemonía como una teoría del “populismo” cuya
imprecisión intrínseca anula cualquier análisis específico de la sociedad a
transformar, abriendo a su vez la vía a una política oportunista como la de Podemos,
que se declara “socialdemocracia” al día siguiente de denunciarla.
De Ranajit Guha destaca su análisis del poder colonial en la
India a partir de una reformulación de las relaciones entre dominación y
hegemonía que se compone de los siguientes términos: Dominación y
Subordinación, distinguiendo a su vez la Dominación por Coerción o por
Persuasión y la Subordinación por Colaboración o por Resistencia. Anderson
sostiene que el aporte de Guha es fundamental en cuanto a la comprensión de la
cuestión de la hegemonía, incluso precisando cuestiones que en Gramsci habrían
quedado indeterminadas, pero que el autor subestimó la constitución de una
hegemonía “normal” en la India con posterioridad a la independencia y bajo los
gobiernos del Partido del Congreso.
Sobre Arrighi, Anderson destaca que su desarrollo teórico
creativo para pensar el desarrollo del sistema mundial, incorporando en el
centro de la cuestión hegemónica la de la superioridad económica. Reivindica
sus previsiones sobre el rol de China en la economía mundial pero critica sus
ilusiones en el desarrollo de un capitalismo no imperialista con base en
Oriente.
De la contingencia a la intemperie
Los autores reseñados tienen en común haber desarrollado de
modo específico, a veces unilateral, más lejos o más cerca de Gramsci,
distintos aspectos que ya estaban presentes o esbozados en la propia teoría
gramsciana: aquellos relativos a la problemática de la hegemonía y la voluntad
nacional-popular, las clases subalternas, la “guerra de posición” en el sistema
de Estados y la temática de “Gran Potencia”.
El problema, planteado por Anderson, de la falta de
alternativas políticas de estos autores en tanto avanzaban en sus definiciones
teóricas, tiene como telón de fondo una situación contradictoria desde el punto
de vista del desarrollo del marxismo. La expansión desde mediados de los ‘70 y
durante los años ‘80 de diversos estudios sobre la problemática de la
hegemonía, se da en un momento de transición entre la derrota de los procesos
del ‘68 y la consolidación del neoliberalismo. En este contexto, se impone la
problemática de la hegemonía como algo opuesto a la centralidad de la clase
obrera como sujeto revolucionario, bien sintetizada en la crítica de Laclau y
Mouffe al “esencialismo”.
El resultado de estas operaciones teóricas en un contexto de
retroceso del movimiento obrero tradicional tanto como del marxismo clásico,
fue la separación de la problemática de la hegemonía y el pensamiento
estratégico marxista, disuelto este último en diversas lecturas de la contingencia
de lo político, que de algún modo tocaron un límite práctico en el fin de ciclo
de los gobiernos posneoliberales en América Latina y en la desdichada
experiencia de Syriza en Grecia.
Para una “topografía” de la hegemonía proletaria
Una de las principales ideas de Las antinomias de Antonio Gramsci es que lo central del
tratamiento de la hegemonía en los Cuadernos
de la cárcel pasa por la extensión del concepto de su sentido original
(hegemonía del proletariado en la revolución democrático-burguesa en Rusia) al
análisis del poder burgués en Occidente. Sin duda este es un aspecto muy
importante de la reflexión carcelaria de Gramsci, pero si lo separamos del
tratamiento de la cuestión de la hegemonía proletaria, el resultado puede ser
una lectura unilateral, que es complementaria con otra de tipo “moral”: al no
identificar los análisis sobre la cuestión de la hegemonía proletaria
realizados por el propio Gramsci, esto busca subsanarse con una idea general de
que nunca abandonó el horizonte revolucionario, cuando en realidad un análisis
más preciso está al alcance de la mano.
En este sentido, retomando un leitmotiv de Anderson (inspirado en esto por Althusser) que es
el de determinar la “topografía” de la hegemonía, podríamos señalar que en los Cuadernos de la cárcel la hegemonía
proletaria es la resultante de un conjunto de prácticas, relaciones y
definiciones que pasamos a enumerar:
l El rol fundamental del grupo social en la actividad
económica de la sociedad. En líneas generales, las lecturas predominantes sobre
la cuestión de la hegemonía destacan su carácter “superador” del
“corporativismo de clase”. Gramsci asimismo era un acérrimo crítico de la
lectura en clave corporativa del interés histórico de la clase obrera y por
ende un crítico del economicismo y del sindicalismo. Pero la crítica gramsciana
contra Benedetto Croce contiene precisamente la objeción a la idea inversa:
cuando Croce quiere presentar una historia “ético-política” sin lucha entre
bandos enfrentados y como expresión de un momento evolutivo de expansión
cultural y política, está retomando la ideología conservadora de los moderados
del Risorgimento que propugnaban la unificación pero sin reforma
agraria. Es decir, Gramsci cuestiona la idea de una hegemonía “ético-política”
que no implique cambios estructurales revolucionarios. Por este motivo, las
lecturas que oponen a la hegemonía con el interés de clase y por esa vía buscan
transformarla en una teoría de la superación de la centralidad proletaria,
están defendiendo la posición de Croce y no la de Gramsci. Precisamente
debatiendo contra ambas posiciones, Sorel de un lado y Croce del otro, Gramsci
destaca que la hegemonía no puede ser solamente ético-política sino también
económica, porque se basa en el rol decisivo que el grupo que hegemoniza juega
en la actividad económica (C13 §18)2. El rol fundamental del grupo social en la actividad
económica de la sociedad. En líneas generales, las lecturas predominantes sobre
la cuestión de la hegemonía destacan su carácter “superador” del
“corporativismo de clase”. Gramsci asimismo era un acérrimo crítico de la
lectura en clave corporativa del interés histórico de la clase obrera y por
ende un crítico del economicismo y del sindicalismo. Pero la crítica gramsciana
contra Benedetto Croce contiene precisamente la objeción a la idea inversa:
cuando Croce quiere presentar una historia “ético-política” sin lucha entre
bandos enfrentados y como expresión de un momento evolutivo de expansión
cultural y política, está retomando la ideología conservadora de los moderados
del Risorgimento que propugnaban la unificación pero sin reforma
agraria. Es decir, Gramsci cuestiona la idea de una hegemonía “ético-política”
que no implique cambios estructurales revolucionarios. Por este motivo, las
lecturas que oponen a la hegemonía con el interés de clase y por esa vía buscan
transformarla en una teoría de la superación de la centralidad proletaria,
están defendiendo la posición de Croce y no la de Gramsci. Precisamente
debatiendo contra ambas posiciones, Sorel de un lado y Croce del otro, Gramsci
destaca que la hegemonía no puede ser solamente ético-política sino también
económica, porque se basa en el rol decisivo que el grupo que hegemoniza juega
en la actividad económica (C13 §18) 2.
l La conquista de autonomía.
En distintos pasajes de los Cuadernos
de la cárcel, Gramsci señala la importancia que tuvo la experiencia deL’Ordine
Nuovo en el movimiento turinés de los consejos de fábrica. Plantea que a
través de la experiencia de la democracia fabril y el control obrero de la
producción, logrando identificar la diferencia entre las exigencias de la
producción y el interés de clase del capitalista, la clase deja de ser
subalterna. Esta experiencia “espontánea” es para Gramsci la base para el
desarrollo de una “dirección consciente” cuya diferencia con la espontaneidad
es una diferencia “de grado”, es decir, la teoría puede ser traducida a la
experiencia práctica y viceversa (C3 §48, C9 §67 o C22§2).
l La independencia política
y la política hegemónica. En su célebre pasaje sobre los análisis de
situaciones y relaciones de fuerzas, Gramsci identifica la independencia
política con una forma intermedia de la consciencia de clase, que supera la
comprensión del interés común a escala de una sola fábrica o región, pero
todavía se mantiene restringida al propio grupo social y orientada a conseguir
mejoras en los marcos de la “legislación vigente”. Mientras que la política
hegemónica indica la comprensión de que los intereses del grupo social deben
expandirse y confluir con los de los demás grupos oprimidos en lucha por un
nuevo tipo de Estado. Esta política hegemónica encarna en un partido
revolucionario, que Gramsci identificaba con el mito-Príncipe, inspirándose en
Maquiavelo (C13 §17).
l La relación de fuerzas
militares. En el mismo pasaje sobre análisis de situaciones y relaciones de
fuerzas, la hegemonía aparece como mediación entre la relación de fuerzas
sociales objetivas y las relaciones de fuerzas militares, que son las
inmediatamente decisivas. Gramsci señala que el desarrollo histórico oscila
entre las relaciones de fuerzas sociales y las militares, con intermediación de
las relaciones de fuerzas políticas. Esto plantea por un lado, que la política
hegemónica no reemplaza la resolución por las armas de los conflictos que
tienen su origen en las relaciones sociales objetivas pero a su vez la relación
de fuerzas militares expresa hasta dónde se ha vuelto hegemónica una clase o
mejor dicho hasta dónde una clase que ya es dirigente de los grupos aliados
puede volverse dominante de los grupos enemigos (C13 §17).
l La filosofía de la praxis.
La importancia asignada por Gramsci a la cuestión de la hegemonía en la teoría
y la práctica política, tiene su correlato en la defensa del marxismo como una
teoría independiente de las distintas variantes de la ideología burguesa, que
contiene en sí todos los elementos para crear un “humanismo laico” en los
marcos de un nuevo tipo de Estado. El carácter hegemónico del proletariado se
juega también en este plano, poniendo al marxismo como la síntesis más avanzada
de la cultura de occidente, capaz de combinar la cultura de masas y la alta
cultura (C11 §27, C11 §70) 3.
Algunos problemas estratégicos actuales
Habiendo destacado los elementos que componen la hegemonía
proletaria en el pensamiento de Gramsci, intentaremos reinsertar el concepto en
un marco estratégico para pensar su actualidad.
Desde ese ángulo, hay una primera cuestión a considerar: la
diferencia abismal en la realidad actual de la clase trabajadora y aquella en
la cual Gramsci realizó sus reflexiones. La clase obrera actual es mucho más
precarizada, mucho más femenina y mucho más inmigrante que la clase obrera en
épocas de Gramsci y esta realidad nueva tampoco es una uniformidad, sino que se
combina con el movimiento obrero tradicional y sindicalizado. Esta
heterogeneidad plantea como tarea de primer orden la lucha por conquistar la
unidad interna de la clase obrera, que para Gramsci era una condición
prácticamente dada. Relacionado con este problema, se plantea el de la
independencia política de la clase obrera, que abarca las tareas de la lucha
por la independencia de los sindicatos respecto del Estado, la defensa de una
programa independiente de las distintas variantes políticas patronales y la
necesidad de una organización política propia.
En segundo lugar, el crecimiento durante las últimas décadas
de distintos movimientos sociales organizados alrededor de objetivos puntuales
plantea la necesidad de una política hegemónica propiamente dicha, es decir,
aquella que recoge las demandas de todos los sectores oprimidos, señalando la
necesidad de unirlas con las de la clase trabajadora como fuerza social
fundamental.
La realidad actual de la clase obrera, mucho más heterogénea
que durante los “años dorados” del marxismo clásico y la existencia de
corrientes que hacen hincapié en la división en múltiples movimientos centrados
en reclamos parciales, hace que la lucha por la unidad de la clase y la lucha
por una política hegemónica sean inseparables o por lo menos tengan una
relación muy estrecha. Esto significa que no puede conquistarse la unidad
interna de la clase obrera sin considerar cuestiones como las de los derechos
de los precarizados, los inmigrantes y las mujeres, que a su vez hacen a la
política hegemónica hacia esos mismos sectores cuando se organizan como
“movimientos sociales” y todos los sectores que son aliados potenciales de la
clase obrera.
Esta unidad de independencia y hegemonía pasa por un
programa que articule las demandas de cada sector con las de la clase obrera y
todas ellas con el cuestionamiento revolucionario del capitalismo (formulado
por Trotsky como programa de
transición) pero también por una práctica que demuestre en los hechos,
aunque sea en pequeña escala, que esa articulación es posible.
En síntesis, la lucha por la independencia política de la
clase trabajadora, por una política hegemónica y por un programa transicional
revolucionario, constituyen los puntos de apoyo para una práctica de partido
que supere las alternativas caricaturescas de las últimas décadas en gran parte
de la izquierda internacional: o pequeñas sectas dogmáticas o sectas “amplias”
quejumbrosas, ambas cómodas en su impotencia estratégica.
Hegemonía y dualidad de poderes
En un pasaje de su Historia
de la Revolución Rusa, León Trotsky relaciona la hegemonía proletaria con
la dualidad de poderes, planteando que una clase no pasa de subordinada a
dominadora de la noche a la mañana sino que es necesario que ya en la víspera
ocupe un grado de extraordinaria independencia respecto de las otras clases y
que en ella se concentren las expectativas de todos los sectores oprimidos.
Señala también que una característica “semifantástica” de la revolución rusa
fue el grado extraordinario de madurez del proletariado comparado con las masas
urbanas de las antiguas revoluciones, lo cual llevó a la dualidad de poderes y
a la lucha por el poder 4.
Estas conclusiones de Trotsky dejan planteados varios
problemas interesantes: el primero, la cuestión de la hegemonía en tanto
“madurez” de la clase obrera como clase revolucionaria, que coincidiría con los
elementos planteados anteriormente sobre la “topografía” gramsciana de la
hegemonía obrera. El segundo, una lucha por el poder estatal entre la burguesía
liberal y los soviets sobre las ruinas del Estado zarista, especificidad que no
coincidía con la realidad de Europa Occidental por lo que la Internacional
Comunista delineó la táctica de “Gobierno Obrero” en su IV Congreso de 1922.
Esta relación entre hegemonía y dualidad de poderes podría
ser uno de los grandes problemas teóricos a dilucidar en la actualidad, a
partir de tomar en cuenta dos elementos de la actualidad: la inexistencia de
“revoluciones democrático-burguesas” tardías, y el proceso de estatización de
las organizaciones obreras analizado por Trotsky a fines de los años ‘30 y
durante el año 1940.
Por estos motivos, para lograr reinsertarla en el contexto
de la concepción estratégica marxista, es necesario superar el abordaje
unilateral de la teoría gramsciana de la hegemonía como teoría de la dominación
burguesa, creando una interpretación más amplia del problema que la practicada
por muchos autores, incluido Anderson.
Notas
1. A
propósito de los debates sobre Las Antinomias de Antonio Gramsci ver
Francioni, Gianni, L’Officina Gramsciana, ipotesi sulla struttura dei
“Quaderni del carcere”, Nápoles, Bibliopolis, 1984 y Thomas, Peter D., The
Gramscian Moment. Philosophy, Hegemony and Marxism, Leiden-Boston, Brill,
2009. Me permito asimismo remitir a los lectores a mi trabajo El
marxismo de Gramsci. Notas de lectura sobre los Cuadernos de la Cárcel,
Buenos Aires, IPS-CEIP, 2016.
2. Ver
“Gramsci: tres momentos de la hegemonía” en dossier digital especial de IdZ,
abril 2016.
3. Todas
las referencias, con número de Cuaderno y parágrafo, corresponden a Quaderni
del carcere, Edizione critica dell’Istituto Gramsci a cura di Valentino
Gerratana, Turín, Einaudi, 2001.
4. Trotsky,
León, Historia de la Revolución rusa, Madrid, Sarpe, 1985, p. 177.
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