Juan Dal Maso
La cuestión de la hegemonía ha sido sobre analizada e interpretada tanto dentro como fuera del marxismo. Siguiendo la idea planteada por Gianni Francioni en su clásico estudio, consideramos que Gramsci construye en los Cuadernos de la cárcel una teoría general de la hegemonía1 que puede utilizarse tanto para comprender la hegemonía burguesa como para reflexionar sobre las condiciones de constitución de una hegemonía proletaria, sin perder de vista las diferencias entre ambos procesos. En este artículo haremos hincapié en este segundo aspecto, en líneas generales menos popularizado que el primero.
Si tomamos en cuenta el pensamiento precarcelario de
Gramsci, veremos por ejemplo que en su escrito Algunos temas de la cuestión meridional, ya había planteado el
problema de la hegemonía en tanto capacidad del proletariado de movilizar,
contra el Estado burgués, la mayor parte de la población laboriosa de Italia,
lo cual no era posible sin lograr el apoyo de las masas campesinas2. Esta
posición tiene continuidad en los Cuadernos.
Tomamos como punto de partida la primera definición de
hegemonía que Gramsci realiza en los Cuadernos y
luego complejiza: como dirección de las clases aliadas y dominación sobre las
adversarias, por lo que cuando una clase está en el poder se vuelve dominante
pero debe seguir siendo dirigente (C1 §44, redactado entre febrero y marzo de
1930)3.
En este artículo 4 proponemos distinguir tres momentos
de su utilización por Gramsci: 1) el momento estratégico unido al análisis de
situaciones y relaciones de fuerzas y su ligazón con la cuestión de la guerra
civil y la insurrección; 2) el momento de la hegemonía en la sociedad de
transición al socialismo; y 3) el momento “histórico-universal” en el que la
construcción de una hegemonía proletaria es parte de la perspectiva histórica
de superación del capitalismo por el comunismo como sistema dominante.
Con el término “momento” nos referimos a un plano que es
parte de una progresión lógica como histórica, conceptual como
político-estratégica, abierto a diversas combinaciones y mediaciones, aunque
con una lógica de desarrollo general que Gramsci mismo se encarga de
especificar, como veremos.
El momento estratégico de la hegemonía
En su conocido pasaje de los Cuadernos sobre “Análisis
de situaciones y relaciones de fuerzas” (C13 §17, redactado entre mayo
de 1932 y primeros meses de 1934), Gramsci plantea una definición conceptual de
los distintos momentos que pueden identificarse para realizar un análisis de
las relaciones de fuerzas. Inseparablemente unida a esta dimensión conceptual
se encuentra la dimensión político-estratégica. En la dimensión
político-estratégica, la realidad presenta los distintos “momentos” de las
relaciones de fuerzas, con combinaciones peculiares, cuyas proporciones están determinadas
por la progresión de las relaciones de fuerzas hacia el momento
político-militar “inmediatamente decisivo”. Por razones de espacio no podemos
citarlo íntegramente, pero resumiremos su contenido. Para Gramsci hay que
distinguir tres momentos de las relaciones de fuerzas:
1) El de las relaciones de fuerzas sociales objetivas, que es una realidad rebelde, es decir independiente de la voluntad de los agentes.
2) Un segundo momento de relaciones de fuerzas políticas, que a su vez puede subdividirse en: uno de tipo “económico corporativo” en el cual se conquista una cierta consciencia del interés de clase, pero limitada al sector. Un segundo momento en que la identificación de clase se extiende a todo el grupo social pero su expresión en el terreno político se reduce a la perspectiva de lograr cambios favorables al propio grupo o clase dentro de la legislación vigente. Un tercer momento propiamente hegemónico, en el que se conquista la consciencia de que los intereses del propio grupo no pueden defenderse dentro de los límites corporativos, requieren la conquista de aliados, la organización política en partido y la lucha por la conquista del Estado.
3) Un tercer momento de relaciones de fuerzas militares, que es el inmediatamente decisivo y puede subdividirse en técnico-militar y político-militar, que Gramsci ejemplifica con la lucha de liberación de un pueblo oprimido contra una potencia ocupante.
Desde este punto de vista, la hegemonía es condición
necesaria para la resolución de la relación de fuerzas militares, pero no la
reemplaza, tanto como no se puede buscar el momento “directamente decisivo” de
las relaciones de fuerzas militares, sin la constitución previa de la
hegemonía.
En este contexto discursivo es que hablamos del “momento
estratégico” de la hegemonía o se podría hablar de la cuestión de la hegemonía
vista desde el punto de vista de las relaciones de fuerzas, es decir, la
hegemonía pensada en función de la resolución mediante las armas de las
relaciones de fuerzas que van de la estructura social objetiva al
enfrentamiento político-militar.
Guerra civil e insurrección
Gramsci enfatiza la cuestión de la guerra civil más que la
de la insurrección en la medida en que busca reflexionar sobre la conquista de
ciertas condiciones políticas previas al proceso insurreccional, que a su vez
confluye con la guerra civil que tendería a subsumirlo.
Para profundizar un poco más sobre el tratamiento de este
problema en los Cuadernos, una
posibilidad es volver sobre los análisis de Gramsci acerca de la cuestión
político-militar en el proceso del Risorgimento.
En líneas generales, Gramsci parte de la idea compartida por
Clausewitz y Maquiavelo de que la dirección militar está subordinada a la
dirección política en sentido amplio, señalando que el problema de la dirección
militar era político-militar y que consistía en cómo lograr una fuerza
preparada de antemano que permitiera la insurrección simultánea en toda la
península para echar a los austríacos y a la vez sostener la posición conquistada
una vez que estos quisieran retornar (C19 §28, redactado entre febrero de 1934
y febrero de 1935).
Por eso señalaba en C17 §28, redactado entre septiembre de
1933 y enero de 1934, que para echar a los austríacos hacía falta un partido
italiano “homogéneo y coherente”, con un programa concreto, y que ese programa
fuese compartido por las masas populares, en especial campesinas.
La diferencia esencial entre los procesos históricos de las
revoluciones burguesas y proletarias consiste en que la clase obrera no puede
constituirse como clase económicamente dominante antes del ascenso al poder,
como fue el caso de la burguesía. Sin embargo, las analogías trazadas por
Gramsci se basan en aquellos elementos o problemas que se plantean por igual
para ambos tipos de procesos: el problema de la hegemonía respecto de los
campesinos, la relación entre insurrección organizada y levantamiento popular,
la analogía entre jacobinismo y bolchevismo.
Desde este punto de vista, las conclusiones de Gramsci sobre
los problemas político-militares del Risorgimento echa luz sobre los de la
revolución proletaria, complementando las elaboraciones del C13 §17.
En este contexto, podemos concluir que para Gramsci el
problema central a este respecto no sería tanto el arte de la insurrección como tal, sino el arte político de unir insurrección
y levantamiento popular5.
El momento posrevolucionario: la hegemonía en la sociedad de transición
Señalamos en los apartados anteriores las relaciones entre
hegemonía, guerra civil e insurrección y lo que definimos como el “momento
estratégico” de la hegemonía. Queda pendiente, no obstante, analizar el aspecto
específico de la hegemonía en la sociedad posrevolucionaria, que constituye el
segundo momento de la hegemonía en la reflexión gramsciana. Buscaremos analizar
ciertas variaciones desde su etapa precarcelaria a las formulaciones de los Cuadernos.
En su carta de 1926 al CC del PCUS Gramsci planteaba que la
“hegemonía en régimen de NEP6 planteaba una “contradicción inaudita” que
consistía en que la clase obrera era políticamente dominante pero socialmente
subordinada, situación que sólo podía sobrellevarse con la unidad del grupo
dirigente. Criticaba a la Oposición como una tendencia que recreaba las
tradiciones del sindicalismo y la socialdemocracia, aunque condenando los
métodos gansteriles de la mayoría. En este contexto, la idea de hegemonía
quedaba relacionada con una cierta idea de “política nacional” que podía estar
incluso en contradicción la situación material de la clase obrera, por lo menos
circunstancialmente.
En los Cuadernos
de la cárcel, Gramsci mantiene la idea de que la hegemonía consiste en una
superación del interés económico-corporativo y en la constitución de una
política “nacional” (que una ciudad y campo) sobre la base de la lucha para
conformar un nuevo tipo de Estado. Pero introduce el elemento de la centralidad
económica con más claridad que en su carta de 1926. De ahí que señale que la
hegemonía no puede ser solamente “ético-política” sino también económica, ya
que “no puede dejar de tener su fundamento en la función decisiva que el grupo
dirigente ejerce en el núcleo decisivo de la actividad económica” (C13 §18,
redactado entre mayo de 1932 y primeros meses de 1934).
A menudo se ha interpretado este pasaje como una
confirmación de que la clase hegemónica se vuelve tal en base a realizar
concesiones económicas. Esta interpretación tiene el problema de ser
redundante, ya que sería el fundamento de la hegemonía “ético-política”, es
decir, de una hegemonía constituida sobre la base de superar el momento
“económico-corporativo”. Que Gramsci destacase el rol fundamental que el grupo
dirigente cumple en la actividad económica, implica una modificación sutil que
complejiza la posición que asumiera en 1926.
Si la hegemonía debe descansar no sólo en la dirección
política sino en el rol fundamental del grupo dirigente en la actividad
económica, ese grupo dirigente (en este caso el proletariado) no puede ser una
clase socialmente subordinada en su propio Estado.
Esta lectura se sostiene además en el análisis más general
de la cuestión de las relaciones de fuerzas, al que hicimos referencia en el
apartado anterior, que parte de las relaciones de fuerzas sociales (“realidad
rebelde”). Es decir, hay una “base objetiva”, estructural, para los movimientos
de la superestructura. Si esta no los explica mecánicamente, aquellos no son
absolutamente autónomos.
Por último, pero como fundamento más profundo, esta lectura
sobre la unidad de hegemonía “económica” y “ético-política” es coherente con la
idea de la “nueva inmanencia” como “nuevo momento sintético unitario” que une
economía, filosofía, historia y política, síntesis que se expresa en cada
fragmento discursivo de la filosofía de la praxis, según la perspectiva de
Gramsci.
La elaboración de este “nuevo concepto de inmanencia”,
explicado de manera más completa en C10 II §9, redactado en la segunda mitad de
mayo de 1932, es casi correlativa con el inicio de la redacción del Cuaderno
13, por lo que nuestra hipótesis de lectura es que la elaboración de este nuevo
concepto de inmanencia le permite a Gramsci desarrollar una idea de hegemonía
“integral” que une los tres momentos a los que estamos haciendo referencia en
este artículo, tanto como el plano “ético-político” y el económico.
El momento histórico-universal de la hegemonía
Habiendo señalado un momento hegemónico “estratégico” de las
relaciones de fuerzas y otro propio de la relación economía-política en la
sociedad de transición, resta un tercer momento, que a falta de una definición
mejor llamaremos “histórico-universal”.
Este momento se configura a partir de la situación del
ascenso al poder de la clase obrera y la fundación de un nuevo Estado, pero va
más allá de la cuestión inmediata del sostenimiento de la hegemonía en las
condiciones precarias de la transición, proyectándose hacia la historia de la
humanidad en su conjunto. Nos referimos el proceso de más largo plazo mediante
el cual la clase obrera sucede a la burguesía como clase dominante en el
conjunto de la sociedad a escala internacional y abre el camino hacia una nueva
era de la historia de la humanidad, avanzando hacia la construcción del
socialismo que culmina en la “sociedad regulada” o el comunismo.
Desde este punto de vista, la elaboración de un concepto
“integral” de hegemonía, correlativo con la idea de un nuevo concepto de
inmanencia como distintivo del materialismo histórico, incluye la cuestión de
la elaboración de una nueva cultura/civilización, en el marco de la superación
del capitalismo por el socialismo.
La presencia de este momento “histórico-universal” en la
reflexión gramsciana sobre la hegemonía da cuenta asimismo del carácter
complejo y contradictorio de su adhesión a la política del “socialismo en un
solo país” a mediados de los años ’20, y su reivindicación del concepto de
hegemonía como esencialmente nacional. Para ascender al plano de una nueva
etapa de la historia de la humanidad, el socialismo requiere de su desarrollo a
escala internacional. Por razones de espacio no podemos desarrollar esta
problemática en todas sus aristas, pero quizás en este aspecto contradictorio
del pensamiento gramsciano reside una cierta “vacilación” que puede constatarse
en C14 §68, cuando Gramsci intenta sostener simultáneamente las dos premisas, a
saber, que el punto de partida es nacional, pero que la perspectiva es
internacional, con la frase “de los dos
peros”:
Es cierto que el desarrollo se cumple en la dirección del internacionalismo, pero el punto de partida es “nacional” y es de aquí que es preciso partir. Pero la perspectiva es internacional y no puede menos que ser así (C14 §68, redactado en febrero de 1933).
Por último, es importante destacar que al momento de
reflexionar sobre este problema, Gramsci se ubica claramente enfrentado a
aquellos que leyeron sus ideas en clave de un cambio cultural en los marcos del
Estado actual, es decir, sin revolución ni lucha por un nuevo tipo de Estado.
Pero también se ubica lejos de las posiciones de tipo “cultura proletaria”, hoy
sin ninguna influencia pero con mucho peso en su momento.
Esto puede verse en sus reflexiones reunidas en la rúbrica “Reforma y Renacimiento”, en especial en
la polémica con un artículo publicado por Boris Souvarine en 1931, momento en
que aquel estaba alejado del marxismo y criticaba la ausencia de elaboraciones
intelectuales destacadas en la URSS.
Gramsci señalaba la necesidad de tener simultáneamente una
Reforma y un Renacimiento, es decir la unidad de un cambio profundo a nivel de
la cultura popular y la elaboración de la élite intelectual y una alta cultura.
(C7 §43, redactado entre febrero y noviembre de 1931). Por eso reflexionaba
también sobre el rol de Marx como el iniciador intelectual de una edad
histórica y el de Lenin como su realizador en un territorio determinado (C7
§33, redactado entre febrero y noviembre de 1931). Asimismo destacaba el
planteo filosófico de Antonio Labriola como funcional a una clase que se vuelve
autónoma y hegemónica y debe construir un nuevo tipo de Estado (C11 §70,
redactado entre agosto y fines de 1932 o principios de 1933).
Destacando estos tres aspectos, planos o momentos,
consideramos que pueden comprenderse mejor los distintos registros con que
Gramsci reflexiona sobre el problema de la hegemonía, uniendo los elementos que
resultan metodológicamente inseparables en la reflexión carcelaria: historia,
economía, filosofía y política.
Notas
1 Francioni, Gianni: L’Officina Gramsciana, ipotesi sulla struttura dei “Quaderni del
carcere”, Napoli, Bibliopolis, 1984, pág. 163.
2. Todas las referencias de los Cuadernos de la cárcel han sido tomadas de Quaderni del carcere, Edizione
critica dell’Istituto Gramsci a cura di Valentino Gerratana, Torino, Einaudi,
2001. Asimismo incluimos la fecha aproximada de la redacción de las notas
siguiendo la datación de Francioni Gianni, L’Officina Gramsciana, ipotesi sulla struttura dei “Quaderni del
carcere”, Napoli, Bibliopolis, 1984.
3. Gramsci, Antonio: “Alcuni
temi della quistione meridionale” en Scritti Politici a cura di Paolo
Spriano, Roma, Editori Riuniti, 1978, pág. 246.
4. El presente artículo es una versión adaptada y reducida
del capítulo V del trabajo del autor Gramsci
y la Revolución Permanente. Notas para una relectura de los Cuadernos de la
cárcel, inédito a la fecha.
5. Aquí, la diferencia con Trotsky es más de énfasis que de
concepción general, pero no deja de ser importante, para una articulación
concreta de táctica y estrategia. Sobre este tema, ver Albamonte, Emilio y
Maiello, Matías: “Gramsci, Trotsky y la
democracia capitalista”, Estrategia Internacional 29, enero 2016.
6. Nueva Política
Económica impulsada por los bolcheviques desde 1921, que restauró ciertos
mecanismos del mercado en el campo y la ciudad a fin de reanimar la economía
soviética y recomponer la relación entre el proletariado y los campesinos, la
industria y la agricultura. A partir de 1925 la dirección soviética hace un
“giro al kulak”, o campesino rico, fortaleciendo las tendencias
antisocialistas de la sociedad soviética.