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Trotsky & Gramsci ✆ Fotomontaje de Anahí Rivera |
Juan Dal Maso /
La reflexión teórica sobre las relaciones entre las teorías de Trotsky y
Gramsci [1] permite la construcción de herramientas teóricas para comprender la
realidad actual, identificando las tendencias de la lucha de clases así como
las tareas de los marxistas [2]. En este marco, intentamos explorar el texto
gramsciano para comprender su pensamiento por fuera de las formas de
interpretación estereotipadas, contra las lecturas de tipo “eurocomunistas” y
“postmarxistas” [3].
La hegemonía como “mecánica” de la revolución permanente
Las temáticas de la hegemonía y la revolución permanente
están relacionadas por un hecho histórico fundacional que les sirve de
referencia: la Revolución francesa de 1789, el bloque de clases y sectores
sociales que en ella se constituye como pueblo;
y su posterior desagregación producto del desarrollo de la sociedad capitalista
y la lucha de clases.
Este punto de referencia aparece en la primera formulación
de la revolución permanente realizada por Trotsky en Resultados y perspectivas, en la que plantea las conclusiones de
las revoluciones de 1789, 1848 y 1905, destacando el proceso de diferenciación
del proletariado respecto del “pueblo” dentro del cual anteriormente estaba
diluido, bajo dirección burguesa [4].
Mientras la Revolución francesa de 1789 ofrece el modelo de
“revolución nacional” burguesa, en las revoluciones de 1848 surge la clase
obrera como un actor diferenciado de la burguesía republicana y la
pequeñoburguesía democrática, pero todavía débil para imponer su propio poder.
Finalmente, en la Revolución de 1905 en Rusia, la clase obrera aparece como la
combatiente de vanguardia de la revolución democrático-burguesa, que la lleva
al poder, circunstancia que le plantea la necesidad de avanzar contra la
propiedad privada, transformándose la revolución en socialista –como ocurrirá
finalmente en 1917–, lo cual se explica a su vez por las características del
desarrollo histórico ruso (Imperio “atrasado” en su estructura económica pero
moldeado por, e inserto en, la economía mundial).
Mientras en la periferia no logra crear un bloque
históricamente progresivo, en “Occidente” la burguesía busca recomponer el
“bloque de 1789” por la vía del republicanismo (composición pasiva de los
conflictos a través del Estado liberal), la socialdemocracia (compromiso entre
los bandos antagónicos) o resolver la imposibilidad de recrear ese bloque
mediante el fascismo (“solución plebeya” que da paso a un régimen de guerra
civil contra la clase obrera). Estas formas de configuración del poder estatal
están relacionadas en modos diversos con las temáticas gramscianas de
“revolución pasiva” y “Estado integral”, así como con los análisis de Trotsky
sobre el bonapartismo y la estatización de los sindicatos [5].
Por su parte, la clase obrera lucha por llevar hasta el
final la desagregación de ese bloque, para constituirse como clase
independiente y agrupar a los restantes sectores sociales oprimidos para luchar
por el poder.
En este contexto, se presenta un punto de convergencia entre
Trotsky y Gramsci, dado que la mecánica de la revolución permanente en
Occidente está estrechamente ligada a la constitución de la clase obrera como
clase hegemónica [6], que es precisamente uno de los ejes de reflexión del
comunista italiano.
Hay, sin embargo, una diferencia fundamental. Mientras en el
tratamiento de la guerra civil Trotsky es especialmente claro en plantear la
centralidad del momento insurreccional, Gramsci destaca como decisivo el
momento de relación de fuerzas militares que en C13 §17 [7] ejemplifica con la
guerra de liberación de un pueblo oprimido contra una potencia opresora, y cuyo
equivalente de clase es la guerra civil, pero no se refiere específicamente a
la insurrección.
Gramsci y la revolución permanente
En C13 §17 Gramsci reflexiona sobre el período 1789-1870 en
Francia y presenta la revolución permanente como “mediación dialéctica” de las
premisas explicativas del materialismo histórico [8] expuestas por Marx en el
prólogo a la Contribución a la crítica de
la economía política. De estas mismas premisas debe deducirse el concepto
de revolución pasiva, según señala en C15 §17.
Como hemos señalado en otros trabajos [9], es en la práctica
de Lenin y no en la teoría de Trotsky, donde Gramsci ve una continuidad del
viejo grito de guerra de revolución permanente lanzado por Marx [10] y el
marxismo del siglo XX. Desde esta óptica, Gramsci se opone en líneas generales
a la teorización de la revolución permanente en los términos de Trotsky, más
allá de que es dudoso que conociera la versión “madura” en profundidad [11].
Sin embargo, esta suerte de “obstáculo epistemológico” gramsciano, no impide
explorar ciertas afinidades posibles.
En O laboratório de
Gramsci, Alvaro Bianchi realiza un trabajo filológico tendiente a
identificar la valoración por Gramsci de la cuestión de la revolución
permanente. El desarrollo del libro excede largamente estas líneas, pero
destacamos lo planteado sobre la posición de Gramsci al momento de redactar el
Cuaderno 13. Bianchi compara el texto A (de primera redacción) del C8 §52 en el
que Gramsci identifica directamente la revolución permanente con la guerra de
movimiento, con el texto C (de redacción definitiva) del C13 §7, en el que
aparecen emparentadas pero de modo más complejo a partir de la descripción del
proceso histórico de conformación de los Estados modernos.
Según Bianchi: “A
partir de mayo de 1932, Gramsci parece no insistir en la identidad de guerra de
movimiento y revolución permanente, como es posible constatar en la supresión
de esta identidad en el pasaje ya citado del Cuaderno 13” [12].
No obstante esta precisión, aunque en el texto C citado no
aparece identificada abiertamente la “guerra de movimiento” a la revolución
permanente, siguen emparentadas en la visión de Gramsci, como lo están, la
guerra de posición y la hegemonía en tanto superación de la revolución
permanente.
Desde el punto de vista teórico, la reflexión no tiene
salida en tanto no se pueda demostrar que Gramsci haya planteado en sus
reflexiones carcelarias una relación entre guerra de posición y guerra de
movimiento que supere los términos de una oposición estática. Es decir, que él mismo haya concebido el
pasaje de una forma de lucha a otra como componente de su propia teoría.
La posible respuesta está en el Cuaderno 15, destacado a su
vez por el propio Bianchi pero en razón de otros debates, escrito entre febrero
y agosto de 1933, en el que Gramsci profundiza la cuestión de la revolución
pasiva:
El concepto de “revolución pasiva” en el sentido de Vicenzo Cuoco atribuida al primer período del Risorgimento italiano, ¿puede ser relacionado con el concepto de “guerra de posiciones” en contraposición a la guerra de maniobras? Esto es, ¿estos conceptos han surgido después de la Revolución francesa y el binomio Proudhon-Gioberti puede ser justificado por el pánico creado por el terror de 1793 como el sorelismo por el pánico subsiguiente a los estragos parisienses de 1871? Es decir, ¿existe una identidad absoluta entre guerra de posiciones y revolución pasiva? ¿O existe al menos o puede concebirse todo un período histórico en el que los dos conceptos se deban identificar, hasta el punto en que la guerra de posiciones vuelve a convertirse en guerra de maniobras? Es un juicio “dinámico” que hay que dar sobre las “restauraciones” que serían una “astucia de la providencia” en sentido viquiano (Q15 §11).
Una interpretación posible es la siguiente: las revoluciones
pasivas (restauraciones), cuyo principal rol social es la “subalternización”
[13] de las “clases peligrosas”, imponen la guerra de posición como forma de
lucha predominante por todo un período, para crear condiciones más favorables
para extender su dominación desde un aparato estatal recompuesto o
refortalecido.
El “pánico” por el “Terror de 1793” o “los estragos
parisienses de 1871” tiene su propia expresión en el proletariado por el
predominio de una posición subalterna (es decir, de subordinación política),
por ejemplo: Proudhon defensor de una concepción “conciliadora” de la
dialéctica o Sorel, cuyo sindicalismo revolucionario implicaba el abandono de
la lucha por el poder después de la derrota de la Comuna de París.
En la anulación de la guerra de maniobra por la guerra de
posición residiría la “astucia de la providencia viquiana”: las restauraciones
se imponen por sobre los intentos revolucionarios que buscaron forzar ciertas
condiciones objetivas aún “inmaduras” y fueron derrotados, dando lugar a
procesos de transformación “molecular” que Gramsci describe en la temática del transformismo.
Sin embargo, así como las restauraciones son limitadas en
espacio y tiempo, si la clase trabajadora quiere consolidar las relaciones de
fuerzas que va modificando en su favor hasta estar en condiciones de la lucha
directa por el poder, el propio desarrollo de la lucha requiere de la “guerra
de maniobra”. Aquí la “astucia de la providencia” sufre una metamorfosis: las
restauraciones, sin quererlo, crean las condiciones para nuevas revoluciones.
Algunas conclusiones
Partimos de la idea de que en “Occidente” la dinámica de la
revolución permanente consiste en la desagregación del bloque de 1789 y la
lucha por la constitución de la hegemonía proletaria.
Más allá de los pares conceptuales “revolución
permanente-guerra de movimiento” y “revolución pasiva-guerra de posición”, la
lucha por una hegemonía “expansiva” o “integral” [14] obliga a desarrollar una
estrategia que trascienda el estadio de oposición entre guerra de posición
(lucha acumulativa) y guerra de maniobra (lucha por el poder), y en ese sentido
destacamos lo planteado por Gramsci en Q15 §11.
Como contracara de la lectura que practicamos más arriba,
hay que destacar que para Gramsci la guerra de posición no se reduce a la lucha
en condiciones de subalternidad. En este sentido, destaca el aspecto de la
“guerra de asedio” (C1 §133) como componente “ofensivo” de la guerra de
posición, que requiere una “concentración inaudita de la hegemonía” e indica
que “se ha entrado en una fase culminante de la situación histórico-política”,
en la que la guerra de posición, una vez ganada “es decisiva definitivamente”
(C6 §138).
En este contexto, lo señalado en Q15 §11 podría ser una
“anomalía” del discurso gramsciano y no la clave de una nueva generalización
acerca de las relaciones entre “guerra de posición” y “guerra de maniobra”.
Sin embargo, esta “anomalía” tiene otros indicios en el
texto de los Cuadernos, en los que la
“guerra de movimiento” reaparece entre los intersticios de la primacía de la
“guerra de posición”. Por ejemplo, en la identificación de la Revolución
francesa con la “guerra de movimiento” en C10 §9 y la reivindicación por
Gramsci del jacobinismo y su lucha por constituir una “voluntad colectiva
nacional popular” (C13 §1).
Podemos citar también C22 §1, en el que se pregunta por la
posibilidad de que el americanismo constituya “un desarrollo gradual” del tipo
de las “revoluciones pasivas” o la “acumulación molecular de elementos
destinados a producir una ‘explosión’, es decir, una subversión de tipo
francés”, es decir un proceso revolucionario de tipo “clásico”.
Por último, se puede relacionar esta reflexión con lo
expuesto por Gramsci en C13 §14, sobre la “doble perspectiva”, característica
del “Centauro maquiavélico” como un principio a fijar y desarrollar para la
comprensión de la acción política y la vida estatal. Gramsci menciona
expresamente los pares conceptuales fuerza/consenso, autoridad/hegemonía,
violencia/civilización, individuo/universal, agitación/propaganda,
táctica/estrategia, etc. El par conceptual táctica/estrategia perfectamente
podría cruzarse con el par conceptual guerra de posición/guerra de movimiento,
de cuyas relaciones el C15 §11 ofrece una lectura posible [15].
Notas
[1] Ver como trabajos de referencia desde el punto de vista
estratégico: Albamonte, Emilio y Romano, Manolo “Trotsky y Gramsci: convergencias y divergencias” y “Revolución Permanente y guerra de
posiciones. La teoría de la revolución en Trotsky y Gramsci” en Estrategia Internacional 19, enero 2003;
Albamonte, Emilio y Maiello, Matías, “Trotsky y Gramsci: debates de estrategia
sobre la revolución en ‘occidente’”, Estrategia
Internacional 28, 2012.
[2] Ver “Revolución
pasiva, revolución permanente y hegemonía” en IdZ 13. Respecto de los
países semicoloniales “occidentalizados” como la Argentina, mantenemos la idea
de que sin dejar de ser un país semicolonial con tareas democrático-burguesas
pendientes, reúne ciertas características asimilables a lo que Gramsci llamaba
“Occidente” especialmente en la estructura del Estado, por lo que la revolución
proletaria sería de más fácil realización que en Estados Unidos, pero más
difícil que en la vieja Rusia. Sobre estos debates ver “Posición, maniobra y
sovietismo” en losgalosdeasterix.blogspot.com y “Los Sindicatos y la Estrategia”, escrito con Fernando Rosso, en IdZ
6.
[3] Ver “Pablo
Iglesias y su Gramsci a la carta” en elviolentooficio.blogspot.com. A su
vez es importante destacar que la interpretación de Perry Anderson practicada
en Las antinomias de Antonio Gramsci resulta
más adecuada para discutir contra la interpretación togliattiana del
pensamiento del comunista italiano que sobre el texto propiamente dicho de los Cuadernos de la cárcel. En este sentido,
la polémica realizada por Gianni Francioni en la segunda parte de L’officina gramsciana es especialmente
eficaz en mostrar sus debilidades filológicas y ciertos apriorismos de
Anderson, aunque insiste en la idea de una concepción de la revolución
permanente opuesta a la teoría de Trotsky.
[4] Ver Trotsky, León, “Resultados
y Perspectivas” en Teoría de la
Revolución Permanente (compilación), Bs. As., CEIP, 2000 (versión
electrónica en ceipleontrotsky.org). Sobre las sendas lecturas de Gramsci y
Trotsky sobre el jacobinismo, ver Medici, Rita “Giacobinismo” en Le parole di Gramsci, a cura di Fabio
Frosini e Guido Liguori, Per un lessico dei Quaderni del carcere, Roma,
Carocci Editore, 2004, pp. 112/130 y Broué, Pierre, “Trotsky y la revolución
francesa” versión electrónica en www.ceipleontrotsky.org.
[5] Ver “Trotsky,
Gramsci y el Estado en Occidente”, IdZ 11.
[6] Tomamos especialmente en este artículo el aspecto de la
conquista de hegemonía antes de la toma del poder, que no es el único que tiene
en los Cuadernos de la cárcel. Al
respecto ver Francioni, Gianni, L’Officina
Gramsciana, ipotesi sulla struttura dei “Quaderni del carcere”, Napoli, Bibliopolis, 1984 y Frosini, Fabio, “Hégémonie: Une approche génétique” en Actuel
Marx 57, primer semestre 2015.
[7] Todas las citas de los Cuadernos de la cárcel, indicando número de cuaderno y parágrafo,
corresponden a Quaderni del carcere.
Edizione critica dell’ Istituto Gramsci. A cura di Valentino Gerratana, Torino,
Einaudi, 2001. En los casos en los que se menciona fecha aproximada de
redacción de los pasajes citados, tomamos como referencia el estudio de Gianni
Francioni ya citado.
[8] Que ninguna formación social desparece antes de que se
desarrollen todas las fuerzas productivas que caben dentro de ella, que las
nuevas relaciones de producción aparecen cuando han madurado en el seno de la
vieja sociedad, y que la humanidad se pone tareas que puede resolver, porque
estas surgen como objetivo cuando se están gestando o ya se gestaron las
condiciones materiales para su realización.
[9] Ver “Revolución
pasiva, revolución permanente y hegemonía”, op. cit. y también “Gramsci y la revolución permanente” (partes
I y II) y “Marx, Gramsci y Trotsky: sobre
una ponencia de Fabio Frosini” en www.losgalosdeasterix.blogspot.com
[10] Sobre la revolución permanente en Marx y Engels y su
relación con la teoría de Trotsky, ver Trotsky, León, “El marxismo y la
relación entre revolución proletaria y revolución campesina”, Teoría de la Revolución Permanente, op.
cit.
[11] Gramsci mantiene en los Cuadernos su cuestionamiento de la posición de Trotsky respecto del
debate interno en la URSS, sobre el que se había posicionado públicamente en
1926, condenando los métodos burocráticos de la mayoría, pero defendiendo sus
posiciones contra la Oposición de Izquierda.
[12] Bianchi, Alvaro. O
Laboratório de Gramsci. Filosofía, História E Política, Campinas, Alameda
Editorial, 2008, p. 243. No obstante su valor como trabajo filológico y
teórico, el libro de Bianchi exagera un poco las proximidades entre Trotsky y
Gramsci, así como reduce erróneamente a una “repetición de los argumentos de
Anderson” algunas de las principales elaboraciones de la Fracción Trotskista
sobre el tema (ver Nota 1) a pesar de los elementos novedosos en el tratamiento
de la cuestión de la revolución pasiva y las relaciones entre guerra de
posiciones, guerra de movimiento y programa de transición planteados en esos
trabajos. La falta de una lectura atenta (no sabemos si por prejuicios
“académicos” o sectarios) le jugó una mala pasada.
[13] Modonesi, Massimo “El
criterio de la subalternidad. Una lectura del concepto de revolución pasiva en
la obra de Gramsci”, capítulo IV de El principio antagonista. Marxismo y
acción política, en proceso de publicación.
[14] Ver “El Príncipe
moderno, Gramsci y el marxismo” en www.losgalosdeasterix.blogspot.com
[15] Agradezco especialmente a Massimo Modonesi por sus
observaciones y críticas y a Fabio Frosini por sus aportes críticos y
precisiones, que contribuyeron muchísimo a corregir y enriquecer los argumentos
expuestos en este trabajo. Naturalmente, las opiniones vertidas en él son
exclusiva responsabilidad del autor, así como las debilidades o puntos flacos que
pudiera tener.
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