Manuel Anxo Fortes Torres | Cuando Gramsci desarrolla sus conceptos más
conocidos (como hegemonía, guerra de posiciones, o el partido político como
intelectual orgánico) lo que pretende hacer es un intento de recomposición
teórica y estratégica del marxismo a partir de las nuevas condiciones
económicas, sociales y políticas del poder burgués (en los países capitalistas
avanzados). En otras palabras, adaptar el marxismo al problema del orden
revolucionario de su tiempo; esto es, entender desde el marxismo las
condiciones de la acción política en el momento en el que se está: en el
capitalismo desarrollado; cuando parece que el momento de las explosiones
revolucionarias ya no es, sino que la burguesía estableció mecanismos de
consolidación de su poder de una mayor consistencia y que, por lo mismo, exigen
de los revolucionarios la adaptación a esas condiciones y el diseño de una
práctica política que pueda servir para sus fines: cambiar el mundo de base.
Las dificultades con las que se encontrará el revolucionario
italiano harán aún más meritorias sus reflexiones. Esas dificultades son de
orden objetiva y subjetiva. De orden objetiva: las condiciones de la lucha de
clases en su momento, especialmente por lo que hace referencia a la evolución
del proceso revolucionario en la Unión Soviética, pues estamos en la época de
ascenso del stalinismo tras la muerte de Lenin, con lo que significa de
imposición dogmática de unas directrices emanadas desde el centro del poder
comunista (de la Internacional) y el desdén, en el mejor de los casos, delante de
cualquier pretensión de originalidad si ese discurso no se integra o no es
integrable en el de la burocracia dirigente.