► Gramsci fue el primero en entender la hegemonía como
el conjunto de mecanismos supraestructurales, sobretodo en un sentido cultural,
sobre los que descansa el orden político en las sociedades avanzadas
Pablo Iglesias |
En los párrafos más legendarios de sus
Quaderni del carcere, Antonio Gramsci reflexionaba sobre las
estrategias de guerra de la I Guerra Mundial, posición y maniobra, para
entender la política en Occidente. En la política occidental la guerra de
maniobra (el asalto) perdería relevancia frente a una compleja guerra de
posición en la que el Estado no sería más que la trinchera avanzada del
conjunto de fortificaciones de la sociedad civil. La política de la guerra de
trincheras es la lucha por la hegemonía. A diferencia de lo que muchos piensan,
Gramsci no ideó el concepto de hegemonía, que ya estaba presente en las
reflexiones de socialistas rusos que Gramsci conoció, e incluso en algunos
textos de la
Komintern. Sin embargo,
Gramsci fue el primero en entender la hegemonía no como la necesidad de las
organizaciones socialistas de liderar a sectores subalternos distintos a la
clase obrera o de aliarse con sectores de la burguesía, sino como el conjunto
de mecanismos supraestructurales, sobretodo en un sentido cultural, sobre los
que descansa el orden político en las sociedades avanzadas. Gramsci volvió a
Maquiavelo, el padre de la política como ciencia del poder, para entender la
importancia del consentimiento. Y es que el poder en las sociedades avanzadas
no sólo se expresa a través de mecanismos coercitivos, sino predominantemente a
través del consentimiento y el consenso.