Massimo Modonesi |
En tiempos convulsionados como los que estamos viviendo, es imperativo
detenerse a reflexionar sobre el estado crítico de la izquierda mexicana, como
condición para poder imaginar o vislumbrar rumbos alternativos. Decir que la izquierda mexicana está en crisis se convirtió
en un lugar común que, aunque haya ido apareciendo y reapareciendo a lo largo
de la historia reciente, se instaló en los últimos años como una convicción
generalizada en la opinión de ciudadanos y analistas y en particular, lo que es
más significativo y disruptivo en clave histórica, en una generación entera,
con una creciente animadversión desde la masacre de Iguala y la desaparición
forzosa de los 43 normalistas de Ayoztinapa. Una generación que, desde el
#YoSoy132 y pasando por el movimiento actual, se moviliza y politiza sin rumbos
claros ni cristalizaciones organizacionales durables pero con fuerza,
radicalidad y potencial subversivo que, aún en ausencia de firmes anclajes
clasistas y prístinas referencias ideológicas, parece ser la única esperanza
para la construcción-reconstrucción de una izquierda antagonista y
antisistémica con cierta presencia e influencia en México.