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Antonio Gramsci
✆ Stefania Morgante |
Cesare Luporini | Este título –«La metodología del marxismo en el pensamiento de Gramsci»– podría
dar lugar a un equívoco que es necesario eliminar de inmediato. Podría llevar a
atribuirnos el propósito de reconstruir lo que es esencial, filosóficamente, en
el pensamiento de Gramsci, como un esfuerzo por comprender e interpretar el
marxismo como si fuera una pura o mera metodología (quedando por determinar
cuál sería el objeto de esta metodología).
Intentos parecidos, respecto al marxismo, se hicieron, como
es notorio, hace tiempo, y tienen toda una historia que no es la ocasión
propicia para juzgar y mucho menos para liquidar en bloque y en abstracto, es
decir, independientemente del contexto de los problemas y de las reglas
teóricas y de las concretas situaciones culturales en las que se originaron. Se
trata, aparentemente, de una vieja cuestión, y habrá quien no dejará de
recordar cómo Croce, en sus escritos de fin de siglo acerca del marxismo,
negará sin más, que el marxismo, o más exactamente, el «materialismo histórico»
(con cuya indicación se apuntaba entonces a comprender toda la doctrina) pueda
considerarse un «método», mientras que le negaba también el carácter de
«teoría», reduciéndolo finalmente a un empírico «canon de interpretación
histórica».
Aquí, al historiador de las ideas le interesa sobre todo la
convergencia de las negaciones, que aparecen como síntoma de una peculiar
actitud de un pensamiento en formación. Más tarde, en efecto, Croce
identificará la «teoría», mejor dicho, la filosofía (toda la filosofía, es
decir, su filosofía) con la «metodología de la historia». Esa degradación del
marxismo, de «método» a «canon», implicaba, a
fortiori, también la negación (contra Labriola, con quien Croce sostenía
una discusión) de que el marxismo fuera una «filosofía», o sea, una autónoma
concepción de la realidad.
En el clima filosófico actual la palabra «metodología» se
presenta cargada de nuevas sugestiones y determinadas referencias a doctrinas y
tendencias filosóficas que no estaban muy desarrolladas en los años de Gramsci,
y por lo tanto, entonces, inoperantes en Italia. Se trata de intereses surgidos
en un terreno diverso al de la investigación histórica y las ciencias humanas
(política, economía, sociología, psicología, etc.) aunque estos intereses, hoy,
tratan de alguna manera de asumirlas; precisamente en el ámbito de las
investigaciones de carácter lógico y «lingüístico» en torno a las estructuras
íntimas y a los procedimientos de las ciencias matemáticas y físicas. Tales
investigaciones parecieran comportar una actitud mental diametralmente opuesta
a lo recién señalado, en el Croce de la madurez, en quien toda la filosofía se
resuelve en una única metodología (la metodología, al menos que nos interesa,
del conocimiento de lo concreto, o sea, de la «historia»). Si estas tendencias
filosóficas quedaron, en lo que entonces eran sus comienzos (y con más exactitud
deberíamos decir: en lo que fue su primera fase de desarrollo), desconocidas
para Gramsci, sería equivocado, creo, considerarlas como extrañas, de manera
radical, a su mentalidad. En efecto, los Quaderni
dal carcere se nos presentan muy ricos en observaciones, principios,
creencias, sugerencias críticas particulares de carácter «metodológico»,
referentes a sectores o campos determinados de la investigación científica
(aunque no directamente concernientes a las ciencias matemáticas y físicas, de
las que Gramsci no tenía experiencia), y pertenece a él la afirmación de que
«cada investigación tiene su método determinado y construye una determinada
ciencia». Someter estos postulados gramscianos a un estudio y a un desarrollo
sería, sin duda, algo realmente alentador —y quiero agregar, además, que
deberían estar de acuerdo con ese clima filosófico actual en el cual respiran
también en nuestro país, buena parte de las jóvenes generaciones especialistas
en filosofía—. Indudablemente, esos principios señalan algunos de los intereses
más originales de Gramsci.* Ellos, sin embargo, no son separables —si queremos
entenderlos en su total dimensión, si no queremos cometer un atropello
intelectual— de la metodología del marxismo tal como vive y actúa en Gramsci:
es decir, del procedimiento efectivo mediante el cual él elabora los problemas
concretos que lo preocupan. Destacar esta efectiva metodología, implícita o
explícita, es la tarea primera; y esto es lo que queremos esclarecer.
Ahora bien, justamente en este punto podría surgir el
equívoco al que me refería anteriormente. Es conveniente, por lo tanto,
declarar de inmediato que el marxismo no es para Gramsci solamente un «método»,
sino que es una filosofía, en cuanto es una integral y «general» concepción de
la realidad o, como él acostumbra a decir, siguiendo las huellas de Labriola,
es una «concepción del mundo»." En el pensamiento de Gramsci el momento
metódico (que se refiere al conocer y al actuar práctico) y el momento de la
«concepción del mundo» se condicionan y prueban recíprocamente, y no son
separables sin que se produzca una grave deformación. No se trata solamente de
la prueba —ya que ésta podríamos obtenerla con sólo citar numerosos párrafos—,
sino del nexo profundo, orgánico, de su pensamiento.
Quisiera aquí llamar la atención, por un momento, sobre un
punto que, al menos para los filósofos «especialistas», pero quizás no sólo
para ellos, considero no indiferente. Esta posición de Gramsci permite concebir
que la filosofía es siempre de alguna manera «concepción del mundo». Esto para
Gramsci no era objeto de discusión. Plantear que se puede proponer la idea de
una filosofía como «strenge Wissenschaft»,
ciencia rigurosa, justamente como contraposición a la Weltanschauung, y en cierta manera separada de ésta, era una tesis
que aún no había tenido, prácticamente, divulgación en Italia, en los años en
que Gramsci escribía (y, por otra parte, si no me equivoco, tampoco en
Francia). Ella había sido presentada por Husserl en 1911, en un escrito que
considero de gran interés para la historia de la cultura filosófica europea de
este siglo (de ese ideal que Husserl venía elaborando desde hace tiempo y
aplicando su método). Menciono esto porque esta tesis se nos presenta, históricamente,
como la anunciadora de muchas direcciones posteriores y de muchos
procedimientos conceptuales (no me refiero sólo a la fenomenología husserliana, sino a las corrientes —de
origen muy distinto— que precisamente gustan llamarse «metodológicas») que se
difundieron ampliamente, y que hoy señorean en el mundo filosófico, y con las
cuales el marxismo no puede dejar de estar en discusión.
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