► Gramsci fue el primero en entender la hegemonía como
el conjunto de mecanismos supraestructurales, sobretodo en un sentido cultural,
sobre los que descansa el orden político en las sociedades avanzadas

Si por algo las reflexiones de Gramsci han envejecido tan
bien, convirtiéndose en referencia de todas las izquierdas e incluso de ciertas
derechas cultivadas, es porque la política occidental, una vez se consolidaron
y desarrollaron los sistemas democráticos y sus Estados, es básicamente la
política hegemónica. La hegemonía es la capacidad orgánica de los sectores
dominantes para convencer a las mayorías sociales de los relatos que justifican
y explican el orden político. Los dispositivos de convencimiento son
básicamente culturales (la escuela y la Iglesia son los ejemplos clásicos y los
medios de comunicación el ejemplo de nuestro tiempo) y sirven para asentar las
claves de los relatos hegemónicos. Ganar en la política hegemónica es
básicamente convencer del propio relato.
En los periodos de estabilidad política (generalmente
asociados a la estabilidad económica) los relatos hegemónicos son casi
inexpugnables, pero cuando se producen crisis orgánicas, se abre la oportunidad
de cuestionar, mediante la guerra de trincheras o de maniobra, los relatos
dominantes y de que se produzcan cambios políticos. El 15M señaló la existencia
de una crisis orgánica en España, cuestionando los relatos políticos oficiales
y representando la mejor expresión social de la crisis. Podemos ha sido hasta
ahora la mejor expresión política de esa crisis, logrando imponer nuevas
interpretaciones de la situación y nuevas posibilidades de transformación
mediante el protagonismo de los sectores subalternos (el pueblo). La imposición
en el lenguaje político español de la palabra casta para señalar a las élites
políticas y económicas es un buen ejemplo de la política hegemónica de Podemos;
la política por un nuevo relato de la crisis y por la forma de superarla. La
lucha por ocupar la centralidad del tablero es, precisamente, la lucha por
determinar donde se halla la centralidad del tablero. Como decíamos en un
artículo anterior, si logramos situar la centralidad en la necesidad de
democratizar la economía Podemos podrá ganar. Por el contrario, si la
centralidad se sitúa en otros parámetros (la mera regeneración o el recambio de
élites) los sectores dominantes habrán demostrado su capacidad de resistencia.
En los momentos de crisis orgánica, las campañas electorales
son una guerra de trincheras simplificada. Las campañas representan el momento
de la gloria o del fracaso de los estrategas políticos que pelean por imponer
su relato sobre la base de consensos cambiantes, en el dificilísimo entorno de
los medios de comunicación que son en sí mismos operadores políticos no
neutrales.
Esta campaña que comienza ahora es una guerra de trincheras
por la imposición de un relato político; de cómo se imponga uno u otro
dependerán en buena medida los resultados finales, toda vez que casi la mitad
de los electores aún no han decidido su voto. ¿Qué debemos hacer nosotros? La
primera tarea, antes de correr tras el adversario, es observar sus movimientos.
¿Qué relato tratarán de imponer ellos? Dirán que Podemos se desinfla en las
encuestas, que ya hay básicamente cuatro aspirantes a la Moncloa, que el
problema fundamental de estos comicios son los pactos postelectorales en un
escenario multipartidista inestable, que España es un país de clases medias y
que las mayorías sociales son moderadas. Basta echar la vista atrás para
comprobar que el éxito político y social del régimen del 78 descansó en un
relato muy parecido que se tradujo en el estrepitoso fracaso del posibilismo
eurocomunista y en la moderación de un Partido Socialista que, una vez a los
mandos del Estado, pudo haber llegado mucho más lejos.
Hoy el relato de nuestros adversarios dirá que Podemos fue
el protagonista de la ruptura pero que no será el protagonista del cambio.
Algunos humoristas gráficos lo han expresado con la lucidez propia de los
cazadores y creadores de relatos.
¿Qué debemos decir en esta campaña entonces? En primer lugar
que Podemos nació para ganar las elecciones generales y que ninguna batalla
previa, por importante que sea, nos va a distraer de la principal. Debemos
decir que no habrá cambio sin ruptura y que, por tanto, quien quiera pactar con
nosotros, deberá romper con las políticas que nos llevaron al desastre. En
estas elecciones no hay cuatro opciones, hay dos: cambiar o seguir con lo de
siempre. Podemos no está sólo en el cambio; en la ciudad de Madrid el cambio se
llama Manuela Carmena, en Barcelona Ada Colau y nuestra mano está tendida a
todos los que estén por el cambio, que significa defender lo público y los derechos
sociales. Por eso Podemos defiende la unidad popular y es un instrumento para
la unidad popular. Hay que decir que hoy 13 millones de españoles están en
riesgo de pobreza, que un tercio de los asalariados apenas cobra 645 euros al
mes, que casi la mitad de los parados no recibe ninguna prestación. Las
mayorías sociales no aspiran a una segunda vivienda o a tener tres coches en el
garaje, aspiran a disfrutar de escuelas públicas y hospitales públicos, aspiran
a una vivienda digna, a no hipotecarse de por vida y a un salario decente. En
España no hay una mayoría social moderada, hay un pueblo al que se ha querido
humillar y que tiene muy claro quienes son sus enemigos; las élites políticas y
económicas que les han robado y se han enriquecido a su costa. Debemos explicar
que nuestro programa es el programa del cambio, precisamente porque se centra
en rescatar a los ciudadanos, en transformar el modelo productivo, en favorecer
el empleo de calidad y con derechos, en promover la innovación tecnológica y en
crear instituciones que protejan la democracia de la corrupción y del saqueo de
lo público.
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Foto: Pablo Iglesias |
Empieza la guerra de trincheras y el adversario nos quiere
siguiendo sus movimientos. Debemos obligarles a que sigan los nuestros haciendo
lo que mejor sabemos hacer; decir sin ambages las verdades que otros no se
atreven a decir, por incómodas que resulten para las élites. No ganaremos
pareciéndonos al adversario, sino siendo nosotros mismos.
Pablo Iglesias es profesor de Ciencia Política en la Universidad Complutense, de Madrid donde también estudió Derecho. Tras doctorarse, se especializó en humanidades en la Universidad Carlos III y en filosofía de los media y comunicación en el European Graduate School. Polemista por vocación y fascinado por la comunicación política, dirige y presenta la tertulia política La TuerKa, que muchos consideran la más crítica de la televisión española. Es líder de Podemos.
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