
El acto y la
acción pura
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Gentile y Gramsci son pintados por Fusaro como 'héroes
italianos, maestros de la coherencia y de la filosofía como pensamiento
vivido.' En el plano filosófico, la operación del libro - incluso a través de
uso compulsivo (excesivo, confuso, a veces contradictorio) de las referencias a
bibliografía secundaria y con referencias a menudo superfluas a varios
exponentes de la tradición filosófica, esparcidos por los siglos – consiste en
pintar un Gramsci que plantea una lectura quinta-esencialmente idealista» de
Marx. De mismo modo que éste último nunca se habría liberado de su formación
idealista, Gramsci nunca se habría liberado del actualismo gentiliano: para el
autor, Gramsci sigue establemente en el terreno del actualismo, incluso sería
de hecho marxista en tanto que actualista, debido a que “el actualismo
incorpora eso mismo en el código marxiano, y por tanto no debe ser interpretado
como opuesto a Marx, sino al contrario, como derivado de él '. Así Gramsci es
'discípulo de Marx precisamente por ser alumno de Gentile” y retradujo en el
léxico marxista' los fundamentos de la dialéctica actualista '.
Fusaro no tiene en cuenta que, en los Cuadernos, Gramsci ha declarado explícitamente, como antecedente de
la interpretación que él hace de las Tesis
sobre Feuerbach a Antonio Labriola y su tesis de la alteridad del marxismo
con respecto de cualquier otra filosofía; ni que Gramsci ha puesto en claro
toda la diferencia que existe entre su praxis y el acto puro de Gentile. Una presunta
“lectura sintomática” (¡pobre Althusser!) sirve al autor para afirmar que todo
lo que Gramsci escribe contra Gentile es una excusatio non petita, un intento tosco y superficial para sacudirse
de la espalda su actualismo, que sin embargo sería tan íntimo, tan introducido
(¿), que volvería inútil cualquier intento de hacerlo. Se intenta dejar de lado
las páginas de los Cuadernos en que Gramsci pronuncia juicios muy claros sobre
el filósofo del actualismo: por ejemplo, se lee que su pensamiento es un
disfraz sofisticada de la ‘filosofía política’ más conocida con el nombre de
oportunismo y empirismo”. Y Gramsci señala una diferencia muy precisa entre su
filosofía de la praxis y el actualismo, al afirmar que la primera es la
filosofía del acto (praxis, desarrollo) pero no del acto “puro”, si no del acto
“impuro”, real en el sentido más profano y mundano de la palabra”. Para no
hablar de las referencias gramscianas a la inmanencia labriolana y de
Maquiavelo, y la conocida cuestión de la traducibilidad: temas y aspectos de la
filosofía de la praxis gramsciana que confirman la irreductibilidad del Gramsci
de los Cuadernos (Quaderni) a Gentile y a su actualismo.
Adoptada la tesis del Gramsci gentiliano integral, Fusaro
llega a imaginar, como consecuencia de la misma, que la “revolución” planteada por
el comunista sardo es esencialmente “cultural”, con la consecuencia de que la
clase “dominada” debería ser “guiada por los intelectuales”. De ese modo, se
pierde, se simplifica, se vulgariza, se traduce en fórmulas que horrorizarían
al Gramsci real la compleja urdimbre de los Cuadernos, la importancia de la
creación de una nueva capa de intelectuales orgánicos provenientes de la clase
de los productores y capaz de producir una verdadera “reforma intelectual y
moral de masa”.
Por otra parte, la tesis del eje Gentile-Gramsci es para
Fusaro funcional a su visión política. Gramsci habría puesto en boga “la lucha
nacional contra el internacionalismo de la globalización de los mercados y de
las finanzas”. Las conocidas páginas gramscianas que -desde los años juveniles,
y después en los Cuadernos- afirman la necesidad de una lucha, que teniendo
como fin el internacionalismo, parta del reconocimiento del terreno nacional (
una enseñanza eminentemente leninista, que por otro lado, tuvo otras
continuaciones incluso en polémica con Rosa Luxemburg, una “águila” no carente
de abstracción) es traducida increíblemente en una especie de nacionalismo
político-económico, la vía que el autor evidentemente identifica con el camino
para oponerse a la globalización capitalista.
Derivas
roji-pardas
Por otra parte, Fusaro es defensor de la desaparición de
toda barrera entre comunistas y fascistas en nombre de la lucha común contra el
sistema capitalista. Y en este libro repite la acostumbrada letanía, que
sostiene que la vieja dicotomía derecha-izquierda debe ser substituida por una
nueva oposición entre capitalismo y anticapitalismo. Son opiniones que han
tenido en ocasiones algunos seguidores. Pero que en las filas de este partido
“roji-pardo” se pueda o se quiera inscribir también a Antonio Gramsci- muerto
entre otras cosas a causa de haber sido prisionero de una cárcel fascista- es
algo que suscita, más que perplejidad, disgusto.
Traducción de Joan Tafalla y Joaquín
Miras
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