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Antonio Gramsci & Louis Althusser |
Juan Dal Maso | Se habla mucho del eurocomunismo
y de la herencia gramsci-togliattiana
de Syriza y Podemos. Se dice incluso que Podemos basa su discurso y política en
"los postulados de Antonio Gramsci" (un Gramsci deformado hasta el
extremo por Laclau
y Mouffe).
En cambio, yo diría, sin miedo a ser extravagante, que estos muchachos son más
"althusserianos" que gramscianos. Y esto debe tomarse en un sentido
más metafórico que conceptual (aunque veremos que la metáfora se basa en algo
real).
En su libro de 1974, La Lección de Althusser (LOM
Ediciones, Santiago de Chile, 2013), Jacques Rancière (influenciado por la
experiencia de la "revolución cultural" china y del propio Mayo
francés) realizaba una crítica del pensamiento del intelectual
"díscolo" del PCF y concluía que el "althusserismo"
era un "pensamiento del orden".
Oponiendo la ciencia contra la ideología y la línea correcta
del "partido de la clase obrera" contra los estudiantes
"izquierdistas y pequeño-burgueses", Althusser ponía en práctica una
defensa del orden universitario tanto como de la burocracia del PCF, contra la
revuelta del `68 y contra todo espíritu subversivo en general.
La idea de "lucha de clases en la teoría" aparece
en este contexto como la máxima expresión de la reivindicación de la división
de trabajo manual e intelectual y el reaseguro de la posición más cómoda para
los intelectuales dentro de ella. Una especie de stalinismo culto que se dedica a distinguir ideas burguesas de
proletarias "científicamente", mientras en la práctica convalida la
labor gris del aparato burocrático.
La crítica de Rancière fue lapidaria y tenía un momento de
especial lucidez cuando analizaba la formulación por Althusser de la poco feliz
teoría de los Aparatos Ideológicos del Estado (que tantos perjuicios generara
al marxismo como beneficios a los asaltantes de cargos públicos, lo voy a
repetir hasta el hartazgo).
Rancière observaba que, después de que el movimiento del
Mayo francés hubiera puesto en cuestión el rol de las instituciones educativas
en la reproducción de la ideología dominante (incluyendo a los intelectuales
del PCF), Althusser descubre como algo novedoso los Aparatos Ideológicos del
Estado, formulación que según él tendría algún tipo de antecedente en la
temática gramsciana de la organización de la cultura (a la que remeda
pobremente). Se preguntaba entonces Rancière cómo podía ser que la teoría
surgiera de otra teoría y no del movimiento de lucha real. Y concluye que,
consecuente con su "pensamiento del orden", Althusser procedía con el
siguiente presupuesto: El 68 no existió.
El 68 no existió: Otro motivo para considerar a Althusser
mucho más cerca de Benedetto Croce que el propio Gramsci, a quien Althusser
acusaba de "crocianismo".
El libro de Rancière es muy interesante y sirve como
disparador no solamente para comprender contextualizadamente el
"althusserismo" sino también para reflexionar en líneas generales
sobre la trayectoria de los PC's de Occidente.
Porque el moderantismo ("pensamiento del orden")
fue un rasgo común tanto al PCF, como al PCI, como al PCE. Santiago Carrillo,
dirigente histórico del PCE lo resumió bien en una entrevista con Pablo
Iglesias al referirse al rol del PCE en la salida del franquismo: "garantizamos la transición a la
democracia y evitamos una nueva guerra civil" (la frase no es textual,
pero dice más o menos eso). El PCI, por su parte, jugó un rol conservador
en el "largo '68" italiano, expulsando a los que llamaban en sus
filas a apoyar las luchas obreras, como a los fundadores de Il Manifesto en 1970.
Los simpatizantes abiertos o solapados del stalinismo pueden
decir "otra vez los trotskistas denunciando la traición". Sin
embargo, creo que no pasa por ahí. No estamos analizando el accionar de una
burocracia que es "muy mala" sino la colonización de las
organizaciones obreras tradicionales por obra y gracia del capitalismo (a la
que la burocracia fue funcional).
Porque si el Estado de Bienestar representaba un compromiso
entre la burguesía y la clase obrera de las metrópolis para conceder algunos
importantes derechos a cambio de que no haya nuevas revoluciones, lo cual a su
vez daba fuerza a los PC de Europa occidental, el compromiso no era eterno y la
burguesía, en lugar de agradecer a los stalinistas los servicios prestados, fue
por un objetivo más ambicioso: asimilar totalmente las organizaciones
reformistas en regímenes políticos conservadores.
La evolución "moderada" de los PC en la segunda
posguerra (que Podemos resumir un poco groseramente en la frase "del
Frente Popular a la Unidad Nacional) más que la genialidad de grandes
estrategas (como ahora nos quieren hacer creer) expresa esta presión creada por
la "guerra de conquista" llevada adelante por el capitalismo sobre
las organizaciones obreras tradicionales.
Visto desde este ángulo, el "eurocomunismo" no
sería una tentativa novedosa de combinar democracia y socialismo, sino un salto
en la "socialdemocratización" de los PC, correlativa con la
"neoliberalización" de los viejos PS.
Ahora bien ¿qué clase de lectura sobre el último ascenso
obrero y de la juventud que tuvo lugar en el viejo continente expresa la
reivindicación actual del eurocomunismo?
Mi respuesta sería: Una lectura "moderada", que
pone la mirada en el momento pretendidamente ecuménico e invisibiliza
el de la lucha.
Y puede resumirse precisamente en la frase con que Rancière
sintetizaba el "pensamiento del orden" de Althusser: El 68 no
existió.
Podríamos agregar: porque si hubiera existido no
podríamos reivindicar a los Partidos Comunistas y su eurocomunismo.
El problema, con todo, no es la interpretación del pasado
(sin duda importante), sino sobre la estrategia a llevar adelante en el
presente. Como puede verse tanto en el discurso de Iglesias, como en la política
que está llevando adelante el gobierno de Tsipras, la frase El 68 no existió
tiene hoy un contenido muy concreto: la prioridad de los acuerdos y maniobras
por arriba, por sobre la movilización de la clase trabajadora y el pueblo desde
abajo, incluso para defender su propio programa de reformas.
En resumen, un pos-togliattismo que tiene más deuda con el
"pensamiento del orden" de Althusser que con "la lucha por la
hegemonía" gramsciana.