Francisco Piñón | La Filosofía de Gramsci no es sistemática, al estilo de
un Aristóteles, un Kant o un Hegel. Pero supone a todos ellos. Los Cuadernos de la
cárcel son una buena síntesis de Historia y Filosofía universales leída bajo la óptica o visión de un
pensador militante-filósofo que ha sabido heredar lo mejor de la cultura
greco-latina.
Gramsci trata de rescatar los valores culturales del pasado. Sabe que el
presente es, en parte, el pasado en acto y que nada se puede construir para el futuro si no se tienen en
cuenta los materiales ideológico-culturales del presente. Intenta rehacer o
recrear una cultura integral que tenga los caracteres de
masa de la Reforma y del Iluminismo y los caracteres de clasicidad de la
cultura griega y del Renacimiento Italiano. Su pensamiento es un pensamiento en
movimiento, en confrontación con la cultura viva de su tiempo, en debate con
enemigos reales. Es síntesis de “contrarios“, según los conceptos de Hegel y Marx y síntesis de “diferentes“, siguiendo a B.
Croce. Por eso ofrece “problemas” más que “conceptos“. No es un ensayista en el sentido tradicional de la palabra. Es
un pensador creativo dentro del marxismo para quien
los libros de Marx son una línea por seguir o unainspiración constante, no una letra por interpretar.
Gramsci es el filósofo italiano que, en la soledad de una cárcel fascista,
en una época de crisis, se da la tarea de ofrecer los grandes lineamientos para
una teoría de la organización política. Reflexiona la derrota
de los movimientos obreros después de la postguerra. Detecta la debilidad y los
errores de los partidos socialistas y, por el abandono de lo mejor de la
tradición filosófica del idealismo alemán, se da cuenta del deterioro teórico
del marxismo de su tiempo. Quiere ofrecer un marxismo vivo y adulto, no
encerrado en sí mismo, sino en diálogo con los pensadores de su cultura occidental. Pero todo a la luz de
su gran experiencia metafísica: La Revolución de Octubre y dentro de su
original aportación al marxismo de su tiempo: El valor de los hechos de cultura. Dentro de este horizonte
teórico debemos colocar su teoría del Partido como Problema.
El
Partido como fenómeno histórico
El problema del Partido Político, en el pensamiento
de Gramsci, está enmarcado dentro de su
política. Política que es Historia y que es Filosofía. Surge como problema,
cuando no lo encerramos en los moldes “tradicionales” o meramente “internos” de la política partidista “marxista“, sino dentro de la visión y práctica de la problemática “fenomenológica” de la moderna teoría del partido.
Gramsci estudia el Partido en su historicidad concreta, dentro de un
universo sociológico, no como mero “instrumento” de la Revolución o como fruto mecánico de las contradicciones de
“clase“. En sus reflexiones sobre el Partido no sólo
toma en cuenta el elemento “revolucionario“, sino
también el elemento “morfológico” estructural, lo que podríamos
llamar la fenomenología histórica (lo que en lenguaje filosófico podríamos
describir como lo que se nos aparece). O lo que es lo mismo: el estudio
histórico-crítico del Partido como un elemento más de ese todo social que es la
realidad objetiva, aprehendida ésta como un bloque histórico concreto, en donde
el Partido debe ser Príncipe moderno, activo y operante, en orden a ir
elaborando, como parte del movimiento del proletariado, los nuevos perfiles de
una nueva cultura que conlleve a la creación de una nueva sociedad.
Por consiguiente, Gramsci estudia el Partido dentro de la “sociedad civil“, dentro de lo que otros pensadores llamarían una teoría moderna
del partido de masas. Es decir,Gramsci estudia el fenómeno del Partido en confrontación con Michels, con Pareto, conMosca, con Croce, con Weber. Si Gramsci ha hecho avanzar la teoría
tradicional del Partido político, dentro del marxismo, es por la sencilla razón
que sus escritos llevan en la espalda su experiencia de los Partidos
socialistas de la II Internacional, la concepción leninista y
tercerinternacionalista, la teoría y práctica burguesas del Partido político.
Recordemos que la primera obra, ya sistemática,
sobre los Partidos, aparte los análisis deTocqueville sobre los partidos americanos en el siglo pasado, provienen del
año de 1902 con Ostrogorski con su Democracy and the organization of political
Parties; La sociología del Partido político nella
Democrazia moderna de Michels en 1912; elTrattato
di sociologia generale en 1916 de V. Pareto, y los trabajos de Weber en 1917 en Economía
y Sociedad. Gramsci recibe de todos ellos, de una manera o de otra, una profunda
influencia. Los interpela, los critica, los valora. No son enemigos por “eliminar“. Son pensadores por “criticar“.
Si por la cultura filosófica e histórica del
clasicismo grecolatino recibe el “sentido de la historia“, por el contacto con
estos estudiosos del fenómeno del Poder, sobre todo los elitistas, recibe la
intuición sociológica en la observación de los hechos sociales. Al mismo
tiempo, estos pensadores, bajo el pretexto de hacer “ciencia
objetiva“,
ofrecen a Gramsci una crítica a los partidos socialistas. Michels, al formular su “ley
férrea sobre la oligarquía“, opinará que los partidos
socialistas, al fin de cuentas, y más allá de sus programas e ideología, no son
sino “máquinas” en proceso de “burocratización“. De igual modo pensaban Pareto, Mosca y el mismo Croce. 1
Gramsci, por lo tanto, no
se reduce a “repetir” lo
que sus colegas marxistas habían escrito. Se coloca bajo el punto de vista
científico, fenomenológico, morfológico. Su punto de arranque es
histórico-crítico, con los instrumentos de variadas disciplinas: la historia,
la filosofía, la economía, la psicología, la ciencia política. El estudio de Gramsci se convertirá, por
consiguiente, en el estudio de un Problema en una realidad compleja, vista no de una manera maniquea. Estará
centrado dentro de su problemática carcelaria: su reflexión sobre un drama que
abarca su vida personal y su experiencia social. Es decir, su propia reflexión
existencial como militante que, en la cárcel, sufre las incomprensiones y
marginaciones; y la toma de conciencia de la derrota del movimiento obrero por
la política fascista. Es su clarividente auto-crítica de “La Voce
della gioventu” del 10 de Noviembre de 1923 en donde analiza
el por qué fue derrotado el Partido socialista italiano. En el fondo subyace,
como causa de la derrota, el descuido o marginación del fenómeno de la cultura.
Gramsci estudia el Partido como sociólogo político, no tan sólo como militante político. No reduce su estudio al
elemento subjetivo-pragmático al utilizar al Partido para finalidades o
realizaciones inmediatistas. No se detiene en el problema del Partido obrero
como “revolucionario” o como el único “verdadero“. Su estudio lo extiende al Partido comofenómeno político
moderno. De la misma manera que Gramsci no se contenta con la definición del Estado
como “mero instrumento” de la burguesía o como una
clase que domina a la otra clase, sino que se pregunta por los “sujetos“, por los funcionarios, por los burócratas, por los “intelectuales“, que hacen funcionar este o ese determinado Estado.
Gramsci en el estudio del partido, quiere hacer no sólo pedagogía o
militancia. Intenta, además, hacer “ciencia“, siguiendo los parámetros del gran Maquiavelo, y con los elitistas, intenta
el análisis del Partido como un “objeto” de observación sociológica.
Al contrario del marxismo tradicional, con excepción del Lenin de la experiencia rusa de 1902,
no se queda en el estudio del Mejor programa o de la Mejor forma organizativa de la clase obrera o en el Partido como una mera expresión de las clases sociales. Gramsci no es un pensador que puede ser
reducido a una Filosofía pura de la
Organización, o a una teoría abstracta, exclusivamente
localista y partidista del fenómeno del Poder, entendido éste fuera de los “intereses” económicos del capitalismo mundial, como ciertos estudiosos de
la moderna Teoría Organizacional del Poder, interpretado como mero “monopolio” o como “influencia” o como una “lucha
por el poder“,-según algunos modernos estudiosos de las diferentes tipologías
como J.C. Friderich, Inis L.
Claude, R.A. Dahl, J.D. Dinger,E.S. Banfiel, Berolzheimer, Ratzenhofer, entre los principales.
Hacia
la crítica economicista y mecanicista
La tradición del Partido que Gramsci recibió estaba inserta en una
doctrina marxista, de tinte economicista y mecánica, hoy ciertamente en crisis, que conllevaba una concepción
maniquea del concepto de Clase, de Partido. La concepción del Partido, en esta
interpretación era amorfa, militarizada o francamente sectaria, en donde el
Partido era más bien un “instrumento” de guerra de Movimiento que de Posición, y en donde la Política era
considerada como “cosa aparte“, extraña de la problemática
de la cultura. Eran los tiempos en que el Positivismo había separado estos dos
términos de suyo inseparables: Política y Cultura, como si se pudiese
aprehender una pura objetividad, una pura ciencia, fuera de un universo de los
valores, sin ideología, una pura empiria, casi sin lenguaje, como si éste naciese o creciese sin historia
o sin cultura.
Gramsci escapa así de su tradición marxista de la Segunda y Tercera
Internacional. El Partido viene estudiado por él como fenómeno histórico, dentro de una
política-historia, que es Filosofía=Historia. Gramsci, al alargar el concepto de
estado y enriquecer el concepto de Política, al mismo tiempo sitúa el estudio
del partido dentro de la historia de la cultura, la nacional y la
internacional. La historia del partido no es solamente la historia o la
biografía o las gestas de sus dirigentes o los problemas o críticas de los
dirigidos. Es la historia nacional, la historia patria, con toda su
problemática social determinada.
Gramsci por otro lado, ofrece la gran tradición que, en cuanto a la
fundamentación de un análisis científico de la sociedad moderna, le legaron Marx y Engels. Los fundadores del socialismo
científico no crearon una doctrina sistemática del partido político, imposible en ese tiempo por la
insuficiencia organizativa y estructural de la sociedad industrial. Pero
ciertamente Gramsci aglutinará, sintéticamente, las dos grandes experiencias en queMarx y Engels participaron: La Liga de los comunistas y la Asociación Internacional de los Trabajadores. Estos dos movimientos económico-políticos legarán a Gramsci, a mí entender, las siguientes
directrices:
1. Una idea de superar la tradición sectaria meramente utópica del socialismo,
2. Una lucha decidida en contra del economicismo y, al mismo tiempo, un tratar de entender la dimensión política de la lucha de clases,
3. Un pugnar por llevar a cabo los debates en forma pública y con normas democráticas, ideas que encontramos esparcidas en los artículos y escritos de Marx de aquellos años,
4. La conciencia de pensar no tan sólo en términos locales o nacionales, sabiendo que se tiene enfrente y se lucha con una estructura de la sociedad burguesa de tinte universal,
5. Y, sobre todo, el no querer considerar al partido político como si fuera un fin en sí mismo, un ídolo o un fetiche.
El partido es solamente un instrumento, no un
elemento sectario. Es el núcleo del pensamiento de Marx, por ejemplo, con relación a La Liga de los Comunistas: “La Liga”, como la
“sociedad de las estaciones”, como otras cien sociedades, son solamente un
episodio en la historia del partido, que se construye naturalmente sobre el
terreno de la sociedad moderna…Por consiguiente, en esta carta he tratado de
eliminar el equívoco que yo, bajo el concepto de partido, haya entendido una
“liga” muerta desde hace ocho aftoso... Bajo el nombre de partido yo he
entendido en el gran sentido histórico del término“.2 Un partido, pues, no
sacralizado, sino en continua adaptación, según las circunstancias históricas,
conforme evolucionaba también la sociedad burguesa, la única que ofrecía, según Marx, el fundamento para una
crítica seria ya que constituía “la única base sólida” de la participación consciente “al proceso histórico
revolucionario de la sociedad”.3
Gramsci no heredaba la concepción evolucionística y determinística de un Kautsky que, a su vez, era la ideología política del Programa de Erfurt en donde el partido era definido como “Catecismo de la
social-democracia” y una especie de “Iglesia
militante“. Esta doctrina triunfalista del partido político emanaba, es
cierto, de la general concepción positivista que sostenía “la
necesidad natural de la victoria final del socialismo“. Un socialismo que era tan sólo el fruto necesario de las
contradicciones de un sistema capitalista que, dejado a su libre juego,
necesariamente desembocaría en una catástrofe de donde nacería, casi sin meter las manos, una nueva sociedad.
Era la concepción de una sociedad y una historia regidas por leyes férreas e
ineluctables, independientes de los mismos individuos. Era Comte metido en la interpretación de
un marxismo que apenas se estaba elaborando es evidente que en esta interpretación
positivista y cientificista, el partido político quedaba atrapado en una
concepción política cerrada, como una especie deeclesía que no quiere ni puede contaminarse y que, cerrando filas, tiene
que defenderse de los “herejes” del exterior. Pero es en esta
concepción doctrinaria en donde los individuos quedaban relegados.
Como sujetos (ya después hasta el concepto se tratará de borrar) no tenían otra
cosa que “administrar” y esperar la Revolución
inminente. Las tareas revolucionarias se iban posponiendo. El partido, en el Catecismo Social democrático de 1893, no estaba para hacer las revoluciones.
“Nosotros sabemos que nuestros objetivos pueden ser conseguidos solamente mediante una revolución pero sabemos también que es realmente poco lo que podemos hacer por esta revolución, y que al mismo tiempo está en las manos de nuestros adversarios el impedirla. Por lo tanto no nos pasa ni siquiera por la mente provocar una revolución o prepararla. Y porque la revolución no puede ser hecha según nuestro arbitrio, no podemos decir absolutamente nada acerca del tiempo, las condiciones o formas en que ésta se dará“. 4
En esta perspectiva poco le quedaba a la acción de los individuos y al momento ético político. El partido quedaba encerrado en una concepción economicista y la labor de los intelectuales se supeditaba a la “administración” del aparato institucional. A estos intelectuales sólo les esperaba dar a conocer las metas, los objetivos, el Endziel socialista. Como escribe Kautsky: “Aquello que el proletariado exige a los académicos es el conocimiento del fin; por lo demás, no tiene necesidad de ellos en orden a la dirección del propio movimiento de clase.” 5 De aquí saldrá el culto a la organización institucional, o sea, al “fechitismo de la organización“, comparable, según A. Rosemberg a ciertos movimientos religiosos. 6
Gramsci, por el contrario,
criticando el mecanicismo de la Segunda Internacional, a partir de sus críticas
a Loria y Bissolatti en Italia, heredaba, en parte, lo mejor de las tesis deLenin del ¿Qué hacer? y la de Un paso adelante, dos atrás. En estas obras Lenin no cristalizaba o sacralizaba su pensamiento
de los años 1902-1904, sino que abría perspectivas también a largo plazo. La
realidad cambiante tendría siempre la última palabra.
Y Gramsci, al igual que Lenin, no se quedaba en esos años de 1902,ni mucho menos oficializaba
el pensamiento partidista leninista como lo hicieron muchos partidos comunistas
occidentales, sobre todo a partir de 1938 en que canonizaron esas posturas meramente
coyunturales. Fueron los “ideólogos” estalinistas los que
decretaron y constituyeron en doctrina oficial y casi permanente lo que en Lenin era una controversia política típicamente
rusa. 7 Por eso Gramsci, al igual que el mismo Lenin, no concedía a esos años polémicos del
1902-1904 un carácter universal, sino contingente y meramente circunstancial.
El ¿Qué hacer? de Lenin no tenía por qué ser sacado
fuera de su tiempo histórico determinado. 8 Error posterior de los partidos comunistas fue
el haber oficializadoy cristalizado un pensamiento que era, en todo
caso, una polémica rusa y no del todo feliz en alguna de sus expresiones, según
el mismo Lenin lo confesó. “El error fundamental, escribe, en el cual incurren los que polemizan
con el ¿Qué hacer? consiste en que este escrito viene completamente separado de
su contexto histórico determinado…y hoy ya hace tiempo que transcurrió“. 9 Gramsci romperá ese gheto doctrinario estalinista.
Gramsci, al contrario de Kautsky, no creía en un colapso “natural” de la sociedad capitalista. Estaba en contra de un kautskismo
que sostenía que “el desarrollo económico produce natural y
necesariamente contradicciones que obligan a los explotados a combatir la
propiedad privada“. 10 No creía, como Kautsky, que naturaleza e historia
forman una única evolución, ni que el “proceso social” esté regulado por “leyes de naturaleza“. Como su maestro Labriola, Gramsci se siente atraído a descubrir la “real
novedad del mundo” ya “posesionarse de las cosas“. Por eso, ya desde 1924, postulaba “soluciones
autónomas, propias, de los problemas generales” de la Italia de su
tiempo. 11De ahí su insistencia en que el partido socialista, a partir de
1919, debería haber encabezado la iniciativa de encauzar la fuerza política del
proletariado.
Ante estratos populares amorfos y sin dirección, el
partido no fue capaz, según Gramsci, de ofrecer una solución socialista y si se mostró incapaz de organizar “estas relaciones
revolucionarias“. Más aún, inclusive mostró su debilidad “en
no haber ni siquiera propuesto el problema de la necesidad concreta de
organizar estas relaciones en un sistema político concreto, en un programa de
gobierno“. 12 El juicio de Gramsci es hiriente: en aquel tiempo al partido
paternalista, de pequeños burgueses que se agitan inútilmente“. 13 Por lo tanto, incapaces de ser embrión de una nueva sociedad. Nada
extraño para Gramsci ese resultado si los socialistas no supieron, como él mismo lo
escribe, adaptarse a las nuevas circunstancias, ni supieron tener una “ideología” para compartir entre las masas, ni conocían “la
estructura económica y social de Italia“, ni habían fortalecido “la
conciencia de los militantes con la ayuda de principios tanto morales como
psicológicos“. 14 De ahí su crítica a Bujarin y a Bordiga. El error del partido socialista, escribe en
Febrero de 1924, es el siguiente: “haber puesto en primer plano, en
forma abstracta, el problema de la organización del partido“, originado “la creación de un aparato de funcionarios
ortodoxos respecto a la concepción oficial“. De aquí partía la concepción
que la revolución dependía “sólo de la existencia de ese aparato” y que, inclusive, se llegaba a creer “que tal
existencia puede determinar la revolución“. 15Por eso su ruptura con Bordiga.
El
partido como hegemonía de lo social
En el pensamiento auténtico de Gramsci ya no se encierra al partido
político en la mera organización, ni se presenta como un fetiche o una eclesía, sino que le abre las perspectivas de la historia nacional y de
la vida cultural. Para Gramsci, el partido debe estar involucrado en la vida social y política
de su país. Escribir la historia de un partido, afirmaGramsci, es “escribir la
historia general de un país desde el punto de vista monográfico“. 16 No es que Gramsci deje de ser leninista, sino que su leninismo no es lineal, ni
mecánico, y las circunstancias de Italia ya han cambiado.
Además, Maquiavelo
ya era su modelo teórico en el análisis de la ciencia política. El
partido, para Gramsci, ya no estaba radicado en la fase corporativo-económica, en pura organización técnica
con dogmas por defender, sino en ese momento de reforma intelectual y moral de la sociedad en orden a la
creación de una nueva cultura.
La meta del partido ya no era
administrativa-organizativa, ni de tipo militar, ni su modelo teórico era una
reflexión, ya terminada, al estilo de cierta ortodoxia de la Tercera
Internacional que trataba de canonizar algunas interpretaciones del
marxismo-leninismo. Inclusive el caso de G.
Lukács es significativo, al tratar de mediar entre Lenin y R. Luxemburgo, entre instituto
histórico-material (teoría positiva del partido, propia deLenin) y espontaneidad de la conciencia de clase (la única institución de R. Luxemburgo). 17
Gramsci trata de conciliar su tradición cultural europea, su propia
experiencia de losConsejos de fábrica en su época de Turín y la doctrina leninista del partido. El
partido debe ser un partido de masas, pero sin quedarse en ellas de una manera
pasiva, sino mediar entre masas y “pequeño partido de élite“. 18 Y ante la ausencia de una conciencia en Italia de “pueblo-nación“, el partido debe proponerse lo siguiente: la “formación
de una voluntad colectiva nacional-popular, de la cual el moderno príncipe es,
al mismo tiempo, el organizador y la expresión activa y operante” y, por el otro lado, una “reforma intelectual y moral“. 19 El partido, por consiguiente, no se encerrará en una concepción
dogmática cerrada, localista y parcial de la vida nacional, sino que será una “primera
célula en la cual se reasuman los gérmenes de voluntad colectiva que tienden a
convertirse en universales“. El partido será escuela “de
vida estatal“, instancia de “espíritu estatal“. 20
Los partidos serán escuelas de cultura política, de
dirigencia intelectual: “Las clases expresan a los partidos, los partidos crean
los hombres de estado y de gobierno, los dirigentes de la sociedad civil y de
la sociedad política… No puede haber creación de dirigentes donde falta la
actividad teórica, doctrinaria de los partidos, donde no existen
sistemáticamente investigaciones y estudios de las razones de ser y de
desarrollo de la clase representada“. 21 Por consiguiente, sino se da esa actividad teórica, prosigueGramsci en sus Cuadernos, encontraremos “escasez de hombres Estado, de gobierno,
miseria de la vida parlamentaria, facilidad de disgregación de los partidos,
corrompiendo y absorbiendo a los pocos hombres indispensables. Por lo tanto,
miseria de la vida cultural y angustia mezquina de la alta cultura: en lugar de
la historia política, la erudición desencarnada; en lugar de la religión, la
superstición; en lugar de los libros y de las grandes revistas, el periódico y
el folleto“. 22 De esta manera, según Gramsci, la burocracia jerárquica substituía la
jerarquía intelectual y política.
Por el contrario, Gramsci propugnaba un partido abierto a la sociedad, en verdadero
ejercicio de una hegemonía, o sea, en una “guerra de posición” que le permita ir conquistando las diversas trincheras sociales,
hacia una concepción que supere el corporativismo y el integralismo. Sólo así,
el partido le será la base, no el edificio en sí, no el aparato alrededor del cual giren sus
militantes, sino el fundamento de un “laicismo moderno y de una
completa laicización de toda la vida“. 23
El partido grasmciano, por lo tanto, no debe ser un
mero “instrumento mecánico” de la organización obrera, ni una simple “nomenclatura
de las clases“,
sino conciencia operante, reformador intelectual y moral de la sociedad,
creador de hegemonía, con la misión de desarrollar y universalizar a las mismas clases. 24
El partido político al no ser un mero instrumento
de acción, se vuelve, en Gramsci, un objeto de estudio desde el punto de vista
morfológico-sociológico, aglutinando lo mejor de la sociología partidista de
tinte burgués, la de Weber, Pareto, Croce, Michels.
“El partido político, escribe Gramsci, es precisamente el mecanismo que, en la sociedad civil, cumple el Estado en una dimensión más grande y más sintéticamente en la sociedad política; es decir, procura el enlace entre intelectuales orgánicos de un grupo, el que es dominante, y los intelectuales tradicionales; y esta función el partido la cumple precisamente en dependencia de su función fundamental, que es la de elaborar sus propios componentes, que son los elementos de un grupo social nacido y desarrollado como “económico”, hasta convertirlos en intelectuales políticos calificados, dirigentes, organizadores de todas las actividades y las funciones que son inherentes al desarrollo orgánico de una sociedad integral“. 25
Gramsci, por consiguiente,
amplía el horizonte tradicional marxista del partido político. No se
circunscribe, en su confrontación con la sociología moderna, en el continente
económico, como bien lo señala Cerroni. 26 Pretende hacer ciencia política y empieza a “hacer cuentas” con un clásico: Maquiavelo. De esta manera, unirá
política y cultura.
El estudio del partido será la teoría de la historia y de la teoría de la política. 27 El moderno Príncipe será el “organizador” de una “reforma moral e intelectual“, que significa, paraGramsci, “crear el terreno para un ulterior
desarrollo de la voluntad colectiva nacional-popular hacia el cumplimiento de
una forma superior” de civilización moderna. 28 Sólo así el estudio del partido
escapará al reduccionismo mecanicista o economicista: a ser considerado como mera máquina (vs. Michels) o como mera pasión (vs. Croce) o como mero fenómeno del
poder u organismo orientado al deseo de poder (vs. Weber). SiMichels hablaba de la “ley
férrea de la oligarquía“, en donde describía la máquina delpoder y la burocratización en los partidos socialistas, si Weber afirmaba que los partidos no
eran otra cosa que “distribuidores” de oficios y cargas o si los
pensadores sociólogos de las élites, como Pareto, Mosca y Croce, negaban el partido de masas, Gramsci, recogiendo la crítica y
valorándola, trataba también él de descubrir su morfología y, al mismo tiempo,
no olvidar su teología o su programa histórico. 29 El partido no sólo será “la
mera narración de la vida interna de una organización política“, ni tan sólo “los primeros grupos que la constituyen,
las polémicas ideológicas a través de las cuales se forma su programa“; esto sería solamente “la historia de restringidos
grupos de intelectuales o a lo sumo la biografía de una personalidad singular“. El partido es eso y algo más. Es la “historia de una
determinada masa de hombres que habrán seguido a los promotores, que los habrán
sostenido con su confianza, con su lealtad, con su disciplina, que los habrán
criticando realísticamente“. Pero, ciertamente, será
también la “historia de un determinado grupo social“, no aislado, sino encuadrado dentro del “conjunto
social y estatal” y “muchas veces también con
interferencias internacionales“. 30
La originalidad, pues, del partido en el
pensamiento de Gramsci consiste en haber “alargado” el horizonte del partido,
como lo había hecho con el estado moderno. El partido deberá ser estudiado
dentro de la historia y la política, interpelando y discutiendo y heredando los
aportes de la sociología burguesa. Ya no será un mero fruto de “La
Clase“, ni un simple instrumento de la revolución se debe analizar como
“orgánico” a la historia determinada de un pueblo,
radicando, en su problemática nacional. Solamente así el Príncipe moderno, o
partido, podrá ser él mismo un “dirigente“,
creador de un Pueblo-nación y, por lo tanto, creador de una cultura, de una
reforma intelectual y moral de la sociedad, sin las cuales imposible una nueva
sociedad. Sólo así se podrá superar, segúnGramsci, el concepto de partido-clase, la función de partido como mera proyección del clasicismo del proletariado
y evitar el integralismo y totalitarismo, de todo tipo, aún el que no quiere
confesarse como tal porque “parece portador de una nueva cultura“. 31
Gramsci está consciente que debe huirse de todo determinismo: las
fluctuaciones de la política o de la ideología no son “meras
expresiones inmediatas de la estructura“. 32 Por lo tanto, el partido es y
debe ser expresión de culturas: no un simple “prejuicio“, ni sola pasión o deseo de poder, sino también, recuperando una idealidad, expresión de racionalidad
histórica, substancialidad ética y política, instancia de hegemonía.
El
intelectual colectivo
De las anteriores premisas, en cuanto al partido
político en Gramsci, podemos inferir lo siguiente:
El partido político deberá tener una estrategia nacional. Es decir, una política
adaptada a la propia historia nacional, con todas sus determinaciones
culturales y, por lo tanto, teniendo en cuenta el fenómeno de las culturas
populares.
Una política, pues, que no ignore el factor de las
“instituciones“, pero tampoco que
no margine el momento del “consenso” y el elemento cultural popular. Esta es la razón
por la cual Gramsci, en el análisis del meridión italiano, empezó a estudiar el
fenómeno religioso como fenómeno histórico-político, como un típico fenómeno
sociológico. Solamente así, esta estrategia política no será un elemento que le
llega “desde fuera“, como una cosa extraña al
partido, impuesta políticamente, ajena a su cultura En el caso de Italia en
particular: ya no será la estrategia “leninista“, típicamente “rusa“, aplicada mecánicamente. El
partido deberá desarrollar una nueva creación, “exnovo original“, en cuanto a la “voluntad colectiva“, en donde “sea definida la voluntad colectiva y la
voluntad política en general, en sentido moderno, la voluntad como conciencia
activa de la necesidad histórica, como protagonista de un real y efectivo drama
histórico“. 33
La espontaneidad no vendrá, pues, a las masas desde lo alto o desde el exterior, sino que vendrá cobijada, mediada, por las condiciones
culturales nacionales. En Gramsci, por lo tanto, la experiencia, revolucionaria rusa no fue un
modelo mecánico a seguir, sino en todo caso solamente un “ideal“, una “experiencia metafísica“, no una copia que tiene que aplicarse. Los límites y fracasos
del socialismo real posterior darán a Gramsci la razón en este aspecto.
El partido político, por consiguiente, ya no tendrá
como finalidad fundamental, ni la “disciplina“, ni la “obediencia” al jefe “carismático“. No será un partido militarizado, ni
centralizado, ni jerárquico.
El partido tendrá como objetivo prioritario abrirse
al ámbito de la cultura, para ganar los espacios del consenso, de la libertad
individual, de la creación intelectual y moral. Ya no será el gran fetiche que
exige obediencia sacra a los militantes. Su perfección como partido consistirá
precisamente en desaparecer como tal. 34 Es la crítica de Gramsci al estalinismo. Y es la crítica, por otro
lado, a ese “individualismo” que, en la práctica, niega la
“libertad” de los hombres porque sólo es “hombre” el que detenta los bienes materiales, o el que juzga imposible o
“anti-espiritual” “el buscar una forma de
propiedad en la cual las fuerzas materiales integren y contribuyan a constituir
todas las personalidades”. 35 AquíGramsci rescata y defiende la real y efectiva libertad individual, no sólo
aquella frente al partido, sino esa que radica en la “naturaleza” humana y que se encuentra dentro del mismo hombre, en la “unidad
del hombre y de las fuerzas materiales“. 36
El partido político no deberá copiar otras
estrategias, fuera de la propia y nacional cultural; no olvidando los aportes
de lo mejor de la cultura universal. Si el partido “copia” otras visiones
ajenas, y las aplica mecánicamente corre, el riesgo de obtener consensos
superficiales, pasajeros, que no implican una verdadera reforma intelectual y
moral. Sabemos, por la historia reciente, que los primeros vientos del poder se
llevarán a los individuos que se consideraban los mejores. Precisamente porque
las “certidumbres morales y psicológicas“, de las que hablaba Gramsci, les eran ajenas. El partido por otro lado, para propiciar el
mejor programa tendrá que radicarlo en la historia nacional.
Si el partido no se sitúa culturalmente dentro del
clima intelectual de su propio pueblo no podrá crear ni cultura permanente, ni
verdadero consenso. De ahí surge, en Gramsci, para Europa, su concepto de “guerra de posición“, en oposición a la “guerra de maniobra“. De esta manera el partido no será extraño al pueblo-masa, sino
“dirigente“, aun antes de tomar el poder. Se podrá, así,
concertar orgánicamente con la sociedad civil, no solamente con la sociedad económica. 37 Podrá evitar y criticar, como Gramsci a Bordiga, eseCentralismo orgánico y pugnar, en todo caso, por un centralismo democrático bien
entendido, en donde el militante siempre será un iniciador y un jefe. Siempre
habrá que evitar, según Gramsci, el identificar “el individuo con el todo“, especialmente si ese todopretende “ser representado por los dirigentes“. Es menester, prosigue Gramsci, propiciar no el “consenso pasivo e
indirecto“, “sino el activo y directo, la participación por
consiguiente de los individuos, aunque si esto puede provocar una apariencia de
disgregación y de tumulto“. 38
Es aquí, en donde a plena luz, emerge la concepción democrática partidista en el pensamiento de Gramsci.
Es aquí, en donde a plena luz, emerge la concepción democrática partidista en el pensamiento de Gramsci.
Pero el partido no podrá encerrarse dentro de sí
mismo. Será la primera célula que reasuma los gérmenes de una voluntad
colectiva que tiende a convertirse en universal. Un universal que no es totalitarista, que tiende a desaparecer
como partido, por lo mismo que no elimina a los particulares, que es un “intelectual
colectivo“, pero que no es la conciencia colectiva. No es la clase obrera, sino una parte de la misma clase obrera
(contra Bordigaque pensaba que el partido era el “órgano“) y que de ninguna manera puede sustituir a la clase proletaria. 39
El partido político si quiere, según Gramsci, rebasar el sectarismo y las
limitaciones de quien sacraliza su aparato institucional, debe encontrar su
dimensión cultural: ser “conciencia crítica y operante”, “órgano de educación“, el focolare de
la fe, el depositario de la doctrina, el poder supremo que armoniza y
conduce a la meta las fuerzas organizadas de la clase obrera y campesina. 40 Solamente así podrá el partido
político ser un “instrumento de íntima liberación, por medio del cual
el obrero de ejecutor se convierte en iniciador; de masa se convierte en jefe y
guía, de brazo se convierte en cerebro y voluntad“.
De aquí nace en Gramsci la concepción histórica y crítica del partido. Partirá deMaquiavelo para elaborar su teoría política como una “ciencia“, y partirá de la Edad Media para crear su concepto de los “intelectuales“, sobre todo de aquellos que entienden el tránsito del sentir-comprender-saber al saber-comprender-sentir. 41
Por lo tanto, el partido político gramsciano, como
intelectual colectivo, debe tender siempre a “leer” los signos de los tiempos. Como Maquiavelo, al configurar su modelo de
Príncipe moderno, tenderá a crear esa vis (fuerza) que vencerá a la Diosa
Fortuna. El partido será, para Gramsci, expresión del espíritu, no fruto mecánico de
la naturaleza. Será no una máquina de poder o una armadura de tipo militar,
sino un arte para socializar la política y un método para politizar la sociedad
civil. Y, después de todo, siempre Gramsci podrá escribir: “Es verdad que se
puede decir que un partido no está jamás completo y formado, en el sentido que
todo desarrollo crea nuevos objetivos’‘. 42
Notas
1. Croce, B., “Il Partito come giudizio e come
pregiudizio”, en Cultura e Vita morale, Bari, 1955.
2. Arru, A., Classe e partito nella
Prima Internationale, Bari, 1972, p.47, “Lettera di Marx a Freiligrath
del 1860″.
3. Marx, K, Il Signore Vogt, Roma,
1970, p. 51
4. Kautsky, K, La via al potere,
Laterza, Bari, 1969, p.71.
5. Cfr. Salvadori, M.L., Kautsky e
la rivolucione socialista, Milano, 1977, p.70.
6. Rosemberg, A., Democrazia e socialismo,
Bari, 1973, p. 288.
7. Storia del partito comunista dell’URSS,
Roma, 1960, p.42. Ver, V. Strada, en el Che fare, Torino,
1971.
8. Lenin, VI., Opere complete.
Vol. VIII, Ed. Riuniti, Roma, 1959, p.281.
9. Idem, I Nostri compiti e i Soviet
dei deputati operari, vol.X, 1961.
10. Kautsky, K., Programa de Erfun,
I presupposti del socialismo e i compiti della socialdemocrazia,
Ed. Laterza, 1974, p. XIX.
11. Labriola, . A., Discorrendo di
socialismo e di filosofia, en Saggi sul materialismo storico, Laterza,
Bari, 1953, p.265.
12. Gramsci, A., La costruzione del partito
comunista, Einaudi, 1974.
13. Gramsci, A., Passato e Presente,
Riuniti, Roma, 1971, p.8.
14. Gramsci, A., Per la veritá: seritti tra
il 13 e il 26, Riuniti, Roma.
15. La formazione del grupo dirigente del
PCI, Riuniti, 1962, p.194.
16. Gramsci, A., Quaderni, Edición
crítica de Valentino Gerratana, p.1629.
17. Vacca, G., Marxismo e analisi sociale, De Donato, Bari, 1969, p.190.
Ver también Fetscher, L, Il Marxismo. Storia Documentaria, Vol. III,
Milano, 1970, p.112.
18. Gramsci, A., Quaderni, p.1825.
19. Idem, p.1561.
20. Idem, p.919.
21. Gramsci, op. cit., p.387.
22. Idem.
23. Idem, p. 1561.
24. Idem, p.387.
25. Idem,p.1753.
26. Cerroni, U., “Gramsci e la teoria politica del socialismo”, en Teoria Politica e socialismo, Roma, 1973.
27. Quaderni, p.1629-30, 1559.
28. Idem, p.1560.
29. Ver Croce, “Il partito come giudizio e come pregiudizio”, en Cultura e vita morale, Bari, 1955.
30. Quaderni, p.1630.
31. Quaderni, p.800.
32. Quademi, p.871.
33. Quademi, p.1559.
34. Quaderni, p.1732
35. Quaderni, p. 1784.
36. Quaderni, p. 871 y ss. Cfr. Bobbio, N., Gramsci e la concezione della Societá Civile, Milano, 1976.
37. Quaderni, p.1771.
38. Spriano, P., “Introduzione”, en Gramsci, scritti politici, Roma,
39. Gramsci, A., Democrazia operaliA; en L’Ordine nuovo, Junio 21, 1919.
40. Gramsci, A., L’Ordine nuovo, (1919-1920) Torino, 1955 p.157
41. Quaderni, p.1513.
42. Quademi, p.1732.
18. Gramsci, A., Quaderni, p.1825.
19. Idem, p.1561.
20. Idem, p.919.
21. Gramsci, op. cit., p.387.
22. Idem.
23. Idem, p. 1561.
24. Idem, p.387.
25. Idem,p.1753.
26. Cerroni, U., “Gramsci e la teoria politica del socialismo”, en Teoria Politica e socialismo, Roma, 1973.
27. Quaderni, p.1629-30, 1559.
28. Idem, p.1560.
29. Ver Croce, “Il partito come giudizio e come pregiudizio”, en Cultura e vita morale, Bari, 1955.
30. Quaderni, p.1630.
31. Quaderni, p.800.
32. Quademi, p.871.
33. Quademi, p.1559.
34. Quaderni, p.1732
35. Quaderni, p. 1784.
36. Quaderni, p. 871 y ss. Cfr. Bobbio, N., Gramsci e la concezione della Societá Civile, Milano, 1976.
37. Quaderni, p.1771.
38. Spriano, P., “Introduzione”, en Gramsci, scritti politici, Roma,
39. Gramsci, A., Democrazia operaliA; en L’Ordine nuovo, Junio 21, 1919.
40. Gramsci, A., L’Ordine nuovo, (1919-1920) Torino, 1955 p.157
41. Quaderni, p.1513.
42. Quademi, p.1732.
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