Gabriel de la Luz
Rodríguez | En las ciencias sociales contemporáneas y en
la teoría crítica posiblemente no exista una figura tan citada pero tan poco
estudiada de forma sistemática como Antonio Gramsci. Esto se debe como nos
explica Manuel S. Almeida puntillosamente a la tardanza con la cual se fue
publicando la totalidad del trabajo gramsciano, la aparente fragmentación de
sus escritos y el monopolio que sobre Gramsci tuvo por tanto tiempo el Partido
Comunista Italiano. Lentamente pero de forma consistente el pensamiento de
Antonio Gramsci fue percolando en los estudios sociales desde fines de la
década de los setenta y principios de los años ochenta del siglo pasado. En
gran medida esto se debió al influjo que ciertas capas de intelectuales
asociados a la última cepa de la nueva izquierda europea y latinoamericana tuvo
sobre la academia y el mundo editorial. En América Latina, diversos estudiosos de países como
Argentina, México y Brasil jugaron un papel fundamental en dicha diseminación.
En España, los filósofos Manuel Sacristán y Francisco Fernández Buey hicieron
lo propio.