► Biografía
intelectual. La historiadora Alexia Massholder reconstruye vida y obra del
argentino Héctor P. Agosti, divulgador del gramscismo
Isidoro Gilbert | Los
32 Cuadernos de cárcel, 2.848 páginas
escritas por un muy enfermo Antonio Gramsci, desde febrero de 1929 hasta agosto
de 1935 en vísperas de su muerte, fueron secretamente llevadas a Moscú por sus
amigos para resguardarlas del fascismo pero al final de la guerra el secretario
general del PC italiano, Palmiro Togliatti, impulsó su publicación en Italia
junto a las Cartas de la cárcel . Son
seis volúmenes, ordenados por argumentos homogéneos, con los títulos: El materialismo histórico y la filosofía de
Benedetto Croce (1948); Los
intelectuales y la organización de la cultura (1949); Il Risorgimento (1949); Notas
sobre Maquiavelo , sobre la política y sobre el Estado moderno (1949); Literatura y vida nacional (1950) y Pasado y Presente (1951).
Los primeros títulos comenzaron a publicarse en la Argentina
por la editorial Lautaro a partir de 1950 a instancias del intelectual
comunista Héctor Pablo Agosti que hizo las primeras traducciones que luego
delegó en su discípulo preferido, José Aricó, que había sido secretario de la
FJC de Córdoba, situación que dio nacimiento a la pregunta sobre quién fue el
verdadero difusor de las ideas de Antonio Gramsci, no solamente en la edición
de su libros sino además en la aplicación de sus conceptos.
En el libro Los
gramscianos argentinos , Raúl Burgos le ha dado el monopolio del italiano a
la disidencia comunista de principios de los años 60 que se organizó alrededor
de la revista Pasado y Presente, que
relegó al olvido a su inicial motorizador, Agosti, en gran parte porque su
partido, el PCA, no puso en la literatura educativa de sus cuadros los trabajos
de Gramsci pero sí el cúmulo de libros desde El Capital y las Obras
Escogidas de Marx y Engels, a los trabajos completos de Vladimir Lenin,
particularmente (su poco más de medio centenar de tomos fueron editados en la
ilegalidad, una proeza) y todo el núcleo duro de la escolástica soviética:
informes de los congresos del PCUS, batallas interminables contra el trotskismo
y así de seguido. Gramsci, para quienes orientaban publicaciones y lecturas,
fue un ausente hasta los 80 cuando se conocieron trabajos interpretativos de
Mauricio Libediski.

Son varias las hipótesis que despliega Massholder en torno a
los intelectuales comunistas y su partido que lo llevó a cobijar en número
interesante, pero su esfuerzo fundamental es demostrar el carácter creador del
pensamiento de Agosti y la aplicación concreta de categorías gramscianas en sus
libros, por caso el Echeverría a propósito de tomar del italiano el concepto de
revolución burguesa frustrada, homologándola con el Mayo criollo, como origen
de las desventuras nacionales.
Massholder subraya que uno de los nudos polémicos de su
trabajo es la introducción del pensamiento de Gramsci en Argentina. La sola
iniciativa de traducir sus trabajos tres años después de su aparición en Italia
“es uno de los mayores aportes al
desarrollo de nuestra cultura política”, en un ejercicio pionero –sostiene–
de aplicación de categorías como “hegemonía”, “sociedad civil”, “intelectual
colectivo”, subrayando que el fundador del comunismo italiano, reflexionó desde
su práctica política concreta “con el explícito objetivo de actuar por el
triunfo de la revolución socialista, considerando la centralidad de su partido
como pieza fundamental en ello”. Y añade: “no puede despojarse a Gramsci de
esas principalísimas cualidades de su pensamiento para transformarlo en una
‘caja de herramientas’ plausible de ser utilizadas sin considerar aquel
objetivo revolucionario”. En cambio dice que Aricó (también los de Pasado y
Presente) al abandonar el PCA, “indefectiblemente debió realizar un ajuste de
cuentas con (algunos) de sus escritos” por ejemplo cuando en Notas sobre Maquiavelo subraya el
vínculo de Gramsci con el leninismo. A partir de entonces, Aricó, “fue despojando paulatinamente a Gramsci de
un horizonte decididamente revolucionario para convertirlo en un teórico poco
más que inofensivo cuyas categorías analíticas pueden aplicarse
independientemente de los objetivos políticos de quien las emplee”.
Dicho de otro modo, sólo se es “gramsciano” dentro de un
partido leninista que luche por la revolución socialista. Luce como afirmación
estrecha, o congelada en la historia del movimiento obrero clasista. ¿Dónde
quedarían los que adhieren a Carlos Marx? Lenin lo leyó de un modo, Rosa
Luxemburgo no adhirió a esa visión y menos aún, Kautsky, todos eminentes
marxistas. ¿Cómo explicar que el partido de Gramsci, devenido en Partido
Democrático al implosionar la URSS, que tiene hoy un presidente y un primer
ministro ex PCI y que su vocero sea el L’Unitá
“fundado por Antonio Gramsci”? ¿O que un PC en Italia reivindique a Stalin y a
Gramsci? ¿Desde cuándo hay una calificadora que se atribuye el poder de
maltratar a quienes interpreten de manera diferente, y los ejemplos son
abrumadores, a Marx o a Gramsci?
Agosti fue junto a Ernesto Giudici y Rodolfo Puiggrós un
gran intelectual del PCA. La autora aclara mucho sobre sus actitudes en
distintos momentos de la vida partidaria y rescata, con nuevos documentos a
mano, su independencia de criterio aunque siempre supeditada a su pertenencia
al PCA. No pocos piensan, escribe, que “Agosti no llegó a ser quien
potencialmente podría haber sido por su pertenecía al PC. Y quizás tengan
razón”. De todas maneras AM cree que a Agosti debe analizársele “teniendo en cuenta el objetivo de un cambio
revolucionario en cuyo camino debió en ciertas ocasiones, resignar opiniones y
actitudes en pos del colectivo partidario”.
Sea como fuere, el rescate de la obra de Agosti es loable
pero aún falta completar su trayectoria. La autora parece no haber advertido,
al reseñar los aspectos básicos de su vida, la ausencia de vínculos con los
intelectuales peronistas. Recrea en cambio los que tuvo con creces con
pensadores liberales (a varios los fustigo en El mito liberal) sobre todo cuando se rememora en tiempos de Perón
el centenario del Dogma Socialista de
Echeverría. Agosti fue un hombre de largas prisiones en la década infame, bajo
Perón y con la Libertadora. Fue antiperonista: a fines de los sesenta reeditó Perón
y la 2ª Guerra Mundial donde reiteró un equívoco del PCA sobre las motivaciones
del golpe de 1943. Massholder no nos cuenta su reacción frente al eurocomunismo
y otras novedades sobre el marxismo a las que estuvo siempre atento.
Unió su intelecto a la praxis participando como responsable
comunista en el Encuentro Nacional de los Argentinos, pensado como alternativa
a las propuestas de Perón o la guerrilla en los 70 y jugó un gran papel en la
fundación y actividad bajo la dictadura (donde se opuso a la posición del PCA)
de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos.
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