Antonio Gramsci | Cada
mañana, cuando me despierto otra vez bajo el manto del cielo, siento que es
para mi año nuevo. De ahí que odie esos año-nuevos de fecha fija que convierten
la vida y el espíritu humano en un asunto comercial con sus consumos y su balance
y previsión de gastos e ingresos de la vieja y nueva gestión.
Estos balances hacen perder el sentido de continuidad de la
vida y del espíritu. Se acaba creyendo que de verdad entre un año y otro hay
una solución de continuidad y que empieza una nueva historia, y se hacen buenos
propósitos y se lamentan los despropósitos, etc., etc. Es un mal propio de las
fechas. Dicen que la cronología es la osamenta de la historia; puede
ser. Pero también conviene reconocer que son cuatro o cinco las fechas
fundamentales, que toda persona tiene bien presente en su cerebro, que han representado
malas pasadas. También están los año-nuevos. El año nuevo de la historia
romana, o el de la Edad Media, o el de la Edad Moderna.