Federico Manzone |
Tomando un poco las reflexiones abiertas en [el artículo Gramsci,
Marx y la "nueva inmanencia": acerca de una lectura de Peter D.
Thomas] acerca del significado de la ‘nueva inmanencia’ en Marx y en
Gramsci y la relación de la categoría con el ‘nuevo materialismo’ inaugurado
por Marx, aporto otro plano desde el cual ver la relación entre ambas.
Resumidamente, si resulta forzado –como explica Juan Dal Maso– afirmar que el
significado del concepto de inmanencia en Marx equivale al de
"teoría", ya que –como indica Gramsci en su nota– el mismo tiene un
significado ‘preciso’ cuyo desentrañamiento otorgaría un resultado de carácter
teórico (de última, el significado de una categoría), se deduce que al indagar
el significado de la ‘nueva inmanencia’ nos estamos ocupando de un problema
teórico, más precisamente, del significado de un concepto al interior del
marxismo en tanto instrumental cognoscitivo, es decir, nos estaríamos ocupando
del método (la dialéctica).
En pocas palabras, creo que la ‘nueva inmanencia’ se encuentra en estrecha relación con la ‘bajada’ materialista que Marx hizo de la lógica dialéctica que Hegel expuso en su forma fundamental aunque mistificada, y que el ‘nuevo materialismo’ representa el fundamento filosófico principal de esa ‘bajada’ materialista de la dialéctica, la cual se encuentra principalmente en El Capital.
Para desarrollar esta idea habría que dejar en claro antes
dos cosas: que se entiende por ‘nuevo materialismo’, y cuál es la relación
entre la ‘nueva inmanencia’ y la dialéctica materialista.
En primer lugar, la cuestión del ‘nuevo materialismo’. De
las Tesis sobre
Feuerbach pueden extraerse, al menos, tres elementos centrales que
diferencian al materialismo de Marx de “todo
el materialismo anterior, incluido el de Feuerbach”. De estos tres
elementos, uno es de carácter epistemológico, otro es más bien sociológico y
otro es directamente histórico.
En cuanto al elemento epistemológico (Tesis I), el
materialismo marxista se diferencia del materialismo anterior en tanto su
teoría del conocimiento no es la de los materialistas franceses. Marx se
distingue por destacar el papel activo del sujeto en todas las esferas del
conocimiento: mientras para los viejos materialistas había un sujeto pasivo cuyo
conocimiento era moldeado por las determinaciones de un objeto exterior y
precedente, para Marx la realidad no se le presenta al hombre bajo la forma de
un objeto de contemplación sino como el campo en el que éste desarrolla su
actividad práctica, a raíz de la cual el hombre elabora un sistema de
representaciones para fijar el aspecto fenoménico de la realidad (o como la
realidad se presenta al sujeto). En esa concepción de la realidad como objeto
de contemplación Marx encuentra “el defecto fundamental” de todo el
materialismo previo, incluso Feuerbach (la teoría del conocimiento de Marx no
es la de Feuerbach, como sostienen Plejánov y R. Mondolfo).
El elemento ‘sociológico’ (Tesis III) en el que el
materialismo de Marx se diferencia del anterior yace en que para éste el hombre
social no es un resultado de la acción unilateral que ejercen sobre él las
circunstancias externas, sino que coloca en relación dinámica al sujeto social
como productor de una realidad exterior que a su vez opera y condiciona ‘objetivamente’
a los mismos hombres (Marx resume esta idea en la frase “el educador necesita
ser educado”).
Por último el elemento histórico (Tesis IX y X), ahí Marx
critica la idea abstracta, en el sentido ahistórico, del individuo del que
parten el materialismo contemplativo y Feuerbach. Marx señala que “a lo más que
llega” el viejo materialismo es “al punto de vista de la sociedad civil”, es
decir, a la sociedad de productores privados independientes, de individuos que
compiten en el mercado ya sea vendiendo su fuerza de trabajo, ya sea vendiendo
mercancías ordinarias. Los desarrollos teóricos del viejo materialismo tienen
como punto de partida este individuo al que consideran la forma natural de existencia
del hombre, mientras que por el contrario, para Marx la existencia de la
‘sociedad civil’, de la sociedad de productores individuales, es el resultado
histórico de la disolución de las formas de propiedad feudal y del desarrollo
de las fuerzas productivas, que vuelven al conjunto del mecanismo social un
medio para la realización de los fines particulares del individuo.
En síntesis, el nuevo materialismo de Marx estaría
caracterizado por el papel central de la praxis en la producción y reproducción
material y espiritual del mundo, por el carácter interno a la praxis que posee
el conocimiento, y por el carácter históricamente determinado de aquella
praxis.
En segundo lugar, la relación entre la ‘nueva inmanencia’ y
la dialéctica materialista. Karen Kosik arranca su libro Dialéctica de lo
concreto, con la siguiente frase: “la dialéctica trata de la cosa misma”. La
lógica dialéctica permite estudiar no sólo el aspecto fenoménico y subjetivo de
‘la cosa’ (su representación, o como ésta se presenta ante nosotros) sino a la
cosa ‘tal cual es’, permite reproducir conceptualmente lo estudiado en su
estructura propia y regido por su propia ley, como si tuviera ‘vida propia’[1].
Considero que este es un punto de contacto fuerte entre la
idea de ‘inmanencia’ (como lo intrínseco a algo, opuesto a lo trascendente) y
la lógica dialéctica. Es decir, una explicación que no consiste en realizar
reflexiones externas al objeto estudiado (lo que sería describir su dinámica o
su mecánica), sino en exponer el desarrollo mismo del objeto a partir de su ley
interna, ‘inmanente’, la cual no puede ser captada desde afuera.
Ahora bien, Gramsci distingue entre una inmanencia
especulativa y otra ‘histórico-realista’. Si tomamos por caso de
‘inmanencia especulativa’ a la dialéctica Hegeliana, su carácter mistificador
queda evidenciado en el siguiente extracto: “la
sucesión de los sistemas de la filosofía en la historia es la misma que la
sucesión de las diversas fases en la derivación lógica de las determinaciones
conceptuales de la idea” (Introducción
a la historia de la Filosofía).
Para Hegel, el pensar es “la actividad más noble”, lo que
hace al hombre “más que un simple animal”; es decir que Hegel, en tanto
idealista, concibe a la actividad de la conciencia como la actividad distintiva
del ser humano. Al poner en el centro de su sistema la actividad de la
conciencia y concebir al hombre como espíritu, Hegel deriva del camino que recorre
la Idea en su determinación conceptual, desde su inmediatez como ‘ser’ hasta
llegar a la Idea Absoluta, no sólo la sucesión de los sistemas filosóficos,
sino el devenir histórico, el desarrollo de la conciencia como espíritu, etc.,
todo lo que suceda “en el cielo y en la tierra”.
Marx, al contrario de Hegel, no pone como eje de su
filosofía a la actividad de la conciencia, sino a la praxis históricamente
determinada, lo cual representa el núcleo fundamental de su ‘nuevo
materialismo’. A partir de ello, Marx otorga a su método un carácter
‘histórico-realista’, en palabras de Gramsci, ya que para él la actividad de la
conciencia no juega el papel de ser “el demiurgo de lo real” sino simplemente
“lo material transpuesto y traducido en la cabeza del hombre”.
El objeto que Marx investiga y expone a partir del
desarrollo de su ‘ley interna’ es “la moderna sociedad burguesa”. Después de
más de quince años de estudio, Marx llega a asimilar minuciosamente el trabajo
de más de cincuenta y siete economistas, tras lo cual somete a la crítica a
“las categorías que constituyen la articulación interna de la sociedad burguesa
y sobre las cuales reposan las clases fundamentales” (Introducción general de
1857).
En una carta a Engels de enero de 1868, Marx cuenta: “una
cosa muy simple ha escapado a todos los economistas sin excepción: es que si la
mercancía tiene el doble carácter de valor de uso y valor es preciso que el
trabajo representado en dicha mercancía posea también este doble carácter”, y
luego revela “este es, en efecto, todo el secreto de la concepción crítica”. La
‘revelación’ es interesante ya que en ella se conjugan los dos elementos sobre
los que venimos discutiendo: el punto clave para el despliegue dialéctico que
rige el desarrollo de su obra (lo ‘inmanente’), como su ‘nuevo materialismo’
(el componente histórico-realista).
El descubrimiento del doble carácter del trabajo por parte
de Marx se encuentra emparentado originariamente con el ‘nuevo materialismo’ en
tanto fundamento realista de su filosofía: Marx llega a determinar al trabajo
abstracto como el trabajo productor de valor porque en su estudio de la
sociedad capitalista ha penetrado profundamente hasta el substractum material de la praxis productiva de los hombres y ha
descubierto su especificidad histórica capitalista.
Al mismo tiempo, partiendo de conocer la existencia del
doble carácter del trabajo puede determinar el comienzo lógico de la exposición
de El Capital en la mercancía y desplegar a partir de su contradicción interna
al capital regido por su ley ‘inmanente’: de la doble existencia social de la
mercancía como valor de uso y valor se llega al trabajo abstracto como la
sustancia generadora del valor y al valor de cambio como su forma necesaria de
manifestación, de éste último se deduce lógicamente el capital y del valor el
plusvalor.
Nota
[1] Por ello Marx advierte en su epílogo a la
segunda edición de El Capital: “Si se acierta a reflejar con ello idealmente
la vida del material investigado, puede parecer que lo que se expone es una
construcción apriorística”.