Juan Dal Maso | Leyendo el
libro Horizontes Gramscianos (Facultad de Ciencias Políticas y
Sociales, UNAM, 2013) compilado por Massimo Modonesi, surge del artículo de
Fabio Frosini "Hacia una teoría de
la hegemonía" un debate que puede ser útil para pensar sobre las
relaciones entre hegemonía y revolución permanente en la
actualidad.
Frosini cita
el C1 §44, en el que Gramsci señala:
"A propósito de la consigna "jacobina" lanzada por Marx a Alemania en 48-49 hay que observar su complicada fortuna. Retomada, sistematizada, elaborada, intelectualizada por el grupo Parvus-Bronstein, se manifestó inerte e ineficaz en 1905 y a continuación: era una cosa abstracta, de gabinete científico. La corriente que se opuso a ella en ésta su manifestación intelectualizada, al contrario sin usarla "de propósito" la empleó de hecho en su forma histórica, concreta, viviente, adaptada al tiempo y al lugar, como brotando de todos los poros de la sociedad que había que transformar, de alianza entre dos clases con hegemonía de la clase urbana." (Horizontes Gramscianos, pág. 67)
No deja de
ser extraña la idea de que una teoría "abstracta" que se manifiesta
"inerte e ineficaz" pueda ser empleada de hecho de manera
"histórica, cocreta, viviente, adaptada al tiempo y al lugar", o
mejor dicho parece una falsa oposición entre la realpolitik y la teoría.
Pero incluso con esta objeción, es interesante cómo el propio Gramsci, en su
oposición a la Teoría
de la Revolución Permanente de Trotsky como teoría, de hecho está
reconociendo, planteando que fueron los bolcheviques los que de hecho la
llevaron adelante, que esta teoría planteaba en líneas generales correctas cómo
iba a ser el desarrollo de la revolución rusa, tanto como que en los hechos
Lenin y Trotsky confluyeron en la política de "alianza entre dos clases
con hegemonía de la clase urbana", eso sí, después de Kamenev y Stalin en
ausencia de Lenin, apoyaran al gobierno provisional entre febrero y abril
(cuestión que corrigió Lenin con sus Tesis de Abril).
Por otro
lado, cabe aclarar que Gramsci confunde la Teoría de la Revolución Permanente
planteada en Resultados y
Perspectivas, que era un teoría especialmente para Rusia, con la versión
"madura" basada en la generalización de las lecciones
estratégicas de las experiencias protagonizadas por el movimiento comunista en
los años '20, en especial la revolución china de 1925-1927, a partir de la cual
Trotsky generalizó la teoría (mientras Gramsci se limitaba para China a la política
de Asamblea nacional pan-china sin hegemonía de la clase obrera).
En este
contexto, si es correcto el criterio de Karl Korsch sobre que hay que entender
el marxismo como una teoría de la revolución podemos considerar a la
Teoría de la Revolución Permanente como el momento más alto del desarrollo de
la teoría marxista en el Siglo XX, principalmente por el cambio de marco
teórico que implica, respecto de las concepciones del marxismo “decimonónico”,
que tuvieron sobrevida hasta los años 20 (principalmente la idea de que la
revolución proletaria correspondía solamente a los países “avanzados”).
Pero para
salir de la oposición estéril entre "hegemonía" y "revolución
permanente", Frosini intenta relacionarlas, sin cambiar del todo el punto
de vista de Gramsci, pero introduciendo una variante:
"Según Gramsci hay un fuerte nexo entre la consigna lanzada por Marx, el jacobinismo en su efectividad histórica y la organización hegemónica correspondiente al Estado moderno (¡hegeliano!), es decir la hegemonía de las clases productivas urbanas sobre los campesinos. En suma: la única manera para utilizar hoy la revolución permanente -a diferencia de Parvus y Trotsky, la han reducido a una "teoría" (la han "sistematizado")-, es pensarla histórica y políticamente, como estructura de la hegemonía; pero también a la inversa: la única forma para pensar la hegemonía a la altura de Marx (sin dejarla caer en una composición "pasiva" de tipo hegeliano, o dejarla derivar hacia un "republicanismo" vacío y finalmente retórico, de tipo jacobino-radical) es anclarla a la revolución en permanencia.” (Horizontes Gramscianos, págs. 67/68).
Más allá de
que al repetir el argumento del supuesto "grupo Parvus-Trotsky"
Frosini está reduciendo la Teoría de la Revolución Permanente a su
versión inicial como ya dijimos sobre Gramsci, resulta acertada una definición
que está ímplícita en su razonamiento y que sería más o menos así: "oponer
la hegemonía a la revolución permanente tiene como resultado algún tipo de
reivindicación de la revolución pasiva como programa por la
positiva".
Frosini lo
plantea de esta forma:
“... la diferencia entre la composición "pasiva" de los conflictos y su despiegue "en permanencia" marca la diferencia entre hegemonía burguesa y proletaria...”
Y finalizando su artículo, sostiene:
“Entendida así, la hegemonía proletaria es la "forma actual de la doctrina cuarentaiochesca de la 'revolución permanente'", es decir que conserva la exigencia de la permanencia del movimiento, una vez que la sociedad civil hegeliana, haya sido repensada no sólo como "sistema de necesidades", sino como parte del Estado, más bien como aquel lugar en el que decisivamente la batalla política sea ganada o perdida.”
En este
contexto, si bien no comparto en lo más mínimo la idea de reducir la
importancia histórica que la Teoría de la Revolución Permanente ha tenido el
desarrollo del marxismo y por esa vía subordinarla a una "teoría de la
hegemonía" que va de Lenin a Gramsci sin Trotsky, considero
acertado el énfasis puesto por Frosini en la necesidad de ligar hegemonía y
revolución permanente, aunque sería bueno que los gramscianos alguna vez se
ocuparan de estudiar la Teoría de la Revolución Permanente propiamente
dicha, además de dar por hecho lo que Gramsci dijo sobre ella conociéndola a
medias.
Digo que me
parece acertado, no tanto porque sirve despegar a Gramsci de las propuestas de
revolución pasiva como programa, que es un problema de los gramscianos, sino
sobre todo para complejizar el discurso teórico del trotskismo.
En este
contexto creo que para pensar las condiciones de actualidad de la Teoría de la
Revolución Permanente, tenemos que volver a trabajar sobre las relaciones entre
la "fórmula de Marx" centrada en la necesidad de una ubicación
independiente de la clase obrera frente a las fracciones burguesas que
intentaban limitar la radicalidad de las revoluciones de 1848, la
"fórmula de Gramsci" sobre la hegemonía (siempre combatiendo el
relativo desplazamiento que éste realiza de la centralidad de la clase obrera a
una especie de "bloque nacional-popular") que hace hincapié en la
necesidad de que la clase obrera conquiste la dirección "intelectual y
moral" de las clases "subalternas" (oprimidas socialmente y sin
representación política propia) en sociedades en las cuales el Estado se
presenta como estado "integral" (o estado ampliado) cooptando las
organizaciones obreras como base del orden burgués y la "fórmula de
Trotsky" que lleva la "permanencia del movimiento" a un nuevo
nivel de generalización teórica, acorde a la experiencia histórica: de
democrático-burguesa a socialista, de nacional a internacional, y
como revolución permanente al interior de la sociedad posrevolucionaria.
Si bien
"la fórmula de Trosky" contiene las dos anteriores y no a la inversa,
lo cierto es que para afirmar tal cosa hay que precisar en qué sentido las
contiene.
En este
marco, si intentamos pensar la dinámica actual de la revolución permanente,
podemos decir que a diferencia del período de la segunda posguerra en que esa
dinámica se bloqueó y la revolución se trasladó a la periferia mientras había
estabilidad en los países centrales, mientras en el ascenso 68/81 tendieron a
confluir de nuevo las metrópolis y la periferia, retrocediendo de conjunto
durante la "restauración burguesa" del neoliberalismo; en la
actualidad vuelve a generarse una dinámica más "totalizadora" en la
que pueden darse procesos en los distintos continentes sin que ninguno tenga la
exclusividad ni de las crisis y revoluciones ni de la estabilidad.
En este
sentido, la permanente de Trotsky goza de buena salud. Sin embargo, al
intervenir todavía la clase obrera como un actor dentro de movimientos
populares heterogéneos sin lograr todavía la dirección, sigue vigente la
"fórmula de Marx" o mejor dicho el programa permanentista pasa en
primer lugar por conquistar una posición independiente de la clase obrera para
que avance en reconocerse como sujeto y a su vez se plantee la necesidad de
hegemonizar a los demás sectores oprimidos.
A esto se
agrega que la relativa generalización de las características
"occidentales" (Estado "ampliado", basado en la
extensión de la democracia burguesa, la estatización de los sindicatos y la
formación de la "opinión pública" a través de los medios de
comunicación) a la mayoría de los países, hace que la "fórmula
permanentista" de Trotsky tienda a coincidir en parte con la "fórmula
hegemónica" de Gramsci que advierte que el enemigo a enfrentar es un
aparato estatal "basado en algo más" que la dominación pura y dura.