Sebastián
Alzamora | "Lo
viejo no acaba de morir, y lo nuevo no acaba de nacer". Son palabras
famosas del pensador italiano de izquierdas Antonio Gramsci, escritas como
reflexión de la experiencia de la revolución bolchevique en Rusia: Gramsci
impugnaba la llamada "dictadura del proletariado" postulada por el
marxismo, y proponía una "teoría del
consenso". Es decir, Gramsci creía que las fuerzas obreras debían
hacer una ocupación de los ámbitos de poder, sólo con la condición de que se
sometieran a una verificación democrática de su legitimidad a través de las
urnas. Esto reportó a Gramsci, fama de heterodoxo, que le valió el desprecio de
sus supuestos correligionarios, mientras moría en la cárcel. Pero el tiempo le
ha dado la razón, y su posicionamiento vale tanto para conflictos como el de
Can Vies como en procesos de Estado como los que estos días estamos viviendo
los súbditos (que no ciudadanos, todavía) españoles,
con motivo del relevo en la Corona.
con motivo del relevo en la Corona.
La abdicación de Juan Carlos de Borbón viene a desmentir a
Gramsci, al menos en parte, tanto en Cataluña como en España. Aquí lo que es
viejo se niega a morir, ciertamente, pero sin embargo está muriendo. O dicho de
una manera menos dramática: la Transición ha terminado. Por fin, añadiríamos.
La gente de mi edad, que nacimos poco antes o poco después de la muerte de
Franco, no hemos conocido ningún otro régimen que el de la Transición. El
consenso forzado entre las élites mandatarias, no el consenso ciudadano que
reclamaba Gramsci. Leyes, decretos y pactos vergonzantes usurpando el lugar de
las urnas. Al frente de esta manera de entender el regimiento de la cosa
pública ha habido hasta ahora dos grandes partidos, PP y PSOE, que
supuestamente eran antagónicos pero que siempre han estado dispuestos a ponerse
de acuerdo para conservar el statu quo. Y en lo alto de esta composición de la
realidad ha estado, durante treinta y nueve años, la figura de un monarca
parlamentario (oxímoron), Juan Carlos, que hasta el lunes personificó lo que se
ha llamado "el espíritu de la Transición". Dicho en otra
terminología, Juan Carlos ha sido el dueño del espíritu de la Transición. Pero
anteayer el dueño abdicó, y una abdicación, digan lo que digan los cortesanos
de guardia, siempre significa el reconocimiento de una debilidad.
Las nuevas fuerzas emergentes son el republicanismo de izquierdas
en España ('Podemos') y el republicanismo soberanista en Cataluña (ERC). PP y
PSOE no acaban de morir, pero disminuyen, retroceden y pierden credibilidad y
futuro. Por lo que me parece entender, tanto 'Podemos' como ERC respetan los
consensos de la Transición, como se respeta cualquier otro fenómeno histórico,
pero ni los asumen ni los quieren, y de hecho sus respectivas propuestas
políticas encaminadas hacia la configuración de un nuevo estado Español y de un
flamante Estado catalán. Fundamentados en nuevos valores, en nuevas relaciones
de fuerzas.
Lo que es nuevo, por lo tanto, sí que está naciendo entre
nosotros, y es un placer, después de tantos años de inercia y atrofia, poder
decir que Antonio Gramsci sería feliz de verse desmentido.