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Antonio Gramsci ✆ Paula Cabildo |
Dênis de Moraes |
Mi objetivo con este artículo es contribuir para hacer más conocida la
trayectoria y los escritos periodísticos del filósofo marxista italiano Antonio
Gramsci (1891-1937), desde sus años de iniciación en Turín hasta la fundación
de L’Unità, periódico oficial del
Partido Comunista de Italia (PCI), del cual fue redactor-jefe. Sus actividades
como periodista se vinculan, en la mayor parte del tiempo, a la militancia como
intelectual, activista revolucionario y dirigente comunista. Sólo se
interrumpieron el 8 de noviembre de 1926, cuando fue detenido por la dictadura
fascista en base a leyes de excepción decretadas por Benito Mussolini, después
de revocadas sus inmunidades como diputado electo por el PCI el 6 de abril de
1924. Aún en las terribles condiciones de la cárcel, Gramsci encontró ánimo
para redactar apuntes teóricos sobre la prensa, el periodismo y los
periodistas. Sus textos ofrecen contribuciones relevantes a la reflexión
crítica sobre la ética profesional y la necesidad de diversidad informativa y pluralidad
de voces en los noticieros y espacios de opinión.
Fue a partir de 1915, en Turín, que Gramsci se dedicó al
periodismo, después de desistir del curso de Letras (aunque haya mantenido la
fascinación por los estudios literarios). Ya adepto del marxismo, colaboró en
los periódicos Il Grido del Popolo y Avanti!, vinculados al Partido Socialista
Italiano. En 1917, dirigió el único número de la revista La Cittá Futura,
que estimulaba debates sobre la actualidad nacional y el socialismo, y en la
cual divulgó textos de Gaetano Salvemini y Benedetto Croce, intelectuales cuyas
ideas, a su juicio, deberían ser más conocidas y discutidas. En 1919, al lado
de Palmiro Togliatti, Umberto Terracini y Angelo Tasca, Gramsci fundó el
semanario L’Ordine Nuovo (“Reseña semanal de cultura socialista”).
“Decir la verdad es
revolucionario”
Teniendo a Gramsci como editor jefe, L’Ordine
Nuovo circuló del 1º de mayo de 1919 al 24 de diciembre de 1920. El 1º de
enero de 1921, el periódico pasó a ser diario, bajo el lema “Decir la verdad es
revolucionario”. Veinte días después, se convirtió en el vocero del recién
fundado Partido Comunista Italiano (PCI). Gramsci fue su redactor jefe y
articulista hasta 1924, cuando L’Ordine Nuovo fue sustituido
por L’Unità (“Diario de los obreros y de los campesinos”).
Sus artículos, suscritos o con iniciales, o con otras
indicaciones de autoría, aparecen en estas publicaciones cuyo trazo convergente
era el compromiso con las luchas sociales y la renovación político-partidaria y
cultural. El espíritu que lo impulsaba al periodismo fue resumido en carta a
Tatiana Schucht, de 12 de octubre de 1931: “Nunca fui periodista de profesión,
que vende su pluma a quién pagar mejor y debe continuamente mentir, porque la
mentira forma parte de sus calificaciones. Fui periodista absolutamente libre,
siempre de una sola opinión, y nunca tuve que esconder mis profundas
convicciones para agradar a los patrones”/2.
El periodista Gramsci no huyó de controversias partidarias y
teóricas; defendió posiciones éticas y políticas; y propuso estrategias,
alianzas y tácticas de acción para la lucha de clases. Él hizo del periodismo
el principal medio para el ejercicio de la crítica, asociada por él, en artículo
publicado en el Il Grido del Popolo en 1916, a los espíritus insumisos que
rechazan la alienación y el conformismo y se guían por el compromiso con la
libertad y la humanización de la vida.
Evolución intelectual
Gran parte de la producción periodística de Gramsci reflejan
su evolución intelectual y la actuación política en medio de
“dramáticos acontecimientos históricos (el primer conflicto mundial, la revolución y la eclosión de la primera etapa de la guerra fría contra la Rusia soviética, el proceso de radicalización ideológica y política del movimiento obrero en Occidente, el despertar de los pueblos coloniales y las persistentes ambiciones imperialistas de las grandes potencias liberales, el advenimiento del fascismo), y radicaliza la crítica al liberalismo y profundiza, en todos los niveles, el pasaje al comunismo”/3.
Gramsci trata de cuestiones políticas, asuntos culturales y
problemas filosóficos, algunos de los cuáles abordaría, de manera más
detallada, en los Cuadernos de la cárcel, aunque sin disponer de
condiciones adecuadas para estudiar. La variedad temática superó los límites de
la política, incluyendo acontecimientos de lo cotidiano, personalidades
públicas, economía, religión, pedagogía, artes, literatura, estética, prensa,
moral, etc.
El estilo combativo de traducir el mundo en constante
ebullición, a partir de la ventana de contemplación de Turín, transformaría a
Gramsci, según su mejor biógrafo, Giuseppe Fiori, “en la revelación del nuevo
periodismo socialista y, en los años de guerra, prácticamente en su
protagonista exclusivo”:
“En todos los escritos de Gramsci, desde los breves ensayos teóricos hasta las crónicas casi teatrales, se percibía un estilo nuevo: el paso del énfasis grandilocuente de un Rabezzana y de un Barberis al gusto por el movimiento; un lenguaje cuidado, a veces de una pureza neoclásica, tan lejana de la prosa insípida de los ‘viejos’; la coherencia, el hilo que unía todos los escritos y convertía las notas aparentemente alejadas entre sí en otras tantas ocasiones sucesivas para el desarrollo de una argumentación nunca interrumpida; y la originalidad y la concreción de las propuestas políticas, iluminadas siempre por el convencimiento de que la teoría que no se puede traducir en actos es una abstracción inútil y que las acciones que no se fundamentan en la teoría son impulsos estériles.”/4
Los énfasis de su obra periodística pueden ser agrupados en
tres etapas/5. En la primera fase (1916-1918), él reprobó tendencias
reformistas y positivistas dentro del Partido Socialista Italiano, poniendo de
relieve la participación activa de los trabajadores en las luchas por el
socialismo, a partir de una formación política que favorezca el compromiso
consciente y ayude a la clase obrera a superar una visión económico-corporativista.
En la segunda etapa (1919-1920), Gramsci insistió que no se
debe reducir el proceso revolucionario a las dimensiones económicas y
políticas, ni a tentaciones insurreccionales que no correspondían, a su modo de
ver, al análisis de la realidad objetiva. Destacó la necesidad de expandir la
dimensión cultural de la lucha de clases a través de medios de difusión y de
acciones pedagógicas capaces de denunciar las estructuras excluyentes de la
sociedad capitalista, profundizar la conciencia de los trabajadores y exigir la
transformación radical de las relaciones sociales de producción.
En la tercera etapa (1921-1926), como dirigente del PCI,
Gramsci evaluó los obstáculos decurrentes del ascenso del fascismo. Se
convenció de que las contradicciones del capitalismo no llevarían
inexorablemente al socialismo, lo que obligaba a las fuerzas populares y
socialistas a esbozar nuevas estrategias de lucha considerando las
complejidades de los países desarrollados. Destacó el enorme peso del factor
cultural en una sociedad civil más densa, poblada de organizaciones complejas,
en la cual inciden múltiples perspectivas intelectuales, sin contar la muy
problemática interferencia de los medios de comunicación en la conformación de
la opinión pública/6.
Subordinación al poder
y control de la información y la opinión
En los textos pre-carcelarios, Gramsci criticó la
subordinación de los principales diarios al poder, así como las fórmulas
verticalizadas del control de la información y la opinión. El 26 de abril de
1922, fue contundente:
“Los periódicos del capitalismo habrían hecho vibrar todas las cuerdas de los sentimientos pequeño-burgueses; y son estos periódicos que aseguran a la existencia del capitalismo el consenso y la fuerza física de los pequeño-burgueses y de los imbéciles”/7.
Para el filósofo italiano, los periódicos burgueses
“presentan los hechos, aun los más simples, de modo que favorezcan a la clase
burguesa y la política burguesa en perjuicio de la política y de la clase
obrera”. Ejemplificó con la cobertura tendenciosa de las huelgas:
“Para la prensa burguesa los trabajadores están equivocados. ¿Hay una manifestación? Los manifestantes, simplemente porque son trabajadores, son siempre los revoltosos, los intransigentes, los delincuentes”.
Así, el convencimiento sobre los irremediables conflictos
ideológicos entre la clase trabajadora y la prensa burguesa justifica la
actitud política que Gramsci defendía ser la más consecuente: boicotear los
periódicos vinculados a las elites. Y justificó:
“Todo lo que se publica [en la prensa burguesa] es constantemente influenciado por una idea: servir a la clase dominante, lo que se traduce en un hecho: combatir la clase trabajadora. (…) No hablaremos de todos los temas que los periódicos burgueses o censuran, o tergiversan o falsifican para poder engañar, ilusionar, y mantener en la ignorancia al pueblo trabajador”/8.
Pensamiento y acción
L’Ordine Nuovo representó para Gramsci la experiencia
más nítida de “unión entre pensamiento y acción”. Entre 1919 y 1920 (el llamado
“bienio rojo” en Italia, marcado por manifestaciones obreras), el periódico
asumió decididamente la defensa de las comisiones o consejos de fábricas, las
células de autogestión proletaria concebidas como instituciones semejantes a
los soviets creados por la Revolución Rusa de 1917. Las páginas
de L’Ordine Nuovo se sumaron a la movilización en torno a las
comisiones de fábrica, organizadas como núcleos de organización de la lucha
obrera, dentro de una estrategia compatible con las circunstancias de la sociedad
italiana. El punto de partida fue el artículo de Gramsci “Democracia obrera”,
publicado en junio de 1919, en el cual sostenía:
“La fábrica, con sus comisiones internas, los círculos socialistas, las comunidades campesinas son los centros de vida proletaria en que es preciso trabajar directamente. Las comisiones internas [de fábrica] son los órganos de la democracia obrera, fundamentales para liberar a los trabajadores de las limitaciones impuestas por los empresarios, y en las cuales se puede infundir y estimular la vida y nuevas energía. Hoy, las comisiones internas limitan el poder del capitalista en la fábrica y desempeñan funciones de arbitraje y disciplina. Desarrolladas y fortalecidas, deberán ser mañana los órganos del poder proletario que sustituirá el capitalista en todas sus funciones útiles de dirección y de administración”.
El propósito de L’Ordine Nuovo era llegar, sobre
todo, a los estudiantes, intelectuales y obreros, a las fábricas,
organizaciones sindicales y movilizaciones públicas, con la finalidad de
difundir las reivindicaciones, fortalecer la organización de los trabajadores y
aumentar su conciencia sobre su propia condición social y las funciones que
desempeñan en el proceso productivo y en el conjunto de la sociedad.
“A partir de ese momento, la idea de una nueva estructuración de poder que partiera de la célula de la comisión interna de la propia fábrica, y que fuera ampliada por las masas de obreros cada vez más conscientes de su propio rol, pasó a ser la meta de L’Ordine Nuovo. (…) La revista pasó a actuar, por lo tanto, en un campo muy diferente de aquel que era común a las otras revistas que ya tuvimos ocasión de mencionar. Actuó muy próxima a los obreros, mucho más que Critica Sociale, hasta entonces la revista del Partido socialista. Y los obreros italianos, por primera vez en la historia, encontraron en los socialistas de L’Ordine Nuovo la determinación de concretizar, de poner en práctica lo que hace tiempos se venía afirmando teóricamente”/9.
La revolución
socialista como posibilidad concreta
Estimulados por la ola de protestas y rebeldía en Rusia,
Alemania, Hungría y la propia Italia, Gramsci y los articulistas
de L’Ordine Nuovo estaban convencidos que la revolución socialista
era una posibilidad concreta. Sus textos combatían los argumentos de la derecha
en camino hacia el fascismo (que acusaba a las comisiones de fábrica de llevar
adelante “un sindicalismo revolucionario, subversivo y fuera de la ley”) y
debatían con corrientes de izquierda que divergían de sus concepciones
estratégicas y métodos de acción.
La batalla de las ideas en la trinchera periodística, le
infundió a Gramsci la certeza de que la publicación, de allí en adelante, sería
indispensable para la lucha revolucionaria. Inclusive después del reflujo de
los consejos de fábrica en 1920, cuando el periódico publicó autocríticas sobre
errores e ilusiones en torno al movimiento, como, por ejemplo, la creencia de
que podría expandirse, con el ímpetu inicial de Turín y Piemonte, por todo el
país, lo que finalmente no se verificó. En el balance de la experiencia,
Gramsci resaltó la sintonía moral, espiritual y política de L’Ordine
Nuovo con las causas populares:
“Los artículos de L’Ordine Nuovo no eran frías arquitecturas intelectuales, sino que brotaban de nuestra discusión con los mejores obreros, elaboraban sentimientos y pasiones reales de la clase obrera de Turín, que habían sido experimentados y provocados por nosotros. Y porque los artículos de L’Ordine Nuovo eran casi como ‘una toma de conciencia’ de eventos reales, momentos de un proceso de liberación y expresión de la clase obrera” /10.
L’Unità, periódico
de la izquierda obrera
En cuanto a la L’Unità, lo calificó como
“un periódico de izquierda, de la izquierda obrera, que permaneció fiel al programa y a la táctica de la lucha de clase, un periódico que publicará las actas y las discusiones del partido, pero también, en la medida del posible, aquellas manifestaciones de los anarquistas, de los republicanos, de los sindicalistas”. Y añadió: “Importa asegurar a nuestro partido (…) una tribuna legal que le permita llegar, de modo continuo y sistemático, las amplias masas.”
El mismo año en que surgió L’Unità, Gramsci concibió
una revista trimestral de estudios marxistas y de cultura política,
intituladaCrítica Proletária, y lanzó una revista teórica quincenal, reeditando
el título L’Ordine Nuovo. La propuesta era difundir el ideario del PCI y
“educar y esclarecer la vanguardia obrera”, una vanguardia que necesitaría
mostrarse capaz de construir, en la larga lucha anticapitalista, el Estado de
los consejos obreros y campesinos, estableciendo las bases para la emergencia y
la consolidación de la sociedad socialista.
Inspirándose en las tesis de Karl Marx y Vladimir I. Lenin
sobre la prensa comunista como instrumento de agitación, propaganda,
esclarecimiento, educación y formación de la conciencia, Gramsci analizó el
vínculo orgánico entre prensa y activismo político. En primer lugar, el
periódico debería realzar cuestiones relativas a la clase obrera italiana y
mundial, el papel histórico del Partido Comunista en la conducción
revolucionaria y las relaciones del partido con los sindicatos.
En segundo lugar, el diario sólo cumpliría sus propósitos si
consiguiera “infundir en las masas obreras que un periódico comunista es carne
y sangre de la clase obrera, y no puede vivir, luchar y desarrollarse sin el
apoyo de la vanguardia revolucionaria, o sea, de aquella parte de la población
obrera que no se amilanaba ante ningún fracaso, que no se desmoraliza de cara a
ninguna traición, que no pierde la confianza en sí y en los destinos de su
clase, aunque todo parezca sumergirse en el caos más negro y cruel”/11.
Siendo así, Gramsci clasificaba al periódico partidario como
intérprete y medio de difusión de las reivindicaciones populares, atribuyéndole
la tarea de concientizar a las masas sobre la exigencia insuperable de derrotar
el capitalismo, que promueve la explotación del hombre por el hombre.
Ideología y rentabilidad
En los Cuadernos de la cárcel, Gramsci retoma los
análisis sobre la prensa, acentuando que la función de los periódicos
trasciende la esfera político-ideológica e incluye las determinaciones
económicas y financieras de las empresas periodísticas, que buscan atraer el
mayor número posible de lectores, ampliando su rentabilidad e influencia.
Enfatiza que la prensa burguesa se mueve en dirección a lo que pueda agradar al
gusto popular (y no al gusto culto o refinado), con el propósito de conquistar
“una clientela continuada y permanente”/12.
Y añade que, por más que las directrices editoriales tengan
su propia lógica de definición y aplicación, es el factor ideológico el que
estimula y favorece las identificaciones entre los lectores y los periódicos.
Los componentes socioeconómicos e ideológicos están en la base de lo que el
filósofo italiano denomina de “periodismo integral”, es decir,
“el periodismo que no solamente quiere satisfacer todas las necesidades (de una cierta categoría) de su público, sino que pretende también crear y desarrollar estas necesidades y, consecuentemente, en cierto sentido, generar su público y aumentar progresivamente su área [de influencia]”/13.
Al detenerse sobre la prensa italiana de las primeras
décadas del siglo XX, Gramsci afirma que es “la parte más dinámica” de la
superestructura ideológica, caracterizándola como “la organización material
empeñada en mantener, defender y desarrollar el ‘frente’ teórico o
ideológico”/14, o sea, un soporte ideológico del bloque hegemónico. En la
visión gramsciana, en tanto aparatos privados de hegemonía (organismos
relativamente autónomos con respecto al Estado en sentido estricto), la prensa
elabora, divulga y unifica concepciones del mundo. O sea, cumple la función de
difundir contenidos que ofrezcan orientaciones generales para la comprensión de
los hechos sociales, a partir de ópticas sintonizadas con determinada
agrupación social más o menos homogénea y preponderante.
En esa perspectiva, Gramsci situó a los periódicos como
verdaderos partidos políticos, en la medida en que interfieren, con énfasis
específicos, en los modos de selección e interpretación de los acontecimientos:
“Periódicos italianos mejor editados que los franceses: ellos cumplen dos funciones, de información y dirección política general; de influencia cultural, literaria, artística, científica (…). En Francia, (…) tienen una apariencia de imparcialidad (Action Française – Temps – Débats). En Italia, por la falta de partidos organizados y centralizados, no se puede prescindir de los periódicos: son los periódicos los que constituyen los verdaderos partidos”/15.
Antes y durante los injustos, sombríos y extremadamente
penosos años de cárcel, Antonio Gramsci demostró tener una exacta noción sobre
el papel clave de la prensa como aparato privado de hegemonía bajo la
influencia de clases, instituciones y elites dominantes. Los medios de
comunicación buscan intervenir en los planos ideológico-cultural y político con
el objetivo de diseminar informaciones e ideas que contribuyen a la formación y
consolidación del consenso en torno a determinadas concepciones de mundo. La
mayoría de ellos actúa para fortalecer lo que José Paulo Netto definió como “el
orden social comandado por el capital”/16.
En ese sentido, como apunta Gramsci, es fundamental ocupar y
crear espacios informativos alternativos y contrahegemónicos que estimulen la
diversidad y el pluralismo, permitiendo que otras voces sociales se expresen de
manera autónoma y permanente. 23/06/2014
Notas
Consultar la introducción de Carlos Nelson Coutinho en el
volumen 1 (1910-1920) de los Escritos políticos, de Antonio Gramsci. Río de
Janeiro: Civilização Brasileira, 2004.
Antonio Gramsci. Cartas do cárcere (vol. 2: 1931-1937). Org.
de Luiz Sérgio Henriques. Río de Janeiro: Civilização Brasileira, 2005, p. 103.
Domenico Losurdo, “Os primórdios de Gramsci: entre o
Risorgimento e a I Guerra Mundial”, Cadernos Cedes, Campinas, vol. 26, nº 70,
septiembre-diciembre de 2006, p. 17.
Giuseppe Fiori. Vida de Antonio Gramsci. Buenos Aires: Peón
Negro, 2009, p. 132.
Thiago Chagas Oliveira y Sandra Cordeiro Felismino.
“Formação política e consciência de classe no jovem Gramsci (1916-1920)”.
Anales del VI Seminario del Trabajo: Trabajo, Economía y Educación el Siglo
XXI, Unesp, Marília, 2008, p. 1-5.
Daniel Campione. Para leer a Gramsci. Buenos Aires: Ediciones
del Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini, 2007, p. 20.
Antonio Gramsci. Escritos políticos (vol. 2: 1921-1926).
Org. de Carlos Nelson Coutinho. Río de Janeiro: Civilização Brasileira, 2004,
p. 116-117.
Antonio Gramsci, “Los periódicos y los obreros”. Marxists
Internet Archive, disponible en http://marxists.org.
Maria Teresa Arrigoni, “Gramsci: universidade, jornalismo e
política”, Perspectiva, Florianópolis, vol. 5, nº 10, enero-junio de 1988, p.
74-75 .
Antonio Gramsci. Escritos políticos (vol. 1: 1910-1920).
Org. de Carlos Nelson Coutinho. Río de Janeiro: Civilização Brasileira, 2004,
p. 404.
Antonio Gramsci. Escritos políticos, ob. cit., vol. 1, p.
431-432. Antonio Gramsci. Cadernos do cárcere, (vol. 2: Os intelectuais. O
princípio educativo. Jornalismo). Org. de Carlos Nelson Coutinho, Marco Aurélio
Nogueira y Luiz Sérgio Henriques. Río de Janeiro: Civilização Brasileira, 2000,
vol. 2, p. 218.
Antonio Gramsci. Cadernos do cárcere, ob. cit., vol. 2, p.
197.
Antonio Gramsci. Cadernos do cárcere, ob. cit., vol 2, p.
78.
Antonio Gramsci. Cadernos do cárcere, ob. cit., vol. 2, p.
218 .
José Paulo Netto. O leitor de Marx. Río de Janeiro:
Civilização Brasileira, 2012, p. 7.
Dênis de Moraes es doctor
en Comunicación y Cultura por la Universidad Federal de Río de Janeiro y
profesor e investigador del Departamento de Estudios Culturales y Medios de la
Universidad Federal Fluminense, en Brasil. Autor y coordinador de varios libros
publicados en la lengua española, entre ellos Medios, poder y contrapoder: de
la concentración monopólica a la democratización de la información (con Ignacio
Ramonet y Pascual Serrano, Biblos, 2013); La cruzada de los medios en América
Latina: gobiernos progresistas y políticas de comunicación (Paidós, 2011);
Mutaciones de lo visible: comunicación y procesos culturales en la era digital
(Paidós, 2010); Sociedad mediatizada (Gedisa, 2007); Cultura mediática y poder
mundial (Norma, 2006) y Por otra comunicación (Icaria/Intermón, 2005).
Este texto es una versión
parcial de la investigación Gramsci y la
prensa: periodismo, hegemonía y contra-hegemonía, que Dênis de Moraes
coordina en Brasil con los apoyos del Consejo Nacional de Desarrollo Científico
y Tecnológico y de la Fundación Carlos Chagas Filho de Amparo a la
Investigación del Estado de Río de Janeiro.
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