- Las discusiones internacionales sobre el frente único que unieron y dividieron a Rosa Luxemburgo, Lenin, Lukács, Gramsci, Bordiga o Trotsky representan la última gran polémica estratégica

“(…) la tarea que debía realizar el frente único está aún, cincuenta años después, sin resolver. Las masas de Norteamérica, Europa occidental y Japón aún tienen que ser ganadas para el socialismo revolucionario en su pluralidad. Por lo tanto, la problemática central del frente único –el último consejo estratégico de Lenin al movimiento de la clase obrera occidental antes de su muerte, el interés principal de Gramsci en la cárcel– conserva hoy toda su validez (…) Las discusiones internacionales que unieron y dividieron a Luxemburg, Lenin, Lukács, Gramsci, Bordiga o Trotsky sobre estos temas representan la última gran polémica estratégica en el movimiento obrero europeo” 1.
Se refería a la política de frente único, del Tercero y el
Cuarto Congresos de la Internacional Comunista, que respondía tanto a la
necesidad de dar combates defensivos como a la de ganar a la mayoría de la
clase obrera como condición necesaria para la lucha por el poder. En nuestro
país, cuando atravesamos un período de emergencia de la izquierda, sobre todo
agrupada en el Frente de Izquierda y los Trabajadores, recuperar y actualizar
estas discusiones clásicas que hacen a la táctica y la estrategia revolucionaria,
se vuelve una tarea esencial.
Un repaso histórico y
algunas consideraciones
Hay dos argumentos sobre la cuestión del frente único,
instalados casi como un lugar común indiscutible en ciertos sectores de la
izquierda reformista. El primero, que la política del frente único de la
Tercera Internacional impulsada en 1921 y 1922, implicaba, de desarrollarse
consecuentemente, abandonar “la perspectiva de toma del poder” hacia una
propuesta de progresión gradual al estilo de la vieja socialdemocracia.
El segundo, es que hay una continuidad natural entre el
frente único proletario y la política de “frentes populares” con la burguesía
“antifascista” o “progresista”, interrumpida por el breve lapso de sectarismo
ultraizquierdista del “tercer período”, como fue denominado por la
Internacional Comunista, ya bajo dirección estalinista. Incluso Perry Anderson,
a quién citábamos más arriba, tendía a caer en esta postura, cuando afirmaba
sobre la posición de Trotsky hacia el Frente Popular en Francia:“mientras que
en sus ensayos sobre Alemania subrayaba la imperativa necesidad de ganar a la
pequeñoburguesía local para una alianza con la clase obrera (citando el ejemplo
clásico del bloque contra Kornilov durante la revolución Rusa NdR), en sus
ensayos sobre el Frente Popular descartaba a la organización tradicional de la
pequeña burguesía local, el Partido Radical, por considerarlo meramente un
partido de ‘imperialismo democrático’ que en principio debía ser excluido de
toda alianza antifascista”2.
Recapitulemos un poco para refutar estas distorsiones. Los
dos primeros congresos de la Tercera Internacional (Comunista) se dan en el
marco de un ascenso revolucionario de la lucha de clases, con epicentro en
Europa Occidental, después de la Revolución Rusa. En este contexto, el Primer
Congreso (1919) sienta las bases de la nueva organización revolucionaria
internacional y se separa de manera tajante del reformismo, planteando que el
único camino posible hacia el poder obrero es el desarrollo de la lucha de
clases, la guerra civil y la necesaria instauración de la dictadura del
proletariado.
El Segundo Congreso (1920) sigue en la misma línea, en un
contexto en que la Tercera Internacional ha profundizado la política hacia las
alas izquierdas de los partidos socialistas que se acercan a los bolcheviques y
en ese marco, busca establecer una relación entre la política parlamentaria y
la estrategia insurreccional, en la que se delimita de la práctica pacifista y
gradualista de los parlamentarios socialdemócratas, al mismo tiempo que combate
las posiciones “ultraizquierdistas” que negaban la intervención en los
sindicatos y el parlamento.
En 1920-21, se dan tres hechos que expresan un cambio en la
relación de fuerzas entre las clases. En Italia, son derrotadas las ocupaciones
de fábricas, por una combinación de concesiones económicas y represión militar.
En Polonia, el Ejército Rojo llega hasta las puertas de Varsovia, luego de
derrotar a los reaccionarios en Ucrania, pero este avance, contra la previsión
de Lenin, no es acompañado por un levantamiento del proletariado polaco y los
bolcheviques deben retroceder. En Alemania, el Partido Comunista protagoniza la
llamada “acción de Marzo” (1921), con el llamamiento a la huelga general para
“derrocar al gobierno” (socialdemócrata), entrando en la provocación de la
burguesía que saturaba de policías las regiones obreras. Se enfrentan en las
calles los obreros contra los policías y soldados, y son derrotados.
Estos hechos imponen un viraje a la Tercera Internacional
que se resume en la expresión “conquista del poder, previa conquista de
las masas”. Y la orientación del Tercer Congreso de 1921 se sintetiza en la
política de frente único proletario para la lucha por las reivindicaciones
elementales o parciales de la clase obrera.
En este contexto, el Manifiesto de la Tercera
Internacional publicado en el Tercer Congreso, llama a oponer la estrategia de
los trabajadores a la estrategia del capital, asimilando el concepto de
estrategia con la preparación cuidadosa de los combates y con la astucia para
no entrar en provocaciones en las cuales los comunistas se enfrenten en malas
condiciones con la burguesía y sus fuerzas represivas.
El Cuarto Congreso (1922) profundiza esta orientación con
las Tesis sobre la unidad del Frente Proletario, agregando la hipótesis de
que la forma posible en que se pueda llegar a la dictadura del proletariado en
Alemania puede ser la lucha por un Gobierno Obrero (de los partidos de la clase
obrera) que rompa con la burguesía y arme a la clase trabajadora,
acelerando la experiencia de los trabajadores con la socialdemocracia, política
que se planteaba como consecuencia lógica de la táctica del frente único3.
La política de Lenin y Trotsky se desmarcaba de los
ultraizquierdistas, más proclives a denunciar a los traidores que a superarlos
en influencia real, que llamaban a pasar a “la ofensiva” cuando la burguesía
retomaba el control y los partidos comunistas de Europa Occidental eran débiles
o no habían conquistado la mayoría del movimiento obrero.
Esta política fue objeto de fuertes polémicas. Mientras en
un “ala derecha” del PC alemán y de la Tercera Internacional había una
tendencia a transformar el frente único en un objetivo en sí mismo, los
ultraizquierdistas tenían una interpretación de “frente único por abajo” o de
llamados testimoniales con el sólo fin de demostrar la negativa de la
socialdemocracia a la unidad con los comunistas. Este debate se zanjó en la
práctica contra las dos posiciones, en un nuevo momento de lucha de clases en
1923: el ala derecha “suspendió” la insurrección porque los socialdemócratas
amenazaron con romper el frente único, mientras los ultras no jugaron ningún
rol.
Y todo esto mientras había dos gobiernos obreros regionales
entre el PC y el ala izquierda socialdemócrata, y la revista político-militar del
PC alemán declaraba tener 100 mil obreros organizados en “centurias
proletarias”4.
No en vano diría Trotsky que ambas “alas” estaban
caracterizadas por un fatalismo similar La política de frente único
sufrió asimismo los efectos de la burocratización de la Tercera Internacional.
El V Congreso (1924) impuso un giro hacia la alianza con los partidos burgueses
con base campesina. Esta política, que impuso al PC chino la subordinación al
nacionalismo burgués, tuvo un alto costo con la derrota de la Revolución China
(1925-1927). En el período abierto por el VI Congreso (1928), bajo la creciente
stalinización, la IC pasó a negar la política de frente único (“tercer
período”), acusando de “socialfascistas” a los reformistas, política que
desarmó completamente al proletariado alemán frente al ascenso de Hitler en
1933.
Dos años después, el VII Congreso proclamaba el frente único
con los partidos de la burguesía “democrática”, postulando a su vez el
“gobierno de frente único” entre los PC y dichas corrientes burguesas, así como
en otros casos las experiencias de “unidad orgánica” entre los PS y los PC, de
la que el PSUC (Partido Socialista Unificado de Cataluña) fue un ejemplo
paradigmático, por su rol contrarrevolucionario en la guerra civil española. De
ahí que se haya suplantado en la mayoría de la izquierda la idea del frente
único obrero, por la de Frente Popular.
Frente único y
estrategia proletaria
Habiendo señalado el contexto en que la Tercera
Internacional impulsara la política del frente único, nos interesa plantear por
qué es un componente central de la estrategia proletaria, incluso en la
actualidad.
Hay cuatro aspectos que hacen a la cuestión: Desde el punto
de vista social, la división de la clase obrera entre ocupados y desocupados,
trabajadores sindicalizados bajo convenio y tercerizados, contratados,
precarizados, nativos e inmigrantes, hombres y mujeres con desigual retribución
por igual tarea, etc.
Desde el punto de vista político, la persistencia del
reformismo, expresada bajo distintas variantes de sindicalismo. Trotsky dice
que los reformistas son agentes del imperialismo en decadencia, pero la clase
obrera no comparte aún nuestra caracterización del reformismo. Esto obliga a
tener una política tendiente a que los obreros hagan la experiencia con los
reformistas, dentro de la cual la lucha por la unidad de la clase obrera es
central, ya que son los reformistas y burócratas los que dividen las
organizaciones de masas (veamos si no el ejemplo de las centrales sindicales en
la Argentina). En el caso de nuestro país, es el peronismo el que ha jugado
históricamente el rol que en Europa jugara el reformismo, con la peculiaridad
propia de lo que Trotsky denominaba “Frente Popular bajo la forma de partido”,
es decir un partido que en sí mismo expresa una “alianza policlasista”, a
través del control de los sindicatos por el Estado, lo cual plantea la
necesidad de combinar la lucha por el frente único obrero con la lucha por la
independencia de los sindicatos respecto del Estado y contra las variantes
políticas patronales5.
Desde el punto de vista organizativo, la existencia de
grandes sindicatos estatizados, que ponen la formidable fuerza social del
movimiento obrero detrás de salidas políticas de los capitalistas por la
política de la burocracia sindical, pero a su vez agrupan las fuerzas de
carácter estratégico que pueden golpear de lleno el dominio capitalista. El
hecho de que agrupen una minoría de la clase obrera, plantea que cuando se
desarrolle la lucha de clases, junto al combate por recuperarlos y cambiarlos
de raíz, serán necesarias otras instancias como coordinadoras, comités de
fábrica (para estos en la Argentina se cuenta con la ventaja de la existencia
de las comisiones internas), para agrupar a los sectores que no están
organizados en los sindicatos. Pero la existencia misma de los sindicatos,
plantea la necesidad de políticas de frente único que vayan señalando la
necesidad de superar los estrechos marcos corporativos de cada sector.
Por último, hay un problema de “arquitectura institucional”
del proletariado, que hace al desarrollo de un partido revolucionario. En este
sentido, la estrategia de los “partidos de masas” (y sus caricaturas, es decir,
los que tienen la misma práctica aunque nunca lleguen a ser “de masas”) se basa
en la conquista gradual de parlamentarios, sindicatos y distintas
organizaciones de la clase para lograr la dirección de las masas y avanzar por
la vía evolutiva hacia una transformación social.
En la estrategia de un “partido de vanguardia” inserto en
las organizaciones de masas, el frente único (a través de la lucha por
recuperar los sindicatos, por instancias de coordinación y organización de base
más amplias, por una alternativa política y un programa de independencia de
clase) es la política que permitiría a los revolucionarios tener “peso de
masas”, sin transformarse en un “partido de masas” al estilo de los viejos
partidos socialistas reformistas.
El frente único, la
experiencia de la clase obrera y la cuestión del poder
El frente único, si se constituye como unidad de las
organizaciones de masas a escala nacional, implica una cierta “paridad” de las
posiciones de las tendencias políticas dentro de la clase obrera, pero a su vez
marca un primer paso fundamental en la constitución de la clase obrera como
sujeto político. La unidad en defensa de un programa común, empieza por poner
de relieve su peso social central (correlación de fuerzas “objetiva”), para
plantear un posicionamiento político de clase.
El frente único solamente puede darse como institución con
peso de masas, cuando la posición del partido revolucionario y su influencia es
fuerte y eso obliga a los reformistas a la unidad. La necesidad de la existencia
de posiciones de fuerza con peso real en las organizaciones de la clase obrera
es una condición para la “eficacia” de la política de frente único. Esto
desmiente otra interpretación vulgar que tuvo y tiene cierta izquierda
argentina que considera a la política de frente único como una permanente
exigencia a la burocracia sindical hecha solo desde la agitación periodística o
la prensa partidaria.
La política de frente único puede llegar hasta la
formulación de un gobierno obrero. En el caso de Alemania en los años ‘20, era
un gobierno de frente único entre la izquierda socialdemócrata y el PC. Pero
también podríamos pensar variantes de gobiernos “de las organizaciones
obreras”, en el sentido del planteo de “todo el poder a la COB” (Bolivia 1952)
o “gobierno metalúrgico” (Berlín 1953), donde los sindicatos, con mecanismos
tendientes a expandir sus fronteras más allá de la cuestión corporativa,
jueguen un rol central en plantear la cuestión del poder.
Esto es así porque una lucha consecuente de las organizaciones
obreras por las demandas parciales o defensivas plantea la cuestión de que las
conquistas “defendidas” están bajo ataque más o menos permanente por parte de
los capitalistas y su estado, con lo cual la lucha “ofensiva” se vuelve
necesaria para conservar y ampliar esas conquistas, lo que su vez plantea el
problema político como algo cada vez más central.
Hipótesis para frente
único en la Argentina actual
Los sindicatos en la Argentina están divididos en cinco
centrales, una división nunca vista en la historia del movimiento obrero.
Además de ellas, existe otro espectro de organizaciones sindicales que se
desarrolló en estos años y se conoció como el “sindicalismo base” o
antiburocrático. Dentro del mismo avanzó la influencia de los partidos que pertenecen
al Frente de Izquierda y los Trabajadores (y especialmente del PTS en el
proletariado industrial). Además, otros sectores opositores a la burocracia o
combativos, pero no estrictamente clasistas. Ninguno de ese espectro puede por
sí mismo imponer una política de frente único nacional clásica a las
direcciones de las grandes organizaciones del movimiento obrero (aunque sí en
algunos casos pueden hacerlo por gremio).
Sin embargo es posible, si estos sectores avanzan en unir
sus fuerzas en un bloque o un polo con un programa definido, fortalecer una voz
que plantee a todo el movimiento obrero la necesidad del frente único a la
política divisionista de la burocracia sindical.
Esa unidad diferenciada, con la obligación por parte de los
revolucionarios clasistas de mantener la independencia y la libertad de crítica
frente a las “naturales” vacilaciones de los aliados, implicaría un paso hacia
una política tradicional de frente único, en momentos en que se está llevando
adelante el mayor ataque hacia el movimiento obrero en una década (devaluación,
inflación, enfriamiento de la economía; un ajuste bastante ortodoxo). La unidad
y más en momentos de crisis, es una aspiración justa de los trabajadores (ese
es el fundamento último de la política de frente único), llevada a la acción,
como lo demostró el paro general del 20N de 2012, que aunque fue impulsada por
solo una fracción de la dirigencia sindical, logró cierta unidad; cambia la
autopercepción y las fuerzas morales de la clase obrera y la convierten en un factor
político. En este contexto, la lucha por “recuperar los sindicatos” y la
política de frente único son tareas íntimamente relacionadas y de primer orden,
tanto para el avance del clasismo y la izquierda, como para conquistar la
unidad de la clase obrera.
Notas
1. Anderson, Perry, Las antinomias de Antonio Gramsci.
Estado y Revolución en Occidente, México DF, Fontamara, 1998, p. 126.
2. Anderson Perry, Consideraciones sobre el marxismo
occidental, México DF, Siglo XXI Editores, 1987, p. 144.
3. Para más detalles sobre la cuestión del “gobierno
obrero”, ver Albamonte, Emilio y Maiello, Matías, “Trotsky y Gramsci: debates
de estrategia sobre la revolución en ‘occidente’”, Estrategia
Internacional28, 2012.
4. Milos Hajek, Historia de la Tercera Internacional,
la política de frente único (1921-1935), Barcelona, Crítica, 1984, pp. 81-86.
El autor señala que la cifra puede ser exagerada.
5. Ver nota “Los sindicatos y la estrategia” en IdZ 6.
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