
¿Cómo se forman estas situaciones; de contraste entre
"representados y representantes" que desde el terreno de los partidos
(organizaciones de partido en sentido estricto, campo electoral-parlamentario,
organización periodística) se transmiten a todo el organismo estatal,
reforzando la posición relativa del poder de la burocracia (civil y militar),
de las altas
finanzas, de la Iglesia y en general de todos los organismos relativamente independientes a las fluctuaciones de la opinión pública? En cada país el proceso es diferente, aunque el contenido sea el mismo. Y el contenido es la crisis de hegemonía de la clase dirigente, que ocurre ya sea porque dicha clase fracasó en alguna gran empresa política para la cual demandó o impuso por la fuerza el consenso de las grandes masas (la guerra por ejemplo) o bien porque vastas masas (especialmente de campesinos y de pequeños burgueses intelectuales) pasaron de golpe de la pasividad política a una cierta actividad y plantearon reivindicaciones que en su caótico conjunto constituyen una revolución. Se habla de "crisis de autoridad" y esto es justamente la crisis de hegemonía, o crisis del Estado en su conjunto.
finanzas, de la Iglesia y en general de todos los organismos relativamente independientes a las fluctuaciones de la opinión pública? En cada país el proceso es diferente, aunque el contenido sea el mismo. Y el contenido es la crisis de hegemonía de la clase dirigente, que ocurre ya sea porque dicha clase fracasó en alguna gran empresa política para la cual demandó o impuso por la fuerza el consenso de las grandes masas (la guerra por ejemplo) o bien porque vastas masas (especialmente de campesinos y de pequeños burgueses intelectuales) pasaron de golpe de la pasividad política a una cierta actividad y plantearon reivindicaciones que en su caótico conjunto constituyen una revolución. Se habla de "crisis de autoridad" y esto es justamente la crisis de hegemonía, o crisis del Estado en su conjunto.
La crisis crea peligrosas situaciones inmediatas porque los
diversos estratos de la población no poseen la misma capacidad de orientarse
rápidamente y de reorganizarse con el mismo ritmo. La clase dirigente
tradicional que tiene un numeroso personal adiestrado, cambia hombres y programas
y reasume el control que se le estaba escapando con una celeridad mayor de
cuanto ocurre en las clases subalternas; si es necesario hace sacrificios, se
expone a un porvenir oscuro cargado de promesas demagógicas, pero se mantiene
en el poder, lo refuerza por el momento y se sirve de él para destruir al
adversario y dispersar a su personal directivo que no puede ser muy numeroso y
adiestrado. El pasaje de las masas de muchos partidos bajo la bandera de un
partido único, que representa mejor y resume las necesidades de toda la clase,
es un fenómeno orgánico y normal, aunque su ritmo sea rapidísimo y casi
fulminante en relación a las épocas tranquilas. Representa la fusión de todo un
grupo social bajo una dirección única considerada como la única capaz de
resolver un grave problema existente y alejar un peligro mortal. Cuando la
crisis no encuentra esta solución orgánica, sino la solución del jefe
carismático, ello significa que existe un equilibrio estático (cuyos factores
pueden ser eliminados, prevaleciendo sin embargo la inmadurez de las fuerzas
progresistas); que ningún grupo, ni el conservador ni el progresista, tiene
fuerzas como para vencer y que el mismo grupo conservador tiene necesidad de un
jefe [1].
Este tipo de fenómenos está vinculado a una de las
cuestiones más importantes que conciernen a los partidos políticos; a la
capacidad del partido de reaccionar contra el espíritu de rutina, contra la
tendencia a momificarse y a devenir anacrónico. Los partidos nacen y se
constituyen en organizaciones para dirigir las situaciones en momentos
históricamente vitales para sus clases; pero no siempre saben adaptarse a las
nuevas tareas y a las nuevas épocas, no siempre saben adecuarse al ritmo de
desarrollo del conjunto de las relaciones de fuerza (y por ende de la posición
relativa de sus clases) en un país determinado o en el campo internacional.
Cuando se analizan estos desarrollos de los partidos, es preciso distinguir el
grupo social, la masa de los partidos, la burocracia y el Estado Mayor de los
partidos. La burocracia es la fuerza consuetudinaria y conservadora más
peligrosa; si ella termina por constituir un cuerpo solidario y aparte y se
siente independiente de la masa, el partido termina por convertirse en
anacrónico y en los momentos de crisis aguda desaparece su contenido social y
queda como en las nubes. Véase lo ocurrido a una serie de partidos alemanes con
la expansión del hitlerismo. Los partidos franceses constituyen un campo rico
para tales investigaciones: todos ellos son anacrónicos y están momificados,
son documentos histórico-políticos de las diversas fases de la historia pasada
de Francia, repitiendo una terminología envejecida; su crisis puede llegar a
ser aún más catastrófica que la de los partidos alemanes.
Al examinar este tipo de acontecimientos se descuida
habitualmente el dar una adecuada ubicación al elemento burocrático, civil y
militar y no se tiene presente, además, que en tales análisis no deben entrar
solamente los elementos militares y burocráticos en acción, sino también
aquellos estratos sociales de los cuales, en los complejos estatales que
estamos considerando, se recluta tradicionalmente la burocracia. Un movimiento
político puede ser de carácter militar aunque el ejército como tal no participe
allí abiertamente. Un gobierno puede ser de carácter militar aunque el ejército
como tal no participe en el gobierno. En determinadas circunstancias puede
ocurrir que convenga no "descubrir" al ejército, no hacerlo salir de
la constitucionalidad, o como se dice, no llevar la política entre los
soldados, para mantener la homogeneidad entre oficiales y soldados en un
terreno de aparente neutralidad y superioridad, más allá de las facciones y sin
embargo, es el ejército, o sea, el Estado Mayor y la oficialidad, quien
determina la nueva situación y la domina. Por otro lado, no es cierto que el
ejército, según la Constitución, jamás debe hacer política; el ejército debe
justamente defender la Constitución, esto es, la forma legal del Estado con sus
instituciones conexas. De allí que la llamada neutralidad significa solamente
el apoyo a la parte más reaccionaria. Pero en tales situaciones, es necesario
plantear la cuestión de esta manera, para impedir que en el ejército se
reproduzcan las divergencias del país y desaparezca en consecuencia el poder
determinante del Estado Mayor a causa de la disgregación del instrumento
militar. Todos estos elementos de observación no son, por cierto, absolutos,
tienen un peso muy diferente según los momentos históricos y según los países.
La primera investigación a realizar es la siguiente: ¿existe
en algún país un estrato social generalizado para el cual la carrera
burocrática, civil y militar, sea un elemento muy importante de vida económica
y de afirmación política (participación efectiva en el poder, aunque sea
indirectamente, por "chantaje")? En la Europa moderna este estrato se
puede identificar en la burguesía rural media y pequeña, que está más o menos difundida
en los diversos países según el desarrollo de las fuerzas industriales, por un
lado, y de la reforma agraria por el otro. Ciertamente, la carrera burocrática
(civil y militar) no es un monopolio de este estrato social; sin embargo, ella
le es particularmente apta debido a la función social que este estrato
desempeña y a las tendencias psicológicas que la función determina o favorece.
Estos dos elementos dan al conjunto del grupo social una cierta homogeneidad y
energía en la dirección, y por ende un valor político y una función
frecuentemente decisiva en el conjunto del organismo social. Los miembros de
este grupo están habituados a mandar directamente núcleos de hombres, aunque
sean a veces exiguos, y a comandar desde un punto de vista
"político", no "económico'; es decir, que en su arte de
dirección no hay una aptitud para ordenar las "cosas", para ordenar
"hombres y cosas" en un todo orgánico, como ocurre en la producción
industrial, porque este grupo no tiene funciones económicas en el sentido
moderno del término. Tiene una renta porque jurídicamente es propietario de una
parte del suelo nacional y su función consiste en impedir
"políticamente" al campesino cultivador mejorar su propia existencia,
porque todo mejoramiento de la posición relativa del campesino sería
catastrófico para su posición social. La miseria crónica y el trabajo
prolongado del campesino, con el consiguiente embrutecimiento, constituyen para
él una necesidad primordial. Por ello despliega la máxima energía en la
resistencia y en el contraataque a la menor tentativa de organización autónoma
del trabajo campesino y a todo movimiento cultural campesino que escape del
ámbito de la religión oficial. Este grupo social encuentra sus limites y las
razones de su debilidad intrínseca en su dispersión territorial y en la
"falta de homogeneidad" que está vinculada estrechamente a tal
dispersión; esto explica también otras características como la volubilidad, la
multiplicidad de los sistemas ideológicos seguidos, la misma rareza de las
ideologías a veces adoptadas.
La voluntad está orientada hacia un fin, pero ella es lenta
y tiene necesidad, por lo general, de un largo proceso para centralizarse
organizada y políticamente. El proceso se acelera cuando la
"voluntad" específica de este grupo coincide con la voluntad y los
intereses inmediatos de la clase alta; no sólo el proceso se acelera sino que a
veces, estando organizada, dicta su ley a la clase alta, al menos en lo que
respecta a la "forma" de la solución si no al contenido. Se ven aquí
jugar las mismas leyes observadas en las relaciones ciudad-campo en lo que
respecta a las clases subalternas, la fuerza de la ciudad se transforma
automáticamente en fuerza del campo, pero ya que en el campo los conflictos
asumen de inmediato una forma aguda y "personal", por la ausencia de
márgenes económicos y de la presión normalmente más fuerte que se ejerce de
arriba hacia abajo, en el campo los contraataques deben ser más rápidos y
decisivos. El grupo en cuestión comprende y ve que el origen de sus males está
en la ciudad, en la fuerza de las ciudades y por ello comprende que
"debe" dictar la solución a las clases altas urbanas, a fin de que el
foco principal sea apagado, aunque esto no convenga de inmediato a las altas
clases urbanas, ya sea porque es demasiado dispendioso o porque a la larga se
transforma en peligroso (estas clases parten de la visión de ciclos más amplios
de desarrollo, en los cuales es posible maniobrar, y no solamente del interés
"físico" inmediato). En este sentido debe entenderse la función directiva
del estrato en cuestión y no en un sentido absoluto; sin embargo no es poca
cosa [2]. Es preciso anotar cómo el carácter "militar" de dicho
grupo social, que tradicionalmente era un reflejo espontáneo de ciertas
condiciones de existencia es ahora conscientemente educado y preparado en forma
orgánica. En este movimiento consciente entran los esfuerzos sistemáticos para
hacer surgir y para mantener de una manera estable las diferentes asociaciones
de militares en retiro y de ex-combatientes de los diferentes cuerpos y armas,
especialmente de oficiales, que están ligados a los Estados Mayores y pueden
ser movilizados oportunamente sin necesidad de movilizar el ejército de leva,
quien mantendría así su carácter de reserva de alarma, reforzada e inmunizada
de la descomposición política por estas fuerzas "privadas" que no
podrán dejar de influir en su "moral", sosteniéndola y
robusteciéndola. Puede decirse que se verifica un movimiento de tipo
"cosaco", no en formaciones escalonadas a lo largo de la frontera
nacional, como ocurría con los cosacos zaristas, sino a lo largo de las
"fronteras" de cada grupo social.
En toda una serie de países, por lo tanto, la influencia del
elemento militar en la vida estatal no significa sólo influencia y peso del
elemento técnico-militar, sino también influencia y peso del estrato social de
donde el elemento técnico-militar (sobre todo de los oficiales subalternos)
extrae su origen. Esta serie de observaciones son indispensables para analizar
el aspecto más íntimo de aquella determinada forma política que suele llamarse
cesarismo o bonapartismo, para distinguirla de otras formas en las cuales el
elemento técnico militar como tal predomina, bajo formas quizá más visibles y
exclusivas.
España y Grecia ofrecen dos ejemplos típicos, con elementos
símiles y disímiles. Para España es necesario tener en cuenta algunas
particularidades: extensión del territorio y escasa densidad de la población
campesina. Entre el noble latifundista y el campesino no existe una numerosa
burguesía rural; tiene, por consiguiente, una escasa importancia la oficialidad
subalterna como fuerza en sí (tenía en cambio una cierta importancia antagónica
la oficialidad de las armas sabias: artillería e ingenieros, de origen burgués
urbano, que se oponía a los generales e intentaba tener una política propia).
Los gobiernos militares son por lo tanto gobiernos de "grandes"
generales. Pasividad de las masas campesinas como ciudadanía y como tropa. Si
en el ejército se verifica la disgregación política, es en un sentido vertical,
no horizontal, por la competencia de los clanes dirigentes: la tropa se separa
para seguir a los jefes en lucha entre sí. El gobierno militar es un paréntesis
entre dos gobiernos constitucionales; el elemento militar es la reserva
permanente del orden, es una fuerza que opera de "manera pública"
cuando la "legalidad" está en peligro. Lo mismo ocurre en Grecia, con
la diferencia de que el territorio griego se extiende en un sistema de islas y
que una parte de la población más enérgica y activa está siempre sobre el mar,
lo cual torna más fácil la intriga y el complot militar. El campesino griego es
pasivo como el español, pero en el cuadro de la población total y siendo
marinero el griego más activo y enérgico, debiendo estar por lo tanto casi
siempre lejos de su centro de vida política, la pasividad general debe ser
analizada en forma diferente y la solución del problema no puede ser la misma
(los fusilamientos ocurridos en Grecia, hace algunos años, de los miembros de
un gobierno derrocado, deben ser explicados quizás como un arrebato de cólera
de este elemento enérgico y activo que quiere dar una lección sangrienta). Debe
subrayarse especialmente el hecho de que en Grecia y en España la experiencia
del gobierno militar no ha creado una ideología política y social permanente y
orgánica desde un punto de vista formal, como ocurre en cambio en los países
potencialmente bonapartistas, por así decir. Pero las condiciones históricas
generales de los dos tipos son las mismas: equilibrio de los grupos urbanos en
lucha, lo cual impide el juego de la democracia "normal", el
parlamentarismo; es diferente sin embargo la influencia del campo en este
equilibrio. En los países como España, el campo, completamente pasivo, permite
a los generales de la nobleza terrateniente servirse políticamente del ejército
para restablecer el equilibrio amenazado, o sea la supremacía de las clases
altas. En otros países el campo no es pasivo, pero su movimiento, desde el
punto de vista político, no está coordinado con el movimiento urbano: el
ejército debe permanecer neutral ya que es posible que de otra manera se
disgregue horizontalmente (permanecerá neutral basta cierto punto, se
entiende), y entra en cambio en acción la clase militar burocrática que, con
medios militares, sofoca el movimiento del campo (más peligroso en lo
inmediato). Tal sector logra en esta lucha una cierta unificación política e
ideológica, encuentra aliados en las clases medias urbanas (medias en sentido
italiano) reforzadas por los estudiantes de origen rural que están en la
ciudad, impone sus métodos políticos a las clases altas, que deben hacerle
muchas concesiones y permitir una determinada legislación favorable; logra
hasta cierto punto impregnar al Estado de sus intereses y sustituir una parte
del personal dirigente, continuando armada bajo el desarme general y amenazando
con el peligro de una guerra civil entre sus tropas y el ejército de leva si la
clase alta muestra demasiada veleidad de resistencia. Estas observaciones no
deben ser concebidas como esquemas rígidos, sino únicamente como criterios
prácticos de interpretación histórica y política En los análisis concretos de
los acontecimientos reales las formas históricas están bien caracterizadas y
son casi "únicas". César representa una combinación de circunstancias
reales muy diferentes a las representadas por Napoleón I, así como las de Primo
de Rivera difieren de las de Zivkovitch, etc.
En el análisis del tercer grado o momento del sistema de las
relaciones de fuerzas existentes en una situación determinada, se puede
recurrir con utilidad al concepto que, en la ciencia militar, se denomina
"coyuntura estratégica", o sea, con mayor precisión, el grado de
preparación estratégica del teatro de la lucha, uno de cuyos principales
elementos está dado por las condiciones cualitativas del personal dirigente y
de las fuerzas activas que se pueden llamar de primera línea (comprendidas también
las de asalto). El grado de preparación estratégica puede dar la victoria a
fuerzas "aparentemente" (es decir cuantitativamente) inferiores a las
adversarias. Se puede decir que la preparación estratégica tiende a reducir a
cero los llamados "factores imponderables", esto es, las reaccionas
inmediatas y sorpresivas de parte, en un momento dado, de las fuerzas
tradicionalmente inertes y pasivas. Entre los elementos de la preparación de
una coyuntura estratégica favorable deben incluirse justamente aquellos
considerados en las observaciones sobre la existencia y la organización de un
grupo militar junto al organismo técnico del ejército nacional [3].
Otros elementos pueden ser elaborados partiendo de este
fragmento del discurso pronunciado en el Senado el 19 de mayo de 1932 por el
ministro de Guerra, general Gazzera (cfr. "Corriere della Sera" del
20 de mayo): "El régimen disciplinario de nuestro ejército gracias al
fascismo aparece hoy como norma directiva que tiene valor para toda la nación.
Otros ejércitos han tenido y todavía conservan una disciplina formal y rígida.
Nosotros tenemos siempre presente el principio de que el ejército está hecho
para la guerra y que para ella debe prepararse; la disciplina de paz debe ser,
por consiguiente, la misma que la de tiempo de guerra, encontrando esta última
su fundamento espiritual en la época de paz. Nuestra disciplina se basa en un
espíritu de cohesión entre los jefes y los simples soldados que es fruto
espontáneo del sistema seguido. Este sistema ha resistido magníficamente
durante una larga y durísima guerra hasta la victoria; es mérito del régimen
fascista haber extendido a todo el pueblo italiano una tradición disciplinaria
tan insigne. De la disciplina de cada uno depende el éxito de la concepción
estratégica y de las operaciones tácticas. La guerra ha enseñado muchas cosas y
entre ellas que hay una separación profunda entre la preparación de paz y la
realidad de la guerra. Cierto es que cualquiera sea la preparación, las
operaciones iniciales de la campaña ponen a los beligerantes ante problemas
nuevos que dan lugar a sorpresas de ambas partes. No es preciso extraer de esto
la conclusión de que no sea útil tener una concepción a priori y que de la
guerra pasada no se puede derivar ninguna enseñanza. Se puede recabar de ella
una doctrina de guerra que debe ser entendida con disciplina intelectual y como
medio para promover modos de razonamiento no discordantes y una uniformidad de
lenguaje tal que permita a todos comprenderse y hacerse comprender. Si a veces
la unidad de doctrina amenazó degenerar en esquematismo, se reaccionó de
inmediato, imprimiendo a la táctica una rápida innovación, que era requerida
también por los adelantos técnicos. Tales reglamentaciones por consiguiente, no
son estáticas, ni tradicionales como creen algunos. La tradición sólo es
considerada como fuerza y los reglamentos están siempre en curso de revisión no
por un deseo de cambio, sino para poderlos adecuar a la realidad". (Un
ejemplo de "preparación de la
coyuntura estratégica" se puede encontrar en las Memorias de
Churchill, donde habla de la batalla de Jutlandia).
Notas
1 Cfr., El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte.
2 Un reflejo de este grupo se ve en la actividad ideológica
de los intelectuales conservadores de derecha. El libro de GAETANO MOSCA, Teorica
dei governi e governo parlamentare (segunda edic. de 1925, primera edic. de
1883) Puede servir de ejemplo a este respecto; desde 1883 Mosca estaba
aterrorizado por un posible contacto entre la ciudad y el campo. Mosca, por su
posición defensiva (de contra-ataque) comprendía mejor en 1883 la técnica de la
política de las clases subalternas que la comprensión que tenían de ella, aún
muchas decenas de años después, los representantes de estas fuerzas
subalternas, comprendidas las urbanas.
3 A propósito del "grupo militar" es interesante
lo que escribe T. TITTONI en los Ricordi personali di politica interna,
"Nueva Antologia", 1-16 de abril de 1929. Tittoni cuenta que ha
meditado sobre el hecho de que para reunir a la fuerza pública necesaria para
hacer frente a los tumultos surgidos en una localidad, era necesario
desguarnecer otras regiones: durante la semana roja de junio de 1914, para
reprimir los motines de Ancona se había desguarnecido a Ravenna, donde luego el
prefecto, privado de la fuerza pública, tuvo que encerrarse en la prefectura,
abandonando la ciudad a los revoltosos. "Muchas veces me pregunté qué
habría podido hacer el gobierno si un movimiento revolucionario hubiese surgido
simultáneamente en toda la península". Tittoni propone al gobierno el
enrolamiento de los "voluntarios del orden", ex-combatientes
organizados por oficiales retirados. El proyecto de Tittoni pareció digno de
consideración, pero no tuvo continuadores.