Steven Forti | El
periodo comprendido entre el final de la Gran Guerra y la Marcha sobre Roma
(1918-1922) se califica normalmente como la “crisis del Estado liberal” y “el
origen del fascismo”: la investigación histórica de las décadas postfascistas
han analizado principalmente aquel giro complejo de la historia política
italiana según una de estas dos perspectivas (1). En aquel lustro sobresale con
intensidad el bienio 1919-1920, recordado y estudiado como el momento de máximo
protagonismo del movimiento obrero. Pero el tan mitificado
“bienio rojo” a
menudo se explica también con nostalgia como el inesperado antecedente de los
veinte años negros sucesivos. Y a las imágenes de las invasiones pacíficas de
los campos y de las ocupaciones de las fábricas pronto se encabalgan las
imágenes de la violencia de las brigadas fascistas. Al mismo tiempo, pues, el
“bienio rojo” se ve como posible cuna e inequívoco féretro de la revolución
socialista italiana.