- Este artículo es un fragmento de una investigación mayor que tuvo por resultado la Tesis Doctoral titulada: “El pueblo cordobés a principios de siglo XXI: entre el Capitalismo, el Poder y la Resistencia”
Sergio Job |
Siguiendo a Hobsbawm se entiende aquí que “la historia y el estudio del
mundo de las clases subalternas se han convertido en uno de los sectores de la
historiografía en más rápido crecimiento y expansión […] Hoy sería muy difícil,
sino imposible, discutir de problemas de cultura popular sin aproximarnos
mayormente a Gramsci, o sin hacer un uso más explícito de sus ideas, tal como,
según Burke, lo han hecho E. P. Thompson y Raymond Williams” (1987:23).
Si bien Gramsci, a lo largo de sus desarrollos
teóricos, no hace mucha referencia al concepto pueblo en
particular, sí es un autor que “cabe
bien en esta tradición preocupada por la cuestión de la formación y generación del sujeto colectivo. Su obra práctica y teórica se dirigía hacia este problema” (Fontana, 1998: 63). Y será desde esa preocupación, que irá desarrollando una observación meticulosa sobre los modos de construcción de sujetos colectivos, lejos del simplismo mecanicista o la filosofía idealista abstracta. El italiano irá señalando puntos claves que permiten pensar las dinámicas mismas en que ese sujeto particular, el “príncipe moderno” (dirá en referencia directa a Maquiavelo), irá construyéndose en un sujeto con potencialidad, no sólo de tomar el poder estatal, sino de ejercer la dirección “ética-política” de un sector de la sociedad.
bien en esta tradición preocupada por la cuestión de la formación y generación del sujeto colectivo. Su obra práctica y teórica se dirigía hacia este problema” (Fontana, 1998: 63). Y será desde esa preocupación, que irá desarrollando una observación meticulosa sobre los modos de construcción de sujetos colectivos, lejos del simplismo mecanicista o la filosofía idealista abstracta. El italiano irá señalando puntos claves que permiten pensar las dinámicas mismas en que ese sujeto particular, el “príncipe moderno” (dirá en referencia directa a Maquiavelo), irá construyéndose en un sujeto con potencialidad, no sólo de tomar el poder estatal, sino de ejercer la dirección “ética-política” de un sector de la sociedad.
Gramsci comprendía que “entre la premisa
(estructura económica) y la consecuencia (constitución política) hay relaciones
nada simples ni directas, y la historia de un pueblo no se documenta sólo con los hechos económicos”
(Gramsci, 2004: 44). La dimensión política es fundamental en su concepción
teórica para poder pensar la constitución de los sujetos colectivos. Así, se
aleja de la idea economicista de que la clase sólo se define por el lugar que
se ocupa en el lugar de producción, e incluso más, considera que no es la clase
per se, el sujeto colectivo que actúa en la vida de la nación, sino que cada
clase compuesta por diversos grupos sociales (expresada en diversos partidos)
puede volverse hegemónica, y ese es el proceso de constitución del
sujeto colectivo.
Antes de avanzar en la comprensión gramsciana de hegemonía,
se considera importante señalar que, entre las pocas referencias directas que
el revolucionario italiano realiza del concepto pueblo, se
encuentra una que él considera un pilar de la política, “los primeros en ser
olvidados son justamente los primeros elementos, las cosas más elementales”, y
agrega unos renglones más abajo “el primer elemento es que existen realmente
gobernados y gobernantes” (Gramsci, 1984: 25). Y será refiriendo a la obra
teórica de Maquiavelo en su conjunto, que dejará más claro aún, que pueblo es
precisamente aquellos que no gobiernan. Así dice
“Maquiavelo tiene en vista a “quien no sabe”, que intenta realizar la educación política de “quien no sabe” […] Quien ha nacido en la tradición de los hombres de gobierno, por todo el complejo de la educación que absorbe del ambiente familiar, en el cual predominan los intereses dinásticos o patrimoniales, adquiere casi automáticamente los caracteres del político realista. Por consiguiente ¿quién “no sabe”? La clase revolucionaria de su tiempo, el “pueblo” y la “nación” italiana, la democracia ciudadana…” (Ibid: 17).
Entonces, existe ahí un primer elemento de la
comprensión de pueblo realizada por Gramsci: pueblo es
quien no gobierna,
elemento que se debe recordar, comparte con el entendimiento que de pueblo poseían
los revolucionarios de mayo de 1810 en nuestro país (Job, 2012). Pero esta
dimensión no agota los significados posibles de pueblo que
pueden desprenderse de la teoría gramcsiana. Así es que en un texto titulado
“Observaciones sobre el folklore”, el italiano expresa, que el floklore sería
una “concepción del mundo y de la vida […] de determinados estratos
(determinados en el tiempo y el espacio) de la sociedad, en contraposición con
las concepciones del mundo “oficiales” que se han sucedido en el desarrollo
histórico”. Para renglón seguido continuar “concepción del mundo no sólo no
elaborada y asistemática porque el pueblo
(o sea, el conjunto de las clases subalternas e instrumentales de toda forma de
sociedad que ha existido hasta ahora) no puede, por definición,
tener concepciones elaboradas, sistemática y políticamente organizadas y
centralizadas en su desarrollo acaso contradictorio” (2004: 488).
Esta definición, si bien brinda algunos elementos
claves en la comprensión del uso que Gramsci adjudica al concepto pueblo,
también abre una serie de zonas grises que deben abordarse para terminar de
desenvolver lo que une a este autor con quienes le continúan en los estudios
contemporáneos sobre pueblo. Entre los elementos analíticos que
hacen avanzar en la comprensión del concepto en cuestión, está la clara
relación que existe desde esta lectura entreclases subalternas y pueblo. Aquí dos
puntualizaciones se creen necesarias. La primera, que el pueblo tiene
una composición plural y no unívoca, son varias las clases que componen este
sujeto colectivo. En segundo lugar, que si bien la definición remite claramente
a un asentamiento material en última instancia en el sistema
económico, es decir, en el lugar que se ocupa en la producción (y por eso la
utilización del término clase);
lo cierto es que, entre los dos términos que componen la definición, el peso prioritario está
puesto mayormente en el término subalternas, es decir, en el
elemento superestructural o político del concepto.
La idea de subalternidad [1] en
Gramsci, va acompañado de la noción de instrumentalidad, lo que
afirma de modo notorio que si la noción de pueblo es un punto
de encuentro entre condiciones estructurales y dimensiones superestructurales,
el énfasis está puesto sobre este último término de la definición. Esta
afirmación encuentra un respaldo en el hecho que, cuando Gramsci refiere al
polo dominante frente al pueblo, no refiere ni a la burguesía, ni
“a las clases dominantes de cada momento histórico”, sino que señala a “las
concepciones del mundo oficiales”.
Es decir, aquella que se construye desde el Estado y sus distintas esferas que
construyen un relato hegemónico.
Esta afirmación encuentra una línea lógica en otro
de los escritos gramscianos, donde bajo el título de “Apuntes sobre la historia
de las clases subalternas. Criterios Metodológicos”, comienza diciendo que “la
unidad histórica de las clases dirigentes se produce en el Estado, y la
historia de esas clases es esencialmente la historia de los Estados y de los
grupos de Estados” (Ibid: 491). Y algunas páginas más adelante agrega que: “la
historia de los grupos sociales subalternos es necesariamente disgregada y
episódica. No hay dudas de que en la actividad histórica de estos grupos hay
una tendencia a la unificación, aunque sea a niveles provisionales; pero esa
tendencia se rompe constantemente por la iniciativa de los grupos dirigentes”
(Ibid: 493).
Insistir entonces en la existencia de una
determinación en última instancia de la dimensión estructural,
pero donde la dimensión política juega un papel central en la constitución del
sujeto colectivo. La existencia (e inexistencia) del pueblo sólo es
posible (o imposible) por/en la acción política, en la lucha política entre
gobernados y gobernantes. De allí que para Gramsci, será la construcción
hegemónica el objetivo prioritario de cualquier grupo que quiera constituirse
en dirigente y dominante dentro de una sociedad. Antes de abordar el tema de la
hegemonía en Gramsci, se debe hacer una digresión más. En este marco, el
concepto de pueblo tiene raíces profundamente históricas.
Entender que cuando habla de folklore o de cultura, no hace sino referencia a
una feroz lucha política por el sentido y contenido de la historia, es
fundamental para comprender su desarrollo teórico.
Será el peso específico tan grande que Gramsci da a
la dimensión histórica en la constitución del pueblo, lo que lo
llevará a ser incluso ambiguo, desde el punto de vista clasista, en la
utilización del término. Así, por ejemplo, refiriendo a los modos de
organización del trabajo en Estados Unidos, dirá que “hasta hace poco tiempo el pueblo norteamericano era un pueblo de trabajadores: la
“vocación laboriosa” no era un rasgo inherente sólo a las clases obreras, sino
una cualidad específica también de las clases dirigentes” (Ibid: 478). Luego
continuará explayándose sobre la tradición en Estados Unidos,
“en cuanto tradición significa también residuo pasivo de todas las formas
sociales rebasadas en la historia” (Ibid: 479). Con estos fragmentos quiere
señalarse el peso indudable que tiene la esfera histórica (como disputa
política) en la concepción que Gramsci tiene de pueblo, la que lo
lleva incluso a englobar, bajo determinadas circunstancias o relatos, a las
clases dirigentes (no dice dominantes) dentro del campo de significados
posibles. Se advierte que este fragmento es quizás la única excepción donde pueblo está
vinculado con algo más que “las clases subalternas o populares”, pero es sí
significativo para comprender que la relación pueblo-historia-política, tiene
en su comprensión más peso que la de pueblo-lugar que se ocupa en la producción.
El sentido profundamente político que Gramsci
otorga a la idea de pueblo, lleva a la necesidad de comprender
cuál es la acción política que permitiría su constitución: la acción
hegemónica. Si bien la idea de hegemonía es polisémica en Gramsci, la que
interesa aquí, es la que refiere al ejercicio de la dirección ético-política
del conjunto social, acompañada, en una instancia posterior, de su dominación o
poder de coerción que reside en el Estado. Como se observa, la hegemonía no es
una dimensión pacífica ni estática, sino que describe un movimiento, más aún,
es un movimiento-siempre-en-movimiento. No existe, en la lectura gramsciana
(salvo en algunos textos tempranos, y de modo aislado y parcial [2]), una instancia de
reconciliación total donde el momento superestructural o político desaparezca;
sino que la hegemonía la entiende siempre como una acción, una disputa. En
palabras de Williams “una hegemonía dada es siempre un proceso. Y excepto desde
una perspectiva analítica, no es un sistema o una estructura. Es un complejo
efectivo de experiencias, relaciones y actividades que tienen límites y
presiones específicas y cambiantes” (1997:134).
La acción hegemónica presupone y parte de la noción
leninista de alianza de clases, pero le imprime otra dinámica. En
un texto de 1926, expresa Gramsci que “el proletariado puede convertirse en
clase dirigente y dominante en la medida que consigue crear un sistema de
alianzas de clase que le permita movilizar contra el capitalismo y el Estado
burgués a la mayoría de la población trabajadora, lo cual quiere decir en
Italia, dadas las reales relaciones de clase existentes en Italia, en la medida
en que consigue obtener el consenso de las amplias masas campesinas”
(2004:190). Sin embargo, el hablar de sistema de alianzas de clases, y más abajo señalar la necesidad de consenso, supone algo más que una
alianza como un pacto más bien estanco, al tiempo que insinúa la preponderancia
de un sector sobre otros.
Analizando cómo funcionan los sectores hegemónicos,
en un texto escrito una década después del fragmento anterior, Gramsci dirá que
“el hecho de la hegemonía presupone, sin dudas, que se tengan en cuenta los
intereses y las tendencias de los grupos sobre los cuales se ejercerá la
hegemonía, que se constituya un cierto equilibrio de compromiso, o sea, que el
grupo dirigente haga sacrificios de orden económico-corporativo, pero también
es indudable que tales sacrificios y el mencionado compromiso no pueden
referirse a lo esencial, porque si la hegemonía es ético-política no puede no
ser también económica, no puede no tener su fundamento en la función decisiva
que ejerce el grupo dirigente en el núcleo decisivo de la actividad económica”
(Ibid: 402). [3]
Así insiste en que “cada partido es la expresión de
un grupo social y nada más que de un solo grupo social” (1984: 29); y a la vez
sostendrá que cada clase puede tener su expresión en varios partidos, como en
un partido pueden confluir elementos de varias clases [4]. También insistirá en
que el partido puede asumir diversas formas o expresiones,
siendo un periódico o revista un partido particular. Con todo este desarrollo,
se busca señalar que la lógica hegemónica desde la lectura gramsciana, toma
cada vez más la forma de una dinámica netamente política o
superestructural, aunque también se debe insistir en que nunca abandona la
determinación en última instancia por parte de la estructura
económica, en palabras de Gramsci: “si la hegemonía es ético-política no puede
no ser también económica” (2004: 402).
Aricó al respecto explica que “el concepto
gramsciano de hegemonía, aquello que lo transforma en un punto de ruptura de
toda la elaboración marxista que lo precedió, es el hecho de que se postula
como una superación de la noción leninista de alianza de clases
en la medida en que privilegia la constitución de sujetos sociales a través de
la absorción y desplazamiento de posiciones que Gramsci define como
‘económico-corporativas’ y por tanto incapaces de devenir ‘Estado’. Así
entendida, la hegemonía es un proceso de constitución de los propios agentes
sociales en su proceso de devenir Estado, o sea, fuerza hegemónica” (2005:
112). Si bien, sería refutable la idea final de Aricó, respecto que volverse
fuerza hegemónica significa para Gramsci volverse Estado necesariamente (se
entiende aquí que esta es una de las lecturas posibles que quizás habilitan los
textos de Gramsci), sí es importante resaltar las nociones de absorción y desplazamiento como
constitutivas del proceso hegemónico.
De este desarrollo intentado aquí, sobre la noción
de hegemonía gramsciana, se pueden desprender dos ideas. La primera, que el
concepto de grupo social, en este complejo dinámico, posee voluntad,
que desarrolla, orienta y disputa acciones políticas para constituirse en
sujeto hegemónico. No es una noción pasiva. La segunda, refiere a que el hecho
hegemónico, lejos de ser una estructura o un sistema, es sí un proceso, o más
precisamente un modo de construcción de subjetividades políticas, un método que
tiene lógicas y principios particulares, que si bien tienden a ser universales
más allá del contenido sustancial tanto político como subjetivo de los actores
en disputa, los mismos variarán necesariamente en función de la clase, el grupo
social o el partido que esté librando esa disputa, o intentando constituirse en
sujeto hegemónico.
Es así que la relación entre pueblo y proceso hegemónico es constitutivo de la política misma en Gramsci. Intentado una sistematización de lo hasta aquí expresado, se puede decir que pueblo será una alianza (dinámica y particular) de las clases subalternas, de los gobernados, que por medio de la acción política de grupos sociales particulares expresados en partidos, guerrean para convertirse en la dirección ética-política sobre “amigos, aliados y adversarios”, y poder ejercer la dominación sobre los “enemigos” (1984: 31). Tanto los grupos sociales, como los campos de la disputa hegemónica no serán absolutamente aleatorios, sino que la acción política que ejerzan estará en función de construcciones históricas-políticas determinadas en última instancia por las relaciones sociales de producción existentes en determinado tiempo y lugar. La potencia que abre el complejo analítico que vincula pueblo y hegemonía en Gramsci, permite afirmar “que sus reflexiones son aplicables para situaciones que no son típicamente occidentales” (Aricó, 2005: 116). Seguramente a ello, junto a una comprensión histórico-política donde la voluntad rompe con cualquier determinismo posible, se deba a que hoy pensar pueblo implica, casi necesariamente, visitar y comprender el mundo conceptual gramsciano.
Bibliografía
Aricó, José María (2005): La cola del
diablo. Itinerario de Gramsci en América Latina, Siglo XXI,
Avellaneda.
Fontana, Benedetto (1998): “El problema del sujeto
histórico: Hegemonía y Política en Gramsci” en Kanoussi, Dora (comp.) Los
estudios gramscianos hoy, Plaza y Valdez, México.
Gramsci, Antonio (2004): Antología,
Siglo XXI, Bs. As.
Gramsci, Antonio (1984): Notas sobre
Maquiavelo, sobre la política y sobre el Estado Moderno, Nueva Visión,
Bs. As.
Hobsbawm, Eric (1987): “Per capire le classi
subalterne”, en Rinascita/IlContemporaneo, nº 8, Italia.
Job, Sergio. (2012): El concepto
"Pueblo" en el sur de América durante el nacimiento de la
independencia . http://www.rebelion.org/noticia.php?id=155239 (30-08-2012).
Notas
[1] Este concepto refiere a la utilización
concreta que Gramsci realiza en el párrafo anterior que se intenta desarrollar,
y no se pretende realizar vinculación alguna con los teóricos de la subalternidad que
tanto impacto han tenido en los estudios decoloniales, los que sin
desconocerlos, no integran el andamiaje teórico de la presente investigación.
[2] Puede servir como ejemplo a tal fin el
texto titulado: “El consejo de fábrica” (Gramsci, 2004: 77)
[3] Entre un fragmento y otro media la
cárcel y la consolidación del régimen fascista. Este proceso obligará a Gramsci
a reflexionar sobre esa situación, e irá haciendo que la mirada del dirigente
comunista se centre cada vez con mayor especificidad en el momento
superestructural de la dominación. Si bien las condiciones
estructurales (estructura económica) italianas no habían variado tan
drásticamente, el mapa político había sido absolutamente reconfigurado con la
aparición del fascismo, logrando que incluso el proletariado perdiera la unidad
y combatividad que había demostrado en épocas inmediatamente anteriores. Si el
nudo problemático era a principios de siglo, cómo podía el proletariado
construir hegemonía, luego del encumbramiento del fascismo, la reflexión
gramsciana se desplazará desde la clase hacia los grupos
sociales o partidos –que “es la expresión y la parte
más avanzada” del grupo social, dirá Gramsci (1984: 31).
[4] Señala Gramsci que esa “expresión
partidaria” disímil, responde a una “división del trabajo político”, y agrega
“la verdad teórica, según la cual cada clase tiene un solo partido, está
demostrada en los cambios decisivos por el hecho de que los distintos
agrupamientos, que se presentaban cada uno como partidos “independientes”, se
reúnen y forman un bloque único” en los momentos de crisis (1984: 38).
Sergio Job es integrante del Colectivo de
Investigación “El Llano en llamas” y militante del Movimiento Lucha y Dignidad
en el Encuentro de Organizaciones de Córdoba.
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