En esa propuesta, y en el hecho de que en toda Italia ya se haya planteado la cuestión de los Consejos y se espere una solución por parte de las masas, L’Humanité ve un signo de la madurez política del proletariado italiano que, mientras la institución parlamentaria se va progresivamente descomponiendo, inicia los primeros experimentos para la creación de los órganos gracias a los cuales los trabajadores podrán asumir la dirección de la sociedad que la gestión burguesa ha llevado a la ruina, discute la extensión de sus atribuciones, y trata de determinar con exactitud su tarea y las relaciones con los organismos existentes.
Informando al público francés sobre el movimiento italiano, L’Humanité también tiene para nosotros
cordiales palabras de elogio. Nuestra revista y el tono elevado de las
discusiones que en ella se producen son puestos como ejemplo del alto grado de
desarrollo intelectual, de la buena educación política y social de los
trabajadores que la leen y la sostienen. Es cierto que nosotros no rehuimos
entrar, como dice el escrito de L’Humanité,
en cuestiones de carácter teórico, no rehuimos reclamar a nuestros lectores un
esfuerzo sostenido y prolongado de atención, y eso lo hacemos con plena
convicción de actuar honradamente y como buenos socialistas, dado que no,
verdaderamente, como periodistas prudentes y solícitos de popularidad y de
difusión.
Sí, es verdad, hemos publicado artículos “largos”, estudios
“difíciles”, y continuaremos haciéndolo, cada vez que eso sea exigido por la
importancia y la gravedad de los asuntos; esto está en la línea de nuestro
programa: no queremos esconder ninguna dificultad, creemos conveniente que la
clase trabajadora adquiera, desde ahora, conciencia de la extensión y de la
seriedad de las tareas que le incumbirán el día de mañana, creemos honrado
tratar a los trabajadores como hombres con los que se habla abierta,
crudamente, de las cosas que le conciernen. Desgraciadamente, los obreros y los
campesinos han sido considerados, durante mucho tiempo, como niños que tienen
necesidad de ser guiados por todas partes: en la fábrica y en el campo, por el
puño de hierro del patrón que le humilla la cerviz; en la vida política, por la
palabra pomposa y meliflua de los demagogos que los fascinan. En el campo de la
cultura, además, obreros y campesinos han sido y son considerados aún, por
muchos, como una masa de negros que se puede fácilmente contentar con
pacotilla, con perlas falsas y con los vidrios del fondo de los vasos,
reservando para los elegidos los diamantes y las otras mercancías de valor. No
hay nada más inhumano y antisocialista que esta concepción. Si hay en el mundo
algo que tenga un valor por sí, todos son dignos y capaces de gozar de él. No
hay ni dos verdades, ni dos diversos modos de discutir. No hay ningún motivo
por el cual un trabajador deba ser incapaz de llegar a deleitarse con un canto
de Leopardi más que con una guitarrota, supongamos, de Felice Cavalotti o de
algún otro poeta “popular”; con una sinfonía de Beethoven más que con una
canción de Piedigrotta. Y no hay ningún motivo por el cual, dirigiéndose a
obreros y campesinos, tratando los problemas que les conciernen tan de cerca,
como los de la organización de su comunidad, se deba usar un tono menor,
distinto de aquel que a tales problemas les conviene. ¿Queréis que quien ha
sido hasta ayer un esclavo se convierta en un hombre? Comenzad a tratarlo,
siempre, como un hombre, y ya se habrá dado el paso más grande hacia adelante.
Fuente: L'Ordine Nuovo
1919-1920, Turín, Giulio Einaudi, 1972, 469-470; ‘La formazione dell’uomo. Scritti di pedagogia’, ed. de Giovanni
Urbani, Roma, Riuniti, 1967, 123-124; y L’Ordine Nuovo (1919-1920), ed. de
Valentino Gerratana y Antonio A. Santucci, Turín, Giulio Einaudi, 1987]
Traducción del italiano por Salustiano Martín | L’Ordine Nuovo, I, 33, 10 enero 1920
Traducción del italiano por Salustiano Martín | L’Ordine Nuovo, I, 33, 10 enero 1920