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Antonio Gramsci ✆ Renzo Galeotti |
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ánimo para redactar apuntes teóricos sobre la prensa, el periodismo y los periodistas, objetos de la investigación que realizo.
Antonio Gramsci ejerció el periodismo en etapas importantes
de su corta pero intensa jornada. Desde 1910, cuando publicó el primer texto en
L’Unione Sarda, hasta ser detenido por el fascismo en 1926, escribió 1.700
artículos. Equivalen a más del doble de las páginas reunidas en los Cuadernos
de la cárcel, redactados entre 1929 y 1935. “En diez años de periodismo,
escribí líneas suficientes para llenar quince o veinte volúmenes de
cuatrocientas páginas”, resaltó en una carta a su cuñada Tatiana Schucht, redactada
en la Penitenciaria de Túri el 7 de septiembre de 1931. (1)
Fue a partir de 1915, en Turín, que Gramsci se dedicó
al periodismo, después de desistir del curso de Letras (aunque haya mantenido
la fascinación por los estudios literarios). Ya adepto del marxismo, colaboró
en los periódicos Il Grido del Popolo y Avanti!, vinculados al Partido
Socialista Italiano. En 1917, dirigió el único número de la revista La Cittá
Futura, que estimulaba debates sobre la actualidad nacional y el socialismo, y
en la cual divulgó textos de Gaetano Salvemini y Benedetto Croce, intelectuales
cuyas ideas, a su juicio, deberían ser más conocidas y discutidas. En 1919, al
lado de Palmiro Togliatti, Umberto Terracini y Angelo Tasca, Gramsci fundó el
semanario L’Ordine Nuovo (“Reseña semanal de cultura socialista”). Teniendo a
Gramsci como editor jefe, L’Ordine Nuovo circuló del 1º de mayo de 1919 al 24
de diciembre de 1920. El 1º de enero de 1921, el periódico pasó a ser diario,
bajo el lema “Decir la verdad es revolucionario”. Veinte días después, se
convirtió en el vocero del recién fundado Partido Comunista Italiano
(PCI). Gramsci fue su redactor jefe y articulista hasta 1924, cuando L’Ordine
Nuovo fue sustituido por L’Unità (“Diario de los obreros y de los campesinos”).
Sus artículos, suscritos o con iniciales, o con otras
indicaciones de autoría, aparecen en estas publicaciones, cuyo trazo
convergente era el compromiso con las luchas sociales y la renovación
político-partidaria y cultural. El espíritu que lo impulsaba al periodismo fue
resumido en carta a Tatiana Schucht, de 12 de octubre de 1931:
“Nunca fui periodista de profesión, que vende su pluma a quién pagar mejor y debe continuamente mentir, porque la mentira forma parte de sus calificaciones. Fui periodista absolutamente libre, siempre de una sola opinión, y nunca tuve que esconder mis profundas convicciones para agradar a los patrones. (2)
El periodista Gramsci no huyó de controversias partidarias y
teóricas; defendió posiciones éticas y políticas; y propuso estrategias,
alianzas y tácticas de acción para la lucha de clases. Él hizo del periodismo
el principal medio para el ejercicio de la crítica, asociada por él, en
artículo publicado en el Il Grido del
Popolo en 1916, a los espíritus insumisos que rechazan la alienación y el
conformismo y se guían por el compromiso con la libertad y la humanización de
la vida.
Gran parte de la producción periodística de Gramsci reflejan
su evolución intelectual y la actuación política en medio de
“dramáticos acontecimientos históricos (el primer conflicto mundial, la revolución y la eclosión de la primera etapa de la guerra fría contra Rusia soviética, el proceso de radicalización ideológica y política del movimiento obrero en Occidente, el despertar de los pueblos coloniales y las persistentes ambiciones imperialistas de las grandes potencias liberales, el advenimiento del fascismo), y radicaliza la crítica al liberalismo y profundiza, en todos los niveles, el pasaje al comunismo”. (3)
Gramsci trata de cuestiones políticas, asuntos culturales y
problemas filosóficos, algunos de los cuáles abordaría, de manera más
detallada, en los Cuadernos de la cárcel, aunque sin disponer de condiciones
adecuadas para estudiar. La variedad temática superó los límites de la política,
incluyendo acontecimientos de lo cotidiano, personalidades públicas, economía,
religión, pedagogía, artes, literatura, estética, prensa, moral, etc.
El estilo combativo de traducir el mundo en constante
ebullición, a partir de la ventana de contemplación de Turín, transformaría a
Gramsci, según su mejor biógrafo, Giuseppe Fiori, “en la revelación del nuevo periodismo socialista y, en los años de
guerra, prácticamente en su protagonista exclusivo”:
“En todos los escritos de Gramsci, desde los breves ensayos teóricos hasta las crónicas casi teatrales, se percibía un estilo nuevo: el paso del énfasis grandilocuente de un Rabezzana y de un Barberis al gusto por el movimiento; un lenguaje cuidado, a veces de una pureza neoclásica, tan lejana de la prosa insípida de los ‘viejos’; la coherencia, el hilo que unía todos los escritos y convertía las notas aparentemente alejadas entre sí en otras tantas ocasiones sucesivas para el desarrollo de una argumentación nunca interrumpida; y la originalidad y la concreción de las propuestas políticas, iluminadas siempre por el convencimiento de que la teoría que no se puede traducir en actos es una abstracción inútil y que las acciones que no se fundamentan en la teoría son impulsos estériles.” (4)
Los énfasis de su obra periodística pueden ser agrupados en
tres etapas (5). En la primera fase (1916-1918), él reprobó tendencias
reformistas y positivistas dentro del Partido Socialista Italiano, poniendo de
relieve la participación activa de los trabajadores en las luchas por el
socialismo, a partir de una formación política que favorezca el compromiso
consciente y ayude a la clase obrera a superar una visión
económico-corporativista. En la segunda etapa (1919-1920), Gramsci insistió que
no se debe reducir el proceso revolucionario a las dimensiones económicas y
políticas, ni a tentaciones insurreccionales que no correspondían, a su modo de
ver, al análisis de la realidad objetiva. Él destacó la necesidad de expandir
la dimensión cultural de la lucha de clases, a través de medios de difusión y
de acciones pedagógicas capaces de denunciar las estructuras excluyentes de la
sociedad capitalista, profundizar la conciencia de los trabajadores y exigir la
transformación radical de las relaciones sociales de producción. En la tercera
etapa (1921-1926), como dirigente del PCI, Gramsci evaluó los obstáculos
decurrentes del ascenso del fascismo. Se convenció de que las contradicciones
del capitalismo no llevarían inexorablemente al socialismo, lo que obligaba a
las fuerzas populares y socialistas a esbozar nuevas estrategias de lucha
considerando las complejidades de los países desarrollados. Destacó el enorme
peso del factor cultural en una sociedad civil más densa, poblada de
organizaciones complejas, en la cual inciden múltiples perspectivas
intelectuales, sin contar la muy problemática interferencia de los medios de
comunicación en la conformación de la opinión pública. (6)
En los textos pre-carcelarios, Gramsci criticó la
subordinación de los principales diarios al poder, así como las fórmulas
verticalizadas del control de la información y la opinión. El 26 de abril de
1922, fue contundente:
“Los periódicos del capitalismo habrían hecho vibrar todas las cuerdas de los sentimientos pequeño-burgueses; y son estos periódicos que aseguran a la existencia del capitalismo el consenso y la fuerza física de los pequeño-burgueses y de los imbéciles”. (7)
Para el filósofo italiano, los periódicos burgueses “presentan los hechos, aun los más simples,
de modo que favorezcan a la clase burguesa y la política burguesa en perjuicio
de la política y de la clase obrera”. Ejemplificó con la cobertura
tendenciosa de las huelgas: “Para la
prensa burguesa los trabajadores están equivocados. ¿Hay una manifestación? Los
manifestantes, simplemente porque son trabajadores, son siempre los revoltosos,
los intransigentes, los delincuentes.”.
Así, el convencimiento sobre los irremediables conflictos
ideológicos entre la clase trabajadora y la prensa burguesa justifica la
actitud política que Gramsci defendía ser la más consecuente: boicotear los
periódicos vinculados a las elites. Y justificó:
“Todo lo que se publica [en la prensa burguesa] es constantemente influenciado por una idea: servir a la clase dominante, lo que se traduce en un hecho: combatir la clase trabajadora. (...) No hablaremos de todos los temas que los periódicos burgueses o censuran, o tergiversan o falsifican para poder engañar, ilusionar, y mantener en la ignorancia al pueblo trabajador”. (8)
L’Ordine Nuovo representó
para Gramsci la experiencia más nítida de “unión entre pensamiento y acción”.
Entre 1919 y 1920 – el llamado “bienio rojo” en Italia, marcado por
manifestaciones obreras -, el periódico asumió decididamente la defensa de las
comisiones o consejos de fábricas, las células de autogestión proletaria
concebidas como instituciones semejantes a los soviets creados por la
Revolución Rusa de 1917. Las páginas de L’Ordine
Nuovo se sumaron a la movilización en torno a las comisiones de fábrica,
organizadas como núcleos de organización de la lucha obrera, dentro de una
estrategia compatible con las circunstancias de la sociedad italiana. El punto
de partida fue el artículo de Gramsci “Democracia obrera”, publicado en junio
de 1919, en el cual sostenía:
“La fábrica, con sus comisiones internas, los círculos socialistas, las comunidades campesinas son los centros de vida proletaria en que es preciso trabajar directamente. Las comisiones internas [de fábrica] son los órganos de la democracia obrera, fundamentales para liberar a los trabajadores de las limitaciones impuestas por los empresarios, y en las cuales se puede infundir y estimular la vida y nuevas energía. Hoy, las comisiones internas limitan el poder del capitalista en la fábrica y desempeñan funciones de arbitraje y disciplina. Desarrolladas y fortalecidas, deberán ser mañana los órganos del poder proletario que sustituirá el capitalista en todas sus funciones útiles de dirección y de administración".
El propósito de L’Ordine
Nuovo era llegar, sobre todo, a los estudiantes, intelectuales y obreros, a
las fábricas, organizaciones sindicales y movilizaciones públicas, con la
finalidad de difundir las reivindicaciones, fortalecer la organización de los
trabajadores y aumentar su conciencia sobre su propia condición social y las
funciones que desempeñan en el proceso productivo y en el conjunto de la
sociedad.
“A partir de ese momento, la idea de una nueva estructuración de poder que partiera de la célula de la comisión interna de la propia fábrica, y que fuera ampliada por las masas de obreros cada vez más conscientes de su propio rol, pasó a ser la meta de L'Ordine Nuovo. (...) La revista pasó a actuar, por lo tanto, en un campo muy diferente de aquel que era común a las otras revistas que ya tuvimos ocasión de mencionar. Actuó muy próxima a los obreros, mucho más que Critica Sociale, hasta entonces la revista del Partido socialista. Y los obreros italianos, por primera vez en la historia, encontraron en los socialistas de L'Ordine Nuovo la determinación de concretizar, de poner en práctica lo que hace tiempos se venía afirmando teóricamente.” (9)
Estimulados por la ola de protestas y rebeldía en Rusia,
Alemania, Hungría y la propia Italia, Gramsci y los articulistas de L’Ordine
Nuovo estaban convencidos que la revolución socialista era una posibilidad
concreta. Sus textos combatían los argumentos de la derecha en camino hacia el
fascismo (que acusaba a las comisiones de fábrica de llevar adelante “un
sindicalismo revolucionario, subversivo y fuera de la ley”) y debatían con
corrientes de izquierda que divergían de sus concepciones estratégicas y
métodos de acción. La batalla de las ideas en la trinchera periodística,
le infundió a Gramsci la certeza de que la publicación, de allí en adelante,
sería indispensable para la lucha revolucionaria. Inclusive después del
reflujo de los consejos de fábrica en 1920, cuando el periódico publicó
autocríticas sobre errores e ilusiones en torno al movimiento, como, por
ejemplo, la creencia de que podría expandirse, con el ímpetu inicial de Turín y
Piemonte, por todo el país, lo que finalmente no se verificó. En el balance de
la experiencia, Gramsci resaltó la sintonía moral, espiritual y política de L’Ordine
Nuovo con las causas populares:
“Los artículos de L’Ordine Nuovo no eran frías arquitecturas intelectuales, sin que brotaban de nuestra discusión con los mejores obreros, elaboraban sentimientos y pasiones reales de la clase obrera de Turín, que habían sido experimentados y provocados por nosotros. Y porque los artículos de L’Ordine Nuovo eran casi como ‘una toma de conciencia’ de eventos reales, momentos de un proceso de liberación y expresión de la clase obrera.” (10)
En cuanto a la L’Unità, lo calificó como “un periódico de izquierda, de la izquierda
obrera, que permaneció fiel al programa y a la táctica de la lucha de clase, un
periódico que publicará las actas y las discusiones del partido, pero también,
en la medida del posible, aquellas manifestaciones de los anarquistas, de los
republicanos, de los sindicalistas”. Y añadió: “Importa asegurar a nuestro partido (...) una tribuna legal que le
permita llegar, de modo continuo y sistemático, las amplias masas.”
El mismo año en que surgió L’Unità, Gramsci concibió una revista trimestral de estudios
marxistas y de cultura política, intitulada Crítica
Proletária, y lanzó una revista teórica quincenal, reeditando el título L’Ordine
Nuovo. La propuesta era difundir el ideario del PCI y “educar y esclarecer la
vanguardia obrera” – una vanguardia que necesitaría mostrarse capaz de
construir, en la larga lucha anticapitalista, el Estado de los consejos obreros
y campesinos, estableciendo las bases para la emergencia y la consolidación de
la sociedad socialista.
Inspirándose en las tesis de Karl Marx y Vladimir I. Lenin
sobre la prensa comunista como instrumento de agitación, propaganda,
esclarecimiento, educación y formación de la conciencia, Gramsci analizó el
vínculo orgánico entre prensa y activismo político. En primer lugar, el
periódico debería realzar cuestiones relativas a la clase obrera italiana
y mundial, el papel histórico del Partido Comunista en la conducción
revolucionaria y las relaciones del partido con los sindicatos. En segundo
lugar, el diario sólo cumpliría sus propósitos si consiguiera
“infundir en las masas obreras que un periódico comunista es carne y sangre de la clase obrera, y no puede vivir, luchar y desarrollarse sin el apoyo de la vanguardia revolucionaria, o sea, de aquella parte de la población obrera que no se amilanaba ante ningún fracaso, que no se desmoraliza de cara a ninguna traición, que no pierde la confianza en sí y en los destinos de su clase, aunque todo parezca sumergirse en el caos más negro y cruel”. (11)
Siendo así, Gramsci clasificaba
al periódico partidario como intérprete y medio de difusión de las
reivindicaciones populares, atribuyéndole la tarea de concientizar a las masas
sobre la exigencia insuperable de derrotar el capitalismo, que promueve
la explotación del hombre por el hombre.
En los Cuadernos de la cárcel, Gramsci retoma los análisis
sobre la prensa, acentuando que la función de los periódicos trasciende la
esfera político-ideológica e incluye las determinaciones económicas y
financieras de las empresas periodísticas, que buscan atraer el mayor número
posible de lectores, ampliando su rentabilidad e influencia. Enfatiza que
la prensa burguesa se mueve en dirección a lo que pueda agradar al gusto
popular (y no al gusto culto o refinado), con el propósito de conquistar “una
clientela continuada y permanente”. (12) Y añade que, por más que las
directrices editoriales tengan su propia lógica de definición y aplicación, es
el factor ideológico el que estimula y favorece las identificaciones
entre los lectores y los periódicos. Los componentes socioeconómicos e
ideológicos están en la base de lo que el filósofo italiano denomina de
“periodismo integral”, es decir,
“el periodismo que no solamente quiere satisfacer todas las necesidades (de una cierta categoría) de su público, sino que pretende también crear y desarrollar estas necesidades y, consecuentemente, en cierto sentido, generar su público y aumentar progresivamente su área [de influencia]”. (13)
Al detenerse sobre la prensa italiana de las primeras
décadas del siglo XX, Gramsci afirma que es “la parte más dinámica” de la
superestructura ideológica, caracterizándola como “la organización material empeñada en mantener, defender y desarrollar
el ‘frente’ teórico o ideológico” (14), o sea, un soporte ideológico del
bloque hegemónico. En la visión gramsciana, en tanto aparatos privados de
hegemonía (organismos relativamente autónomos con respecto al Estado en sentido
estricto), la prensa elabora, divulga y unifica concepciones del mundo. O sea,
cumple la función de difundir contenidos que ofrezcan orientaciones generales
para la comprensión de los hechos sociales, a partir de ópticas sintonizadas
con determinada agrupación social más o menos homogénea y preponderante.
En esa perspectiva, Gramsci situó a los periódicos como
verdaderos partidos políticos, en la medida en que interfieren, con énfasis
específicos, en los modos de selección e interpretación de los acontecimientos:
“Periódicos italianos mejor editados que los franceses: ellos cumplen dos funciones – de información y dirección política general; de influencia cultural, literaria, artística, científica (...). En Francia, (...) tienen una apariencia de imparcialidad (Action Française – Temps – Débats). En Italia, por la falta de partidos organizados y centralizados, no se puede prescindir de los periódicos: son los periódicos los que constituyen los verdaderos partidos”. (15)
Antes y durante los injustos, sombríos y extremadamente
penosos años de cárcel, Antonio Gramsci demostró tener una exacta noción sobre
el papel clave de la prensa como aparato privado de hegemonía bajo la
influencia de clases, instituciones y elites dominantes. Los medios de
comunicación buscan intervenir en los planos ideológico-cultural y político con
el objetivo de diseminar informaciones e ideas que contribuyen a la formación y
consolidación del consenso en torno a determinadas concepciones de mundo. La
mayoría de ellos actúa para fortalecer lo que José Paulo Netto definió como “el orden social comandado por el capital”.
(16)
Notas
(1) Consultar la introducción de Carlos Nelson Coutinho en
el volumen 1 (1910-1920) de los Escritos políticos, de Antonio Gramsci. Río de
Janeiro: Civilização Brasileira, 2004 .
(2) Antonio Gramsci. Cartas do cárcere (vol. 2: 1931-1937).
Org. de Luiz Sérgio Henriques. Río de Janeiro: Civilização Brasileira, 2005, p.
103.
(3) Domenico Losurdo, “Os primórdios de Gramsci: entre
o Risorgimento e a I Guerra Mundial”, Cadernos Cedes, Campinas, vol. 26, nº 70,
septiembre-diciembre de 2006, p. 17.
(4) Giuseppe Fiori. Vida de Antonio Gramsci. Buenos Aires:
Peón Negro, 2009, p. 132.
(5) Thiago Chagas Oliveira y Sandra Cordeiro Felismino.
“Formação política e consciência de classe no jovem Gramsci (1916-1920)”.
Anales del VI Seminario del Trabajo: Trabajo, Economía y Educación el Siglo
XXI, Unesp, Marília, 2008, p. 1-5. (6) Daniel Campione. Para leer a Gramsci.
Buenos Aires: Ediciones del Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini,
2007, p. 20.
(7) Antonio Gramsci. Escritos políticos (vol. 2: 1921-1926).
Org. de Carlos Nelson Coutinho. Río de Janeiro: Civilização Brasileira, 2004,
p. 116-117.
(8) Antonio Gramsci,. “Los periódicos y los obreros”.
Marxists Internet Archive, disponible en http://marxists.org.
(9) Maria Teresa Arrigoni, “Gramsci: universidade,
jornalismo e política”, Perspectiva, Florianópolis, vol. 5, nº 10, enero-junio
de 1988, p. 74-75 .
(10) Antonio Gramsci. Escritos políticos (vol. 1:
1910-1920). Org. de Carlos Nelson Coutinho. Río de Janeiro: Civilização
Brasileira, 2004, p. 404.
(11) Antonio Gramsci. Escritos políticos, ob. cit.,
vol. 1, p. 431-432.
(12) Antonio Gramsci. Cadernos do cárcere, (vol. 2: Os
intelectuais. O princípio educativo. Jornalismo). Org. de Carlos Nelson Coutinho,
Marco Aurélio Nogueira y Luiz Sérgio Henriques. Río de Janeiro: Civilização
Brasileira, 2000, vol. 2, p. 218.
(13) Antonio Gramsci. Cadernos do cárcere, ob. cit., vol. 2,
p. 197.
(14) Antonio Gramsci. Cadernos do cárcere, ob. cit., vol 2,
p. 78.
(15) Antonio Gramsci. Cadernos do cárcere, ob. cit., vol. 2,
p. 218 .
(16) José Paulo Netto. O leitor de Marx. Río de Janeiro:
Civilização Brasileira, 2012, p. 7.
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Dênis de Moraes |
Dênis de Moraes es doctor en
Comunicación y Cultura por la Universidad Federal de Río de Janeiro, profesor
del Departamento de Estudios Culturales y Medios de la Universidad Federal
Fluminense e investigador del Consejo Nacional de Desarrollo Científico y
Tecnológico y de la Fundación Carlos Chagas Filho de Fomento a la Investigación
del Estado de Río de Janeiro, en Brasil. Autor de La cruzada de los medios en
América Latina: gobiernos progresistas y políticas de comunicación (Paidós,
2011), Mutaciones de lo visible: comunicación y procesos culturales en la era
digital (Paidós, 2010), Sociedad mediatizada (Gedisa, 2007), Cultura mediática
y poder mundial (Norma, 2006) y Por otra comunicación (Icaria/Intermón, 2005).
Próximamente publicará, en asociación con Ignacio Ramonet y Pascual Serrano, Medios,
poder y contrapoder, por la Editorial Biblos, de Buenos Aires, Argentina.
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http://alainet.org/ |