- “El Estado es ethos + nomos –ley-, o como explica Gramsci, para que se le entienda desde la ideología liberal, el estado es sociedad política + sociedad civil.”
- “… no resulta posible sostener una constitución estatal que no es orgánica con el modo de vida protagonizado por el sujeto social.”

deliberación consigo misma a partir de su experiencia, o, en el largo periodo histórico en el que vivimos, el de las luchas de clase, de la escisión de la comunidad en clases o grupos enfrentados que deliberan en oposición a partir de su experiencia particular. La Filosofía de la Práctica, no es una filosofía que considere tener un papel primordial, ontológicamente prioritario, elaborado desde fuera o al margen de la comunidad social y su experiencia histórica, a la hora de elaborar el proyecto político nuevo de la sociedad. No es una filosofía de la ciencia que a partir de un saber intelectual fuerte, y minoritario por especializado, trate de elaborar, mediante investigación sobre la sociedad entendida como objeto, y mediante la prognosis o la proyección a contrario, los objetivos políticos a proponer al resto de la sociedad. No es tampoco un saber doctrinal filosófico a priori. Para la Filosofía de la Práctica, la prioridad está en la praxis creadora, autodirigida, de los individuos en comunidad. Los creadores del ethos cultural de vida, o lo que es lo mismo, los fundadores del Estado, son los trabajadores, las productoras y productores, los cuidadores y cuidadoras que a partir de su praxis culturalmente organizada, desde la vida cotidiana, capilarmente, alumbran vida, perpetúan y reproducen la vida humana, radicalmente social, al reproducir y perpetuar las condiciones materiales de las que depende. Gramsci afirma que un padre de familia puede ser Estado –puede ser considerado “funcionario”- si en su ámbito de decisión inspira un ethos de vida determinado. Y que un padre de familia es legislador (cuadernos 3 y 14, respectivamente). Y reflexionando sobre la Revolución francesa, Gramsci explica cómo el programa de la revolución, asumido por los jacobinos, no surgió de la mente de la minoría dirigente, sino que surgió “dramáticamente” de la propia praxis revolucionaria de masas, y de la experiencia, expectativas y necesidades nuevas surgidas del propio proceso de lucha colectivo emprendido por la comunidad popular organizada: historicidad. “Historicidad” implica saber reconocer que no se puede conocer cual va a ser el futuro, porque no se pueden conocer las capacidades y proyectos nuevos que emergen de la praxis organizada del nuevo sujeto en ciernes. Es la prioridad ontológica de la razón práctica concreta sobre la razón teórica. Tanto para hace 800 mil años como para ahora.
La Filosofía de la Praxis, por tanto, no tiene un papel de
dirección intelectual y de programa. Su tarea es hacer la parénesis argumentada
que incite a la organización capilar y al protagonismo en comunidad de la
praxis de cada individuo. Una vez va surgiendo la praxis organizada desde la
nueva razón práctica, la nueva comunidad de cultura y de vida en ciernes, la
tarea de la Filosofía de la Praxis consiste en ser una reflexión segunda sobre
la misma, un esfuerzo por mejorar la autoconsciencia de todo individuo
organizado, elaborando sobre la experiencia de la nueva consciencia que emerge
de la praxis organizada, para ayudar al acuerdo general, para favorecer la
insustituible, creadora, comunicación y deliberación entre los miembros
organizados en la nueva comunidad material de vida en ciernes. Comunidad
material, cuya existencia real previa, aunque sea en proceso, es la única
condición que garantiza el poder deliberar y comunicarse, y que es la
verdadera, única volonté générale. Porque no existe comunidad de
comunicación posible allí donde la comunidad material no existe.
La Filosofía de la Práctica es, en resumen, un
filosofar praxeológico interno al movimiento organizado, que crea el nuevo
ethos. Una Filosofía de la Práctica, en el que “de la práctica”, según
expresión feliz de un clásico nuestro, es genitivo subjetivo. Frente al
dualismo sujeto objeto, este filosofar es axiológicamente monista en
consecuencia.
La ciencia, en este filosofar tiene un papel subordinado: no
es la fuente de inspiración creadora del nuevo proyecto social –ingeniería
social en manos de una élite o aristocracia intelectual vanguardista, académica
o política, profesional -. La ciencia social, la historiografía, la economía,
la antropología, etc, tiene como misión fundamental la crítica, en primer
lugar, y tal como ya Marx lo había expresado. “Crítica”, para seguir con Marx,
como “crítica de la economía política” –antes, como crítica de la filosofía o
“crítica de la crítica crítica”, etc- o sea, de una escuela teórica de economía
en la que se basaba una ideología de clase que se propagaba, y para mostrar que
es falso que este mundo sea natural o inmodificable, o el mejor. Crítica
también de la sociedad existente y de su funcionamiento no evidente, para
mostrar cómo nuestros problemas son consecuencia de la misma, del orden
singular concreto impuesto que la domina, que puede afectar de forma distinta a
losdiversos sectores de subalternos. Su misión es ilustrar al Soberano, es
decir, entregar argumentos a cada miembro del potencial nuevo soberano, ayudar
a su autocomprensión, animar a la praxis activa, para que actúe creativamente y
protagonice su praxis colectiva. No sustituir.
Otra noción importante, caudal, del pensamiento de Gramsci,
que se concluye, por otro lado, de las premisas iniciales resumidas al comienzo
de este texto –monismo o rechazo de separación sujeto objeto; plasticidad
antropológica, comunitarismo, y su consiguiente dependencia de la antropología
del individuo de su cultura comunitaria, historicidad-, es su teoría del
Estado, o Estado como eticidad, sin la cual no se entiende el hondo calado de
otro par conceptual fundamental en el pensamiento de Gramsci:
Hegemonía/Bloque social. Gramsci recibe a través de Hegel la noción clásica de
“Estado” –lo explicita, por ejemplo, en el Cuaderno 6 & 24, y en multitud
de pasos-, la que podemos encontrar en Aristóteles. La polis, el Estado, es un
producto de la comunidad activa. No así para el liberalismo que es el
pensamiento que informa a la totalidad de las fuerzas políticas activas hoy
día, incluidas las de izquierda. Para el liberalismo, el Estado en su
materialidad u objetivación, esto es, el Estado como resultado o efecto de unas
prácticas, está formado por las políticas ejecutadas: inversiones en
infraestructuras, en sanidad, en enseñanza, en pensiones, en investigación,
etc.. Por otro lado, para el liberalismo, el Estado como agente subjetivo o
impulsor de esas prácticas está constituido por los funcionarios, los
legisladores y políticos que actúan como elaboradores de las leyes que ordenan
esos objetivos, proveen sus recursos, gestionan la ejecución de esas órdenes y
ejecutan esas órdenes; en conjunto, son los funcionarios, los magistrados y los
políticos electos, los ejecutores y sostenedores de esos procesos. Para Gramsci
y la tradición mediterránea, sin embargo, el Estado en su materialidad u
objetivación, esto es, el Estado como resultado o producto objetivado por unas
prácticas activas es la cultura material de vida en que vivimos, que aprendemos
para hominizarnos, y que nos permite reproducir la vida cotidiana en todos su
aspectos incluido el metabolismo con la naturaleza: el ethos. Para esta
tradición, por otro lado, el Estado, -la polis-, como agente subjetivo o
impulsor de esas prácticas, está constituido por la comunidad entera de seres
humanos que producen y reproducen capilarmente, desde su vida cotidiana, esa
cultura material; es la ciudadanía entera, todo individuo activo;
incluidos los padres de familia, a los que se refiere Gramsci para poner un
ejemplo de estadista, alejado del tópico liberal del estadista político
profesional y su saberes técnicos. Orgánica con esa cultura se desarrolla la
actividad política de deliberación y legislación, hoy escindida del ethos
cultural y de la deliberación de la comunidad por imperativo del liberalismo,
que, además lucha por imponer la expropiación de estos ámbitos para entregarlos
a la empresa privada capitalista.
La cultura material de vida, como producto humano depende
para su elaboración y para la práctica en la vida cotidiana, de un conjunto de
saberes que poseemos entre todos, aunque divido en partes –división
técnica del trabajo-. Ethos, eticidad es el nombre que se da a la cultura
material de vida, en sentido antropológico del término, cuando se la piensa
desde los saberes productivos de la misma, poseídos y protagonizados por cada
miembro de la comunidad.
La reflexión sobre el Estado como ethos posee gran
importancia para hacernos conscientes precisamente del protagonismo que tenemos
sobre esos saberes, y sobre la cultura que nosotros mismos creamos u
objetivamos al ponerlos en práctica; y para tomar consciencia de las
posibilidades de crear en común otros ethos/estados alternativos. El Estado es
ethos + nomos –ley-, o como explica Gramsci, para que se le entienda desde la
ideología liberal, el estado es sociedad política + sociedad civil.
La Hegemonía consiste precisamente en la praxis cuyo fin es
sostener un ethos cultural determinado, que posibilita un vivir ordenado por un
proyecto político, y que consolida así un sujeto comunitario de vida; o
desarrollar un nuevo ethos, que va definiendo a un nuevo Sujeto Colectivo o
Bloque social: un Estado u orden nuevo en ciernes. Ethos, cultura material de
vida nueva que, cuando se desarrolla suficientemente, exige la creación de un
nuevo conjunto de leyes escritas o nomos. –del estado como ethos o sociedad
civil, al estado como sociedad civil más sociedad política. La Hegemonía, que
se elabora y crea en la Sociedad Civil y consiste en el esfuerzo por ir creando
capilarmente otro proyecto común de cultura y vida cotidiana, cuando ha
conseguido que la misma esté ordenada según una nueva cultura de vida y sus
inherentes aspiraciones y necesidades, acarrea como consecuencia que el aparato
político antiguo caiga y dé paso a uno nuevo, organizativamente distinto al
anterior por ser funcional a la nueva cultura de vida. Esta noción gramsciana
parte de la idea de que no resulta posible sostener una constitución estatal
que no es orgánica con el modo de vida protagonizado por el sujeto social. La
idea procede de la tradición a la que se adscribe Gramsci, -también Marx-.
Hegel recalca en sus Principios de Filosofía del Derecho que la
verdadera Constitución de un estado es sus costumbres y usos de vida
materiales; y que cuando una constitución ley escrita choca con ellos, ésta
salta por los aires; pone como ejemplo la Constitución española de Bayona, de
José Bonaparte. En La Fenomenología del Espíritu escribe páginas
avisando del peligro de destrucción que amenaza a la polis cuando la ley de la
costumbre y la familia se enfrenta con la ley política; el texto se escribe al
hilo de la tragedia griega Antígona . Por su parte, en el origen
intelectual de la tradición, Aristóteles nos dice que las leyes –nomoi- deben
establecerse de acuerdo con el régimen –politeían- ( Política 1282b)
; o sea, se concluye que las leyes no son el régimen y que el orden de la polis
o politeían es previo. Pero para la concepción al uso, la liberal, por el
contrario, las leyes son el régimen. Sirva esto para dar mayor claridad y
establecer la filiación de la fecundísima noción de Estado que inspira a
Gramsci
Creo que estos dos aspectos nodales del pensamiento político
de Gramsci muestran que su filosofar praxeológico es la gran alternativa al
pensamiento político hoy imperante, esto es, al pensamiento político liberal
positivista, utilitarista, ingenieril, vanguardista o de elite especializada,
que es el generalizado. Frente al liberalismo, que es la actual Bestia
Triunfante, pero que, paradójicamente, en este momento de dominio social férreo
y de universalización a todas las fuerzas políticas, muestra a las claras su
fracaso para resolver los problemas sociales humanos, posee el poder pero
fracasa como consenso ideológico, encontramos la colosal aportación de Antonio
Gramsci. Por eso Gramsci es un pensador para este tiempo, es el comunismo para
el presente.
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