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Antonio Gramsci ✆ Marco Tonus |
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Waldo Ansaldi |
Este interés por la historia que Gramsci percibe en el pequeño Delio es también autopercepción y expresión de cuánto él mismo busca en ella. Incidentalmente, un historiador profesional no puede dejar de apreciar la fuerte coincidencia con la afirmación de Lucien Febvre, para quien la historia es el estudio de los hombres en sociedad. Pero no es del caso ocuparse de ella aquí. Sí, plantear cómo y por qué Gramsci se interesa por la historia y, sobre todo, qué, cuánto y cómo puede utilizarse de su utillaje para un mejor análisis de la historia
de las sociedades latinoamericanas.
La reflexión del gran sardo se inscribe, en este punto, en
un doble debate: contra el fatalismo economicista de Karl Kautsky y de Nikolai
Bujarin y contra el idealismo de Benedetto Croce y de Georges Sorel. En tal
contienda ideológica, Gramsci plantea la relación dialéctica entre pasado y
presente –un tema familiar para quienes conocen a Marc Bloch, Fernand Braudel,
Edward Carr, entre otros grandes historiadores– y se ubica en un plano
inequívoco: "La historia me interesa por razones 'políticas', no objetivas"
(QC, III: 1723), es decir, como medio de conocimiento del presente que hay que
transformar. En esta línea, "Si escribir historia significa hacer historia
del presente, un gran libro de historia es aquel que en el presente ayuda a las
fuerzas en desarrollo a ser más conscientes de sí mismas y, por tanto, más
concretamente activas" (QC, III: 1983–1984).
Más aún: "Si el
político es un historiador (no sólo en el sentido de que hace historia, sino en
el sentido de que operando en el presente interpretael pasado), el historiador
es un político y, en este sentido (...) la historia es siempre historia
contemporánea, es decir,política" (QC,II: 1242). Esta, la política, a su vez, es entendida como
"historia en acto" (PP,
67).
Ahora bien: la recurrencia a la historia no significa que
ésta sea la única explicación de una sociedad. Para Gramsci, una sociedad se
estudia articulando tres elementos constitutivos: la economía, la política y la
filosofía. Cada uno deellos da cuenta de un fenómeno central: la economía, del
valor; la política, de la "relación entre el Estado y la sociedad
civil"; la filosofía, de la praxis, "o sea, de la relación entre la
voluntad humana (superestructura) y la estructura económica" (MH, 97; CC,
3: 158). Por otra parte, "debe
haber, en los principios teóricos, convertibilidad de la una a la otra,
traducción recíproca al propio lenguaje específico de cada elemento
constitutivo: uno se halla implícito en el otro, y todos juntos forman un
círculo homogéneo" (MH, 97; CC, 2: 184–185 y 4: 337).
Luciano Gallino ha señalado que esta concepción ternaria
suele convertirse en cuaternaria cuando Gramsci añade como "elemento
constitutivo" a la historia, aunque, en rigor, para éste la historia real
es "el sujeto primero de las
ciencias sociales: la sociedad nunca es estudiada como sujeto genérico, sino
como producto formado históricamente" (Gallino, 1972: 10). Más aún:
para Gramsci, la ciencia unitaria de los fenómenos sociales es la ciencia de la
política, la que engloba a las otras ciencias sociales. Es que, para él, la
política no se reduce al ámbito del Estado y de los partidos, sino que debe ser
objeto de análisis en todos los niveles; como dice Eric Hobsbawm, Gramsci
propone que el "análisis sociológico debe ser reformulado como política,
vale decir, en los términos de acción para cambiar el mundo y no únicamente
para interpretarlo. De esto se deriva que la política no es sólo instrumental.
No es simplemente un medio para alcanzar un fin distinto de ella"
(Hobsbawm, 1978: 22). O, si se prefiere, según el propio Gramsci: "Todo es
política, incluso la filosofía o las filosofías, y la única 'filosofía' es la
historia en acción, es decir, la vida misma" (MH, 91; CC, 3: 173–174).
Pero "la vida no se desarrolla
homogéneamente; se desarrolla en cambio por avances parciales, de punta; se
desarrolla, por así decirlo, por crecimiento 'piramidal'" (PP, 175).
El conjunto de las relaciones sociales es contradictorio y, por ello, también
loes la conciencia de los hombres. Encontramos esta contradicción "en todo el cuerpo social, con la existencia
de conciencias históricas de grupo (con la existencia de estratificaciones
correspondientes a diversas fases del desarrollo histórico de la civilización y
con antítesis en los grupos que corresponden a un mismo nivel histórico) y se
manifiesta en cada uno de los individuos como reflejo de tal disgregación
'vertical y horizontal'" (PP, 201).
Gramsci percibe claramente la complejidad del proceso
histórico y previene contra las lecturas fáciles, mecanicistas. "La
pretensión (presentada como postulado esencial del materialismo histórico) de
presentar y exponer cada fluctuación de la política y de la ideología como una
expresión inmediata de la estructura, debe ser combatida teóricamente como un
infantilismo primitivo, y prácticamente con el testimonio auténtico de Marx,
escritor de obras políticas e históricas concretas" (MH, 101; CC, 3: 161).
Previene también contra la tendencia a falsear la realidad para adecuarla a la
teoría previa del analista, cuando protesta contra esa "concepción
histórico–política escolástica y académica, para la cual es real y digno sólo
aquel movimiento que es consciente al ciento por ciento y que más bien es
determinado por un plano minuciosamente trazado con anticipación o que
corresponde (lo que es lo mismo) a la teoría abstracta. Pero la realidad es
rica en las combinaciones más raras y es el teórico quien debe, en esta rareza,
encontrar la prueba de su teoría, 'traducir'
en lenguaje teórico los elementos de la vida histórica y no,
viceversa, presentarse la realidad según el esquema abstracto" (PP, 58–59;
CC, 2: 54–55).
El interés de Gramsci por la historia no es un interés
académico, ni tampoco un recurso para alivianar la dureza de la vida cotidiana
en las cárceles fascistas. Se ocupa de ella porque le interesa el (su)
presente, signado por la derrota del movimiento obrero y del proyecto
revolucionario socialista, y el futuro. O, para decirlo como Roberto Cessi,
porque "la historia es verificación del pasado, actuación del presente y previsión
del futuro" (Cessi, 1965: 81). De allí la central atención que Gramsci
pone en la historiade Italia, en especial en el período clave de formación del
Estado unitario o nacional (il Risorgimento). Para dar respuestas a las
preguntas que le plantea ese proceso histórico, Gramsci se ve en la necesidad
de elaborar nuevos conceptos y nuevas categorías, pues en la tradición teórica
a la que pertenecen unos y otras son escasos y/o insuficientes en el terreno
del análisis político. Hobsbawm tiene razón cuando afirma que Gramsci es el
iniciador de una teoría marxista de la política. Pero quizás pueda decirse,
mejor aún, que él abre el camino para elaborar una ciencia histórica de la
política. En este sentido, el utillaje teórico–metodológico gramsciano es
factible de ser utilizado en el campo científico–social, independientemente de
las orientaciones y propuestas políticas del propio Gramsci.
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