
los que se piensa que contribuyen directamente a la "fortuna" inmediata o mediata (de primer grado) de la novela, el poema o el drama. Un gramático puede interesarse por un drama de Pirandello porque quiere saber cuántos elementos lexicográficos, morfológicos o sintácticos de origen siciliano introduce o puede introducir Pirandello en la lengua literaria italiana: ése es un elemento "interesante" que no contribuirá mucho a la difusión del drama en cuestión. Los "metri barbari" de Carducci eran un elemento "interesante" para un círculo más amplio: la corporación de los literatos de profesión y de los que deseaban llegar a serlo: por eso fueron un elemento de "fortuna" inmediata ya notable, contribuyeron a difundir unos cuantos miles de ejemplares de versos escritos en metros bárbaros. Estos elementos "interesantes" varían según las épocas, los ambientes culturales y las idiosincrasias personales.
El elemento más estable de "interés" es sin duda
el interés "moral" positivo y negativo, es decir, por adhesión o
contradicción; es "estable" en cierto sentido, que es el de la
"categoría moral", no del contenido moral concreto; íntimamente
relacionado con ése está el elemento "técnico" en cierto particular
sentido, "técnico" como manera de dar a entender, del modo más
inmediato y dramático, el contenido moral de la novela, del poema, del drama;
así tenemos en el drama los "golpes" de escena, la "intriga"
en la novela, etc. Esos elementos no son necesariamente "artísticos",
pero tampoco antiartísticos. Desde el punto de vista del arte son en cierto
sentido "indiferentes", o sea, extraartísticos: están dados por la
historia de la cultura, y desde este punto de vista hay que valorarlos.
La literatura llamada comercial, sección de la literatura
nacional-popular, prueba que así son las cosas: el carácter
"comercial" se debe al hecho de que el elemento
"interesante" no es "ingenuo", "espontáneo", ni está
íntimamente fundido con la concepción artística, sino que está buscado
externamente, mecánicamente, dosificado industrialmente como elemento infalible
de "fortuna" inmediata. Pero eso significa en cualquier caso que
tampoco hay que olvidar la literatura comercial en la historia de la cultura;
por el contrario, esa literatura tiene un grandísimo peso desde este punto de
vista, porque el éxito de un libro de literatura comercial indica (y a menudo
es el único indicador existente) cuál es la "filosofía de la época",
o sea, cuál es la masa de sentimientos y de concepciones del mundo que
predomina en la muchedumbre "silenciosa". Esta literatura es un
"estupefaciente" popular, un "opio". Desde este punto de
vista podría analizarse El conde de Montecristo, de Alejandro Dumas, la novela
acaso más "opiácea" de todas las novelas populares: ¿qué hombre del
pueblo no cree haber sufrido una injusticia por parte de los poderosos y no
fantasea acerca del "castigo" que hay que infligirles? Edmundo Dantès
les ofrece el modelo, los "embriaga" de exaltación, sustituye el
credo de una justicia trascendente en la cual ya no creen de un modo
"sistemático". (Cuaderno IX; L.V.N. 85-87.)