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Antonio Gramsci ✆ Renzo Galeotti |
Blas Brítez | El
16 de mayo de 1925, Antonio Gramsci ocupaba un escaño en el Parlamento
Italiano. Desde que había fracasado el intento de conformar un
"antiparlamento", luego del asesinato del socialdemócrata Mateotti a
mano de los fascistas, el PCI volvió al Congreso para utilizarlo como foro de
propaganda. En ese contexto, el fascismo había presentado un proyecto de ley
que pretendía prohibir las sociedades secretas (la masonería, específicamente,
según ellos), con la particularidad de que dicha ley 'perseguía', en
realidad, prohibir las organizaciones no secretas y eminentemente sociales,
entre ellas el Partido Comunista de Italia. En un momento dado de la candente
discusión en el foro parlamentario, Gramsci tomó la palabra y dijo:
-En realidad, el aparato policíaco del
Estado está ya tratando al Partido Comunista como una organización secreta.
Y Benito Mussolini, su rival en la discusión, quien tiempo después lo
mandaría apresar para que nunca más supiera lo que es la vida fuera de una
cárcel, le respondió, ofendido, con el cinismo típico del fascismo:
-¡No es verdad!
Gramsci insistió, inmediatamente, denunciando algo parecido a lo que hoy se
denuncia en Paraguay: la aprobación parlamentaria de la ley de Defensa Nacional
y Seguridad Interna de Horacio Cartes, que persigue en el fondo a las
organizaciones sociales y políticas de izquierda:
-Se detiene sin imputación especifica
alguna a todo el que se encuentra en una reunión de tres personas, por el mero
hecho de ser comunista, y se le mete en la cárcel.
Y allí saltó Mussolini a decir lo que él creía que zanjaba definitivamente
la discusión, con un tono casi generoso, con la magnanimidad terrorífica del
fascismo:
-Pero se les libera pronto. ¿Cuántos hay
en la cárcel? No los pescamos más que para conocerlos.