- El artista Thomas Hirschhorn resucita al revolucionario italiano con una instalación en Nueva York
Andrea Aguilar | Las
Forest Houses ocupan 15 edificios de 14 pisos de altura con más de 1300
apartamentos destinados a vivienda social, en un área de cerca de 7 kilómetros
cuadrados en el corazón del Bronx. El complejo fue levantado a mediados de los
cincuenta, dos décadas después de que el pensador italiano Antonio Gramsci,
encarcelado desde 1926, muriese a los 46 años en Roma. El artista suizo Thomas
Hirschhorn se propuso conectar estos dos dispares puntos y decidió plantar un
monumento en honor al pensador marxista entre estas casas del Bronx.
Ayudado por un grupo de vecinos planeó y levantó una
precaria estructura de madera con pasarelas, terrazas y varias habitaciones en
uno de los parques que comunican las Forest Houses. Una pancarta de tela clama
contra la indiferencia y apenas unos metros más allá un grupo de
jóvenes ignora el monumento sentados en unos bancos una tarde de finales de julio. Quizá las ideas revolucionarias de un italiano no son el plan veraniego más atractivo.
jóvenes ignora el monumento sentados en unos bancos una tarde de finales de julio. Quizá las ideas revolucionarias de un italiano no son el plan veraniego más atractivo.
En el monumento suena jazz, y un cartel rojo a la entrada de
esta peculiar residencia veraniega de Gramsci anuncia que la conferencia de esa
tarde estará dedicada a Wittgenstein. Charlas sobre filosofía al aire libre, un
bar-restaurante, una sala de ordenadores, una biblioteca, una emisora de radio
o un periódico son algunas de las actividades que desde el 1 de julio y hasta
el 15 de septiembre han dado vida a esta pieza-centro comunitario de
Hirschhorn, la última de una serie con la que este artista suizo ha llevado
barrios humildes de Ámsterdam, Avignon y Kassel monumentos dedicados a Spinoza,
Deleuze y Bataille.
En el Bronx una pequeña exposición en uno de los habitáculos
del monumento presenta objetos pertenecientes a Gramsci como sus pantuflas, los
cubiertos de madera que usó en prisión o su peine, prestados para la ocasión
por la Casa Museo Gramsci y la fundación dedicada al filósofo. El proyecto ha sido
una iniciativa de la fundación DIA de Nueva York, y a juzgar por la respuesta
del público la sala de ordenadores es la parte más concurrida y popular de la
pieza, donde los niños ajenos a las cartas que Gramsci escribió desde prisión
juegan. “Todo ser humano es un intelectual”, reza otro de los carteles, citando
al propio Gramsci en su monumento. Saquen Scott, un joven adolescente
afromericano hoy está encargado del periódico donde a diario recogen textos de
artistas, hacen breves perfiles de los vecinos y reproducen algunos de los
artículos que la prensa ha dedicado al moumento. “Yo soy artista”, explica
Scott, “poeta y músico de rap. Mi abuela vive en estas casas”.
En la biblioteca hay libros en italiano, una completa
colección sobre fascismo y filosofía y obras como Las cenizas de Gramsci de Pier-Paolo
Pasolini o el poemario Yes Thing, No Thing de Edwin Torres. Pero más allá de
las ideas y principios de Gramsci, su idealismo y su poesía, los vecinos Forest
Houses se han apropiado del espacio a su manera y en una de las mesas una pila
de números recientes de la edición de la revista Vogue marca una nota
discordante frente a la línea marxista. “Estos son pequeños gestos que me
encantan”, afirma sin ápice de ironía Hirschhorn sentado a la barra del bar
mientras disfruta de un plato de arroz con frijoles. “Hay que encontrar un
equilibrio que permita que las cosas fluyan sin comprometer las ideas de
Gramsci”.
El artista dice no poder evaluar el calado que las ideas del
revolucionario están teniendo en el barrio y reconoce que algunas de las
conferencias sólo cuentan con media docena de personas como público. Esto no le
desanima. “Es un reto, quizá algo
utópico, pero eso también es arte, es un gesto, una reafirmación de poder”,
asegura. Lo más inesperado de esta experiencia ha sido la simpatía de los
vecinos, la respetuosa acogida que han dado al que fuera líder y uno de los
fundadores del partido comunista italiano. La fuerte presencia de la comunidad
hispana y afroamericana en este barrio también ha diferenciado este monumento
de los anteriores.
Lo cierto es que la obra de Hirschhorn también ha atraído
inusuales visitas a las Forest Houses, desde críticos de arte hasta estudiantes
de filosofía llegados de Manhattan o Brooklyn. ¿Turismo social o artístico? “La
gente que vive en estos barrios es muy interesante, las visitas de gente de
otros lugares no es uno de los objetivos de mi obra, más bien algo que tengo
que aceptar. Puede generar algo de escepticismo entre los vecinos, pero no
hostilidad”, explica. “Lo que de verdad busco es que venga la gente que reside
en estas casas y lo disfruten y a veces resulta más difícil que atraer a la
gente de Manhattan”. Gramsci en sus Cuadernos de Prisión ya lo dijo: “La
realidad existe independientemente del individuo pensante”.