- “El obrero deberá conquistar un día la supremacía política (…) Pero nosotros jamás hemos pretendido que para lograr este objetivo sea preciso emplear en todas partes medios idénticos.” | Marx, 1872

Luis Meléndez | Es
frecuente asignar al pensador alemán Karl Marx (1818 - 1883) el argumento de
que la única vía para que el proletariado ocupe el poder del Estado, y lo
derroque posteriormente, es a través de la revolución, en tanto es considerado
un acto violento. Esta declaración no es gratuita, pues efectivamente
encontramos en Marx afirmaciones que apuntan en esa dirección. Así, en su texto
de 1848, en el Manifiesto comunista, Marx y Engels dirán que “el proletariado
cimienta su hegemonía mediante el derrocamiento violento de la burguesía” (Marx
& Engels, 1998[1848]: 54).
Sin embargo, para nuestro “desconcierto”, casi un cuarto de siglo después, en 1872, Marx procede a afirmar una idea aparentemente opuesta. En un mitin celebrado en Ámsterdam, el autor dirá que “nosotros no negamos que existan países como América, Inglaterra y, si yo conociera mejor vuestras instituciones, agregaría Holanda, en los que los trabajadores pueden llegar a su objetivo por medios pacíficos” (Marx, 1872). ¿A qué se debe esta aparente contradicción?
Sin embargo, para nuestro “desconcierto”, casi un cuarto de siglo después, en 1872, Marx procede a afirmar una idea aparentemente opuesta. En un mitin celebrado en Ámsterdam, el autor dirá que “nosotros no negamos que existan países como América, Inglaterra y, si yo conociera mejor vuestras instituciones, agregaría Holanda, en los que los trabajadores pueden llegar a su objetivo por medios pacíficos” (Marx, 1872). ¿A qué se debe esta aparente contradicción?
Las premisas formuladas por Marx tienen raras veces la
pretensión de ser conocimientos universales o absolutos, válidas para todas las
circunstancias. Por el contrario, los argumentos marxistas no pueden ser
entendidos más que en los contextos particulares en los que se enuncian y/o a
los que hacen referencia. Esta idea dialéctica del conocimiento tan impregnada
en los clásicos del marxismo, ha sido desatendida por algunos movimientos
“marxistas” ortodoxos, que han tratado de aplicar ciertos preceptos marxistas
sin tener en cuenta la distancia temporal y espacial en los que fueron
referidos. Pero también por una academia que acusando –con toda razón– a estos
últimos de dogmáticos, irónicamente también desconfigura el pensamiento de Marx
al juzgar algunas de sus tesis fuera de contexto: parafraseando a Marx, van del
“cielo” a la “tierra”, y no de la “tierra” al “cielo”.
En este sentido, para entender las diferentes
argumentaciones de Marx sobre los medios viables para la toma del poder por
parte del proletariado, no se pueden perder de vista las especificidades
históricas a las que se remiten. Con esta intención, el presente artículo explora
las particularidades nacionales en los que el autor alemán admite la
posibilidad de una transición al socialismo por medios pacíficos y
democráticos.
1. Crítica a la
“democracia burguesa” y la Comuna de París
Para entender el significado que para Marx, en coyunturas
puntuales, tienes los instrumentos democráticos como medios que permite la
conquista proletaria del poder político, es necesario examinar primero las limitaciones
y –sobre todo– los avances que el propio autor asigna a la “democracia capitalista”.
Solo así comprenderemos a cabalidad su visión optimista sobre el papel que
juegan las elecciones en los países más industrializados, y su importancia y
logros para la transición pacífica al socialismo.
La crítica de Marx a la democracia capitalista o “democracia
burguesa” –como también la denomina– tiene como fundamento que las libertades y
derechos que garantiza se hallan condicionadas “por su carácter de clase y su
inseparabilidad de la institución de la propiedad privada” (Sánchez, 1983: 38).
Según este argumento, la democracia burguesa no es sino el velo que legitima la
dominación en el capitalismo. Así, en La ideología alemana –uno de sus primeros
manuscritos–, Marx y Engels reconocen que todas las luchas ejercidas dentro de
la democracia en el Estado capitalista no son más que “formas ilusorias” que
esconden las verdaderas luchas entre las clases sociales; es decir, entre la
burguesía y el proletariado (Marx & Engels: 1968 [1932]). Las
reivindicaciones por el derecho al sufragio o a la representación, no serían
más que algunas de esas “formas ilusorias” que ocultan las contradicciones de
clase y que, por ende, permiten la conservación del carácter burgués del
sistema.
Sin embargo, el posterior análisis de la Comuna de París
–movimiento insurreccional que duró entre marzo y mayo de 1871– que realiza en La
guerra civil en Francia, proporciona al pensador alemán nuevos e importantes
recursos para dilucidar el papel de los instrumentos democráticos en el proceso
de eliminación del Estado capitalista. Para Marx, la Comuna era un gobierno de
la clase proletaria que no solo se proponía acabar con la dominación
monárquica, sino con la misma dominación de clase sustentada por el Estado.
Marx anotará que “la Comuna pretendía abolir esa propiedad de clase que
convierte el trabajo de muchos en la riqueza de unos pocos. La Comuna aspiraba
a la expropiación de los expropiadores.” (Marx, 1871: 67).
Precisamente uno de los grandes valores que la Comuna
encarnaba para Marx era que expresaba un “gobierno del pueblo por el pueblo”,
donde el sufragio universal y el derecho a revocatoria sobre las autoridades
públicas ocupaban un importante pedestal. La disolución del Estado, mediante el
desmantelamiento del centralismo militar y político, era su principal objetivo.
Así, Marx menciona que todos los cargos a disposición dentro de la Comuna
fueron cubiertos mediante sufragio universal, dando en todo momento a los
electores la facultad de revocatoria. Además, la fijación de un mismo salario
para todos los funcionarios se imponía como un mecanismo que evitaba el
“arribismo” y la obtención de cargos con fines meramente personales (Marx,
1871).
Se puede decir que la actitud crítica hacia la democracia
burguesa que se aprecia con más firmeza en los primeros escritos de Marx
–esbozado líneas arriba– no le impide apreciar y reconocer, posteriormente, sus
componentes más “progresistas” (como el sufragio universal y el principio de
representatividad). Esto, siempre y cuando estén orientados a la toma de poder
por parte del proletariado y a la posterior abolición del aparato estatal.
2. ¿Una transición
pacífica al socialismo?
- “Si han cambiado las condiciones de la guerra entre naciones, no menos han cambiado las de la lucha de clases.” | Engels, en Marx 2007[1850]: 26)
Marx apuesta por una sociedad comunista; es decir, una
sociedad sin clases y sin Estado, en tanto éste es entendido siempre como un instrumento
por el cual se preserva y ejerce la dominación de una clase sobre otra. “El
lugar de la antigua sociedad burguesa, con sus clases y contradicciones de
clases, será ocupado por una asociación en la cual el libre desarrollo de cada
cual será la condición para el libre desarrollo de todos” (Marx & Engels,
1968 [1932]: 67). Sin embargo, nuestro autor admite que para llegar al
comunismo se requiere de un periodo de transición al que denomina “dictadura
del proletariado”, también conocido como “socialismo”. Esta fase socialista
tendría el propósito de traspasar el poder político a los proletarios e iniciar
el proceso de transformación de las estructuras económicas y el
desmantelamiento del Estado. Pero, ¿cuáles son los medios prácticos para
alcanzar esta fase de transición socialista? ¿Es acaso la revolución, como acto
violento, el único medio posible?
Como hemos anotado en el capítulo anterior, Marx es
consciente de las restricciones propias de la “democracia burguesa” y de sus
“formas ilusorias”. Sin embargo, también es optimista de sus componentes más
“progresistas”, debido a los logros socialistas alcanzados bajo esta forma de
gobierno. Por ejemplo, Marx resaltará los avances del proletariado obtenidos en
el sufragio universal de 1848 y 1849 en Francia. Esto le hace creer que este
instrumento democrático puede atentar contra las propias bases de la sociedad
burguesa ya que “otorga la posesión del poder político a las clases cuya
esclavitud social debe eternizar: al proletariado, a los campesinos, a los
pequeños burgueses” (Marx, 2007[1850]: 94].
Engels también se suma con similares apreciaciones. En la
introducción de Las luchas de clases en Francia, hace referencia a los logros
socialistas alcanzados gracias a la elección universal, al que califica como
“método de lucha completamente nuevo”. Para 1985 mencionará que en países como
Alemania, las Cámaras ya están conformadas por 50 diputados socialistas; que en
Bélgica, los obreros han salido airosos “en una cuarta parte de los distritos
electorales”; y que en Suiza, Italia, Dinamarca, Bulgaria e incluso Rumania,
los socialistas ya han obtenido una importante representación en el parlamento.
Es por ello que, según Engels, las clases dominantes tienen más pavor a “los
éxitos electorales que [a] los éxitos insurrecciones” de la clase obrera (Engels,
en Marx 2007[1850]: 21).
Estos márgenes de acción que proporciona la “democracia
burguesa” en beneficio de los socialistas, le permitieron argumentar a Marx la
posibilidad de una transición no violenta al socialismo. Este postulado se hace
más explícito en sus últimos escritos, lo cual se debería al cambio de las
condiciones históricas de lucha en algunos países. Debido a su claridad,
permítasenos hacer una larga referencia a un discurso de Marx efectuado en el
marco del Congreso de La Haya en Ámsterdam, en setiembre de 1872:
“El obrero deberá conquistar un día la supremacía política para asentar la nueva organización del trabajo; deberá dar al traste con la vieja política que sostienen las viejas instituciones, so pena, como los antiguos cristianos —que despreciaron y rechazaron la política—, de no ver jamás su reino de este mundo.
Pero nosotros jamás hemos pretendido que para lograr este objetivo sea preciso emplear en todas partes medios idénticos.
Sabemos que hay que tener en cuenta las instituciones, las costumbres y las tradiciones de los diferentes países; y nosotros no negamos que existan países como América, Inglaterra y, si yo conociera mejor vuestras instituciones, agregaría Holanda, en los que los trabajadores pueden llegar a su objetivo por medios pacíficos” (Marx, 1872).
En esta cita, Marx reconoce que las formas prácticas para
que el proletariado alcance la “supremacía política” van a depender de las
características de cada país, que inclusive pueden ser culturales. Pero lo más
importante es que reconoce que estas formas pueden tener un carácter pacífico;
es decir, ajeno a todo acto violento. Evidentemente, estas afirmaciones no
contradicen las tesis de Marx en favor de la revolución, si es que entendemos
los contextos específicos a los que hacen referencia estos enunciados. Así,
para Marx la transición pacífica al socialismo, a través de procesos
democráticos, solo se hace posible en países altamente industrializados, como
es el caso de la Inglaterra de fines de siglo XIX. Pero, ¿cuáles son los rasgos
específicos de este país, aparte de la industrialización, que motivaron a Marx
a brindar tales argumentos?
Lenin, quien también reconoce que es admisible que la clase
proletaria tome el poder de modo pacífico –aunque esto no sea normal sino
excepcional–, nos da algunas pistas para profundizar en las circunstancias en
que Marx admite esta alternativa de transición para Inglaterra. El primer
aspecto importante es que este país –alrededor de 1870– contaba con una mayoría
electoral afín a la causa socialista. La elevada industrialización permitía que
el proletariado se convierta en la clase predominante en ese entonces, pasando
en gran número a los campesinos. Además, los obreros mantenían una compleja
organización basada en sindicatos que les permitía tener una mejor maniobra de
los instrumentos democráticos implantados por la burguesía. La segunda
condición recaía en la subordinación de la burocracia estatal ante las
autoridades electas. Como sabemos, uno de los objetivos máximos de los
socialistas era destruir la maquinaria del Estado; este propósito era aún más
factible en Inglaterra debido a que, para ese periodo, no contaba con una
sólida burocracia política y militar que resista los cambios estructurales
promovidos por las autoridades socialistas electas. Finalmente, en Inglaterra
era posible una nacionalización pacífica de su sistema económico. En este país
era muy probable que los capitalistas acepten una indemnización o “rescate” con
la condición de que se sometan de modo pasivo a los nuevos cambios
estructurales promovidos por los socialistas (Lenin, 1998[1966]).
Sin embargo, estas tres condiciones nunca fueron
consideradas como determinantes. Veinte años después del periodo estudiado por
Marx, Inglaterra entró a una fase más avanzada del capitalismo –a su fase
imperialista, diría Lenin (1989 [1945]). Si bien el reformismo de esta época
preparó el escenario para una transición pacífica al socialismo, las
condiciones de 1870 descritas por Marx ya habían cambiado, imposibilitando con
ello el proceso socialista (Moore, 1979[1957]: 88).
Stanley Moore profundiza más en el tema y hace una
diferenciación entre “transferencia pacífica del poder político” y
“transferencia pacífica de la estructura económica” en Marx. Si bien las tres
condiciones mencionadas permiten argumentar a nuestro autor la transición
democrática y pacífica al socialismo –como creyó factible en Inglaterra–, Moore
señala que para Marx la “transferencia pacífica del poder político” solo
requiere los dos primeros componentes: una mayoría electoral socialista y la
subordinación de la burocracia. Estas dos condiciones aseguran al proletariado
la toma del Estado por mecanismos no violentos; sin embargo, solo con la
tercera condición se hace posible también una “transferencia pacífica de la
estructura económica”. Sin la aceptación de los capitalistas a ser expropiados,
las transformaciones económicas que los socialistas planifiquen desde el
Estado, solo podrían realizarse aplicando la fuerza, debido a la resistencia de
los propietarios burgueses (Moore 1979[1957]). Según Marx, si “la clase obrera
ganara una mayoría en el Parlamento o en el Congreso, podría legalmente poner
un fin a las leyes e instituciones que se interponen en el camino de su
desarrollo, en la medida en que dichas leyes e instituciones han sido
establecidas por los desarrollos anteriores de la sociedad. Sin embargo, este
movimiento ‘pacífico’ podría transformarse en violento a causa de la rebelión
de aquellos cuyos intereses eran inseparables del viejo orden” (Marx, en Moore
1979[1957]: 87). Es decir, se puede hablar en Marx de un proceso pacífico de
toma del poder político, que no necesariamente supone una reestructuración
pasiva del sistema económico capitalista.
Engels, gran amigo y colaborador de Marx, también es
consciente de las formas democráticas y pacíficas como puentes al socialismo.
Incluso para él, desde 1848, las condiciones para las insurrecciones se han
hecho escasas debido –entre otros asuntos– al fortalecimiento del armamento
enemigo. Es por ello que los actos insurreccionales son percibidos como
contraproducentes en estas circunstancias, sobre todo cuando los avances
socialistas por vía democrática tienen una mejor proyección. Engels señala que
en Alemania de fines del siglo XIX, los electores proletarios –y sectores
afines– suman más de la cuarta parte del total de votos emitidos, tendencia que
se muestra imparable y que auguraría la conversión del proletariado en la
principal fuerza política del país. Así, el sufragio universal se convierte de
“medio de engaño” en “instrumento de emancipación”. “La ironía de la historia
universal lo pone todo patas arriba. Nosotros, los ‘revolucionarios’, los
‘elementos subversivos’, prosperamos mucho más con los medios legales que con
los ilegales y la subversión” (Engels, en Marx 2007[1850]: 28).
Por lo tanto, se puede concluir que en Marx la revolución no
se presenta como la única alternativa posible para la toma del poder político,
sino que en algunas circunstancias nacionales como en Inglaterra –en donde
había una subordinación de la burocracia, mayoría electoral socialista y
posibilidad de expropiar a los capitalistas–, también es posible una conversión
pacífica al socialismo a través de mecanismos democráticos. Como bien precisa
Moore, “admitir la posibilidad de la transición pacífica no es reformismo sino
marxismo”; reformismo es más bien “proclamar esta posibilidad abstrayéndola de
las condiciones concretas, económicas y políticas, que la determinan” (Moore,
1979[1957]: 85).
3. Una defensa de
Marx en contra de sus defensores
Estemos o no de acuerdo con la viabilidad y contenido
analítico de la propuesta general de Marx (en distintos aspectos, yo no lo
estoy), es necesario remitirnos a sus propias formulaciones teóricas para dar
cuenta del simplismo y facilismo retórico en los que caen muchos de sus más
entusiastas “defensores” (y claro, también varios de sus más acérrimos
críticos). Así, como anotamos líneas arriba, es común que al abordar el
problema de la transición al socialismo se asigne a Marx una postura absoluta,
válida para todas las circunstancias, que es la de concebir a la revolución
como el único medio posible para alcanzarlo. Como hemos argumentado, esto es
producto de una descontextualización de las premisas de Marx, para quien en
algunas realidades particulares también es posible llegar al socialismo por
medios diferentes a la insurrección. Solo entendiendo a Marx de modo
dialéctico, es decir, concibiendo sus argumentos como parte de un proceso
histórico específico, es que podremos comprender a cabalidad el contenido real
de sus premisas. Salvo lo demás, todo es ilusión.
* El presente artículo es una
versión resumida del trabajo final presentado en el curso Pensamiento Político
(octubre - diciembre de 2012), dictado por Santiago Basabe, en la Maestría de
Ciencia Política de la FLACSO-Ecuador.
Bibliografía
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Edición virtual.
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Sánchez, Adolfo. “Marx y la democracia”. En: Cuadernos
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Vargas, Gabriel. “Democracia y transformación revolucionaria
en Marx”. Ponencia en la sesión plenaria de la II Conferencia Internacional La
obra de Carlos Marx y los desafíos del siglo XXI. La Habana, Cuba, mayo de
2004. Edición virtual.
Notas
1. La cursiva es nuestra.
2. Opiniones similares tendrá Lenin y Georg Lukács. Para
este último “La democracia de hoy (…) es la democracia de un imperialismo
manipulados en cuyo dominio se reina mediante la manipulación” (1985:46).
3. La ideología alemana fue escrito entre 1845 y 1846, y
publicado póstumamente en 1932.
4. La cursiva es nuestra.
5. Son justamente estas apreciaciones “reformistas” de Marx
y Engels las que fueron empleadas por Karl Kautsky para manifestarse en contra
de la revolución rusa y apostar por una democracia parlamentaria (Vargas,
2004), las mismas que le valieron los calificativos de “renegado” y
“oportunista” por parte de Lenin (1998 [1972]).