
El presente artículo mostrará, en primera instancia,el
análisis del teórico italiano en torno a los conceptos de consenso y hegemonía,
piezas centrales de su aporte teórico en torno al control ideológico. En un
segundo momento se presentarán los aportes más relevantes de la teoría
gramsciana del Partido Político y los intelectuales, para finalizar con una
reflexión en torno a la actualidad Gramsci en el escenario de la lucha de
clases del proletariado.
Consenso y hegemonía
Dentro de sus reflexiones teóricas Gramsci se pregunta por
la forma en la que se desarrolla el proceso de dominación del proletariado en
la sociedad capitalista. Partiendo de la formulación establecida por Marx en el
Prólogo de la Contribución a la Crítica de la Economía Política sobre la
constitución de las sociedades a partir de una base que se compone de las
relaciones de producción y una superestructura jurídica y política enlazada por
la ideología de la clase dominante, el teórico italiano interpreta que esa
formulación, lejos de ser una estructura rígida, es más bien un principio de
interacción dialéctica donde ambas “partes” se determinan a partir de la
dinámica de lucha de clases existente. No desaparece la primacía de la base
económica que ordena el conjunto de relaciones sociales, sino que en realidad
existe una dinámica de interacción donde la propia base se ve influida por las
disputas en el terreno ideológico.
Para Gramsci, que el capitalismo siga en pie tiene que ver
en parte con la posibilidad de que la burguesía sea capaz de imponer su
voluntad no sólo en el terreno económico, sino en el conjunto de la estructura
social a partir de que sus concepciones, valores y creencias sean las aceptadas
socialmente y tengan la capacidad de regular el comportamiento social en su
conjunto, esa capacidad de una clase de dirigir los destinos de la sociedad a partir
de su supremacía ideológica es la hegemonía[1].
Sin embargo, la hegemonía no es algo ni totalmente puro ni
tampoco inmutable. En realidad, las clases dominantes a lo largo de la historia
están en un constante proceso de lucha con otras ideologías de otros grupos
opuestos a éstas, es así que la aceptación de la ideología dominante debe ser
reiterativamente reforzada para evitar que ésta pierda su efectividad.A la
aceptación de las clases dominadas (aceptación no por cierto total ni
completamente pasiva) de las formas ideológicas de la clase que las domina se
le conoce como consenso.
En contrapartida a la hegemonía burguesa Gramsci identifica
la necesidad de que el proletariado establezca su propia hegemonía suprimiendo
la de la burguesía. Sin embargo, dicha empresa no es de carácter meramente
especulativo ni “cultural” (como una infinidad de “intérpretes” de Gramsci han
querido achacar al marxista italiano, partiendo de la idea de que la tarea más
importante es la generación de formas culturales contrarias a las burguesas),
sino que se forma tanto en el terreno del combate ideológico como en el terreno
político de la acción de la clase proletaria (de ahí su decidido apoyo a los
consejos obreros Turineses, que representaban embriones iniciales de la organización
de la clase trabajadora italiana). Es en Lenin donde Gramsci encuentra al
máximo exponente de la generación de la hegemonía proletaria hasta ese
momento.[2]
El moderno príncipe y
los intelectuales
Si la hegemonía proletaria y terminar con el consenso social
sobre la validez de la ideología burguesa resultan ser medios para que el
proletariado pueda avanzar hacia la derrota de la burguesía, ellos no pueden
conseguirse de forma inmediata ni desorganizada. Gramsci, contemporáneo de la
revolución rusa y del fermento revolucionario producido por el triunfo de
ésta,reconoce perfectamente que, ante la organización de la clase burguesa, el
proletariado no puede sino organizarse a sí mismo y el instrumento que tiene a
su disposición para ello es el Partido Político.
Gramsci tuvo una participación tanto como periodista y
redactor en diversos medios obreros como también dentro de los partidos
políticos de la izquierda italiana: el Partido Socialista Italiano y el Partido
Comunista Italiano. A partir de su experiencia, pero también influido
fuertemente por los escritos de Nicolás Maquiavelo, es que Gramsci fundamenta
su concepción del Moderno Príncipe. Tomando en consideración el tortuoso camino
de la unificación italiana, Gramsci observa la misma preocupación en
Maquiavelo, quien en “El Príncipe” redacta una serie de postulados sobre la
forma de gobernar por parte del monarca, sin embargo, intuye Gramsci, detrás de
eso se esconde una preocupación por la formación del Estado Italiano.
Gramsci, preocupado por el proceso en que el proletariado
había sido derrotado por el fascismo, desde la cárcel reflexiona sobre el
carácter de un nuevo príncipe, pero desde su óptica éste no puede ser un
individuo en concreto, sino una organización (en éste caso la vanguardia del
proletariado) capaz de unificar a la clase hacia su objetivo final, de ahí el
surgimiento de Moderno Príncipe. Para llevar a cabo su tarea el Partido debe
conjuntar a lo mejor de la clase social, en éste caso a los mejores elementos
del proletariado. En la tarea de dotar de dirección y unicidad a la clase
trabajadora, Gramsci ubica a los intelectuales como el sector del proletariado
que puede llevar a cabo dicha tarea.
Es necesario aclarar que para Gramsci existen a grandes
rasgos dos tipos de intelectuales[3], los intelectuales tradicionales, que se
caracterizan por ser un grupo dentro de una clase social específica dedicados a
tareas de investigación, creación literaria, filosofía y tareas contemplativas
en general y los intelectuales orgánicos, es decir, aquél grupo dentro de una
clase social que cumple funciones de organización y homogeneización al actuar
de dicha clase social en los campos económico, político, jurídico, ideológico,
etc. Puede notarse de inmediato que para Gramsci la concepción del intelectual
no es aquella de la burguesía, sino que dota a la categoría de un valor
funcional, es decir, integra a los intelectuales dentro del mecanismo de
funcionamiento del aparato social.
En cuanto al proletariado, Gramsci explica la necesidad de
la generación de intelectuales y sus labores. En primer lugar, intelectual no
se refiere a un individuo dedicado a la reflexión teórica contemplativa
(académica o de otro tipo), sino ante todo, para el proletariado sus
intelectuales orgánicos serán aquellos individuos con fuertes bases teóricas de
comprensión de la realidad, pero también sujetos dedicados a fomentar la
organización de la clase y coadyuvar la elevación de su nivel político e
ideológico, es decir, son los cuadros revolucionarios.
La lucha por el
socialismo es total
Como hemos visto, lejos de ser una especie de
“revolucionario cultural”, Antonio Gramsci es más bien un revolucionario total.
Es claro que para él la lucha contra la burguesía no puede reducirse a un
determinado terreno de la vida social sino que, de la misma forma que la
burguesía establece su control a través de los diferentes aparatos, el
proletariado debe organizarse y luchar en cada terreno contra la ideología y
dominación burguesa.
De lo anterior se establece la siguiente interrogante para
el presente: ¿Es el proletariado en este momento una clase que busca establecer
su hegemonía a través de una lucha política contra la burguesía?
Desafortunadamente la respuesta es negativa y es que a partir de la caída del
stalinismo en realidad lo que se ha observado es un proceso de disgregación y
atomización de las fuerzas proletarias, su inclinación ha sido hacia corrientes
reformistas y burguesas que han llenado ese vacío dejado por las organizaciones
combativas de los trabajadores.
Ante tal escenario es igualmente complicado hablar de la
existencia del Moderno Príncipe del proletariado en la actualidad, más bien lo
que podemos observar es la decadencia y surgimiento de diferentes
organizaciones que, aunque con programas diversos, se caracterizan por no
establecer una clara identidad de clase además de una confusión general en sus
concepciones y programa que les impide generar propuestas políticas y programáticas
más allá de los límites capitalistas.
Finalmente, a pesar de existir un número importante de
compañeras y compañeros con características organizativas y teóricas
importantes, esto no ha significado que se genere un proceso de unificación
(crítica y democrática) de dichos elementos en la lucha contra el capital y por
el socialismo.
Las tareas inmediatas se encuentran, en primera instancia,
en la lucha contra la ideología burguesa pero también contra las concepciones
pre-marxistas que atan a la clase trabajadora a viejas cadenas imposibles de
romper sin la teoría y acción revolucionaria decidida. En ese mismo sentido la
batalla no puede reducirse al debate ideológico, ante todo, la acción política
debe acompañarla, ya que la actual crisis capitalista no permite que el
proletariado sea pasivo ante sus embates, la generación de una nueva
organización que sea capaz de organizar, proporcionar herramientas teóricas y
un programa de lucha al proletariado es una tarea en el orden del día que exige
al mismo tiempo la lucha contra el orden burgués que quiere cargar en los
hombros de las y los trabajadores el peso de la crisis del sistema capitalista.
Notas
[1] Gramsci, A.,El Materialismo Histórico y la Filosofía de
Benedetto Croce. Buenos Aires, Nueva Visión: 1971. Disponible en: http://goo.gl/AHurZ
[2] Gramsci, A., Cuadernos de la cárcel, Tomo I: Notas sobre
Maquiavelo, sobre política y sobre el estado moderno.México, Era: 1981.
Disponible en: http://goo.gl/Kyks2
[3]
Gramsci, A. La formación de los intelectuales, México, Grijalbo: 1967.
Disponible en: http://goo.gl/cun6d