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Papa Francisco ✆ Rocchia |
Es abogar por la modestia, que significa ocupar un puesto irrelevante. Es rechazar la soberbia, que lleva a los seres humanos a rebelarse contra la autoridad. Es reprimir al que se atreve a pensar por sí mismo, porque el que piensa por sí mismo quebranta. “Antes del quebrantamiento es la soberbia, y antes de la caída es la altivez de los espíritus”. También: “los que como Cristo, manifiestan un espíritu manso, sumiso y humilde, pertenecen a Dios y serán exaltados a su debido tiempo”.
“Los que se exaltan a sí mismos caen y sufren”. Los mansos, cuando son perseguidos, lo sufren con mansedumbre, y oran por sus enemigos. En cambio, la senda del orgullo lleva al desastre. Por eso la soberbia es el peor de los pecados, es el principio de todos los restantes. El soberbio cree tener más poder que Dios. Los ángeles rebeldes, o Adán, fueron soberbios porque osaron desafiar la autoridad de Dios. Santo Tomás dice que la soberbia es “amor desordenado de sí mismo”.La soberbia es “perfecta” cuando se rehúsa obedecer a Dios, a los superiores y a las leyes. Hay que seguir en la humildad, confiar en Dios, obedecer su palabra (condensada en las palabras del Papa) y recordar que las promesas de Dios serán seguras.
Alguna gente piensa que esto es progresista, incluso
“revolucionario”. Mi idea es que se trata de un mensaje profundamente
conservador, que lleva a aceptar el orden establecido en sus aspectos profundos
y esenciales. En cualquier caso, es interesante destacar el abismo que existe
entre este mensaje papal, y el enfoque crítico, subversivo, del marxismo. Marx
llama a los seres humanos a rebelarse contra la mansedumbre que la Iglesia
inculca como virtud, para colocar al ser humano, a su capacidad transformadora,
en el centro. En la “Crítica de la filosofía del derecho de Hegel”, escribe:
“La crítica de la religión desengaña al hombre para moverlo a pensar, a obrar y a organizar su sociedad como hombre desengañado que ha entrado en razón, para que sepa girar en torno a sí mismo y a su yo real”. Aquí se busca que el hombre decida “girar en torno a si mismo”.Por eso hay que descubrir la verdad
“más acá, una vez que se ha hecho desaparecer al más allá de la verdad”. Un poco más adelante: “Ser radical es atacar el problema de raíz. Y la raíz para el hombre es el hombre mismo. (…) La crítica de la religión desemboca en el postulado de que el hombre es la suprema esencia para el hombre, y por consiguiente, en el imperativo categórico de echar por tierra todas aquellas relaciones en que el hombre es un ser humillado, sojuzgado, abandonado y despreciable…”.
La necesaria “intrepidez revolucionaria” (Marx) reclama que
los seres humanos -en particular, los hoy humillados, oprimidos, explotados-
tengan la soberbia de indagar, cuestionar, criticar, cambiar de raíz lo
establecido, para acabar con las cadenas radicales sobre las que se levanta la
civilización burguesa. Se vincula con el llamado al “atrévete a pensar” (aquí). Para
decirlo más claro: cuestiona todo, piensa todo libremente, y actúa en
consecuencia, por encima de las verdades “sagradas”. No seas humilde en esta
tarea, porque nadie va a hacerlo por ti. En cambio, el mensaje papal es el de
llevar a los jóvenes que se sublevan al redil ovejuno de la mansedumbre. Es la
canalización de la protesta (global, que sacudió las conciencias) hacia la obra
evangelizadora de predicar la sumisión que descentra al ser humano, y ubica sus
objetivos últimos en el más allá. Les dice que en el más acá, cuestionen la
corrupción, y algún otro mal epidérmico, porque hay que ser sumiso en lo
esencial. No por casualidad los grandes medios, los jefes de Estado, los
políticos “respetables”, el establishment económico y tantos otros, aplaudan
entusiasmados las enseñanzas de Francisco Bergoglio. El marxismo está en la
vereda de enfrente, y no hay conciliación entre estos enfoques.