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Foto: Edward P. Thompson |
Ellen Meiksins Wood | E. P. Thompson ha partido siempre, en sus trabajos, de la
premisa de que la teoría tiene implicaciones para la práctica. La definición de
clase con que inicia su innovador estudio, La formación histórica de la clase
obrera, con su énfasis en la clase como proceso activo y como relación
histórica, sin duda fue formulada para reivindicar a la clase frente a los
científicos sociales e historiadores que niegan su existencia.
Pero también
pretendía contrarrestar tanto las tradiciones intelectuales como las prácticas políticas
que suprimen la actuación humana y en particular niegan la autoactividad de la clase
trabajadora en la construcción de la historia. Al situar la lucha de clases en
el centro de la teoría y la práctica, Thompson pretendía rescatar la
"historia desde abajo" no sólo como empresa intelectual sino como
proyecto político, tanto contra las opresiones de la dominación de clase cuanto
contra el programa de "socialismo desde arriba", en sus diversas
encarnaciones desde el fabianismo hasta el stalinismo.
Sus recientes ataques contra el marxismo althusseriano se
dirigían igualmente contra lo que él ve como sus deformaciones teóricas y
contra la práctica política que haya inscrita en ellas. Los críticos de
Thompson han pagado con la misma moneda. En su concepto de clase, y el proyecto
histórico basado en el mismo, han hallado a menudo una unidad de teoría y práctica
en la que un "socialismo populista" romántico se basa en un
fundamento teórico ―o más bien, a-teórico― de "empiricismo
indiscriminado", "subjetivismo" y "voluntarismo". Lo
que sigue es un intento por evaluar estas afirmaciones explorando la teoría de
la clase de Thompson, identificando los objetivos a los que tiende y, finalmente,
interpretando el mensaje político que contiene. El objetivo es decir algo acerca
de Thompson en particular, pero también, en el proceso, plantear algunas cuestiones
más generales sobre los debates actuales en la teoría marxista y acerca de las opciones
políticas implícitas en ellas.
El caso en contra de la concepción de la clase de Thompson
ha sido expresado recientemente de forma más especialmente efectiva por Stuart
Hall:
Si la conciencia de clase es en sí misma un proceso histórico, y no puede derivar simplemente de la posición económica de los agentes de clase (un marxismo realmente no-reductivo), entonces todo el problema de la política marxista queda atrapado en las conexiones, relacionadas pero no necesariamente correspondientes, entre la clase-en-sí- misma y la clase-para-sí-misma. El fundir a ambas en la categoría global de "experiencia" equivale a implicar ―no obstante todas las complejidades de cualquier análisis particular― que "la clase" está siempre realmente en su sitio, a la mano, y que puede ser convocada "para el socialismo". Algo muy parecido a esto es lo que se encuentra, por ejemplo, en la noción de "historia del pueblo" del History Workshop; como si simplemente el relatar la historia de las opresiones y luchas pasadas fuese suficiente para hallar la promesa del socialismo ya presente, plenamente constituida, nada más aguardando a "pronunciarse". A menudo, se implica también en las elocuentes invocaciones de Thompson a las tradiciones de los "ingleses nacidos libres" y del "pueblo común", que viven en la tradición popular con sólo que puedan librarse de sus constituyentes burgueses. Pero todo el historial del socialismo, incluso y especialmente en el momento presente, va contra este "populismo" excesivamente simple. Una teoría marxista no reductiva debe significar el hacer frente a todo lo que se implica al decir que el socialismo tiene que ser construido mediante una práctica política real, no simplemente "redescubierto" en una reflexión histórica recuperativa.
Aquí, en una declaración concisa y relativamente
comprensiva, se resumen las críticas más importantes (aunque no, como ya
veremos, necesariamente consecuentes entre sí) que a menudo se hacen a
Thompson. Es especialmente importante plantear el argumento en la forma aquí
elaborada por Stuart Hall porque éste ataca el problema precisamente en el
punto crucial: las consecuencias prácticas y políticas inmediatas de la
posición teórica de Thompson.
Thompson ha sido acusado frecuentemente de sumergir los
determinantes objetivos o las condiciones estructurales de la clase en una
noción esencialmente subjetiva e históricamente contingente de
"experiencia". Se dice que define la clase en términos de conciencia
de clase y cultura en vez de reconocer el principio materialista fundamental de
que "las clases están constituidas por modos de producción" que
objetivamente distribuyen a la gente en clases.
Por consiguiente, niega que las clases puedan definirse estructuralmente
con alguna precisión "con referencia a las relaciones de producción".
Algunos críticos sugieren que, como consecuencia, para Thompson no hay clase
donde no hay conciencia de clase. Stuart Hall, sin embargo, adopta en
apariencia otro punto de vista acerca de lo que se deriva de la concepción de
Thompson de la experiencia de clase; y cualesquiera que sean las fallas de la
interpretación de Hall, es al menos más consecuente con la práctica histórica
de Thompson. La idea es que absorbiendo o elevando las condiciones
estructurales de la clase "al nivel de 'la experiencia' " ―es decir,
absorbiendo los determinantes objetivos en experiencias subjetivas, conciencia
y cultura― en efecto Thompson descubre, a la clase en todas partes, completa y
"pronta" en todas las manifestaciones de cultura popular. Según este
argumento, en la medida en que Thompson trata efectivamente todas las
experiencias vividas por las clases subordinadas en igual forma y
sin distinción como experiencias de dase, y más particularmente, todas sus
protestas y resistencias igualmente como luchas de dase, sucumbe a una especie
de "populismo demasiado simple", una fe revolucionaria en el potencial
revolucionario de la cultura popular, y subestima la necesidad de una práctica política
organizada y ardua para construir la lucha por el socialismo.
Sin embargo, hay otro aspecto en esta cuestión. Después de
todo, no es Thompson ―en verdad, Thompson menos que nadie― quien ve la
formación de clases como algo carente de problemas, un reflejo mecánico de las
estructuras objetivas. Decir que "la conciencia de clase es en sí misma un
proceso histórico, y no puede derivar simplemente de la posición económica de
los agentes de clase" es precisamente negar que " 'la clase' está
siempre realmente en su sitio". La conclusión de que la clase siempre está
ahí, pronta, puede decirse que se adapta mucho mejor a la premisa de que las
clases son dadas directamente por las relaciones objetivas de producción que al
principio en que verdaderamente se basa el trabajo histórico de Thompson: que
las clases deben ser hechas o formadas, y que son hechas y formadas en el
proceso de conflicto y lucha. En realidad, es precisamente este principio, y la
insistencia de Thompson en explorar los procesos históricos de formación de
clases, lo que ha dado pie a los cargos de subjetivismo y empirismo o la
acusación de que confunde la clase con la conciencia de clase. A este respecto,
lo que Stuart Hall toma aparentemente como subordinación de Thompson a las
condiciones estructurales de la experiencia histórica procede exactamente de su
negativa a dar por descontado que la clase siempre está en el lugar justo y en
estado de alerta.
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Existen historiadores, como sugiere Stuart Hall, que tratan
la "historia de los pueblos" y la evocación romántica de las
tradiciones artesanales como si fuesen sustitutos de la lucha política y la
construcción del socialismo. Y estos historiadores pueden haber hallado en el
concepto de "experiencia" una especie de garantía teórica para su proyecto.
La imprecisión conceptual y política que describe Hall puede incluso haber sido
alentada por Edward Thompson, especialmente en la medida en que trata de
ocultar la agudeza teórica de su propio trabajo en un esfuerzo por disociarse
del "teoricismo" de sus adversarios. En conjunto, sin embargo, en
estas cuestiones Thompson ha recibido tan flacos servicios de sus más fieles
amigos como de sus más duros críticos
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