El capitalismo en Italia se expande tras su tardía
unificación (1870), desarrollando una flamante industria automotriz en el norte
que coexiste con la economía agraria del sur –“Mezzogiorno”–, hecho que se
mantiene prácticamente hasta nuestros días. En paralelo al proceso de
industrialización en el norte de Italia se desarrolló el Partido Socialista
Italiano (fundado en 1892) y que fue el principal partido de la izquierda
italiana hasta la Segunda Guerra Mundial.
Es en ese momento político en el que los industriales
urbanos del norte de Italia trazan ciertos compromisos con los terratenientes
agrarios del sur; en el que el Vaticano se enfrenta a la masonería y al
anticlericalismo de izquierdas; y en el que el fascismo toma cuerpo haciéndose
con el manejo burocrático del Estado a través de la figura de Benito Mussolini
[1], cuando el conjunto de fuerzas reaccionarias se unen para hacerle frente a
la proliferación de huelgas obreras en el norte y las rebeliones campesinas del
sur italiano.
Es en ese contexto político en que Amadeo Bordiga y Antonio Gramsci abandonarán el XVII Congreso del Partido Socialista (1921) que se celebraba en Venecia convocando a un congreso constituyente del que nacerá el Partido Comunista de Italia (sección de la Internacional Comunista), posteriormente ilegalizado por el régimen fascista en noviembre de 1925, lo que conllevaría, tras la violación de su inmunidad parlamentaria, el arresto de Gramsci y su encarcelación inicial en la cárcel de Regina Coeli para su posterior traslado al penal milanés de San Vittore.
Es en ese contexto político en que Amadeo Bordiga y Antonio Gramsci abandonarán el XVII Congreso del Partido Socialista (1921) que se celebraba en Venecia convocando a un congreso constituyente del que nacerá el Partido Comunista de Italia (sección de la Internacional Comunista), posteriormente ilegalizado por el régimen fascista en noviembre de 1925, lo que conllevaría, tras la violación de su inmunidad parlamentaria, el arresto de Gramsci y su encarcelación inicial en la cárcel de Regina Coeli para su posterior traslado al penal milanés de San Vittore.
El legado de Gramsci es amplio, pero para el caso quiero
destacar las tesis de Lyon (1926), donde se indica que lo “nuevo” del fascismo
es conseguir un tipo de unidad orgánica entre sectores sociales incluso
antagónicos, y que antes estaban muy débilmente vinculados. Rompiendo con la
ortodoxia, Gramsci entiende que las clases sociales no son homogéneas y puras.
¿Contrahegemonía en
Ecuador?
Gramsci fue un marxista de las “superestructuras":
ideología, construida por las instituciones, sistemas de ideas, doctrinas y
creencias de una sociedad, a partir del concepto de "bloque
hegemónico".
Es desde ahí desde donde las clases dominantes logran ejercer
“hegemonía” cultural sobre las clases dominadas (educación, religión y
comunicación), más allá del control de los aparatos represivos del Estado.
Desde el análisis gramciano, incluso se hace referencia a la utilización de
términos como “Nación” o “Patria”, como generador de sentimiento de identidad
entre diferentes grupos sociales, uniendo explotadores y explotados en aras a
un supuesto “destino nacional” y contra un enemigo exterior. De esta manera es
como se conforma el “bloque hegemónico” en el cual confluyen todas las clases
sociales en torno a un proyecto burgués.
El neopopulismo en Ecuador ha conllevado un “proyecto de
país” serio e inexistente en las últimas décadas, y sin ser aún un gobierno de
concertación, se ha ido transformando de forma acelerada en un alianza política
que engloba las diferentes clases sociales existentes en el país, repartiendo
beneficios para cada una de ellas.
Desde esa perspectiva, clase dominante y clase dominada
atenúan su lógica de conflicto, lo que tiene sentido con las posiciones varias
veces expresadas por mandatario ecuatoriano en las que señala que el concepto
de lucha de clases es algo caduco que se corresponde ideológicamente a la
“izquierda infantil”. En su reciente viaje a Europa, el presidente Correa indicaba
en Berlín que “somos un proyecto de
izquierda, pero una izquierda moderna, que entiende el papel de la empresa
privada en el desarrollo y que también entiende que el Estado tiene que tener
un papel" [2].
Más allá de que el tan utilizado término “revolución”
(alteración absoluta de las estructuras establecidas en un orden social y
político para ser sustituidas por otras radicalmente distintas) pierde absoluto
sentido; se constata la conformación de un “nuevo régimen” que combina discurso
revolucionario y avances en materia social con ordenamiento cultural de la
clase dominante. Dicha situación es posible a su vez, porque la clase dominante
superó sus lógicas de desvergonzada concentración de la riqueza, precarización
sin límites de salarios y privatización directa de servicios públicos. La clase
dominante transformó su estrategia y la adecuó inteligentemente al mundo
globalizado.
Es de esta manera que un gobierno que nace fruto del
acumulado de la oposición popular al modelo neoliberal, termina manteniendo un
modelo de acumulación basado en sistema de producción monopólico y
neoextractivista.
La pobreza en Ecuador bajó, según datos oficiales, del 37,6%
en diciembre del 2006 a 27,31% en diciembre del 2012, es decir, un 10,29% en
seis años (línea base sobre quienes reciben menos de USD 2,54 diarios). El
Informe de Desarrollo Humano 2012 -elaborado por el Programa de NNUU para el
Desarrollo (PNUD) con indicadores combinados de esperanza de vida, año promedio
de escolaridad, ingreso familiar e Ingreso Nacional Bruto-, ubica al Ecuador en
el puesto 89 entre 187 naciones y dentro del grupo de países de desarrollo
humano “alto”, con un IDH de 0,724 para el año 2012.
En diciembre de 2012 el gobierno decretaba un alza histórica
del salario básico unificado, pasando del USD 292 mensual del 2012 al USD 318
actual. Pero es más, según datos oficiales, la evolución de ingresos familiares
en 2006 conllevaba una cobertura de la canasta básica familiar de tan solo un
66,7%, mientras que en 2012 ese porcentaje se elevó al 92,43%. Según el propio
mandatario, esta situación prácticamente cierra la brecha del “salario digno”
[3], referenciando textualmente que “tenemos la mayor capacidad de compra de
toda la historia” [4]. Se estima que con dicho incremento salarial, las familias
puedan cubrir en el año en curso el 103% de la Canasta Básica Familiar [5].
En paralelo, los 110 grandes grupos económicos (fuente SRI)
han visto multiplicarse sus volúmenes de negocio y su diversificación en
diferentes sectores económicos. A pesar de una Ley Antimonopolio, que aunque
reciente, no muestra voluntad de ser aplicada en amplitud; la bonanza económica
fortalecida por la demanda de un mercado donde circula más plata (sumatorio de
inversión pública, precios de los commodities
y, sin ser alarmante, cada vez mayor deuda externa -especialmente con China-),
se replicó en el sector privado, más allá de la dimensión de su mercado
interno. En una economía hiperconcentrada, sobra indicar que los mayores
beneficiados han sido los grandes grupos económicos, quienes concentran el 41%
del PIB.
La mayor presión fiscal desarrollada durante estos seis años
de gobierno del presidente Rafael Correa, ha sido absorbida con quejas pero sin
dramas por las grandes empresas, dado el incremento de beneficio empresarial
desarrollado en ese mismo periodo. Los grupos económicos en el ejercicio 2010
reportaron 650 millones de dólares en concepto de pago de Impuesto de la Renta,
mientras que en el 2011 se elevó a 798 millones (incremento del 23,61%).
El posible efecto pasajero de la bonanza económica, tesis
esbozada por el sector privado para justificar su escasa inversión,
beneficiándose básicamente del notable incremento en inversión pública, ya no
es una excusa sostenible, pues aunque la política pública sigue anclada a
factores exógenos (principalmente precios del petróleo), no existen
perspectivas serias de que la tendencia de commodities
y las necesidades de los BRIC, especialmente de la vorágine china, vaya a
revertirse notablemente a mediano plazo.
El dinamismo de sectores como el comercial, no hay más que
ver la proliferación de centros comerciales por todo el país, es bueno, pero se
venden productos que no son de fabricación nacional. De esta manera, se
mantiene la lógica económica heredada por la cual el importador se beneficia
más que el productor de dicho dinamismo económico. Una política pública de
marcado gasto ha permitido incrementar el consumo, situación de la que el
sector privado se ha beneficiado.
En resumen, bajo los efectos ópticos basados en demagógicos
discursos de retórica populista con base en la justicia, equidad, subsidios
sociales y la construcción de una “Patria Nueva” superadora del pasado, se
fomenta un imaginario de cambio que en realidad no es otra cosa que la
consolidación de un bloque hegemónico que goza del apoyo de amplios sectores
que van desde la clase media baja hasta el subproletariado, además de las
clases dominantes.
Es la conformación del nuevo capitalismo ecuatoriano del
siglo XXI, pretendidamente de “rostro humano” y articulado bajo una lógica de
modernización del aparato del Estado, desarrollismo y el neoextractivismo (con
reposicionamiento del Estado).
La utopía burguesa del Estado por encima del conflicto de
clases, para el servicio del bien común, pierde credibilidad cuando la acción
tiene perfil emancipador. Consciente de ello, el bloque hegemónico va tomando
un perfil de cada día mayor marcada alianza de todas las clases sociales, donde
todos deben y pueden ganar. Desde esa perspectiva de “consensos”, el Estado se
siente legitimado para golpear (política, jurídica, económica y socialmente) a
toda disidencia cuestionadora del modelo de desarrollo, en la búsqueda de su
destrucción.
Apoyándonos en la teoría crítica desarrollada por Max
Horkheimer –Escuela de Frankfurt de investigación social - el estado
autoritario es un fenómeno sociológico que se construye tras circunstancias
históricas donde antes existía desorden y crisis; presentándose como la vía
para la superación de los problemas existentes. Es desde ese consenso entre
grupos sociales desde donde se legitima un estado autoritario, y no a través
del uso de la fuerza o el abuso del poder. Es, en términos marxistas
gramscianos, el poder de la superestructura.
Si entendemos como “contrahegemonía” los elementos para la
construcción de la conciencia política propia que genere espacios de disputa
para la construcción de un bloque social alternativo desde las clases
populares, es evidente lo lejos que estamos de dicha situación. Quizás por ello
sonroja, que intelectuales afines al régimen, confundan el actual proceso de
reorientación/modernización del sistema capitalista ecuatoriano, el cual aceptó
en su estrategia de recuperación en crisis global, determinadas formas de
regulación e intervencionismo estatal, lo que dista mucho de un cambio de
hegemonía (discurso basado en lectura de indicadores respecto a calidad de
vida, capacidad de consumo y reducción de la pobreza). Según Gramsci, la
supremacía de un grupo social se manifiesta tanto por el dominio como por la
dirección intelectual y moral.
El neopopulismo tiene como objetivo obtener legitimación
social mientras se mantiene en el poder una élite específica que controla la
hegemonía política a costa de la popularidad de su líder. En ese contexto, la
distancia entre el discurso y la praxis se acrecientan, desarrollándose medidas
populistas que bajo discursos rupturistas posicionan beneficios para la
población, pero que lejos están de significar transformaciones profundas en los
pilares del Estado ni en las relaciones sociales, económicas y políticas que se
desarrollan en el país.
El poder articula entonces formas diferentes para
posicionarse y legitimarse, utilizando fórmulas que van desde la violencia
física hasta la manipulación psicológica. En ese contexto, está siendo el
Derecho la herramienta que instrumentaliza el poder, encubriéndolo y
difuminándolo; justificándolo y convirtiéndolo en "orden" social y
político.
Mediante el Derecho, las respuestas a los conflictos de
poder adquieren un aurea de legitimidad y neutralidad, aplicando un “código
operacional” que tiene el efecto de limitar los hechos y la consideración de
estos a su racionalidad legal (lógica binaria que se limita a definirlos como
legales o ilegales), dotándose de respuestas normativas que pretenden
garantizar la solución no arbitraria de los conflictos sociales. El efecto de
universalización pasa a ser uno de los mecanismos aplicados por los grupos
dominantes, a través del cual se ejerce la dominación simbólica y la imposición
legitimada del orden social.
Es así que las contrahegemonías existentes, las que incluyen
estrategias de orden crítico y posiciones que optan por la sustitución gradual
del modelo extractivista -en su más amplio sentido- como mecanismo de
superación civilizatoria, pasan a ser “blanco” político del poder y del aparato
legal a su servicio ( el Derecho - orden normativo e institucional de la
conducta humana en sociedad inspirado teóricamente en postulados de justicia -
no es más que el resultado del enfrentamiento entre diferentes grupos sociales
en conflicto, pues es desde ese conflicto desde donde nace el Derecho) .
Siguiendo a Michel Foucault, es entonces cuando interviene
el “discurso del saber” como mecanismo por el cual se sustenta la justificación
del método [6]. El ejercicio del poder pasa entonces de tan solo reprimir y
castigar, a convertirse también en “productor de verdad”. L os “discursos del
saber” se despliegan mediante herramientas de poder, implementadas a través del
control social, el cual se justifica y reproduce sus prácticas de forma
permanente como estrategia de adoctrinamiento y subsistencia.
Desde el plano ideológico, en este proceso de
reorientación/modernización del sistema, lo que unilateralmente se califica
como aislado o atrasado, pasa a ser de antemano condenado. La transformación,
reducida al rigor de una ecuatoriana selección darwiniana (miedo al provenir de
nostálgicos del pasado combinado con ciudadanos débiles que no afrontan el
“choque del futuro” y no asumen el tiempo que vivimos), pasa a fundamentarse
bajo el criterio de que el provenir se encuentra en el progreso “técnico”, en
la movilidad, en la competencia, en la profesionalización y en la comunicación.
Toda población que no asume el “nuevo orden” y las comunidades que mantienen
ciertos niveles de impermeabilidad al efecto modernizante y globalizador son
una molestia, pero sus tierras no si en ellas se encuentran los recursos
naturales.
Lo más curioso de la “empanada” dialéctica, es que mientras
en el pasado varios de los notables del oficialismo acusaban a los gobiernos
neoliberales de “vender” el país a las importaciones de bienes de consumo de
los países del Norte, en la actualidad van cambiando hacia Oriente una parte de
sus destinos importadores manteniendo las mismas asimetrías (bienes primarios
vs productos manufacturados con valor agregado).
Entender al proceso correísta como una política progresista
de profundo carácter transformador, equivale a no entender los diferentes tipos
de pensamiento conservador existentes, aquello que Pierre Bordieu definió como
conservadurismo declarado y conservadurismo reconvertido o progresista, no
entendiendo a su vez el conflicto de clases y la lucha “contrahegemónica” por
una radical transformación sistémica y social. Es así que el pensamiento de la
derecha más “rancia” -conservadurismo declarado-, tiene como centro el
sentimiento de la declinación, la desesperanza y el miedo al porvenir,
disposiciones que denuncia y combate la nueva burguesía, es decir, el
conservadurismo reconvertido. El pensamiento conservador más reaccionario, pasa
a ser confundido intencionadamente desde el poder con posicionamientos
indígenas y rurales en defensa de derechos colectivos y formas propias de
organización social, espacios los cuales pretenden ser liquidados por los
nuevos planificadores (tecnócratas de la felicidad) que prestan una atención
condescendiente e inquieta a estos excluidos mientras eliminan las realidades a
las que ellos aún se aferran. Mientras el conservadurismo declarado aboga por
la perpetuación del pasado, la nueva burguesía propugna la creación de
proyectos modernizadores para “no volver nunca más al pasado”.
En una combinación aparentemente contradictoria, el
conservadurismo progresista no es más que una fracción de la clase dominante
que da como “ley subjetiva” lo que constituye la ley objetiva de su
subsistencia: bajo el concepto de “gatopardismo” o “lampedusianismo” [7], se
crea una apariencia de cambio revolucionario con el fin último de que la base,
el núcleo del sistema, permanezca inalterado.
Construcción de “contrahegemonía”
/ Una necesidad perentoria para la izquierda ecuatoriana
Desde la perspectiva de un gobierno que se llama a sí mismo
“revolucionario”, propiciar condiciones para la movilización social y política
de los sectores organizados de la sociedad, debería ser un objetivo
institucional en la búsqueda de conformar mayores niveles de autonomía,
organización, participación de la población en asuntos públicos, es decir,
“contrahegemonía”.
Lejos de esta visión, el régimen se caracteriza por el
intento de control -mayoritariamente exitoso- sobre el conjunto de
organizaciones sociales, anulando su capacidad de movilización y entendiendo a
ésta como un elemento de desestabilización política desde la disidencia.
El objetivo central del proyecto político correísta -en esta
etapa de modernización del sistema capitalista ecuatoriano- es el monopolio de
la vida política, lo cual le ha llevado a pasar de la utilización instrumental
de lo popular al desprecio y control sobre todo tipo de articulación social.
Siguiendo con Gramsci, hegemonía es una composición de dominación y dirección
que significa presencia ideológica en la sociedad y el Estado, así como control
sobre la dirección económica (control de los medios de producción). Partiendo
de esta premisa, el bloque hegemónico habría conseguido sus objetivos tanto en
el plano político como en el económico: de manera rotunda tras el proceso
electoral de febrero de 2013 en el primero de los casos, como manteniendo el
control en la disputa económica a través del mismo sistema de acumulación y
matriz productiva heredada de la época neoliberal en el segundo. Siguiendo a
Bolívar Echeverría, ni se supera el productivismo ni se replantea el valor de
uso como forma natural de la reproducción social.
Entendiendo como crisis de hegemonía a la que se da cuando
aún manteniendo el propio dominio, las clases sociales dominantes dejan de ser
dirigentes de todas las clases sociales -no resuelven los problemas de toda la
colectividad y dejan de imponer su concepción del mundo al conjunto de la
sociedad-. Se debe indicar que el actual gobierno ha reconsolidado a las clases
dominantes y el sistema económico sobre el que se sustenta, habiéndose
convertido el Buen Vivir -discurso transversal en los planes de desarrollo- en
un limitado concepto que se sostiene sobre el mayor suministro de servicios
básicos a la ciudadanía y el aumento de su capacidad de compra de bienes y
servicios en el mercado.
El golpe recibido por las izquierdas políticas en las
últimas elecciones presidenciales y legislativas celebradas recientemente en
Ecuador, ponen en cuestionamiento la credibilidad de estas como factor
“contrahegemónico” en el momento político actual, planteando el reto en el
campo popular de un análisis adecuado sobre el nuevo bloque hegemónico
consolidado, para así encontrar las potencialidades transformadoras existentes
en el nuevo modelo de capitalismo posneoliberal ecuatoriano y el mecanismo de
reorientación adecuado para las izquierdas más tradicionales.
Notas
[1] El 23 de marzo de 1919 Benito Mussolini funda en Milán
el primer "fascio di combattimento", adoptando símbolos que hasta
entonces habían distinguido a los arditi, como las camisas negras y la
calavera, llegando al poder tras la crisis ministerial del primer trimestre de
1922.
[2] El Telégrafo, 16 de abril de 2013. http://www.telegrafo.com.ec/actualidad/item/correa-llama-a-los-empresarios-alemanes-a-invertir-en-ecuador.html
[3] Desde hace dos años el término “salario digno” es aplicado
en Ecuador como el resultado de dividir los perceptores del sueldo por familia
(1,6) y el promedio anual de canastas básicas familiares (USD 589,39).
[4] Agencia Pública de Noticias del Ecuador y Sudamérica
(ANDES), 22 de diciembre de 2012. http://www.andes.info.ec/es/econom%C3%ADa/salario-básico-unificado-2013-sube-318-dólares.html
[5] De cumplirse esta condición, las empresas que generen
utilidades ya podrán distribuir también esta ganancia entre las directivas
empresariales.
[6] Por ejemplo tan solo un ejemplo del “discurso del
saber”: la prisión pasa de ser el resultado de los intereses de determinadas
élites dominantes -las cuales inventaron el encierro para determinadas personas
dominadas que “incomodaban” y “perjudicaban” sus intereses-, a tener a partir
del siglo XIX mediante el positivismo jurídico y científico, un discurso de
justificación social (separación de la sociedad para un adecuado proceso de
reinserción social).
[7] El "gatopardismo" o lo
"lampedusiano" es en ciencias políticas el "cambiar todo para
que nada cambie", paradoja de Giuseppe Tomasi di Lampedusa (fallecido en 1957)
en su libro “Il Gattopardo”, publicado póstumamente por la editorial del
activista comunista italiano Giangiacomo Feltrinelli.