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Cámara de Senadores de México |
Si las dirigencias partidistas y entorno presidencial
quisieran tratar de entender los comportamientos de las bancadas en rebeldía
del PAN y del PRD en el Senado, deberían releer --o leer-- a Antonio Gramsci,
el teórico comunista italiano de la hegemonía que se ha aparecido como el
senador 129.
En la Cámara de Senadores las bancadas del PRD y del PAN no
están enfrentando nada más porque sí a sus dirigencias, sino que existe una
estrategia más de fondo, de largo plazo y con objetivos de transición
democrática: la construcción de una nueva hegemonía política, un modelo casi
calcado de las reflexiones de Gramsci para romper con el modelo soviético de
revolución proletaria.
A diferencia de otros comportamientos de las bancadas --como
el Grupo de los Cuatro de 1997--, ahora existe un plan de vuelo: diagnóstico de
la crisis, identificación de las soluciones, creación de un directorio político
y definición de una propuesta de transformación política. Ahí fue donde se
apareció el senador 129: la aplicación de un método para caracterizar la
crisis, asumir el hecho de que la hegemonía gobernante --una coalición de
grupos y organizaciones-- ya no es capaz de conducir las reformas, meter al
país en una guerra de posiciones y buscar la construcción --ésta es la parte
más importante-- de una nueva hegemonía política que puede asumir el liderazgo
y la conducción de las transiciones.

La conducción política del PRI y sus nuevos espacios
presidenciales no han alcanzado para lograr la reconstrucción de la República,
ni siquiera con las alianzas con el PAN y el PRD. Ante la limitación de algunas
reformas pactadas, en el Senado se está construyendo una nueva hegemonía --alianza
de grupos dominantes con dirección política-- pero alternativa a la del Pacto.
Ahí es donde se percibe lo que Gramsci estableció en la lucha política: la
guerra de posiciones, y ya no de movimientos. De hecho, la guerra de posiciones
es la lucha política por ganar la dirección política de la sociedad, justamente
lo que están haciendo las bancadas panista y perredista en el Senado con sus
treinta propuestas de reforma no de la funcionalidad política sino del régimen
en sí con su objetivo del sistema semiparlamentario.
Ante la imposibilidad de garantizar mayorías homogéneas --el
PRI ganó la presidencia de la República con el 28.94% de los votos como partido
y el 38.2% por su alianza con el Partido Verde-- y la imposibilidad de reformar
por la existencia de una oposición PAN-PRD de 57%, la salida fue el Pacto, sólo
que en ese acuerdo se dio una limitación comprensible: el consenso limitado por
un espacio de enfoques reformistas imposibles por la presencia del PRI. La
alianza de senadores del PAN y del PRD, al margen de sus direcciones de
partido, en realidad no han respondido a presencias calderonistas o
lopezobradoristas sino en realidad a la profundidad de las reformas: las del
Pacto se limitan a la funcionalidad del sistema y las de las bancadas se fueron
hasta la reforma del régimen político.
Las confrontaciones entre los partidos del Pacto y los
senadores panistas y perredistas reformistas se mueven en el escenario de la
guerra de posiciones de Gramsci y en la construcción de una nueva alianza política
plural en función de una reforma del régimen, la que debió de haberse explorado
en el 2000 con la alternancia partidista en la presidencia de la República. La
cohesión de los senadores reformistas deja ver los indicios de una nueva
hegemonía por la alianza plural que logró construir en su convocatoria a partir
de la iniciativa de gobiernos de coalición que emitieron personalidades de
todos los partidos y de todas las ideologías en octubre del 2011.
El diagnóstico de la crisis debe llevar a entender la
profundidad del agotamiento del viejo modelo de desarrollo político priista. La
alianza en el Pacto del PAN y del PRD como partidos permitió avanzar más allá
del sólo nuevo maquillaje del sistema político. Sin embargo, un nuevo liderazgo
político se ha ido construyendo desde la crisis política de 1994 en torno a la
reforma del régimen. En este sentido y en torno a la división política en tres
tercios se cumple con otra de las apreciaciones de Gramsci: la crisis de una
hegemonía dominante se transforma en crisis de autoridad.
Ante la reconfiguración política del país y las dos
propuestas de reforma --la del Pacto y la de los senadores del PAN y del PRD--,
las respuestas de Gustavo Madero, Jesús Zambrano y César Camacho han sido
limitadas a sólo desavenencias en las élites y se han tratado de encarar con
actos de autoridad que no resuelven la crisis, porque los senadores panistas
perdieron a su líder Ernesto Cordero pero todos los reformistas seguirán siendo
senadores con votos válidos. De ahí que la crisis en el liderazgo político del
país también cumpla con las dos caracterizaciones de Gramsci: la imposición de
reformas o la reactivación de grupos sociales.
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