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Phil Gasper |
Esto significa que los marxistas son tanto críticos como defensores de la ciencia. Somos críticos de la forma en la que las prioridades capitalistas distorsionan el desarrollo de la ciencia. No es simplemente que los descubrimientos científicos son mal usados en la sociedad capitalista, aunque ciertamente es verdad que, por ejemplo, la tecnología que podría hacer más fácil el trabajo para todos, en lugar de esto implican una aceleración de los ritmos de trabajo para algunos y desempleos para otros. De forma más fundamental, sin embargo, las teorías científicas mismas reflejan frecuentemente, implícita o explícitamente, suposiciones que están arraigadas en la ideología capitalista. Un ejemplo central de este fenómeno es la suposición reduccionista de que los sistemas complejos pueden ser siempre explicados adecuadamente en términos de la interacción de sus partes, una suposición que refleja el individualismo de la sociedad capitalista misma, y que se ha demostrado totalmente inadecuado como base para una comprensión científica satisfactoria del mundo.
Pero los marxistas también son defensores de la ciencia y sus logros -y de hecho incluso entusiastas de la investigación científica y sus descubrimientos. Es un supuesto básico de la teoría marxista que los seres humanos tienen la capacidad de expandir su comprensión, y su control, del mundo en el que viven. El desarrollo de las ciencias naturales representa así, aunque de una forma distorsionada, un triunfo de la razón humana. La admiración de Marx y Engels por la ciencia es clara a partir del hecho de que ellos describen su propia concepción materialista de la historia como como un instrumento que brinda una comprensión científica del mundo social, y no simplemente la visión de una sola clase o de un período histórico. A pesar de las distorsiones de la ciencia que resultan frecuentemente de la influencia de la ideología de la clase dominante, las ciencias naturales bajo el capitalismo han logrado un alto grado de objetividad. Efectivamente, la implacable competencia de la sociedad capitalista y la necesidad constante del sistema de expandirse, promueven las innovaciones teóricas y tecnológicas que luego son probadas rigurosamente en términos de sus consecuencias prácticas. Así los defectos de nuestra comprensión del mundo natural son a menudo expuestas implacablemente, y nos vemos obligados a proponer ideas que describen el mundo que nos rodea más adecuadamente.
“En contraste con el ideal contemplativo o especulativo de las elites intelectuales precapitalistas y las posibilidades duramente restringidas para la competencia y la innovación bajo los modos de producción feudales o dentro de las instituciones feudales como las primeras universidades, el surgimiento del capitalismo le da un ímpetu y una perspectiva enormes a la continuación de la investigación en formas que aumenta la posibilidad de recibir y responder a la retroalimentación causal a partir de los fenómenos naturales”. (1)
La comprensión marxista de la ciencia ofrece así una tercera
vía entre la oposición cada vez más estéril entre los racionalistas “internalistas” (que intentan explicar el desarrollo de la ciencia
internamente, sin referencia a su contexto social) y los relativistas
“externalistas” (que argumentan implícita o explícitamente que la ciencia se
desarrolla como resultado de fuerzas sociales externas y no racionales) que
domina la historia, la sociología y la filosofía de la ciencia(2). A diferencia
de los internalistas que creen que la ciencia puede ser comprendida como un
cuerpo de ideas autocontenidas, con un método fijo que garantiza su
racionalidad y objetividad, los marxistas argumentan que la ciencia es una
práctica insertada socialmente y que sus conceptos básicos y sus métodos han
cambiado significativamente a lo largo del tiempo. A diferencia de los
externalistas que concluyen que, porque la ciencia es una práctica social sin
ningún canon fijo de principios metodológicos, sus descubrimientos no tienen
validez objetiva, los marxistas declaran que la ciencia es una forma de
descubrir la estructura causal oculta del mundo, y que el desarrollo de la ciencia
puede ayudar a socavar los supuestos que reflejan la ideología
dominante.
Este artículo revisará brevemente lo que dijeron sobre la
ciencia algunas de las principales figuras en la tradición marxista (para
aquellos que quieran examinar esta tradición con más detalle, se puede
recomendar como confiable una volumen guía del libro El marxismo y la filosofía
de la ciencia de Helena Sheehan(3) ) y después continuamos haciendo algunas
sugerencias sobre dónde comenzar a leer sobre la historia y el estado actual de
las ciencias naturales. Comienzo con Marx mismo, en parte por la obvia razón de
que él es el fundador de nuestra tradición, y en parte porque a menudo se dice
falsamente que la admiración por la ciencia, y la creencia en que el marxismo
echó luz sobre la ciencias naturales, representa una distorsión de las
posiciones de Marx, iniciada por Engels después de su muerte. Esta posición,
como veremos, es equivocada.
La tradición marxista
Marx no escribió un tratado sistemático sobre ciencia, pero
a través de todos sus escritos hay numerosos pasajes dispersos en los cuales
hace comentarios sobre la naturaleza de la ciencia y sobre cuestiones generales
de metodología. Hay también varios lugares en los que Marx compara sus propios
estudios históricos, económicos y políticos con el tipo de investigación
llevada adelante por los científicos naturales. En El Capital, por ejemplo,
compara su “análisis científico de la competencia”, basado en una descripción
de la “naturaleza interna del capital”, con la forma en que los
astrónomos explicaron los “movimientos aparentes de los cuerpos celestes”
desarrollando la teoría de “sus movimientos reales ... que no son perceptibles
directamente por los sentidos”.(4)
Hay pocas discusiones de las posiciones de Marx sobre la
ciencia, y aquellas que existen (como Marxismo y Materialismo de David-Hillel
Ruben(5) o La teoría del conocimiento científico de Marx de Patrick Murray(6) )
tienden a ser altamente académicas, por lo que hay muy pocas alternativas más
que sumergirse en los escritos mismos de Marx. La mayoría de los comentarios
explícitos de Marx sobre metodología y ciencia están dispersos en trabajos como
La Sagrada Familia, Manuscritos Económicos y Filosóficos,
las Tesis sobre Feuerbach, La Ideología Alemana, los Grundrisse, El Capital, y
en su correspondencia(7). Pero dos de las discusiones más extensas -la
Introducción a los Grundrisse y las notas escritas por Marx en un libro de
Adolph Wagner- están disponibles en un volumen único, Textos sobre el Método,
editado por Terrell Carver. (8)
A partir de los señalamientos directos de Marx y de su
propia práctica, surge una estimación relativamente sistemática de la ciencia. En primer lugar, mientras reconoce que “la experiencia
sensorial debe ser la base de toda ciencia” (9), Marx es consciente que esa
experiencia sensorial no puede ser tomada siempre por lo que aparenta ser (para
tomar un ejemplo simple, no parece que la tierra se mueva) y rechaza
enérgicamente la posición empirista de que la ciencia se preocupa en gran
medida de sistematizar lo que es directamente observable más que en descubrir
las causas subyacentes. El empirismo es un método restringido de pensamiento
que ve al mundo como una serie de hechos muertos. Como
señala el filósofo Allen Wood, Marx “critica a los empiristas por enfatizar la
observación a expensas de la teoría, y por tratar los conceptos científicos y
las teorías sólo como mecanismos convenientes para relacionar hechos aislados
más que como intentos de capturar la estructura de la realidad” (10)
En la jerga filosófica contemporánea, Marx es un científico
realista que sostiene que la ciencia está orientada a darnos el conocimiento de
la estructura subyacente de un mundo material que existe independientemente(11).
Señala que “toda ciencia sería superflua si la apariencia externa y la esencia
de las cosas coincidiera directamente” (12). Toma como obvio que hay “objetos
sensoriales, distintos realmente de los objetos del pensamiento” (13) de modo
que “la prioridad de la naturaleza externa sigue siendo irrebatible” (14), y se
burla de las posiciones de los jóvenes hegelianos en 1840 comparándolas con lo
que él obviamente considera como una posición absurda de que el mundo está
construido por la conciencia:
“Había una vez un valiente compañero que tenía la idea de que los hombres se ahogaban en el agua sólo porque estaban poseídos por la idea de la gravedad. Si pudieran sacarse esta idea de sus cabezas, planteando que es una superstición, un concepto religioso, estarían sublimemente a salvo contra cualquier peligro del agua. Durante toda su vida peleó contra la ilusión de la gravedad, de cuyos dañinos resultados todas las estadísticas le daban nuevas y múltiples evidencias. Este honesto compañero era del tipo de los nuevos filósofos revolucionarios en Alemania...” (15)
Esto debería ser elemental. Pero sorprendentemente, muchos
comentaristas influyentes han argumentado que Marx no era un realista, y que no
creía que el mundo natural existía independientemente de nuestro conocimiento
de él. Probablemente el primero en llegar a esta conclusión fue el marxista
húngaro del siglo XX Georg Lukács, que decía en los ‘20 que distinguir
entre “pensamiento y existencia” es aceptar “una dualidad rígida” (16). Lukács
abandonó esta posición en los ‘30 después de leer los Manuscritos
Económicos y Filosóficos de Marx, que los convencieron de la
importancia de reconcer la “objetividad ontológica de la naturaleza” (17), pero
muchos otros (incluyendo al filósofo polaco Leszek Kolakowski(18) ) han sido
partidarios de posiciones similares desde entonces. Frecuentemente se toma la “Segunda
Tesis sobre Feuerbach” de Marx para apoyar esta interpretación:
La cuestión de si la verdad objetiva pertenece al
pensamiento humano no es una cuestión teórica sino práctica. Es en la práctica donde el hombre debe probar la verdad, es decir, la
realidad y el poderío, la terrenalidad de su pensamiento. La disputa sobre la
realidad o no realidad del pensamiento aislado de la práctica es una cuestión
puramente escolástica” (19)
Los comentaristas que niegan que Marx era un realista
sostienen que este pasaje muestra que él definío la verdad en términos del
éxito práctico, no en términos de alguna clase de correspondencia con la
realidad independiente, y que rechazaba como “escolásticos” los argumentos
sobre si el pensamiento realmente se corresponde con la realidad. Pero esto es
leer incorrectamente la formulación de Marx (que se admite es algo oscura). Él
plantea que el éxito práctico es una guía para la verdad, no que la verdad
literalmente no es más que el éxito práctico, y lo que él rechaza como
escolástico no es la cuestión sobre si el pensamiento se corresponde con la
realidad, sino el intento de responder a este problema de forma puramente teórica,
sin referencia a la práctica. De hecho hay numerosos pasajes donde Marx acepta
explícitamente una visión de correspondencia de la verdad. En
el epílogo de la segunda edición alemana de El Capital, por ejemplo, Marx dice
que una descripción adecuada es una en la que “la vida del tema-problema es
reflejada idealmente como en un espejo”, y agrega que “lo ideal no es nada más
que el mundo material reflejado por la mente humana, y traducido a formas del
pensamiento” (20).
A lo que todo esto equivale es a que nuestras
creencias y teoría son correctas sí y sólo sí ellas copian, se corresponden o
reflejan algunos aspectos de una realidad distinta, de la misma forma que un
mapa representa algunos aspectos de un área geográfica (obviamente distinta).
Sin embargo, Marx es bastante claro sobre que de esto no se sigue que la verdad
puede ser obtenida simplemente, para decirlo de algún modo, sosteniendo un
espejo sobre la naturaleza. Ese, él piensa, fue el error de los empiristas que
pensaban que el mundo simplemente imprimía el conocimiento sobre nuestras
mentes pasivas. Pero el conocimiento sólo puede ser obtenido por una
combinación de la construcción activa de teorías que intentan comprender lo que
ocurre más allá de la superficie de las apariencias, y de la intervención
activa en el mundo para ver si esas ideas pueden sobrevivir la prueba de la
práctica. Una teoríe de lo que se requiere para que una afirmación sea verdad
es una cosa. Una teoría del conocimiento (que nos dirá cómo obtener la verdad)
es otra bastante distinta. Nuestras ideas son correctas cuándo se corresponden
con una realidad independiente, pero generalmente no es una cuestión simple
establecer que esa correspondencia realmente se sostiene.
Más importante aún, Marx es consciente de que no hay un
conjunto de conceptos ahistóricos y atemporales a partir de los cuales se
construyen las teorías científicas, ni un método científico atemporal y
ahistórico por el cual esas teorías pueden ser probadas. En la medida en que
nuestro conocimiento del mundo material se desarrolla, nuestra comprensión de
los métodos apropiados a usar para descubrir más sobre el mundo, y nuestra
comprensión de los conceptos apropiados para describirlo, también se
desarrollan. Más aún, los métodos y los conceptos bien pueden ser esoecíficos
al problema que tratan -lo que es apropiado en un área probablemente no lo será
en otra. Como señala un comentador, Marx insiste que hay “una
dialéctica del concepto y el hecho”, porque las categorías que usamos para
describir la experiencia deben ser cuidadosamente examinadas y fundamentadas en
el tema particular bajo examen. (21). Los distintos conceptos en la
física -como masa, velocidad y energía, por ejemplo- no surgieron
automáticamente de la experiencia, sino que se desarrollaron por un proceso de
abstracción largo y complejo, y lo mismo es verdad para los distintos conceptos
empleados en la biología de la célula o en la meteorología o en cualquiera de
las otras áreas de la ciencia.
Marx así ve a la ciencia como un proceso dialéctico en el
sentido en que sus métodos y sus conceptos, así como sus teorías, se
desarrollan todo el tiempo en una interacción dinámica entre sí y con el mundo
material, permitiendo que emerjan progresivamente descripciones más adecuadas
de la realidad. Pero la ciencia para Marx es dialéctica también en otros dos
sentidos. Primero, la investigación científica empírica revela un mundo de
procesos dinámicos, interconectados -procesos que frecuentemente involucran
elementos que no sólo interactúan sino que están en conflicto unos con otros, y
que así le dan al sistema al cual pertenecen una tendencia inherente al
desarrollo. A lo largo del tiempo esos desarrollos pueden llevar a cambios
repentinos radicales en el sistema de conjunto. La dialéctica, según Marx,
“incluye en su comprehensiíon y en su reconocimiento afirmativo del estado de
cosas existente, al mismo tiempo, el reconocimiento de la negación de ese
estado, de su estallido inevitable, porque considera cada forma
social históricamente desarrollada como un movimiento fluido, y por lo tanto
toma en cuenta su naturaleza transitoria no menos que su existencia momentánea”
(22). Marx aquí está hablando específicamente de la sociedad, pero está claro a
partir de otros comentarios que hizo -por ejemplo, sus observaciones sobre la
teoría de la evolución de Darwin discutida más abajo, y su señalamiento de que
“el descubrimiento de Hegel en relación a la ley de que los
cambios meramente cuantitativos se vuelven cambios cualitativos.... se
sostiene igualmente bien en la historia como en la ciencia natural” (23) - que
él pensaba que la misma descripción general se aplicaba también al mundo
natural.
La naturaleza, en otras palabras, es ella misma dialéctica,
de modo que las teorías adecuadas en las ciencias naturales tendrán una
estructura dialéctica.
En segundo lugar, porque el mundo natural tiene una
estructura compleja, dialéctica, la mejor forma de presentar una explicación
científica de algún aspecto de ese mundo puede ser comenzar con un modelo
relativamente abstracto que intenta aislar las tendencias subyacentes del
sistema, y después mostrar cómo los modelos más complejos, que capturan más y
más de los fenómenos concretos, pueden ser desarrollados dialécticamente a
partir de la abstracción original. La propia presentación de Marx de la teoría
económica exhibe esta estructura dialéctica. En El Capital presenta “una
jerarquía de modelos teóricos, ascendiendo por aproximaciones
sucesivas desde los modelos abstractos que representan las formas sociales
básicas actuales en la moderna sociedad burguesa hasta los modelos más
completos y detallados de esta sociedad”(24). Si Marx tiene razón, entonces
esencialmente el mismo proceso se debe seguir en otras áreas exitosas de la
ciencia, como efectivamente es.(25)
Además de ser partidario de una concepción realista y
dialéctica de la ciencia, Marx enfatiza que la ciencia sólo puede ser
plenamente comprendida en su contexto social más amplio. ¿Dónde, se pregunta en
La Ideología Alemana, “existiría la ciencia natural sin la
industria y el comercio? Incluso a esta ciencia natural “pura” se le da un
objetivo, así como sus materiales, sólo a través del comercio y la
industria”(26). O como plantea en El Capital, “la industria moderna... hace de
la ciencia una fuerza productiva distinta del trabajo y la usa al servicio del
capital”.(27) Así, por ejemplo, la revolución científica y el surgimiento de la
física moderna en el siglo 17 sólo pueden ser comprendidos apropiadamente en el
contexto del desarrollo del capitalismo. Dicho francamente, la nueva ciencia
emergió porque respondió a los intereses materiales de la burguesía.
No se sigue de aquí, sin embargo, que la ciencia no es más
que ideología burguesa. Es verdad que el capitalismo puede establecer la agenda
para la investigación científica, y que la ideología capitalista puede tener
una influencia significativa sobre el desarrollo de las teorías
científicas. Así por ejemplo, Marx señala que “Descartes, al definir a los
animales como meras máquinas, veía con los ojos del período manufacturero”(28).
Pero al mismo tiempo, la competencia económica, la expansión de la producción y
la necesidad de encontrar modos más eficientes de generar ganancias le da a la
burguesía un interés en adquirir un conocimiento objetivo del mundo
natural, ya que sin es conocimiento ella fracasaría en lograr sus
objetivos. Así mientras la ideología capitalista puede limitar
frecuentemente el desarrollo científico, la necesidad de construir teorías
prácticamente exitosas permite a la ciencia natural bajo el capitalismo lograr
un grado considerable de objetividad. Para plantear esta cuestión de modo
apenas diferente, Marx reconoce que la objetividad de los resultados
científicos no requieren motivaciones imparciales o libres de valores para emprender
una investigación científica, sino que sólo requiere que los valores que
empujan a la ciencia son aquellos que probablemente con mayor
frecuencia lleven a teorías más precisas del mundo” (29).
Más aún, una vez que el proceso de la investigación científica
se está desarrollando, puede producir resultados opuestos a sus supuestos
iniciales -resultados que contradicen la ideología burguesa y que se
ajustan más satisfactoriamente en una visión marxista del mundo. Así, por
ejemplo, a mediados del siglo XIX ya se estaba haciendo evidente que los
modelos puramente mecánicos -que intentan explicar todos los fenómenos
naturales en términos de fuerzas simples que actúan sobre elementos inmutables
de un sistema(30) - eran inadecuados en la física (para no
hablar de la biología), y gran parte del trabajo del siglo 20 en la física y la
biología ha llevado a cuestionar los supuestos reduccionistas, que sostienen
que las totalidades complejas pueden ser siempre plenamente comprendidas
descomponiéndolas en sus partes constitutivas.
Todos esos temas en los escritos de Marx son desarrollados
con una mayor extensión en los trabajos de Engels, particularmente en su Anti-Dühring
(1878), Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana (1888) y La
Dialéctica de la Naturaleza (no publicado durante la vida de Engels). Esos
libros presentan los intentos de Engels de formular un versión sofisticada, no
reduccionista, dialéctica, del materialismo, de desarrollar una visión del
mundo comprehensiva y científica que ve una unidad fundamental entre los mundos
natural y social, y de articular una explicación dialéctica del método
científico.
Desafortunadamente, durante gran parte del siglo XX las
discusiones de Engels sobre esas cuestiones sufrieron un doble destino. En el
bloque soviético, al menos a partir de los ‘30, una versión caricaturizada de
las posiciones de Engels fue tratada como una sagrada escritura, y virtualmente
no existió ninguna discusión seria. Por el contrario, en occidente el trabajo
de Engels fue totalmente ignorado o rechazado como inútil, incluso por autores
que por otro lado simpatizaban relativamente con la tradición marxista. David
McLellan, por ejemplo, afirma que “es difícil creer que las
visiones de Engels contengan un valor duradero para la ciencia o la
filosofía” (31). Estos juicios despreciativos van acompañados típicamente con la
afirmación de que las visiones de Engels sobre esas cuestiones marcaban una
aguda ruptura con las propias ideas de Marx.
Ya he indicado cuán seriamente equivocada es esta última
posición, y estudios recientes han confirmado que no hay ninguna evidencia de
desacuerdos fundamentales entre las ideas de Marx y las de
Engels sobre la ciencia.(32) Lo que es verdad es que Engels tenía una
comprensión mucho más detallada que Marx de los desarrollos científicos
contemporáneos. De hecho, el biólogo del siglo 20 JBS Haldane consideraba a
Engels como “probablemente el hombre más ampliamente educado de su época”(33),
y el filósofo contemporáneo de la ciencia Hilary Putnam lo describe como “uno
de los hombres más instruidos científicamente de su siglo”(34). Particularmente
en la Dialéctica de la Naturaleza (que, se debería señalar, era un trabajo
todavía en elaboración al momento de su muerte), Engels usa su amplia gama de
conocimiento científico para ilustrar la afirmación de que la ciencia revela un
mundo de procesos complejos interactuantes que sólo pueden ser comprendidos
adecuadamente desde una perspectiva dialéctica. Algunos de los ejemplos de
Engels no son muy convincentes, y otros dependen de las posiciones científicas
que desde entonces han sido superadas, pero en general, las ideas que
desarrolla Engels -y en particular su rechazo a la visión mecanicista que
intento comprender las totalidades como no mas que la suma de sus partes
pasivas e invariables- han pasado notablemente bien la prueba del tiempo. Hay
mucho más para decir sobre las posiciones de Engels, pero no las seguiré
explorando aquí, ya que han sido extensamente discutidas en dos ensayos
excelentes de esta revista -el artículo de John Rees “El marxismo de Engels” y
el de Paul McGarr "Engels y la ciencia natural” (ambos en International
Socialism 65).
Después de la muerte de Engels en 1895, las principales figuras intelectuales de la Segunda Internacional produjeron muy poco de interés sobre la naturaleza de la ciencia. Esto puede ser un reflejo del hecho general de que los pensadores como Karl Kautsky tenían una comprensión profundamente antidialéctica de la teoría marxista, así como del hecho específico de que ninguno de los teóricos marxistas de la siguiente generación se acercó a igualar el conocimiento científico de Engels. Además, la discusión más detallada de la ciencia, en Dialéctica de la Naturaleza, permaneció inédita hasta los ‘20. Si esta obra hubiera estado disponible en el momento de la muerte de Engels, podría haber estimulado más pensamientos sobre esas cuestiones.
Fue principalmente entre los marxistas rusos que la ciencia se volvió un tema central de discusión, después de la derrota de la revolución de 1905.(35) En este período un número de intelectuales marxistas se vio altamente influenciado por las ideas filosóficas sobre la ciencia que habían emergido en Europa occidental en las dos décadas anteriores. Desde fines del siglo XIX en adelante, un estado de ánimo general de pesimismo comenzó a caracterizar a sectores influyentes de la intelligentsia burguesa en Europa occidental, en la medida en que se hacía cada vez más consciente de los efectos disruptivos y deshumanizantes del desarrollo capitalista, y este pesimismo abonó el terreno intelectual en el que podían florecer ideas religiosas, idealistas, irracionalistas e incluso místicas. Este estado de ánimo coincidió con una importante crisis en la ciencias naturales, donde se hacía cada vez más evidente que las ideas básicas de la física clásica no suministraban una base adecuada para comprender nuevos fenómenos como el electromagnetismo y la radioactividad. Contra este trasfondo, varios científicos y filósofos europeos, como el físico austríaco Ernst Mach, y Henri Poincaré y Pierre Duhem en Francia, en efecto ofrecían un compromiso. Intentaron reinterpretar la ciencia de tal forma que su racionalidad fuera preservada y la crisis en la física resuelta, negando al mismo tiempo que la ciencia tenía implicaciones metafísicas (y en particular materialistas) más amplias. Esto abrió la puerta a aquellos (como el Duhem católico) que querían abrazar la ciencia con la metafísica anti-materialista de su elección.
Fue de hecho el empirismo extremo de March(36), que él llamó
“empirio-criticismo”, el que tuvo el impacto mayor sobre un grupo de marxistas
rusos que incluían activistas bolcheviques prominentes e intelectuales como
Alexander Bogdanov, Anatoly Lunacharsky y Máximo Gorki. Mach no tenía tiempo
para la religión o el irracionalismo, pero llegó a ver a la ciencia simplemente
como una forma de sistematizar patrones en la experiencia sensorial de los
observadores. Según Mach, aquello de lo que tomamos conciencia directamente son
nuestras sensaciones, y todo lo que nos dicen las leyes científicas es que en
un conjunto particular de circunstancias un conjunto de sensaciones será
seguido por otro. Los problemas en la física son esquivados negando
resueltamente interpretar una maquinaria matemática y conceptual de una teoría
como refiriéndose a cualquier cosa que no pueda ser observada directamente por
los sentidos -todo lo que importa, en esta posición, es que la teoría sea capaz
de predecir los fenómenos observables. Sin embargo, como Mach sostiene que los
únicos fenómenos directamente observables son nuestras propias experiencias
sensoriales, sus ideas equivalen a algo más que un reavivamiento sofisticado
del idealismo subjetivo del obispo Berkeley (el filósofo irlandés del siglo
XVIII que argumentaba que sólo existían las mentes y sus ideas). Sin embargo,
la filosofía de Mach se probó altamente influyente. Einstein, por ejemplo,
declaró estar influenciado por Mach cuando rechazó la idea de una simultaneidad absoluta en su teoría especial de la relatividad,
sobre la base de que esta relación no podía ser medida (ver más abajo) (37). Por
supuesto, el hecho de que las posiciones de Mach ayudaron a Einstein a alcanzar
algunas conclusiones creativas no significa que fueran correctas.
Independientemente de lo que Einstein pudo haber creído en ese momento, la
teoría de la relatividad es lógicamente bastante independiente de la
epistemología de Mach. (38)
Entre los marxistas rusos, fue Bogdanov que le dio más entusiastamente la bienvenida a las ideas de Mach, y quien intentó integrarlas con el marxismo en su estudio de varios volúmenes Empirio-Monismo (1904-1906). Bogdanov intentó tender un puente sobre el abismo entre idealismo y materialismo argumentando que ni la mente ni los hechos son fundamentales, sino que ambos son construcciones de la experiencia, y que su versión del monismo que enfatizaba la intervención activa del sujeto, capturaba el espíritu, si no la letra, de lo que Marx había querido decir por “materialismo”(39). Las posiciones de Bogdanov cayeron bajo el ataque del fundador del marxismo ruso, Georgi Plejanov (en ese momento un menchevique), y el protegido de Plejanov Lyubov Axelrod, pero la refutación definitiva fue producida por Lenin en su Materialismo y empirio criticismo (1909), que (a pesar de ser repetitivo a veces) es un argumento poderoso contra todas las versiones del empirismo, y un análisis de las circunstancias sociales que dieron lugar a estas posiciones. Como Berkeley antes de ellos, Mach y sus colaboradores reclamaban que sus posiciones eran compatibles con la creencia del sentido común de que hay un mundo físico, ya que la creencia del sentido común puede ser traducida supuestamente en una afirmación sobre las sensaciones. Lenin señala lo absurdo de esta propuesta:
El “realismo ingenuo” de cualquier persona sana que no ha
sido un internado en un asilo para lunáticos o un pupilo de los filósofos
idealistas consiste en la visión de que las cosas, el medio ambiente, el mundo,
existe independientemente de nuestra sensación, de nuestra conciencia, de
nuestro ser y del hombre en general. La misma experiencia....que ha producido
en nosotros la firme convicción de que independientemente de nosotros existe
otra gente, y no meramente complejos de mis sensaciones de alto, corto,
amarillo, duro, etc -esta misma experiencia produce en nosotros la convicción
de que las cosas, el mundo, el medio ambiente, existen independientemente de
nosotros. Nuestra sensación, nuestra conciencia es sólo una imagen del mundo
externo...El materialismo hace deliberadamente de la creencia “naïve” de la
humanidad la base de su teoría del conocimiento”.
Un poco después Lenin plantea otra incómoda pregunta para
los defensores del empirio criticismo: ¿Existía la naturaleza antes que el
hombre? -y después procede a disecar las contorsiones en las cuales caen en un
esfuerzo por evitar las contradicciones evidentes de su posición:
Ningún hombre mínimamente educado o saludable duda de que la
tierra existía en el momento en que no podía haber habido vida en ella, ninguna
sensación... y consecuentemente toda la teoría de Mach y Avenarius, de la cual
se sigue que la tierra es un complejo de sensaciones... o “complejos de
elementos en los que lo psíquico y lo físico son
idénticos”...es un oscurantismo filosófico, la reducción del idealismo
subjetivo al absurdo”.(40)
Sin embargo, Lenin no se limita a la entretenida tarea de
encontrar los defectos filosóficos en las posiciones de sus oponentes. En un
capítulo importante de “La revolución reciente de la ciencia natural y el
idealismo filosófico” toma la crisis en la física (aunque no la resolución a
los problemas propuesta por Einstein) y en particular la afirmación de que “los
hechos han desaparecido”, argumentando que mientras los nuevos desarrollos en
áreas como la electrodinámica refuta el materialismo mecanicista, estos apoyan
un materialismo dialéctico que concibe a los elementos del mundo físico como
dinámicos e interactivos, más que pasivos e invariables.
La única debilidad seria de la discusión de Lenin es que, en su ansia de refutar al idealismo, a veces dobla demasiado la vara y termina aparentemente defendiendo una teoría del conocimiento de la copia cruda, según la cual el conocimiento de lo que nos rodea no es el resultado de nuestra intervención activa en el mundo, sino que simplemente es impreso directamente en nuestras mentes pasivas en una forma en que nos permite inmediatamente comprender que nuestras ideas son correctas. La afirmación de que Lenin está comprometido con esta posición insostenible fue hecho primero por Axelrod y después repetido por el comunista holandés Anton Pannekoek, el filósofo alemánes Karl Korsh y otros. Si Lenin sostenía esta posición en 1909, él la abandonó más tarde -ciertamente en el momento en que compuso sus Cuadernos Filosóficos (1916), que discuten la lógica de Hegel. Pero también es verdad que en algunos pasajes de Materialismo y empirio criticismo parece cometer el error de confundir lo que implica para una afirmación ser verdadera (una teoría de la verdad) con una explicación de cómo se puede establecer la verdad de una afirmación (una teoría del conocimiento), y es así llevado de una teoría de la verdad de la correspondencia perfectamente sensible a una inaceptable teoría del conocimiento de la copia.(41)
Sin embargo, hay otros pasajes en Materialismo y empiriocriticismo que dejan en claro que no es la posición considerada de Lenin que establecer la verdad de una afirmación científica es una cuestión simple. Efectivamente él es consciente de que nuestras posiciones científicas son generalmente verdaderas sólo parcialmente, relativamente o aproximadamente, y que el progreso científico no resulta en el conocimiento absoluto, sino sólo en una aproximación cada vez más cercana a la verdad:
En la teoría del conocimiento, como en toda otra rama de la
ciencia, debemos pensar dialécticamente, es decir, no debemos considerar a
nuestro conocimiento como ya hecho e inalterable, sino que debemos determinar
cómo el conocimiento emerge de la ignorancia, cómo el conocimiento incompleto,
inexacto se vuelve más completo y más exacto.
Además, “para el materialismo dialéctico no hay una frontera
infranqueable entre la verdad relativa y absoluta”, incluso si todo
conocimiento está históricamente condicionado.
"Desde el punto de vista del materialismo moderno, es decir el marxismo, los límites de la aproximación de nuestro conocimiento a la verdad objetiva y absoluta están históricamente condicionados, pero la existencia de dicha verdad es incondicional, y el hecho de que nos estemos acercando más también es incondicional” (42)
Lenin trata estas ideas con mayor sutileza y sofisticación
en los Cuadernos Filosóficos, pero si leemos Materialismo y Empiriocriticismo
benévolamente, no hay una incompatibilidad fundamental entre esos trabajos.
Materialismo y Empiriocriticismo defiende la existencia de un mundo material
existente independientemente. Los Cuadernos exploran las formas complejas en
las que se puede obtener el conocimiento de ese mundo. Para mayores reflexiones
sobre las posiciones de Lenin, ver Sobre Materialismo de
Sebastiano Timpanaro (43), que también contiene discusiones interesantes de
otras varias cuestiones examinadas en este artículo.
A pesar de las polémicas de Lenin, Bogdanov, Lunacharsky y otros no renunciaron a la filosofía de Mach y continuaron jugando roles prominentes en el Partido Bolchevique. Efectivamente, después de la revolución de 1917, en la medida en que floreció la vida intelectual, se les dio a muchos de ellos posiciones políticas y académicas prominentes. Lunacharsky se transformó en Comisario de Educación. Bogdanov fue nombrado para la Academia Comunista donde rápidamente se volvió partidario de la “cultura proletaria” y ayudó a lanzar el movimiento “Proletkult”, que buscaba remplazar la ciencia, el arte y la cultura burgueses con nuevas ideas proletarias. Este movimiento rápidamente cayó bajo el ataque de Lenin y Trotsky, que criticaron sus presuposiciones filosóficas como su programa político. En un ensayo sobre “Cultura y Arte Proletarios” en Literatura y Revolución (1923) Trotsky argumenta que a pesar de su unilateralidad la ciencia bajo el capitalismo ha producido conocimiento genuino que sería una locura rechazar:
Toda ciencia, en mayor o menor grado, refleja incuestionablemente
las tendencias de la clase dominante. Cuanto más estrechamente una ciencia se
adhiere a las tareas prácticas de conquistar la naturaleza (física, química,
ciencia natural en general), mayor es su contribución humana, no clasista.
Cuanto más profundamente una ciencia está conectada con el mecanismo social de
explotación (economía política), o cuanto más abstractamente generaliza toda la
experiencia de la humanidad (psicología, no en su sentido experimental,
fisiológico, sino es su así llamado “sentido filosófico”), más obedece al
egoísmo de clase de la burguesía y menos significativa es su contribución a la
suma general del conocimiento humano. En el dominio de las ciencias
experimentales, hay distintos grados de integridad y objetividad científicas,
dependiendo del alcance de las generalizaciones realizadas. Como regla general,
las tendencias burguesas han descubierto un lugar mucho más libre para ellas en
las altas esferas de la filosofía metodológica... Pero sería ingenua pensar que
el proletariado debe renovar críticamente toda la ciencia heredada de la
burguesía, antes de aplicarla a la reconstrucción socialista. Esto es la mismo
que decir con los moralistas utopistas: antes de construir una nueva sociedad,
el proletariado debe elevarse a las alturas de la ética comunista. De hecho, el
proletariado reconstruirá la ética así como la ciencia radicalmente, pero lo
hará después de que haya reconstruido una nueva sociedad, aunque sea en bruto.
Los simpatizantes de Proletkult creían que la nueva sociedad
no podía ser construida usando las herramientas heredadas de la vieja. Trotsky
argumenta en respuesta que lo que ignora esta crítica es la naturaleza
dialéctica de la transformación social prevista:
"El proletariado rechaza lo que es claramente innecesario, falso y reaccionario, y en los distintos campos de esta reconstrucción hace uso de las métodos y conclusiones de la ciencia actual, tomándola necesariamente con el porcentaje de aleación de clase que está contenida en ella. El resultado práctico se justificará generalmente y de conjunto, porque este uso cuando es controlado por un objetivo socialista administrará y seleccionará gradualmente los métodos y las conclusiones de la teoría. Y en ese momento habrán crecido científicos educados bajo nuevas condiciones. De cualquier modo el proletariado tendrá que llevar su reconstrucción socialista hasta un alto grado, es decir, proporcionar la seguridad material real y la satisfacción de la sociedad culturalmente antes de que sea capaz de llevar adelante una purificación de la ciencia de arriba abajo”.(44)
A mediados de los ’20 Trotsky dio un número de discursos y
escribió varios artículos cortos elaborando esos temas, enfatizando tanto la
unidad de conjunto de las ciencias como la especificidad de métodos y teorías
dentro de los dominios particulares. Los problemas científicos no pueden ser
resueltos simplemente dominando los principios generales de la teoría marxista.
Por otro lado, dominar un campo particular de la ciencia no es sustituible por
la teoría marxista. “El comunismo”, escribió, “no es un sustituto de la
química. Pero el teorema de la conversión también es
verdadero”(45) Algunos de los artículos de Trotsky sobre la ciencia pueden
encontrarse en Problemas de la vida cotidiana (46). A pesar de sus otras
preocupaciones, Trotsky encontró tiempo para escribir sobre estas y otras
cuestiones relacionadas con la ciencia mientras estuvo en el exilio en los ’30.
Los últimos escritos están disponibles como Apuntes de Trotsky 1933-35: Escritos
sobre Lenin, Dialéctica y evolucionismo. (47) Hay un revisión auspiciosa de esas notas
en el capítulo 5 de El Algebra de la revolución de John Rees. (48)
Durante gran parte de la década del ’20 hubo en la Unión Soviética un debate vivo entre varias escuelas de pensamiento sobre cuestiones científicas, pero esto lentamente terminó en la medida en que Stalin ascendía al poder y consolidaba su contrarrevolución. Sin embargo, algunos de los trabajos hechos durante este período tuvieron una gran audiencia en 1931 cuando Stalin decidió a último momento enviar una delegación soviética encabezada por Bujarin al Congreso de Historia de la Ciencia y la Tecnología de la Segunda Internacional en Londres. Los distintos miembros de la delegación tenían desacuerdos entre ellos sobre muchas cuestiones, pero el grupo de conjunto tuvo un efecto electrizantes –y polarizante- sobre la conferencia. Se agregó una sesión extra para que pudieran ser discutidos todos los trabajos, y se publicaron tan pronto terminó el Congreso, en volumen titulado La Ciencia en la encrucijada (49), que contiene algunas de las más importantes discusiones marxistas de la ciencia desde la Dialéctica de la Naturaleza de Engels.
La más famosa de las contribuciones a La Ciencia en la encrucijada es el trabajo de Boris Hessen “Las raíces económicas y sociales del principio de Newton”, que suministra un análisis detallado y brillante de la forma en la que la física clásica estaba arraigada en los desarrollos económicos y tecnológicos del siglo XVII, refutando decisivamente la posición de “genio individual” de la historia de la ciencia. Hessen se centra en el período de la revolución inglesa de 1640, y examina el impacto sobre la física teórica de los factores como comunicaciones, transporte de agua, minería, armamento y balística:
Hemos comparado los principales problemas técnicos y físicos del período con el esquema de investigaciones que gobernaban la física durante el período que estamos investigando, y llegamos a la conclusión de que el esquema de la física estaba principalmente determinado por las tareas económicas y técnicas que ponían en primer plano la burguesía en ascenso.
Pero Hessen no ofrece una visión crudamente reduccionista.
Si bien los factores económicos y técnicos juegan un rol crucial en moldear el
desarrollo de la ciencia, no son toda la historia, y Hesen también discute la
influencia de las ideas filosóficas y políticas, argumentando que es necesario
“analizar más completamente la época de Newton, la lucha de clases durante la
revolución inglesa, y las teorías políticas, filosóficas y
religiosas...reflejadas en las mentes de los contemporáneos de esas luchas”.
El sobresaliente ensayo de Hessen sigue siendo hasta el día
de hoy el punto más alto del análisis marxista de la ciencia del siglo
XX, trazando el camino en el cual emergió una teoría científica superior a
partir del interjuego de factores materiales e ideológicos. Trágicamente, sin
embargo, el período de vitalidad y debate intelectual que había comenzado con
la revolución de 1917, y que había producido eventualmente La Ciencia en la
encrucijada, estaba casi terminado.
Dos años más tarde, en el 50 aniversario de la
muerte de Marx, Bujarin todavía fue capaz de editor otra importante colección,
Marxismo y Pensamiento moderno (50), que contiene importantes discusiones de
“Marxismo y Ciencia Natural” (YM Uranovsky), La vieja y la nueva física (SI
Vavilov) y “Marx y Engels sobre biología” (VL Komarov). Pero pronto muchos de
los que contribuyeron en esos dos volúmenes (incluido Bujarin y Hessen) iban a
ser víctimas de las purgas de Stalin. La destrucción stalinista del pensamiento
científico crítico (y de hecho el pensamiento crítico de todo tipo) sentó las
bases para la gran debacle de “Lysenkismo”, el movimiento siguió al agrónomo
Trofim Lysenko que subió a una posición de ascendencia en la biología soviética
denunciando la genética moderna como incompatible con la dialéctica materialista.
Las posiciones de Lysenko no eran sólo un travestismo del pensamiento marxista
(ya que Marx y Engels rechazaban la idea de que uno podía refutar o establecer
cualquier posición científica sobre la base de categorías filosóficas
abstractas), también iban a resultar eventualmente en un daño importante a la
agricultura soviética.
Mientras que en la Unión Soviética el análisis marxista serio de la ciencia terminó en los ’30, el trabajo de Bujarin, Hessen y otros tuvieron un gran impacto en otras partes, particularmente en Gran Bretaña, donde una generación de científicos radicales –incluyendo al físico JD Bernal y al genetista JBS Haldane que se transformaron en miembros o compañeros de ruta del Partido Comunista y frecuentemente popularizaron brillantemente la ciencia moderna (51). Haldane escribía una columna regular para el Daily Worker en los ’30, algunas de las cuales se pueden encontrar en Del tamaño correcto(52), una colección contemporánea de sus ensayos editados por el biólogo evolucionista John Maynard Smith. El prolífico Bernal escribió numerosos libros ofreciendo una perspectiva marxista sobre la ciencia. Antes de la guerra el más importante fue La función social de la ciencia (53), un largo trabajo que contiene muchas discusiones interesantes, pero que también, desafortunadamente, está imbuido con el espíritu del “socialismo desde arriba”.
Historia de la
ciencia
Después de la segunda guerra mundial muchos marxistas
británicos siguieron con el tipo de análisis materialista detallados de la historia
de la ciencia de los cuales Hessen fue un pionero. Joseph
Needham trabajó varios años en su Ciencia y Civilización en la antigua China,
un estudio de varios volúmenes. (54) Bernal escribió un estudio abarcativo de
cuatro volúmenes llamado La ciencia en la historia (55) (originalmente publicado en 1954 y que
todavía se imprime). Stephen Mason cubrieron el mismo campo más brevemente en
Principales tendencias del pensamiento científico(56) (también publicado bajo
el título de Una historia de las ciencias). No obstante, el clima de la guerra
fría volvió difícil proseguir este trabajo. Por ejemplo, según el historiador
de la ciencia Robert M. Young, Mason, “tuvo que retornar a la
química porque no podía hallar trabajo como historiador de la ciencia.”(57)
Como resultado de esto, hay poca historia de la ciencia lamentablemente
disponible desde el punto de vista marxista, por fuera de lo que ahora son los
“clásicos” de los ’40 y los ’50.
Los libros de Bernal y Mason mencionados arriba son todavía los mejores estudios de conjunto. Bernal también escribió una historia de la física antes del siglo XX llamada La extensión del hombre.(58) Los orígenes de la ciencia son brevemente discutidos en Qué sucedió en la historia? de Gordon Childe.(59) Sobre la ciencia en el mundo antiguo ver La ciencia griega(60) de Benjamin Farrington y los Orígenes del materialismo del trotskista norteamericano George Novack(61). Gran parte de la ciencia griega quedó perdida luego del colapso del Imperio Romano, pero las ideas importantes fueron preservadas y desarrolladas en el mundo árabe y eventualmente pasaron a Europa occidental. Un breve estudio de los acontecimientos desde el siglo 12 en adelante puede ser hallado en La ciencia física en la Edad Media de Edward Grant.(62)
Los trabajos estándar sobre la revolución científica de los siglos XVI y XVII incluyen el libro de Thomas Kuhn sobre La revolución copernicana (63) y El nacimiento de una nueva física de Bernard Cohen (64), pero este último en particular debe ser complementado con el ensayo clásico de Hessen. Otro estudio breve y legible, que cubre la química y la biología así como también la física, es La construcción de la ciencia moderna, de Richard Westfall. (65) Los que llegan hasta el 1800 son La ciencia y la industria en el siglo XIX (otro libro escrito por Bernal). (66) La mayoría de los libros mencionados aquí tratan centralmente acerca de física. Para una historia de la química, ver La evolución química de Mason (67), y para una corta historia de la geología hay que leer el excelente libro de Stephen Jay Gould, La flecha del tiempo, el ciclo del tiempo. (68) Algunos libros sobre la historia de la biología son mencionados más abajo.
Las ciencias físicas
La física en el siglo 20 ha experimentado dos grandes
revoluciones intelectuales que Marx y Engels obviamente no podrían haber
anticipado, pero que no obstante se ajustan bien con sus puntos de vista
generales sobre la dinámica del desarrollo científico. La primera revolución
fue el derrocamiento de la mecánica clásica de Newton por las teorías
especiales, y más tardes generales, de la relatividad de Einstein. Contrario a
la interpretación popular errónea de ella, la teoría de la relatividad no
sostiene que “todo es relativo”. Lo que Einstein sí sostuvo es que las
diferentes propiedades físicas y las relaciones que la mecánica newtoniana
supone como independientes de cualquier marco particular de referencia, de aquí
que sean absolutas, son de hecho relativas a los marcos particulares de
referencia (así como si un objeto está a la izquierda de otro o la derecha de
otro, para usar una analogía aproximada, depende del marco de referencia).
Estas propiedades y relaciones incluyen, contra lo que sostiene el “sentido común”,
distancias espaciales, intervalos de tiempo, y masa. Así, por ejemplo, según
Einstein, si dos eventos se producen o no simultáneamente varía de una marco de
referencia al otro (o, más precisamente, de un sistema inercial al otro). Desde
mi marco de referencia, dos eventos pueden ser medidos como que se producen al
mismo tiempo, pero si usted se está moviendo con respecto a mí, usted podría
medirlos como que se producen en tiempos diferentes. Si Einstein tiene razón,
ninguna de las mediciones es incorrecta. Los eventos son simultáneos en
relación al primer marco de referencia, pero no simultáneos en relación al
segundo.
Einstein fue llevado a esta extraordinaria conclusión a partir de su compromiso con el principio de la relatividad, que mantiene que las leyes fundamentales de la física se mantienen en todo los marcos de referencia y que ninguna medición posible puede ser realizada, como para poder distinguir un sistema de referencia que se mueve uniformemente de otro. Así, un pasajero en un tren sellado que se mueve a una velocidad uniforme con respecto a su entorno experimentaría las mismas leyes de la física que si el tren permaneciera inmóvil. El principio de la relatividad había sido aceptado por muchos físicos desde el siglo XVII, pero Einstein reconoció que, si esto es verdad, entonces es imposible reconciliar la mecánica newtoniana con la teoría del electromagnetismo desarrollada por Faraday, Maxwell, y otros en el siglo XIX.
Según Newton, un cuerpo que acelerara la suficiente cantidad de tiempo puede alcanzar cualquier velocidad, incluyendo la velocidad de la luz. Pero si esto fuera posible, entonces las ecuaciones de Maxwell no describirían correctamente el comportamiento de los fenómenos electromagnéticos (los cuales, por supuesto, incluyen las ondas de luz) en todos los marcos de referencia. Para tomar una de los ejemplos del propio Eisntein, imaginemos un observador iluminado por una fuente de luz que tiene un espejo enfrente de él. Si el observador y el espejo se movieran a la velocidad de la luz, el observador no vería su propio reflejo, ya que la luz de la fuente nunca alcanzaría el espejo. Einstein concluyó que la velocidad de la luz debe ser constante en todo los marcos de referencia (de modo tal que la velocidad de la luz es independiente de la velocidad de su fuente), y que nada puede moverse más rápido que la velocidad de la luz. Si el tiempo es simplemente un sistema de relaciones entre eventos físicos y objetos, entonces la relatividad de la simultaneidad se sigue de esto. Más en general, Einstein preservó el principio de la relatividad diciendo que las mediciones del espacio, del tiempo y de la masa dependen de la velocidad relativa del que realiza la medición, modificando así nuestras nociones de los tres en su conjunto.
Varias consecuencias sorprendentes se desprenden de la teoría de Eisntein. Una es la afirmación de que la velocidad de los relojes en movimiento es más lenta que la de los relojes en reposo. Otra es la afirmación de que a medida que un cuerpo acelera su masa aumenta, pudiendo así éste superar la velocidad de la luz. Otra más es la más famosa ecuación de Einstein, E = mc2, que sostiene la equivalencia de la energía y la materia y es la base teórica de la fisión nuclear. La masa de un objeto es, por así decir, energía concentrada, de modo tal que lo que eran antes dos conceptos separados resultan estar inextricablemente ligados. La teoría de la relatividad también conduce a la unificación del espacio y del tiempo en una única noción de espacio-tiempo, una idea que fue propuesta por primera vez por Hermann Minkowski en 1908. “De aquí en más”, escribió Minkowski, “el espacio y el tiempo en sí mismos, están destinados a desaparecer transformándose en meras sombras, y sólo una especie de unión de los dos preservará la realidad independiente”. (69) La teoría especial de la relatividad, inicialmente planteada por Einstein en una seria de escritos publicados en 1905, desarrolla estas ideas en el contexto de marcos de referencia que se mueven de manera uniforme uno en relación al otro. La teoría general, que llevó una década desarrollar, toma en cuenta los marcos de referencia en aceleración e incorpora los fenómenos gravitacionales.
La inicial convicción de Einstein de que sus teorías eran correctas estaba basada tanto en la “intuición” (en otras palabras, una pegada) como en datos empíricos, pero la evidencia empírica y observacional pronto demostraron que sus ideas eran correctas. Varias cosas que conciernen a su éxito son interesantes desde una perspectiva marxista, incluyendo cómo la física newtoniana, un conjunto de ideas que había dominado a la ciencia por más de dos siglos, y que parecía invencible, eventualmente entró en insuperables contradicciones, y se vino abajo. Al mismo tiempo, no obstante, la nueva síntesis einsteiniana preserva los elementos de verdad que hay en la mecánica clásica, demostrando cómo las leyes de Newton son aproximaciones a la verdad para sistemas en los cuales las velocidades son bajas en relación a la velocidad de la luz. Además, la teoría de Einstein demostró que los conceptos básicos de la física clásica –no sólo las leyes que había formulado usando éstos- necesitaban ser modificados, y que rasgos aparentemente distintos del mundo están de hecho profundamente interrelacionados.
Mi exposición de estas ideas ha sido por necesidad altamente concentrada, pero espero que su apetito para leer más acerca de ellas haya sido estimulado. Einstein escribió muchas introducciones populares a sus propios puntos de vista, incluyendo uno simplemente titulado La relatividad. (70) Mi favorito, sin embargo, es La evolución de la física. (71), que redactó junto a su estudiante Leopold Infeld en los ’30, y que también da un panorama histórico de la física desde Galileo hasta mediados del siglo XX. El legado de Einstein, (72) del Premio Nobel Julian Schwinger, es una presentación clara y actualizada . Sobre la teoría general en particular, ver Clifford Will, Tuvo razón Einstein? (73), una explicación sistemática de la evidencia que apoya la teoría de Einstein y la forma en la cual los pensadores que le siguieron han avanzado apoyándose en sus ideas. Para la discusión sobre la evolución de los puntos de vista de Einstein, los ensayos contenidos en Los orígenes temáticos del pensamiento científico (74) de Gerald Holton, son de mucha ayuda. La biografía más abarcativa es Einstein: la vida y la época de Ronald Clark (75), la cual, además del temprano trabajo científico de Einstein, también discute su política pacifista-socialista, su tibio sionismo y su rol en el desarrollo de la bomba atómica.
La segunda gran revolución en la física del siglo XX vino con el surgimiento de la mecánica cuántica en los ’20. La teoría de la relatividad propone concepciones radicalmente nuevas del espacioo y del tiempo. La física cuántica rompe con la idea del universo determinista en el cual cada evento tiene alguna causa previa, y propone en cambio que a nivel subatómico algunos eventos son cuestiones de puro azar o, más precisamente, tienen lugar con leyes probalilísticas más que deterministas. Irónicamente, si bien la mecánica cuántica se desarrolló a partir del trabajo hecho por Einstein y otro gran físico alemán, Max Planck, a principios del siglo XX, Einstein mismo se negó a reconciliarse con esta idea, sosteniendo hasta su muerte que “Dios no juega a los dados con el universo” y así que debe haber algo incorrecto en la teoría. Aun así la teoría cuántica es enormemente exitosa. Permite a los físicos decribir con gran precisión el comportamiento de los fenómenos subatómicos, las propiedades del núcleo atómico y la estructura y las propiedades de las moléculas y los sólidos. La mecánica cuántica también brinda la base para las innovaciones tecnológicas que van desde los láseres hasta los chips de siliconas.
Al mismo tiempo, no obstante, no hay una clara comprensión de por qué la teoría funciona tan bien, o alguna solución acordada a los problemas conceptuales y filosóficos que ésta plantea. Por ejemplo, la física cuántica no nos dice simplemente que hay una radical indeterminación en el mundo, también parece exigir que los fenómenos subatómicos se comporten tanto como partículas y como ondas, lo que el sentido común nos dice que es imposible, y que en algunas circunstancias las partículas físicas pueden influenciarse entre sí, si bien la interacción física entre ellas es imposible. Los físicos David Bohm y B. J. Hiley interpretan “la interconectividad cuántica de los sistemas distantes” en términos que Marx y Engels hubieran festejado:
Un sistema cuántico de muchos cuerpos no puede ser analizado adecuadamente como partes que existen de modo independiente, con relaciones dinámicas fijas y determinadas entre cada una de las “partes”. Más bien, las partes deben ser vistas en una conexión inmediata, en la cual sus relaciones dinámicas dependen, de un modo irreductible, del estado del sistema en su conjunto (y en verdad del estado de los sistemas más amplios en los cuales ellas están contenidas, lo que se extiende en última instancia y en principio a todo el universo). De este modo uno se ve llevado a la nueva noción de totalidad irrompible que niega la idea clásica de la analizabilidad del mundo en partes que existen separada e independientemente. (76)
Los puntos de vista de Bohm y Hiley, no obstante, son
aceptados sólo por una minoría. Según la visión estándar de la teoría cuántica
(conocida como la interpretación de Copenague), las partículas subatómicas no
tienen propiedades determinadas antes de un acto de medición. En cambio, los
varios estados posibles en los que cuales se puede hallar el sistema son
definidas por una onda de probabilidad que sólo “colapsa” cuando se realiza una
observación. Esto da lugar a la a esta altura bien conocida
paradoja del gato de Schrodinger. Se nos pide que imaginemos al animal
encerrado en una caja con un recipiente que contiene gas venenoso que se abrirá
sólo si un átomo radioactivo se desintegra dentro de un cierto tiempo. Pero si
el átomo no tiene un estado determinado hasta que la medida se haga, significa
esto que el gato es mantenido en un estado indeterminado, ni muerto ni vivo,
hasta que el aparato sea observado? Acertijos como éste han llevado a
algunos físicos a adoptar ridículos puntos de vista idealistas, en la cual la
conciencia humana determina la naturaleza del mundo físico (a pesar del hecho
que la conciencia humana sólo evolucionó en un tiempo comparativamente
reciente). Otros han sugerido que cada vez que un evento cuántico indeterminado
tiene lugar, el universo se “escinde” de modo tal que para cada resultado
posible hay una realidad separada en la cual éste tiene lugar.
Los problemas genuinos asociados con la física cuántica dan muchas oportunidades a los místicos y a los cráneos de todo tipo de sostener que la teoría apoya sus propios puntos de vista, así que se requiere cuidado para navegar por los grandes números de popularizaciones que han sido publicadas. Una de las mejores guías es el libro La realidad cuántica de Nick Herbert (77), que da una clara exposición de la teoría básica, y explica cuidadosamente las diferentes interpretaciones de la teoría que han sido propuestas y por qué ninguna de ellas es completamente satisfactoria. A la búsqueda del gato de Schrodinger (78), un libro escrito por el prolífico escritor de ciencia John Gribbin es también una buena introducción. Gribbin ha publicado recientemente una continuación llamada Los mininos de Schrodinger y la búsqueda de la realidad cuántica. (79) Una discusión más avanzada es brindada por David Albert en La mecánica cuántica y la experiencia. (80) A principios de los ’80 la BBC puso al aire una serie de entrevistas radiales con físicos cuánticos líderes que ahora fueron publicadas como El fantasma en el átomo (81), un libro editado por Davies y Brown. El primer capítulo de este libro es otra buena breve introducción a la mecánica cuántica.
Una introducción un poco más avanzada pero todavía razonablemente accesible es el libro corto de Alastair Rae, La física cuántica: ilusión o realidad? (82). Rae concluye con una simpática discusión sobre cómo las ideas anti-reduccionistas del ganador del Premio Nobel de física Ilya Prigogine pueden ofrecer una solución a los problemas de la teoría cuántica. Prigogine, cuyo trabajo central ha sido en el campo de la termodinámica, rechaza la idea de que podamos comprender los cambios que tienen lugar, digamos, en un gas, en términos de sus micro-constituyentes, y sostiene que debemos explicar en cambio el mundo micro en términos de los cambios a nivel de lo macro. En términos que Engels hubiera aprobado, Prigogine describe esto como un desplazamiento desde el “ser” al “devenir”. Exactamente cómo esto se relaciona a los problemas de la mecánica cuántica es demasiado complicado para explicarlo aquí, pero si usted se queda con la intriga, lea el libro de Rae o la introducción popular a estas ideas hecha por el propio Prigogine, en su libro El orden en el caos (83) (escrito en colaboración con Isabelle Stengers).
El desarrollo de la teoría de la relatividad y de la física cuántica, junto a los desarrollos tecnológicos, han permitido a los cosmológos desarrollar modelos detallados de la historia y la estructura del universo. La introducción más conocida a este campo es el libro de Stephen Hawking Breve historia del tiempo (84). El artículo de Duncan Blackie que comenta este libro, “La revolución en la ciencia” (en International Socialism 42) discute el libro de Hawking desde la perspectiva marxista y señala algunas de sus debilidades. Simetría perfecta (85) de Heinz Pagels cubre el mismo terreno que el libro de Hawking pero con mayor detalle. La discusión de Steven Weinberg sobre la teoría del “big bang”, Los primeros tres minutos, (86) ha quedado ahora un poco anticuado pero aun vale la pena leerlo. En busca del big bang (87) es una discusión un poco más reciente.
Hoy en día Weinberg es uno entre varios físicos que creen que una “teoría del todo”, que unifique la teoría de la relatividad y la mecánica cuántica, puede estar pronto al alcance de la mano. El señala esto en su libro Sueños de una teoría final. (88) Otra introducción a estas ideas controvertidas se puede hallar en Davies y Brown, Supercuerdas: una teoría del todo? (89) que, como su libro sobre física cuántica, es una colección de entrevistas de la BBC. Vale la pena recordar, sin embargo, que a fines del siglo XIX los físicos tenían esperanzas similares de que su disciplina estaba casi completa. Dadas las serias dificultades que siguen existiendo con la teoría cuántica, y el hecho que los modelos actuales de la estructura del universo todos enfrentan problemas, los científicos del siglo XX que sueñan con el fin de la física es probable que se demuestre que están tan lejos de la meta como lo estuvieron sus precursores 100 años atrás.
Otra área de la física (o más exactamente de las matemáticas
aplicadas) – la teoría del caos - merece por lo menos una breve mención aquí,
aunque sea solamente por haber sido mal representada con tanta frecuencia por
los postmodernistas y aquellos que proclaman que el mundo está más allá de la comprensión
racional. De hecho, la teoría del caos no sostiene que el mundo es
esencialmente ininteligible o incomprensible, sino que más bien procura utilizar técnicas matemáticas
sofisticadas para demostrar que incluso un comportamiento aparentemente arbitrario
en los sistemas dinámicos puede ser analizado y entendido. La mejor
introducción en este campo de conocimiento sigue siendo es Caos (90) el libro
de James Gleick. Una exposición más avanzada es ¿Juega Dios a los Dados? (91)
de Ian Stewart quien también escribió una breve introducción de la teoría del
caos (llamada ¿Los dados juegan a Dios?) en su más reciente libro Números de la
Naturaleza, (92) el cual es una buena introducción no matemática a algunas
ideas básicas de las matemáticas. Hay también una breve descripción que es
excelente en el artículo “El Orden del Caos” publicada en el International
Socialism.48.
Las ciencias
biológicas
El biólogo ruso Theodosius Dobzhansky (uno de los fundadores
de la 'síntesis' moderna de la biología evolutiva y genética de los años 30)
comentó una vez: ´Nada en biología tiene sentido, excepto a la luz de la
evolución' (93). El desarrollo de la
teoría de la evolución marca el comienzo de la biología moderna y para aquel que
disponga de tiempo, el mejor punto de partida es el trabajo del mismo Charles
Darwin, El Origen de las especies (94),
publicado originalmente en 1859. Este es quizás el último gran trabajo
científicoescrito para la audiencia en general y accesible a ella. La principal
dificultad a que se enfrenta el lector contemporáneo no es tanto la prosa de
Darwin sino el captar la estructura total de su libro más famoso. Darwin nos
dice en el capítulo final que todo el volumen es un largo razonamiento; pero el Origen está tan densamente equipado
con discusiones de casos específicos que los arboles hacen dificil ver el
bosque. Sin embargo, a medida que el libro transcurre, Darwin reúne
cuidadosamente abrumadoras evidencias de la evolución por selección natural, presentando cuidadosamente
las evidencias detalladas que él había acumulado durante más de 20 años.
Darwin comienza el Origen atrayendo nuestra atención hacia
la habilidad de los productores de
animales y plantas para alterar
drásticamente las características de un grupo de organismos a través de una
serie de generaciones permitiendo así que solamente los individuos con los
rasgos deseados se reproduzcan. Trata
entonces (en los capítulos 2 y 3) sobre un proceso análogo que ocurre en
la naturaleza sin intervención consciente del ser humano (95). Los organismos
de una población dada tienen entre sí particularidades que les son propias, y
algunas de estas diferencias particulares pueden ser trasmitidas a su
descendencia. Si hay demasiados organismos para ser sustentados en un medio
ambiente dado, aquellos que fortuitamente fueran más aptos para sobrevivir y
reproducirse tenderán a tener más descendencia, de esta manera los de
características más favorables tenderán a proliferar de generación en
generación. Así resulta que el cambio evolutivo es el resultado de una 'lucha
por la existencia' la cuál:
... inevitablemente proviene de la gran celeridad con la cual todos los seres orgánicos tienden a reproducirse. Cada ser, que durante el curso natural de su vida produce varios huevos o semillas, debe padecer destrucción durante un cierto período de su vida, de lo contrario, según el principio de la progreción geométrica, su número llegaría a ser tan desmedidamente grande que ningún país podría sustentar el producto. Por lo tanto, cuantos más individuos con posibilidad de sobrevivir aparezcan , inevitablemente existirá siempre una lucha por la existencia, ya sea, entre individuos de la misma especie, entre individuos de distintas especies o con las condiciones físicas para la vida (96).
Con el tiempo, una población de organismos puede mejorar
progresivamente su adaptación al medio ambiente, y las características de sus
miembros al final de este proceso pueden ser muy diferentes a las de sus
antepasados. Darwin afirmó más tarde que la idea básica de la selección natural
le fue sugerida por el trabajo reaccionario de Thomas Malthus , Población, este
sostiene (sin fundamento que lo evidencie) que las poblaciones humanas
sobrepasarán siempre el suministro de alimentos disponible. Los conocimientos
científicos recientes han demostrado que la exposición de Darwin esta algo
simplificada (97) y que Malthus lo
influyó al igual que la teoría económica
de Adán Smith. Como destaca al respecto
el biólogo evolutivo contemporáneo Stephen Jay Gould que...si bien “la fuente de una idea es una cosa, la
verdad que encierra o lo fructífera que resulte es otra”, y agrega: En este caso, es irónico que el sistema
de laissez faire de Adán Smith no
funcione dentro de su propio pensamiento económico, porque conduce al
oligopolio y a la revolución, en vez de
tender al orden y la armonía. La lucha
entre individuos parece ser ley de la naturaleza” (98).
Habiendo establecido la veracidad de la selección natural,
Darwin prosigue para argumentar (en los capítulos 4 y 5) que este proceso es no
simplemente capaz de originar nuevas variedades sino otras nuevas si continúa
durante el tiempo suficiente. En los capítulos siguientes (6 a 8), desarrolla
objeciones a la idea que la selección natural - o 'descendencia con
modificaciones' - puede explicar las características de todas las especies
existentes (incluso órganos de extrema
perfección, como el ojo humano, y la esterilidad de ciertas clases de insecto).
De esta manera los dos primeros tercios de Origen demuestran
que la selección natural es un fenómeno genuino y que es capaz de explicar de
donde vinieron las especies existentes y
porqué ellas están tan peculiarmente bien adaptadas a su ambiente. Para
terminar Darwin presenta la evidencia de
que la selección natural no es solamente
una explicación posible del Origen de las Especies, sino que es la única
razonable disponible (capítulos 9 a 13). La evidencia se extiende desde el
patrón de desarrollo revelado en el registro de los fósiles, a los hechos sobre la distribución
geográfica de los organismos y las
semejanzas estructurales y de desarrollo entre seres vivos los que de otra
manera serían muy diferentes. Darwin demuestra que su opinión puede
proporcionar explicaciones satisfactorias en la materia, mientras que desde el
punto de vista de los que creen en la creación divina (por lejos la opinión de
la mayoría de los naturalistas antes de la publicación de Origen) sigue siendo
un enigma inexplicable. En su capítulo final Darwin resume su argumentación
central y espera encontrar la
'revolución en la historia natural ' la cuál con razón creyó que sus teorías le
brindarían.
Por supuesto que las opiniones de Darwin no sólo tuvieron
implicaciones revolucionarias para el estudio de la biología. La teoría de la
evolución por selección natural sugiere
una exhaustiva imagen materialista del mundo que emanan de las fuerzas vitales
y los propósitos prescritos por la naturaleza, y que implica que los fenómenos
mentales emergen cuando la materia está dispuesta de una manera compleja (99).
Tales opiniones no solamente minan el tradicional punto de vista religioso de
la creación divina sino también las versiones más 'sofisticadas' del teísmo el
cuál asevera que Dios trabaja por medio de la evolución, y ellas eran un
desafío directo a la ideología Victoriana dominante en Inglaterra. Uno de los
primeros revisionistas del libro de Darwin, el gran geólogo Adán Sedgwick,
habló en nombre de muchos: 'No puedo concluir sin expresar mi aborrecimiento a
la teoría debido a su estremecedor
materialismo' (100). Darwin era muy consciente del peso materialista de
sus opiniones, y como respetable caballero burgués que era, esto lo ponía
extremadamente nervioso (nunca se sintió listo para acogerse al ateísmo). Esto
explica probablemente por qué demoró tanto en publicar sus ideas; finalmente lo
hizo cuando supo que el joven naturalista galés Alfred Wallace había alcanzado
conclusiones similares y estaba a punto de publicarlas (101).
Esto explica también porqué Marx y Engels eran tan
entusiastas respecto a la teoría de Darwin. A menos de un mes de la publicación
de Origen, Engels destacó en una carta a Marx: 'Darwin, a quien ahora estoy
leyendo, es espléndido.' El mismo Marx leyó Origen al año siguiente y comentó a
Engels que: 'aunque se desarrolla en un burdo estilo inglés, este es el libro
que contiene las bases de la historia natural desde nuestro propio punto de
vista´ (102). Marx señaló que el aceptar la evolución por selección natural no
implica aceptar automáticamente la
verdad del materialismo histórico -no hay ninguna contradicción en el aceptar a
Darwin y rechazar a Marx. Pero Darwin al apoyar una perspectiva universal
materialista y demostrar el patrón del
cambio histórico en el mundo biológico, ciertamente destaca su credibilidad en
el método materialista aplicado también a la sociedad.
Si desea leer más trabajos de Darwin yo le recomendaría en
primer lugar su corta Autobiografía, luego, El viaje por el Beagle ( The Voyage
of the Beagle), en el que cuenta sobre su viaje de cinco años alrededor del
mundo durante el que recolectó gran parte de la evidencia que presentó más
tarde en Origen y cuando por primera vez
comenzó a dudar del relato bíblico de la creación, en tercer lugar, La descendencia
del hombre (The Descent of Man), su trabajo más importante después de Origen,
el cual trata sobre la evolución del hombre (103). Todo lo que Darwin tuvo que
decir sobre este tema en Origen fue que:
cuando la teoría de la selección natural gane la aceptación general, ' aflorará
la luz sobre el origen del hombre y de
su historia', sin embargo le llevó más de una década el estar preparado para
publicar su obra. “La Descendencia” de Darwin
también contiene un avance teórico importante con respecto a Origin –
la identificación de la selección sexual como una categoría especial dentro de
la selección natural. En algunos casos de la selección sexual, ciertas
características (tales como la ostentosa cola del pavo real) se desarrollan en
un sexo, no para que los individuos que
las poseen se adapten mejor a su ambiente, sino porque ello les permite atraer
a sus parejas con mayor eficacia. Finalmente, los primeros cuadernos de Darwin
sobre evolución han sido publicados nuevamente con el título de Metafísica,
Materialismo, y La evolución de la mente, y constituyen una fascinante lectura
(104).
Los problemas de la evolución (105), de Marck Ridley, es una
corta introducción contemporánea de la teoría evolutiva. La mejor biografía de
Darwin, la cual sienta firmemente sus ideas en el contexto social y político en
el cual se desarrollaron, es Darwin(106) de Adrian Desmond y James Moore. Bien
vale la pena leer también uno de los primeros estudios de Desmond, La política
de la evolución (107), el cual examina el desarrollo de ideas evolutivas en una
generación anterior a Darwin, y los dos volúmenes bibliográficos de Thomas
Huxley (Huxley: El discípulo del deminio –The Devil´s Disciple- y Huxley: La
evolución del alto sacerdote (108)
(Evolution´s High Priest), Thomas Huxley
rápidamente se volvió el mayor defensor de la teoría evolutiva después
de la publicación de Origen con lo cual ganó el apodo de 'Darwin's bulldog'. La
biografía de Ronald Clark, El sobrevivir de Charles Darwin (109) (The Survival
of Charles Darwin) es también digna de una hojeada, sobre todo porque la
segunda mitad del libro es un examen útil del desarrollo de la biología desde
la muerte de Darwin en 1882 hasta nuestros días. Una historia más arrebatadora
y más detallada de la biología se puede encontrar en El crecimiento del pensamiento
biológico (The Growth of Biological Thought ) (110) de Ernst Mayr, quizás el
más distinguido biólogo evolutivo con vida. A pesar de que Mayr en la
introducción tira al aire indirectas insinuando que el modo marxista de
analizar la historia es vulgar, también admite que ´comparto algunas ideas
antirreduccionistas de Engels tal como la establecida en su Anti-Düring y estoy
muy atraído por el esquema de la tesis-antítesis-síntesis de Hegel... estas ideas han dominado mi presentación.'
Como mencioné antes, la disquisición de Darwin en Origen proporciona una crítica detallada y
devastadora del creacionismo. Consecuente y particularmente en los Estados
Unidos, la teoría evolutiva ha estado bajo un diluvio de ataques por la derecha
religiosa durante los últimos 20 años la que exige igual cantidad de horas
cátedra para los 'científicos creacionistas' en las escuelas. Mientras que han fracasado en esta demanda,
han podido con eficacia excluir biología evolutiva del plan de estudios en
muchas escuelas secundarias. Los sondeos de opinión en los E.E.U.U. demuestran
hoy que solamente cerca del 10 por ciento de la población acepta la veracidad
de la evolución Darwinista, mientras que casi el 50 por ciento cree que el
hombre fue creado por Dios en los
últimos 10.000 años (111). Hay buenos libros que por un lado demuelen las
teorías del creacionismo “científico” y además
proporcionan un resumen útil sobre la evidencia a favor de la evolución.
Ciencia ofensiva: El caso contra el Creacionismo (112) del filósofo científico
Philip Kitcher es uno de los mejores, excepto por el capítulo final donde procure conciliar la
evolución con la teología liberal. Evolución y mito del creacionismo (113) son
buenos trabajos del biólogo Tim Berra. El sociólogo científico Dorothy Nelkin
presenta una historia social del conflicto en La controversia de la creación
(114) (The Creation Controversy).
Este es probablemente un buen lugar para mencionar el
trabajo de Stephen Jay Gould (antes mencionado), cuyos libros ya le son sin
ninguna duda conocidos. Gould, quien fue biólogo evolutivo y paleontólogo en
Harvard, fue quizás el mejor difusor popular contemporáneo de ideas
científicas. Recomiendo particularmente sus dos primeras colecciones de
ensayos, Siempre desde Darwin (115) (Ever Since Darwin) y El pulgar de Panda
(116) ( The Panda´s Thumb), ambas contienen capítulos que fijan las ideas de
Darwin en su contexto histórico, son ediciones contemporáneas de la teoría evolutiva, críticas del determinismo
biológico, y mucho mas. Más recientemente, en libros como La Vida Maravillosa
(117) (Wonderful Life) y Majestuosidad de la vida (118) (Life´s Grandeur)
(publicados en los E.E.U.U. como Casa llena – Full House), Gould opina en contra de un falso concepto que es
muy común y sostiene que la vida debió desarrollarse solamente dentro de una
vía única y que los seres humanos de alguna manera debieron emerger como
resultado inevitable de ese proceso. Pero mientras que esto es correcto,
algunas otras veces Gould parece arrojar
al bebé con bañera y todo, negando al parecer cualquier patrón evolutivo
perceptible, e implicando que la historia evolutiva no es nada más que una
serie de accidentes. Esto es una equivocación
importante porque –así como en la historia de la humanidad-- el
determinismo y la aleatoriedad no agotan
las posibilidades. Puede haber tendencias reconocibles en un proceso histórico,
incluso si es inevitable el no poder
arribar a un resultado en particular (119). Sin embargo, aun cuando Gould esté
cometiendo errores, bien vale la pena leerlo.
Una colección de ensayos realizada por dos de los colegas de
Gould en Harvard, Richard Levins y Richard Lewontin, El Biólogo Dialéctico (120) (The Dialectical
Biologist) es el mejor análisis de las ideas evolutivas desde una perspectiva
explícitamente marxista. Levins y Lewontin dedicaron su libro a Engels, 'quien
siempre estuvo en lo justo donde importó´ (121). El volumen incluye la
discusión del contexto histórico y social del Darwinismo, disquisiciones contra
la “anti-ideología”, de la ideología tecnócrata (122) dominante en la sociedad
capitalista, reflexiones sobre la naturaleza de la dialéctica, y ejemplos
concretos de cómo un método dialéctico puede conducir a nuevos conocimientos en
la biología evolutiva (particularmente en el capítulo “El organismo como sujeto
y objeto de la evolución”). Ésta es una lectura esencial para cualquier persona
que tenga un serio interés en el Marxismo y la ciencia.
Quizás el punto más
débil del trabajo de Darwin sobre la evolución fue el hecho de que carecía de una teoría adecuada sobre los
mecanismos de la herencia. ¿Cómo es que existen características que se
transmiten de padres a hijos, y por qué los rasgos característicos favorables
no son disueltos por otros menos favorables a través de sucesivas generaciones?
El trabajo del monje checoslovaco Gregor
Mendel en la década de 1860 marcó el principio de una satisfactoria teoría de
la herencia, pero Darwin desconocía el trabajo de Mendel sobre la distribución
de rasgos de generaciones sucesivas en
plantas de arvejas, y no fue descubierto hasta el cambio de siglo en que
una nueva generación de biólogos volvieron a descubrir los resultados por su
cuenta. Mendel notó que algunos rasgos
parecen ser dominantes y otros recesivos, y
especuló con que había 'factores' causales en las plantas que de alguna
manera gobernaban características tales
como altura y color de la semilla. A comienzo del siglo XX los biólogos dieron
a estos factores el nombre de 'genes'.
El libro que he mencionado de Mayr incluye una historia
excelente sobre ' Variación y su Herencia' (Variation and Its Inheritance), la
que va a través de la aparición de la genética
Mendeliana hasta el trabajo de T
H Morgan sobre moscas de fruta en la universidad de Colombia a comienzos del
siglo y condujo a los primeros mapas del
'genoma' y el desarrollo de la biología molecular moderna. La biografía de
Darwin escrita por Clark cubre mucho de lo mismo, incluyendo el desarrollo de
la teoría matemática de la genética de la población en los años 30 de R A
Fisher, Haldane y Sewall Wright, y la construcción subsiguiente de la ´síntesis
moderna´ de la genética y de la evolución Darwiniana.
Francisco Jacob, genetista francés ganador del Premio Nobel
también ha escrito una historia leíble sobre nociones de la herencia llamada La
lógica de la vida (123) (The Logic of Life). Se debe tener en cuenta que Jacob
escribe desde una posición reduccionista que puede volverse irritante.
El mayor adelanto para entender por qué existe la variación
y cómo ocurre la herencia fue en 1953 con el descubrimiento de Francis Crick y
James Watson de la doble estructura helicoidal del ADN (ácido
deoxyribonucleico), la sustancia en el núcleo de las células que lleva la
información genética de padres a hijos. La historia del descubrimiento y
subsecuente desarrollo de la biología molecular está en ´El octavo día de la
creación ´ (124) (The Eight Day of Creation) de Horace Freeland Judson un libro
que podría haber andado con una buena redacción. El relato del descubrimiento de Watson puede encontrarse en sus infames memorias ´ La doble hélice´ (125) (The Double
Helix), que demuestra que su desagradable reputación de sexista egomaníaco fue
bien ganada. Por otra parte, el libro de Watson demuele con eficacia el mito
del científico imparcial cuya única preocupación es descubrir la verdad. Otro
biólogo molecular, Gunther Stent, ha editado una crítica del libro de Watson
que incluye revisiones, un interesante
comentario y también los textos originales de muchos tratados científicos
claves (126). La persona más discriminada en el relato de Watson es la
brillante investigadora de la Universidad de Londres, Rosalind Franklin, cuyas
fotografías de difracción con rayos X
del ADN fueron cruciales para determinar
su estructura. Franklin murió de cáncer en 1958 y no pudo participar en el
premio Nobel concedido a Crick, Watson y su colega Maurice Wilkins en 1962. Su
papel en el descubrimiento está relatado en el libro de Ann Sayre, Rosalind
Franklin y el ADN (127), el cuál, tal como lo dijo un revisionista, 'su lectura debería ser un
requisito para todos los científicos afanados, especialmente mujeres' (128).
En la búsqueda de la doble hélice (129) (In the Search of
the Doble Helix) de John Gribbin es mucho más que una relato de cómo la
estructura de ADN fue apareciendo. Gribbin comienza con Darwin, Mendel y el
desarrollo de la genética, articula la biología molecular con la teoría
cuántica, y traza la historia de la biología molecular desde el descubrimiento
de Crick y Watson. Otra descripción en general confiable del estado de la
genética moderna es proporcionada por El lenguaje de los Genes (130) (The Language
of the Genes) de Steve Jones. Pero quizás lo más útil para los socialistas,
frente al impacto cada vez mayor de objeciones que sostienen que virtualmente
cada aspecto del comportamiento humano puede ser explicado genéticamente, es un
número de libros recientes que montan sendas críticas del determinismo
genético. El más corto y accesible es La doctrina del ADN: Biología como Ideología (131) (Doctrine
of DNA: Biology as Ideology) de Lewontin. Más largo es Explotando el mito del
gen (132) (Exploding the Gene Mith) por Ruth Hubbard (otra bióloga de Harvard)
y Elijah Wald. La respuesta más sofisticada es el último libro del biólogo
marxista Steven Rose (133), Líneas de la vida: Biología, Libertad, Determinismo
(Lifelines: Biology, Freedom, Determinism).
El determinismo genético (la idea que nuestro comportamiento
es determinado por nuestros genes) y el reduccionismo genético, doctrina
estrechamente relacionada (la creencia de que todas las explicaciones
biológicas pueden ser substituidas en
última instancia por explicaciones genéticas), son apenas dos ejemplos de cómo
han sido distorsionadas las ideas biológicas para apuntalar la ideología de la
clase dominante. Las ideas de Darwin fueron consideradas inicialmente como una
amenaza para el status quo, pero pronto estaban siendo utilizadas por los
“Darwinistas sociales” como base para
los engañosos argumentos que apoyaban al capitalismo liberal, la jerarquía social, el racismo y la opresión de
la mujer. Argumentos similares fueron utilizados a comienzos del siglo XX por
el movimiento 'eugénico' cuyo propósito
era resolver problemas sociales impidiendo que se reprodujeran aquellos a
quienes consideraban biológicamente “defectuosos” y en su momento allanaron el
camino del holocausto nazi.
A pesar del hecho de que se ha demostrado que tales
aseveraciones no están científicamente justificadas, han reaparecido cada vez
que fue necesario desviar las críticas al mismísimo sistema capitalista. Por
ello, no es nada sorprendente que el determinismo biológico haya reaparecido de diversas maneras durante los
últimos 25 años mientras que las economías capitalistas se tambaleaban de
crisis en crisis. Algunos sociobiólogos (como E O Wilson y Richard Dawkins) han
sostenido que los seres humanos son naturalmente egoístas, agresivos y
xenófobos, y que la desigualdad social es en última instancia una consecuencia
de las exigencias biológicas. Esas ideas han sido actualizadas recientemente
por muchos que trabajaban en el nuevo campo de la psicología evolutiva (134).
Los reduccionistas genéticos han aseverado que hay genes específicos para todo,
desde el alcoholismo hasta la criminalidad. Racistas, como Richard Herrnstein y
Charles Murray en su odioso libro La
curva de campana (135) (The Bell Curve), han tomado estas aseveraciones para
resucitar la idea de que la inteligencia está basada en lo genético y que la
gente blanca tiende a ser más lista que la negra. Varios libros ya mencionados,
particularmente los escritos por Gould, Lewontin y Rose, abordan y demuelen
muchas de estas aseveraciones. No en nuestros genes (136) (Not in Our Genes) de
Lewontin, Rose y Leon Kamin es un volumen
de crítica comprensiva. Otra buena descripción de muchas de estas
discusiones es De Génesis al genocidio (From Genesis to Gonocide)de Stephan
Chorover (137). Un tercero es El Nuevo
Racismo (138) (The New Racism) de Martin Barker. Todos estos libros proveen un
excelente tratado del trasfondo político y social que favorece el resurgimiento
del determinismo biológico en su rumbo hacia la explotación de sus pretensiones
científicas. Probablemente las pruebas en contra más comprensivas de los
argumentos científicos de la sociobiología están en Vaulting Ambition de Philip
Kitcher (139). La larga y sórdida
historia del racismo científico desde comienzo del siglo XIX a los años 70 está
narrada en el magistral análisis de Allan Chase, El legado de Malthus (140) (The
Legacy of Malthus). Stephen Jay Gould
cubre también este terreno en La falsa medida del hombre (141) (The Mismeasure of Man ), un estudio
científico de primer nivel dentro del contexto social. Gould incluye en su
nueva edición una réplica a La curva de la campana (The Bell Curve). En el
nombre de los Eugénicos (In the Name of Eugenics) escrito por Daniel Kelves cuenta la historia del movimiento eugénico, mientras
que Troy Duster en La puerta trasera para los eugénicos (Backdoor to Eugenics) demuestra cómo el mal
uso de la nueva tecnología genética revive viejas ideas.
Conclusión
Hay una excelente tradición del pensamiento marxista sobre
la ciencia, desde las escrituras de Marx y Engels, a las contribuciones de
Lenin, Trotsky, Bukharin y Hessen, o a los trabajos de escritores
contemporáneos tales como Richard Lewontin y Steven Rose. El marxismo
proporciona conocimientos esenciales de la naturaleza, de la ciencia moderna
inasequibles desde cualquier otra perspectiva, y proporciona la base para
apreciar sus éxitos o analizar críticamente sus debilidades. Pero esto por sí
mismo no es suficiente. El marxismo no es simplemente una teoría para
contemplar el mundo. Es un arma revolucionaria que tiene como objetivo el
derrocamiento del sistema capitalista. La crítica marxista de la ciencia como
existe actualmente es simultáneamente un llamado para su transformación – un
llamado para liberarla de las limitaciones ideológicas y materiales de una
sociedad basada en provecho para unos pocos.
“Los filósofos sólo han interpretado el mundo, de diferente maneras; la cuestión es, no obstante, cambiarlo." (144)
Notas
Mi agradecimiento a Anthony Arnove, Judy Cox, Rob Hoveman,
Kim Rabuck, Juan Rees, Eric Ruder y David Whitehouse por sus comentarios sobre
una versión anterior a este artículo.
1 'Marx and the Objectivity of Science' (Marx y la
objetividad de la ciencia) de R Boyd et al (eds), The Philosophy of Science (La
Filosofía de la Ciencia) (London, 1991), p769.
2 Algunas veces se les da otro significado a los términos
internalismo y externalismo. Yo los he usado estrictamente como los define el
texto. En la filosofía de la ciencia del
siglo XX, los positivistas lógicos del círculo de Viena de los años 20 y 30
eran el arquetipo de los internalistas. Ofrecieron una interpretación,
confirmación y explicación sumamente abstractas de la naturaleza de las teorías
científicas. A fines de los años 50 el intento de los positivistas para
explicar la práctica científica real efectivamente se destruyó a sí misma, pero
a los golpes mortales se los da frecuentemente el libro altamente influyente de
Thomas Kuhn, The Structure of Scientific Revolution (Las estructuras de las
revoluciónes científicas) (Chicago, 1962; 2da ed 1970). Kuhn demuestra cómo la
práctica y la metodología científicas han experimentado cambios históricos
radicales con la adopción de nuevos 'paradigmas' (en resumen, las teorías científicas más
importantes que dejan sentadas cuestiones fundamentales y provee de una
corriente permanente de enigmas a los científicos que están trabajando), e
implica que los cambios de un paradigma a otro (las revoluciones científicas del
título de su libro) fueron fuertemente influenciados, quizá decididamente influenciados
por consideraciones extra-científicas. La contribución más importante de Kuhn
fue volver a situar a la ciencia en el
contexto histórico al cual pertenece, y hay mucho que aprender de su libro.
Pero el contexto histórico en el cual él pone a la ciencia está conceptualizado
con tal estrechez (y ciertamente sin referencia a la influencia y a los
intereses de la clase predominante) que es inevitablemente arrastrado a arribar
a conclusiones relativistas e idealistas. En la opinión de Kuhn, los paradigmas
rivales son inconmensurables, lo que significa que sus defensores no pueden
entenderse completamente y de esa manera no pueden resolver sus desacuerdos,
así es que no puede decirse que la ciencia se esté aproximando a la verdad
cuando un paradigma reemplaza otro. Verdaderamente, algunas veces Khun dice que
los seguidores de diferentes paradigmas habitan mundos diferentes porque la
teoría construye la realidad. Khun fue reticente para apoyar explícitamente las
consecuencias más radicales de sus ideas, sin embargo no lo fueron muchos historiadores y sociólogos científico
influenciados por Khun. Hay muchas investigaciones accesibles de estas ideas,
incluyendo What Is This Thing Called Science? (¿Qué es esa cosa llamada
ciencia?) de A. Chalmers (Milton Keynes, 1982), The Rationaly of Science (La
racionalidad de la ciencia) deW Neutonio-Smith, (Londres, 1981) e Introdution
to the Philosophy of Science (Introducción a la Filosofía de la ciencia)
(Oxford, 1997).
3 Atlantic Highlands.
Nueva Jersey, 1985. El estudio de Sheehan comienza con los trabajos de
Marx y Engels, y termina con la disolución del Comintern en 1943. El autor es
un antiguo miembro del Partido Comunista que sigue simpatizando con la mayor
parte de la tradición marxista, pero no es un ¨marxista en un sentido ambiguo”;
(pxi), y escribe desde la perspectiva de alguien que desea preservar los
conocimientos de la tradición antes de seguir avanzando, no como alguien
comprometido con un vivo conjunto de ideas. A pesar de todo, aprendí mucho del
libro de Sheehan.
4 Capital vol 1
(Nueva York, 1967), ch XII, p316.
5 Brighton 2da. edición, 1979. Ruben trata sobre cómo las
ideas de Marx respecto al conocimiento y
la realidad emergen y se esclarecen a partir de los problemas dejados por sus
predecesores filosóficos y cómo procura articular minuciosamente una teoría
marxista del conocimiento. Sin embargo, al llamar su relato 'teoría de
reflexión', Ruben provoca confusión entre una teoría de la verdad y una teoría
del conocimiento que, como veremos, es importante evitar. El capítulo final es
una discusión comprensiva del Materialismo y empiriocriticismo de Lenin. Ruben
es también el co-editor (con Juan Mepham) de las ediciones multivolúmenes de la
serie Issues in Marxist Philosophy (Asuntos de la Filosofía Marxista) Atlantic
Highlands, Nueva Jersey, 1979. Contiene un número de ensayos sobre dialéctica,
materialismo y ciencia.
6 Atlántic Highlands, Nueva Jersey, 1988. Murray demuestra
cómo el método científico de Marx surgió
de una crítica interna de Hegel, y examina la crítica de Marx a la economía
política a la luz de esto. He analizado la interpretación de Murray en una
revisión de su libro en Radical Philosophy Review of Books, no 2 (1990).
7 The Holy Family (La Sagrada Familia) y The German Ideology
(La ideología Alemana) son, por supuesto, trabajos conjuntos escritos con
Engels, pero precisamente porque son
trabajos en común reflejan también las opiniones de Marx en ese momento.
8 Oxford, 1975.
9 Economic and Philosophical Manuscripts (Manuscritos
Económicos y Filosóficos), en D McLellan (ed), Karl Marx: Selected
Writings (Obras Escogidas) (Oxford, 1977), p94.
10 Karl Marx (Londres, 1981), p162. El libro de Wood es una
muy clara exposición de varios aspectos del pensamiento filosófico de Marx. Las
secciones en 'Philosophical Materialism' (Materialismo Filosófico) y 'The
Dialectical Method' (El Método
Dialéctico); son particularmente relevantes para el tema central de este artículo.
11 No es coincidencia que muchos de los defensores del
realismo científico hayan sido influenciados por Marx. Esto incluye a Hilary
Putnam en los E.E.U.U. (a fines de
los 60 y principio de los 70), a Richard
Boyd, Richard W Molinero, Peter Railton y Michael Devitt. En Gran Bretaña la
figura más destacada es Roy Bhaskar. Los
trabajos de Putnam, Boyd, Molinero y Railton se pueden encontrar en R Boyd et
al (eds), The Philosofy of Science (La Filosofía de la Ciencia), CIT de Op.
Sys..
12 Capital vol 3 (Nueva York, 1967), ch XLVIII, p817.
13 Tésis sobre Feuerbach, en D McLellan (ed), op cit, p156.
14 The German Ideology (La Ideología Alemana) en D McLellan
(ed), op cit, p175.
15 Ibid, p160.
16 History and Class Consciousness (Historia y conciencia de
clase) (Londres, 1971), p204. Lukács es guiado a este punto de vista porque
rechaza el principio de que la conciencia del hombre refleja pasivamente la
realidad existente. Tiene razón cuando rechaza ese punto de vista pero se
equivoca al pensar que el realismo, o una teoría de la verdad implican eso.
17 Ibid,
pxvii.
18 Toward a
Marxist Humanism (Nueva York, 1968).
19 D
McLellan (ed), op cit, p156.
20 Capital
vol 1, p19.
21 P
Murray, op cit, pxiv.
22 Capital vol 1, p20.
23 Carta a Engels, 22 de junio de 1867, Correspondencia seleccionada
(Moscú, 1975), p177.
24 A Wood,
op cit, p219.
25 Para una buena ilustración histórica vea el tratado sobre
la revolución de la física del siglo XVII en The Revolution of Physics (La
Revolución de la Física) de Einstein y L Infeld (Nueva York, 1966), cap 1.
26 D McLellan (ed), op cit, p175.
27 Vol 1, ch XIV, sección 5, p361.
28 Ibid, ch XV, sección 2, p390n.
29 Esta disquisición está dada más detalladamente en 'Marx
and the Objectivity of Science' (Marx y la Objetividad de la Ciencia) de P
Railton, op cit.
30 La perspectiva mecánica fue explicada claramente por el
físico alemán Hermann von Helmholtz a mediados del s. XIX: 'Finalmente
descubrimos el problema científico de la materia física la que se define como el fenómeno natural
detrás de las fuerzas inalterables de atracción y repulsión cuya intensidad
depende enteramente de la distancia. La solubilidad de este problema es la
condición para la comprensión completa de la naturaleza. Helmholtz sostuvo que la ciencia estará terminada tan pronto
como la reducción de los fenómenos naturales a
fuerzas simples esté completa y la prueba dada de que ésta es la única
reducción de la cual los fenómenos son capaces.' Citado en A. Einstein y L. Infeld, CIT de Op. Sys.,
p54.
31
Friedrich Engels (Nueva York, 1977), p91.
32 Ver por
ejemplo: J D Hunley, The Life and Thought of Friedrich Engels (Vida y
Pensamiento de F. Engels) (Londres, 1991).
33 Preface of Dialectics of Nature (Prefacio de la
Dialéctica de la Naturaleza) (Nueva York, 1940), pxiv.
34 'The Philosofy of Science' (Filosofía de la Ciencia), en
B Magee (ed), Men of Ideas (Hombres de ideas) (Oxford, 1982), p206. A fines de
la década del 60 y principio de la del 70
Putnam, fuertemente influenciado por las ideas de Marx, desarrolló una
versión de realismo científico, sin embargo
para cuando llegó el momento de esta entrevista él había abandonado
tanto el realismo como el marxismo. Putnam sostuvo luego la idea de que mientras que las opiniones de Engels
sobre ciencia son en gran parte sensatas, no son originales, pero luego
revierte este juicio observando que el marxismo 'pudo haber hecho una
contribución [al grueso de la filosofía de la ciencia] si la gente hubiera estado
menos dividida ideológicamente porque pienso que los no-Marxistas habrían
podido aprender algo de ello.'
35 Para detalles sobre el contexto político de estos debates
ver P Le Blanc, Lenin y el Partido Revolucionario (Atlantic Highlands, Nueva
Jersey, 1990), ch 8.
36 Ver particularmente The Analisys of Sensations (El
análisis de las sensaciones) (Chicago, 1914), publicado originalmente en 1886.
Las opiniones de Mach son analizadas críticamente en R S Cohen y R J Seeger
(ed), Ernst Mach: Físico y filósofo (Dordrecht, 1970).
37 Para tratar más este tema ver G Holton, 'Mach, Einstein
and the Search for Reality'(Mach, Einstein y la Búsqueda de la Realidad), en
Thematics Origins of Scientific Thought (Orígenes Temáticos del Pensamiento
Científico) (Londres, 1988).
38 Las ideas sociales, políticas y filosóficas de Dubois han
conducido a importantes nociones
científicas en más de una ocasión. Darwin afirmó que la teoría de la selección
natural se le ocurrió después de leer las opiniones reaccionarias de Thomas
Malthus. Más sobre Darwin vea abajo.
39 El Monismo es la idea que el mundo está compuesto
fundamentalmente por una clase de
sustancia. El idealismo (que sostiene que el mundo está compuesto de
fenómenos mentales) y el materialismo, ambos son variedades de monismo. Algunas versiones de
la doctrina dicen que la sustancia fundamental no es ni mente ni materia, y que
la mente y la materia mismas están compuestas de alguna sustancia 'neutral'
subyacente; . Bogdanov puede haber creído que él abogaba una cierta clase de
monismo neutral, pero puesto que él sostiene que el mundo está construido en
última instancia por experiencia, y puesto que la experiencia es un fenómeno
mental, su posición colapsa en una variedad de idealismo.
40 V I Lenin, Materialism and Empirio-Criticism
(Materialismo y empíriocriticismo) (Nueva York, 1927), pp63-64, 72.
41 Este es el mismo error que Lukács iba a cometer más adelante, pero mientras que Lukács adapta
la verdad al conocimiento, Lenin parece adaptar el conocimiento a la verdad.
42 V I
Lenin, op cit, p99.
43 Londres, 1975.
44 L Trotsky, Literatura y Revolución (Londres, 1991),
pp226-228.
45 Mencionado en Sheehan, op cit, p172.
46 Nueva York, 1973.
47 Guildford, 1986.
48 Nueva Jersey, 1998.
49 Londres, 1971.
50 Nueva York, 1935. El punto débil en esta colección es el
artículo de A M Deborin en 'Karl Marx and the Present (Karl Marx y el
Presente), el cuál defiende la teoría
Stalinista fascista y el social fascismo.
51 Vea G Werskey, The Visible College (La Universidad Visible)
(Londres, 1978). En este contexto, las escrituras del entonces miembro del
Partido Comunista, Christopher Caudwell, deberían ser mencionados también.
Caudwell no era un científico profesional sino un intelectual marxista,
estudioso e independiente interesado en un amplio espectro de temas
relacionados al marxismo. Produjo trabajos
muy originales sobre casi todo, desde física a la poesía, murió a la
trágica edad de 29 años peleando en la guerra civil española. Vea
particularmente The Crisis in Physics (La Crisis en la Física) (Londres, 1939).
H Sheehan, CIT de Op. Sys.,contiene una provechosa exposición de las opiniones
de Caudwell, y otras referencias.
52 Oxford,
1985.
53 Londres,
1939.
54
Cambridge, 1954-84.
55
Cambridge, Massachusetts, 1971.
56 Londres, 1956.
57 'Marxism and the History of Science' (Marxismo y la
Historia de la Ciencia) en R C Olby et al (eds), Companion to the History of
Modern Science (Guía de la Historia de la Ciencia Moderna) (Londres, 1990),
p82.
58 J D Bernal, The Extension of Man, (La Extensión del
Hombre) (Londres, 1972).
59 Harmondsworth, 1964. (Publicada originalmente en1942.)
60 Harmondsworth, 1961. (Publicada originalmente en1944.)
61 Nueva York, 1965.
62 Cambridge, 1977.
63 Londres, 1957.
64 Edición revisada(Londres, 1985).
65 Cambridge, 1977.
66 Londres, 1953.
67 Oxford, 1991.
68 Londres, 1987.
69 Nueva York, 1952. (Publicada originalmente en 1908) p75.
70 Nueva York, 1961. (Publicada originalmente en 1916.)
71 Nueva York, 1966. (Publicada originalmente en 1938.)
72 Oxford, 1986.
73 Segunda ed. (Nueva York, 1993).
74 Londres,
1988.
75 Nueva
York, 1984.
76 'On the
Intuitive Understanding of Non-locality as Implied by Quantum Theory',
Foundations of Physics 5 (1975), pp95-96. (Conocimiento Intuitivo de la
No- localización Implicada por la Teoría Cuántica, Fundaciones de Físicos)
77 Nueva York, 1987.
78 Londres, 1984.
79 Londres, 1995. Gribbin también ha publicado recientemente
Companion to the Cosmos (Londres, 1996), un valioso diccionario guía para los
físicos modernos.
80 D Albert, Quantum Mechanics and Experience (Mecánica Cuántica y Experiencias) (Londres,
1992).
81
Cambridge, 1986.
82
Cambridge, 1986.
83 Londres,
1984.
84 Londres,
1988.
85 Londres,
1986.
86 Londres,
1977.
87 Londres,
1986.
88 Nueva
York, 1994.
89
Cambridge, 1988.
90
Harmondsworth, 1987.
91 Oxford,
1989.
92 Nueva York, 1995.
93 Este es el título de un artículo corto de Dobzhansky
publicado en American Biology Teacher 35 (1973).
94 C Darwin, The Origin of Species (El Origen de las
Especies) (Londres, 1964). Este es un facsímil de la primera edición.
95 David Whitehouse me ha señalado que Darwin nunca ofrece
ejemplos reales de la selección natural. En cambio confía en ejemplos imaginarios
y evidencia indirecta. Por lo menos un ejemplo de la real selección natural fue
observado durante el curso de la vida de Darwin, el fenómeno bien conocido del
melanismo industrial en las polillas, en las cuales los cambios en el ambiente
debido a la contaminación causaron que las polillas de color claro fueran
sustituidas por otras oscuras. Por supuesto que desde los tiempos de Darwin han
sido observados numerosos casos reales.
96 Ver Origen, op cit, p63. A menudo se dice que la teoría
de Darwin está basada en la idea de
competencia directa entre los individuos, pero como lo demuestra la
última oración de esta cita, esto, en el
mejor de los casos, es un simplismo. En
la página anterior Darwin señala: ´Yo uso la expresión Lucha por la existencia en sentido amplio y
metafórico´; lo que nos permite decir que, por ejemplo, una planta
en el borde del desierto...lucha por la vida en contra de la sequía.
(p62).
97 Ver S J Gould, 'Darwin's Middle Road' (Camino Medio de
Darwin), en The Panda's Thumb (El Pulgar del Panda) (Londres, 1980), pp65-66,
para referencias y opiniones.
98 Ibid, p68.
99 Ya que las teorías evolutivas de la mente están
representadas a menudo como esencialmente reductionistas, quizá valga la pena
enfatizar aquí que no es así.
100 “Objeciones a la Teoría de Darwin en Orígen de las
Especies”, por P Appleman (ed), Darwin, 2nd ed (Londres, 1979), p222. La
revisión de Sedgwick apareció en forma anónima en The Spectator, el 24 de Marzo
de 1860.
101 Ver S J Gould, 'Darwin's Delay' (La demora de Darwin),
en Ever Since Darwin (Siempre desde Darwin) (Londres, 1977).
102 Ambas cartas citadas en Marxismo y Pensamiento Moderno,
p193.
103 Todos estos libros están disponibles en numerosas
ediciones.
104
Chicago, 1980.
105 Oxford,
1983.
106 Harmondsworth,
1992.
107
(Chicago, 1990).
108
(Londres, 1994 y1997).
109 Nueva York, 1984.
110 Londres, 1982.
111 Los Angeles Times, 2 de Mayo de 1992.
112
Londres, 1982.
113
Stanford, California, 1990.
114 Boston,
1982.
115
Londres, 1977.
116 Londres, 1980.
117 Londres, 1989.
118 Londres, 1996.
119 El filósofo en biología Elliott Sober ha dictado
recientemente una conferencia de primer nivel sobre esta edición en 'Progreso y de Dirección de
la Evolución', en J Campbell y J Schopf (eds), Evolución Creativa (Londres,
1994). Sober concluye que 'La evolución no es necesariamente un proceso
direccional. En este aspecto no se asemeja a los procesos termodinámicos,
que parecen tener una dirección intrínseca.
Sin embargo, en circunstancias eventuales, la evolución puede dar lugar a
tendencias direccionales. El desafío de la biología actual es documentar estas
tendencias y explicarlas.'
120
Londres, 1985.
121 Levin
& Lewontin, pv.
122 Ibid,
p165.
123 Nueva York, 1982.
124 Nueva York, 1979.
125 (Londres, 1968). Edición de 30ro. Aniversario del libro
de Watson merece ser publicado este año.
126 Londres, 1980.
127 Nueva York, 1975,
128 Cita de la contratapa del libro.
129 Londres, 1985.
130 Londres, 1994.
131 R Lewontin, La Doctrina del ADN: Biología como Ideología
(Londres, 1993).
132 Boston, 1993.
133 Oxford, 1997. Ver la revisión de John Parrington en International Socialism
78.
134 Ver por ejemplo S Pinker, How the Mind Works (Cómo
trabaja la mente) (Londres, 1997).
135 Nueva York, 1994.
136 Nueva York, 1984.
137 Londres, 1979.
138 Londres, 1981.
139 Londres, 1985.
140 Nueva York, 1980.
141 Revisión ed (Londres, 1996).
142 Berkeley, California, 1985.
143 Londres, 1990.
144 K Marx, 'Décima primera tesis sobre Feuerbach', en D
McLellan (ed), op cit, p158.
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