Entre los marxistas de su tiempo, Gramsci probablemente fue
el único que utilizó de forma positiva el término ciencias políticas o ciencias de la política. Mientras que el los Cuadernos el término sociología siempre aparece con una connotación
marcadamente negativa (es conocida la aversión gramsciana a la “sociología
marxista” propuesta por Bujárin y su crítica al formalismo y al empirismo de la
de la sociología “burguesa”). La expresión ciencia
política, por el contrario, tiene en sus apuntes una indiscutible acepción
positiva. No es difícil notar que uno de los motivos de los Cuadernos, quizá el más comprometido, es
precisamente la elaboración de una “ciencia
de la política” adecuada a la filosofía de la praxis, o sea al marxismo.
Una de las tareas de los intérpretes de Gramsci es, por tanto, tratar de comprender los motivos y las consecuencias de dicho empleo positivo del término ciencia política, más aún cuando se sabe que Gramsci –como marxista– se coloca más allá de la falsa división académica del trabajo intelectual que ya existía en su época, por el contrario adoptando en sus investigaciones el “punto de vista de la totalidad”, precisamente aquella apreciación metodológica que según el joven Lukács distingue radicalmente al marxismo de la llamada “ciencia burguesa”.
Una de las tareas de los intérpretes de Gramsci es, por tanto, tratar de comprender los motivos y las consecuencias de dicho empleo positivo del término ciencia política, más aún cuando se sabe que Gramsci –como marxista– se coloca más allá de la falsa división académica del trabajo intelectual que ya existía en su época, por el contrario adoptando en sus investigaciones el “punto de vista de la totalidad”, precisamente aquella apreciación metodológica que según el joven Lukács distingue radicalmente al marxismo de la llamada “ciencia burguesa”.
Creo que esta valoración positiva del término ciencia política deriva sobre todo del
bien conocido y declarado antieconomicismo de Gramsci que lo lleva a repudiar
aquellas lecturas del marxismo propias no solo de la época de la Segunda
Internacional, sino también, y quizá sobre todo, las del llamado “marxismo
soviético” que tan bien estuvo representado por Bujárin, uno de los principales
adversarios polémicos de los Cuadernos.