
- “Lo studio dell’origine linguistico-culturale di una metafora impiegata per indicare un concetto o un rapporto nuovamente scoperto può aiutare a comprendere meglio il concetto stesso” / Antonio Gramsci
Las siguientes líneas [2] se proponen dar cuenta
de una manera sintética y resumida de los principales momentos de recepción en
Chile del pensamiento político de Antonio Gramsci, mostrando al mismo tiempo su
potencialidad para contribuir a esclarecer determinados problemas relativos a
las posibilidades de construcción de una hegemonía de los trabajadores y de las
fuerzas democráticas en nuestra sociedad, potencialidad que le otorga, por otra
parte, una inmensa actualidad. A su turno —y en esto consiste la hipótesis
interpretativa que proponemos aquí para la discusión—, el examen de estos
momentos de recepción va poniendo en evidencia la vitalidad de la argumentación
del historiador italiano Valentino Gerratana cuando afirma la existencia en la
temática gramsciana de “una virtual ‘fuerza expansiva’ no todavía del todo
utilizada”[3].
“Ya en el período del Ordine Nuovo —escribe Gerratana—, la polémica de Gramsci contra el fatalismo economicista del marxismo vulgar significa en el fondo justamente esto: la conciencia de que la crisis de la hegemonía burguesa no daría a luz espontáneamente la revolución socialista si no se construían sólidamente las condiciones de una nueva hegemonía. (...) Gramsci partía de un hecho, la derrota de la clase obrera. Comprender las razones de esta derrota era para él, en ese momento, el único modo de continuar la obra de la revolución. (...) Gramsci analiza las razones de esta derrota desde diversos puntos de vista: buscando los más lejanos componentes históricos que se habían sedimentado en las instituciones y en las ideologías radicadas en la sociedad italiana. (...) Las nociones teóricas que hacen posible este tipo de análisis esclarecen el horizonte en el cual se inscriben las nuevas posibilidades de hegemonía alternativa de la clase revolucionaria, como también la posibilidad de una nueva derrota. (...) En estas vicisitudes periódicas, la persistente fortuna del pensamiento gramsciano estimula la convicción, más o menos clara, de que no es en aquellos aspectos parciales del pensamiento de Gramsci sino en las raíces mismas de su temática que está contenida una virtual ‘fuerza expansiva’ no todavía del todo utilizada”[4].
Intentar mostrar aquí que el despliegue de esa
“fuerza expansiva” contenida “en las raíces mismas del pensamiento de Gramsci”
abarca en su potencialidad mucho más de lo que fue el escenario político de la
Italia de entreguerras y que este despliegue se ha venido manifestando en
nuestro país durante las últimas décadas como la acumulación de una reflexión y
de una praxis a propósito de las posibilidades de construcción hegemonía
alternativa de los trabajadores y de las fuerzas democráticas, nos obliga a
recordar que los escritos de Gramsci comienzan a circular en Chile por primera
vez durante los años 1960 a través de las versiones bonaerenses realizadas por
la editorial Lautaro[5]. Ejemplares más
bien escasos, importados por algunos libreros iniciados o traídos de retorno al
país por viajeros instruidos, estas traducciones trasandinas tenían la virtud
de iniciar a algunos círculos intelectuales o militantes en una lectura no
ortodoxa del marxismo, de otra manera, en una lectura que escapaba al canon
“oficial” del “marxismo-leninismo” proveniente de formalización ideológica de
las necesidades políticas del Estado soviético. “Gramsci nos llegó gracias a la
traducción argentina de su obra —recuerda Osvaldo Fernández—, y sus
escritos fueron acogidos y devorados por toda una generación de intelectuales
chilenos cuya práctica política les había conducido a la preocupación por el
trabajo teórico”[6].
A comienzos de la década siguiente, aparecerán
en Santiago algunos fragmentos de los Quaderni del carcere, editados por
Nascimento, bajo el título de Maquiavelo y Lenin, cuya selección y prólogo
debemos al mismo Osvaldo Fernández, trabajo que posibilita una difusión
más importante de algunos aspectos de la obra gramsciana [7].
Con todo e independientemente del interés de este primer escrito de Gramsci
reproducido localmente, las circunstancias de su publicación no encontraron el
mejor clima para la apropiación de sus contenidos. Impreso en pleno período de
la Unidad Popular, en un momento en que la discusión acerca del carácter de la
naturaleza de la sociedad chilena y de los sedimentos más profundos que daban
origen a los problemas estratégicos del proceso político era desplazada por la
urgencia de las tareas contingentes, la posibilidad de utilizar el instrumental
del análisis gramsciano fue también desplazada junto con ella, sin advertir su
potencialidad. Posiblemente porque estábamos a punto de “tocar el cielo con la
mano” nos era difícil entender claves de lectura construidas en tiempos de
derrota, sin contar con que —problema mayor— la temática de la hegemonía[8] de lo que para Gramsci era “dirección
intelectual y moral” [9], estaba fuera de la
mayor parte del horizonte de visibilidad en el que se había venido conformando
desde décadas la cultura política del movimiento obrero y popular en Chile[10]. Este primer registro de la
manifestación en nuestro país de la “fuerza expansiva” de la que nos habla
Gerratana debe circunscribirse entonces a la actividad de pequeños grupos de la
ciudad de Valparaíso y en menor medida de Santiago, entre los que participan
intelectuales orgánicos del movimiento popular como Leopoldo Benavides y el
propio Osvaldo Fernández.
Instalado el régimen militar en septiembre de
1973 los grupos que habían iniciado la lectura de Gramsci tendrán que
replegarse hacia algunos centros académicos o hacia el exilio[11]. Habrá que esperar entonces un buen
lustro para que la lenta asimilación de la derrota vaya, poco a poco, tornando
más afín la problemática gramsciana con los nuevos desafíos del escenario
nacional, pudiendo advertirse, a contraluz del necesario maniqueísmo impuesto
por la lucha contra un régimen que actuaba in barbarum, los vestigios de la
presencia subterránea de un conjunto de referencias gramscianas más o menos
elaboradas que comienzan a instalarse como componentes de la discusión del
período[12].
Un avance importante en la materialización de
la “fuerza expansiva” de la problemática gramsciana lo encontramos en los
artículos de Tomás Valdivia (pseudónimo), publicados en abril y en diciembre de
1979 en la revista Mensaje, titulados respectivamente, “Gramsci y el Marxismo,
otra forma de concebir la política”[13]
y “Gramsci y la cultura”[14]. En rigor, se
trata de los primeros textos capaces de instalar en nuestro país la
problemática gramsciana de la hegemonía y dijéramos, la problemática gramsciana
tout court. “Siguiendo a numerosos intérpretes —escribe Valdivia—, estimamos
que el mayor aporte gramsciano puede anudarse en torno a la teoría de la
hegemonía y creemos que ella y el corolario que de ella se sigue: el camino de
la revolución en occidente pasa por la creación de una nueva hegemonía,
entregan sugerencias ricas para analizar hoy a América latina”[15]. Así, en el momento en que la dictadura
se aprestaba a dar un paso decisivo para concluir la transición a la nueva fase
de acumulación organizada por el neoliberalismo buscando aprobar el plebiscito
que iba a sancionar la Constitución de 1980 —expresión jurídica de esta misma
transición, la única cabalmente llevada a cabo hasta ahora en Chile, recordémoslo—,
los textos de Valdivia se esforzaban, desde un ángulo opuesto, en dar cuenta de
“las raíces mismas” de la temática en la que estaba contenida “la virtual fuerza
expansiva” del pensamiento gramsciano, fuerza expansiva que desbrozaba el
camino para ser cabalmente “utilizada” en nuestro país.
La significación que en esos años comienza a
adquirir el espacio de la cultura así como el desarrollo de algunas actividades
en el terreno de la educación popular muestran, en los límites que impone la
dictadura, el despliegue de este proceso. Dos textos de circulación pública
aunque restringida muestran estas tendencias, a saber, La concepción gramsciana
del Estado[16] y Gramsci y la
escuela[17], escritos ambos por la pluma de Juan
Eduardo García-Huidobro, textos que resulta necesario agregar a la serie de
materiales elaborados por Tomás Moulian, redactados entre 1973 y 1981 (con
circulación restringida), y reunidos en 1985 bajo el título de Democracia y
socialismo en Chile[18]. Seguramente el
incremento de la publicación de escritos gramscianos en el exterior y su
impacto en la reflexión de historiadores y de los que en nuestra América latina
llamamos “cientistas sociales” estimulaba también en Chile su lectura y su
difusión. A la Antología de Antonio Gramsci, de Manuel Sacristán, publicada por
primera vez en 1970 por Siglo Veintiuno Editores[19],
se suma el texto de Juan Carlos Portantiero Los usos de Gramsci, citado por
Valdivia en su edición de 1977, realizada por Cuadernos Pasado y Presente[20]. La Universidad Arcis —como nos
recordaba recientemente nuestra amiga Verónica Huerta—, se preocupó durante
esos años de incorporar igualmente al debate el pensamiento de Gramsci. A
partir de las jornadas de “protesta” que se inician en mayo de 1983 y dado el
contexto de polarización política que provocan, va perfilándose de la misma
manera una presencia más abierta de la figura del militante comunista italiano,
percibido aquí ante todo, es importante subrayarlo, en su calidad de luchador
antifascista.
Será
solamente cuando el propio proceso de agotamiento del gobierno militar (que por
lo demás había cumplido su función del punto de vista del capital) y la
necesidad de reemplazarlo por una administración civil capaz de mantener el
modelo de acumulación, empiezan a ser percibidos con cierta claridad, que la
reflexión gramsciana comienza a instalarse y a ocupar un espacio público mayor.
Gramsci atrae ahora la atención también de la derecha política, preocupada por
la administración del pospinochetismo y por la permanencia de un sentido común
que le asegurara la continuidad de su hegemonía. El Mercurio conversa en Roma
con Augusto del Noce, senador independiente vinculado a la Democracia Cristiana
y con Flavio Cappuci, doctor en teología y sacerdote de la curia romana —“dos
de los principales estudiosos del problema gramsciano” dirá el propio Mercurio—,
conversación que con el revelador título de “La hegemonía cultural, desafío de
hoy”, será publicada por el mismo diario en mayo de 1986[21].
Desde una perspectiva cultural completamente
diferente a la iniciativa de El Mercurio, mientras las negociaciones para
llenar el espacio del pospinochetismo comenzaban a convocar a una serie de
políticos profesionales y la dictadura asestaba sus últimos golpes —recordemos
que en estos días se produce la masacre de Corpus Christi—, se realiza en
Santiago de Chile, del 25 al 31 de mayo de 1987, el Simposio Internacional
Vigencia y legado de Antonio Gramsci, organizado por el Instituto Gramsci de
Roma y por el Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz, dirigido entonces por
Miguel Lawner. El Simposio cuenta con la participación, entre otros, de Antonio
A. Santucci, de Georges Labica, de Osvaldo Fernández, de Sergio Vuskovic, de
Heinz Krumpel, lo que lo transforma, de hecho, en el mayor esfuerzo realizado
hasta entonces en Chile por reflexionar en torno a la figura y al pensamiento
de Gramsci, marcando, sin lugar a dudas, un hito en su recepción y estimulando
significativamente su “virtual fuerza expansiva”. El Simposio publica además un
conjunto de trabajos en un número especial de los Cuadernos del Instituto de
Ciencias Alejandro Lipschutz[22], los que, con
seguridad, logran incrementar el conocimiento de Gramsci, mientras, al mismo
tiempo, gracias a la solidaridad de los compañeros italianos, comienza a circular
en Chile, Gramsci, actualidad de su pensamiento y de su lucha, impreso en Roma
por Claudio Salemi y con una introducción de Enzo Santarelli, y “publicado con
motivo del Simposio Internacional Vigencia y legado de Antonio Gramsci”[23].
La dinámica creada por el Simposio va a
generar un debate bastante más abierto en torno a Gramsci. La derecha política
reacciona y organiza el seminario “Desafíos actuales de la cultura occidental”,
realizado del 9 al 21 de noviembre de ese mismo año 1987, en Santiago de Chile
por la Universidad Gabriela Mistral, en Valparaíso por la Universidad Católica
de Valparaíso y en la ciudad de La Serena por organizaciones afines. Las
comunicaciones al seminario dedicadas a la discusión del pensamiento de Gramsci
fueron publicadas bajo la forma del volumen Gramsci, la nueva forma de
penetración marxista, y editado en un número especial por la revista católica Communio[24]. El texto consta una presentación a
cargo de Jaime Antúnez Aldunate, en la época editor del Suplemento Cultural de El
Mercurio, quien afirma que “si los países de cultura occidental, al margen de
enfrentar los desafíos policiales que la subversión comunista supone, desean
verdaderamente poner freno al marxismo, no tienen otro camino que afrontarlo en
su versión gramsciana, combatiéndolo sobre todo en la perspectiva cultural,
filosófica e ideológica”[25]. La publicación
reúne, entre otras, las comunicaciones de Gianfranco Morra, de la Universidad
de Bologna, del ex Ministro de la Cultura español, Ricardo de la Cierva, del
Director de la revista Communio, Fernando Moreno, del teólogo Carlos Martínez,
del cientista político, también español, Angel Maestro, el que ya había
manifestado su posición sobre el tema publicando un artículo con el sugestivo
título de “La instrumentación gramsciana de la cultura”, en El Mercurio del 9
de agosto de 1987[26]. Parece posible
afirmar, entonces, que, en ese año de 1987, la figura de Gramsci había entrado
al debate nacional.
Todavía desde otra cultura política diferente
a la del Mercurio, en julio de 1989, durante el último tramo de la dictadura
militar aparece publicado el trabajo de Antonio Cortés Terzi, Gramsci: teoría
política (Ensayo de interpretación y divulgación)[27].
Señalando que “identificar a Gramsci como marxista obliga a identificar la
lectura precisa que él hace de la filosofía de la praxis”[28],
y formalizando con extremo rigor los temas que su propio autor había
desarrollado en el seminario “Teoría política en Antonio Gramsci”, llevado a
efecto del 11 al 27 de abril de ese mismo año en la comuna de Ñuñoa en el
Centro de estudios Avance, Gramsci: teoría política... establece, sin lugar a
dudas, un hito importante en el despliegue en Chile de la “fuerza expansiva” del
pensamiento gramsciano.
“Los profundos y necesarios procesos de renovación teórica y política que hoy se viven dentro del pensamiento de la izquierda a nivel mundial y en nuestro país —dice la convocatoria al mencionado seminario—, han encontrado en la obra de Antonio Gramsci un permanente y poderoso estímulo, y un grado de influencia muchas veces poco asumido y reconocido.
Las posibilidades teóricas abiertas con Gramsci para pensar la opción socialista en sociedades cada vez más complejas, su aporte al desarrollo y maduración de una concepción marxista del poder y del Estado, su aporte en la teoría del Partido y las vigencias de sus reflexiones a la luz del desafío histórico de reencontrar los idearios democráticos y socialistas, otorgan una vitalidad y una actualidad a la obra de Gramsci que obligan a profundizar su conocimiento, reflexión y divulgación.
Avance quiere con este Seminario aportar en esas direcciones, e invita a todos quienes quieran sistematizar sus conocimientos sobre la obra de Gramsci, y conocer la síntesis e interpretación que de ella hace el profesor Antonio Cortés. El Seminario está principalmente dirigido hacia quienes tengan ya un conocimiento básico en el trabajo teórico de Antonio Gramsci”[29].
El debate sobre Gramsci no era sin embargo una
cuestión sólo de enfrentamiento teórico y político entre derecha e izquierda.
La necesidad de otorgarle un estatuto teórico a una negociación que, durante
los años 1987 y 1990, dejaba entrever demasiado groseramente el frío cálculo de
las necesidades instrumentales de la política, condujo a sectores de la izquierda
chilena ya en pleno “transformismo”[30]
a buscar en Gramsci el apoyo teórico a los contubernios de la así llamada
“transición a la democracia”. Esta vez no se trataba de un problema de
horizonte de visibilidad o de los límites y los énfasis que la época y las
circunstancias le asignan a la recepción de un autor, sino de una manipulación
consciente, organizada desde los pragmáticos objetivos del poder por los
sostenedores de una también así llamada “renovación socialista”, tendencia que
—como dice análogamente Rossana Rossanda a propósito de un determinado sector
de lo que fue la izquierda italiana— “ahogando en la indeterminación de lo
‘político’ toda armazón de clase, ha hecho del antijacobinismo de Gramsci una
imitación gradualista, y de su guerra de posiciones una teoría de la renuncia a
la ruptura”[31]. “Los
intelectuales políticos de izquierda chilenos —observa nuestro recientemente desaparecido Enzo
Faletto, caracterizando en la misma dirección este proceso “transformista”—, guiados
por su espíritu político-práctico, utilizaron de modo fragmentado el
pensamiento de Gramsci, sacando de él sólo partes que parecieron ser útiles al
momento político que se vivía. El comportamiento era el de una especie de
bricoleur que toma objetos o partes de ellos sin mucha consideración al
contexto al que pertenecen y los incorporan, resignificándolos, a una nueva
estructura que para sus propios fines él persigue”[32].
No obstante, esta adaptación de Gramsci en la
búsqueda del beneplácito de la derecha fue malgré tout insuficiente para la
voracidad de ésta. Así, para llevar el “transformismo” de la izquierda chilena
a sus últimas consecuencias iba a ser necesario también “superar” a Gramsci,
como terminará pidiéndolo José Joaquín Brunner —un magnífico ejemplo de este
mismo “transformismo”— [33] en entrevista
realizada por El Mercurio el 14 de enero de 1990[34].
Luego de afirmar que “como pensador y teórico Gramsci ha tenido una influencia
decisiva en los procesos de renovación”[35],
Brunner, en lo teórico aún tributario de una matriz positivista de la que
parece no haber logrado nunca desembarazarse del todo y en lo político siempre
dispuesto a buscar las simpatías de la derecha, pretende que en Gramsci el tema
de la hegemonía, vale decir, el de la “conducción intelectual y moral”, será insuficientemente
tratado o “ambiguo” (sic!)[36],
“La visión de Gramsci es ‘ambigua’ —dice Brunner— cuando uno pretende introducirla dentro de una matriz de pensamiento democrático, precisamente por la ‘ambigüedad del concepto de hegemonía’. Yo, personalmente creo que, en una lectura rigurosa de Gramsci, su visión de hegemonía es incompatible con el juego democrático. Es imposible pensar que uno puede generar una mayoría absolutamente coherente y estable en torno a una concepción única del mundo y hacerla compatible con el juego democrático, el cual es mucho más flexible y cuyos elementos de pluralismo, de diferenciación cultural, ideológica y de alternancia en el poder son centrales a su esencia. Creo que debemos hacer una lectura crítica de Gramsci y ‘superar’ su noción de hegemonía en la forma en que se desprende de sus textos”[37].
Resulta curioso constatar aquí cómo un
intelectual de reconocido prestigio como Brunner parece atribuir, tácitamente,
la posibilidad de construir hegemonía (para él, posibilidad antidemocrática o
totalitaria) solamente a las clases subalternas, sin ver o sin querer ver, en
su afán “transformista”, la presencia de una “hegemonía realmente existente”
que habían venido construyendo durante toda la historia de Chile aquellas
mismas fuerzas sociales que impusieron la dictadura militar y que se aprestaban
en ese momento a distribuir las cartas en el gobierno civil. La hegemonía
estuvo y está presente bel et bien en Chile antes y después del golpe militar
(momento coactivo) y reproduce la visión del mundo de la oligarquía del dinero,
a aquellos sectores “que estará hoy en sus casas, esperando, con mano ajena
reconquistar el poder para poder seguir defendiendo sus granjerías y sus
privilegios” —como dijera Salvador Allende en su último mensaje desde el
Palacio de La Moneda—[38] es, por tanto, un factum
historicum dado por una correlación de fuerzas que no se elude pretendiendo
estar por encima del bien y del mal o pretextando que la democracia es un juego
neutro. Brunner no ve o no quiere ver que la hegemonía de un sector social es
un dato de toda sociedad de clase como la nuestra, por tanto, que la democracia
posible en esas condiciones debe otorgar garantías a las distintas visiones de
mundo expresadas como política de clase (y no como mera administración), que
los momentos donde la democracia ha alcanzado mayor expresión en nuestro país
ha sido justamente el período que podemos situar entre 1967 y 1973, durante los
últimos años de la Democracia Cristiana y durante el gobierno de Salvador Allende,
vale decir, durante los momentos en que las fuerzas populares han estado en el
gobierno, y que la destrucción de la democracia en Chile, que nosotros sepamos,
fue obra de la derecha y no de esas fuerzas populares. Bref, en Chile ha
existido democracia y ha existido también hegemonía, lo que muestra el absurdo
de la argumentación “transformista”. Afortunadamente, al Brunner de El Mercurio
le sale al paso en la revista Análisis, Antonio A. Santucci, durante muchos
años investigador del Instituto Gramsci de Roma, editor de la Lettere dal
carcere de Gramsci[39] y con una
importante cantidad de trabajos publicados sobre el tema[40].
“Se habla allí con una banalidad sorprendente —dice Santucci refiriéndose a la entrevista del 14 de enero—, hay una insistencia en establecer una incompatibilidad con el Gramsci teórico de la hegemonía, aduciendo que hegemonía y democracia no pueden concordarse. Y todo ello se explica a través de formulismos, estereotipos, que en realidad me hacen pensar en una falta de autonomía en el plano político y en una falta de conocimiento, ya que una síntesis de la teoría gramsciana, de la democracia y pluralismo, es un asunto complejo sobre el que no se pueden aplicar fórmulas fáciles y no se puede anquilosar a Gramsci en el horizonte de la Segunda internacional (...). José Joaquín Brunner piensa que Gramsci es todavía demasiado marxista, demasiado ortodoxo, demasiado ligado a la tradición, José Joaquín Brunner no entiende nada de Gramsci”[41].
Los textos que Brunner publica en marzo y en
mayo de 1990 en el diario La Epoca, reiterando la misma argumentación[42], van a encontrar igualmente respuesta,
esta vez en la pluma de Antonio Cortés Terzi, respectivamente, en abril y julio
del mismo año y también en La Epoca[43].
Otro ejemplo de “transformismo”, de distinto origen pero con los mismos
resultados, se encuentra, seguramente bajo formas más ambiguas y la reiteración
de lugares comunes con respecto a Gramsci, en el libro de Antonio Leal, Gramsci.
La ciudad futura, publicado en abril de 1991[44],
un texto que, sin duda, puede ser mejor valorado en concordancia con el destino
político de su autor[45].
Mientras estas polémicas tenían lugar, el
escenario de los años 1990 va poniendo de manifiesto el alcance de las
profundas modificaciones que en el plano económico, social y cultural habían
traído para Chile los años del régimen militar y su reemplazo por un gobierno
civil donde, seguramente para gran alegría de los Brunner, está ausente toda
hegemonía popular. El disciplinamiento de la fuerza de trabajo logrado a través
de la represión durante los primeros años de la dictadura, así como el nuevo
sistema de referencias articulado en torno al mercado oligopolizado (y que
transformó nuestra sociedad en un tremendous monopoly games, donde cada
vendedor ambulante se piensa a sí mismo como un futuro Rokefeller), ha sido ya
internalizado por la mayoría de la población, la cual, trabajando cuarenta y
ocho horas a la semana, confunde felicidad con consumo, percibiendo el quehacer
político como una esfera mediada, como un asunto de “técnicos” que tienen a su
cargo la administración del poder, con lo cual se rompe el vínculo entre
representantes y representados propio del despliegue de cualquier forma
democrática. El ejercicio de la política en estas condiciones se viene transformando
en la práctica de una libertad inofensiva donde la masa de administrados sólo
puede actuar en calidad de “electores” y donde los proyectos políticos que
conciernen a toda la población se planifican con criterios de marketing,
identificando, entonces, democracia y mercado. “Por una especie de automatismo
verbal y mental —escribe José Saramago— que no nos deja ver la cruda desnudez
de los hechos, seguimos hablando de la democracia como si se tratase de algo
vivo y actuante, cuando de ella nos queda poco más que un conjunto de fórmulas
ritualizadas, los inocuos pasos y los gestos de una especie de misa laica”[46].
El debilitamiento de las formas orgánicas de
circulación de la cultura política de las clases subalternas —partidos,
sindicatos, agrupaciones populares— contribuye a facilitar esta autonegación de
las potencialidades de la praxis política y de la misma identidad social de los
actores. Sin conexiones orgánicas con otros procesos culturales, atomizado por
el efecto coercitivo de los años de dictadura militar, desmoralizada por la
frustración de sus expectativas democráticas, sin acceso a los medios de
comunicación que crean en nuestro país la opinión, la sociedad chilena de los
años 1990 no parece existir sino como consumidora y espectadora[47]. La ausencia de referentes y de
movimientos sociales y por lo tanto de vasos comunicantes entre la actividad
social y la creación intelectual que conlleva este gigantesco proceso de
desagregación de la vida social propio de los años del pospinochetismo, va generando,
además, un conjunto de nuevos intelectuales que se piensan a sí mismos como “productores
de sentido” y que va construyendo —como dice el mismo Enzo Faletto que acabamos
de citar— “la autoimagen de un grupo social que está por encima de los intereses
de las clases, que es portador de una racionalidad que le es propia y que se
asume casi como el portavoz de esa racionalidad”[48].
Es en este contexto de esta extrema y radical
subalternización de los sectores populares y de importantes sectores de la población
de nuestro país que aparece en el mes de noviembre del 2001, el Gramsci de
Antonio A. Santucci[49], cuya primera
edición castellana, a pesar de las características del período que comentamos,
se agota en pocas semanas[50]. ¿Cómo explicarnos
este fenómeno? ¿Cómo explicarnos que en una sociedad donde la visión de mundo
de la oligarquía del dinero contó con casi treinta años para destruir la
cultura organizativa del movimiento popular y evacuar su memoria, los temas
gramscianos, envilecidos por la derecha y adulterados por la “renovación
socialista” y por el “transformismo” de izquierda, susciten todavía esta enorme
atracción? Nosotros creemos que, más allá de las evidentes virtudes del trabajo
de Antonio A. Santucci y de su capacidad de situar simple y concretamente la
problemática teórica y política gramsciana en estrecha relación con las
circunstancias históricas que las generaron, la favorable acogida que el libro
encontró en los medios intelectuales chilenos resulta reveladora de la
existencia, en estos comienzos del siglo XXI, de un momento nuevo, de desahogo
y, eventualmente, de rearticulación en el despliegue de la sensibilidad
política de los sectores democráticos de nuestra sociedad. Momento nuevo donde
el Gramsci de Antonio A. Santucci aparece entonces íntimamente ligado a una
dialéctica que da cuenta de la relación entre la obra y sus circunstancias,
donde el texto genera sus propios lectores y, por así decirlo, retroalimenta su
propia difusión, contribuyendo a volver a poner de pie el problema de la democracia
y supliendo las lagunas sobre el tema que han existido en nuestro país. Momento
nuevo que da cuenta de la pertinencia de la lectura de Gramsci en las actuales
condiciones políticas en que vive Chile. Momento nuevo donde la fuerza del
poder establecido no radica ya en su capacidad represiva (las fuerzas armadas,
sin legitimidad política, no están por lo demás en condiciones de volver a
utilizarla en forma masiva) sino en la confianza que el grupo dirigente tiene
en que la internalización de las pautas de consumo por la vía de los medios de
comunicación y la ausencia de modelo político alternativo pueden bastar por sí
solas para reproducir el sistema. Con ello, el grupo dirigente se expone. El Gramsci
de Antonio A. Santucci, al mostrarnos el intenso proceso existencial,
intelectual y político del que —como dice Eric Hobsbawm—, “probablemente sea el
pensador comunista más original que produjo Occidente en el siglo XX”[51], nos hace ver a un Gramsci inmensamente
actual, a un Gramsci que nos permite avanzar en pos de nuevas viejas utopías, a
un Gramsci plenamente vigente en las luchas que hoy comienzan a dibujarse en el
horizonte, a un Gramsci cuya obra y cuyo ejemplo nos resulta de extrema
utilidad para avanzar en la reivindicación democrática de la plusvalía, para
avanzar en el control democrático de todas las instancias de la vida social,
porque nos deja ver, en definitiva, a “un Gramsci que —como escribe José Aricó—
sobrevive a la caída de todos los muros”[52].
No se trata aquí de aquel “ottimismo della volontà” que popularizara el mismo
Gramsci citando a Romain Rolland[53]. La “virtual
fuerza expansiva del pensamiento de Gramsci” de la que nos habla Valentino
Gerratana y que hemos venido comentando en estas notas encuentra en el comienzo
de este nuevo siglo un terreno favorable para enraizarse de una manera más
firme en nuestro país y un momento particularmente oportuno en la atalaya que
ofrecen a la memoria colectiva del pueblo chileno los treinta años del
derrocamiento de Salvador Allende.
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Gramsci”, 11 al 27 de abril de 1989. Folleto del Centro de estudios
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Valdivia, T., “Gramsci y el Marxismo, otra
forma de concebir la política”, en Mensaje, nº 277, Santiago de Chile,
marzo/abril de 1979, pp. 140-145.
Valdivia, T., “Gramsci y la cultura”, en Mensaje,
nº 285, Santiago de Chile, diciembre de 1979, pp. 828-836..
Zerán, F., “Enzo Faletto rompe tres décadas de
silencio Necesitamos una nueva ética de comportamiento”, Entrevista a Enzo
Faletto, en El Rocinante, año V, nº 41, marzo del 2002.
[1] Profesor de la Academia de Humanismo Cristiano, de la Universidad Arcis y de la Universidad de Valparaíso.
[2] Este escrito retoma y desarrolla algunos
de los aspectos que hemos presentado anteriormente en los artículos “Leer a
Antonio Gramsci...”, en Investigación y
crítica, publicación del Centro de Investigaciones Sociales de la
Universidad Arcis, Santiago de Chile, n° 6, 2001, pp. 185-213, y “Actualidad
del pensamiento político de Antonio Gramsci”, capítulo ix de nuestro libro Investigaciones sobre la historia del
marxismo en América latina, Bravo y Allende Editores, Santiago de Chile,
2001, pp. 159-177.
[3] Gerratana, V., Gramsci. Problemi di metodo, Editori Riuniti, Roma, 1997, pp. 56-57 (comillas
nuestras).
[4] Ibídem (comillas nuestras).
[5] Cfr., Gramsci,
A., El materialismo histórico y la
filosofía de Benedetto Croce, Traducción de Isidoro Flaumbaum, Prólogo de
Hector Agosti, Lautaro, Buenos Aires, 1958 ; Gramsci, A., Los
intelectuales y la organización de la cultura, traducción de Raúl
Sciarreta, Lautaro, Buenos Aires, 1960 ; Gramsci,
A., Literatura y vida nacional,
traducción de José Aricó, prólogo de Héctor Agosti, Lautaro, Buenos Aires,
1961 ; Gramsci, A., Notas sobre Maquiavelo, sobre política y sobre el Estado moderno, prólogo,
traducción y notas de José Aricó, Lautaro, Buenos Aires, 1962. Estos textos
corresponden a Gramsci, A., Il
materialismo storico e la filosofia de Benedetto Croce, (1949), Décima
edizione, Einaudi, Torino, 1974; Gramsci, A., Gli intellettuali e
l’organizzazione della cultura, (1949), Décima edizione, Einaudi, Torino,
1974; Gramsci, A., Letteratura
e vita nazionale, (1950), Ottava edizione, Einaudi, Torino, 1974; Gramsci, A., Note sul Machiavelli,
sulla política e sullo Stato moderno, (1949), Einaudi, Torino, Ottava
edizione, 1974. Los restantes dos Cuadernos en su versión temática, Gramsci, A., Passato e Presente,
(1951), Settima edizione, 1974, y Gramsci,
A., Il Risorgimento, (1949), fueron traducidos en México por Juan
Pablos Editor, en 1977 y en 1980, respectivamente.
[6] Fernández,
O., “Tres lecturas de Gramsci en América Latina”, en Gramsci, actualidad de su pensamiento y de
su lucha, con prólogo de Enzo Santarelli, Claudio Salemi, Roma, 1987, pp.
217.
[7] Gramsci,
A., Maquiavelo y Lenin,
Selección y prólogo de Osvaldo Fernández, Nascimento, Santiago, 1971.
[8] Con todo, el problema de la hegemonía no
estuvo nunca plenamente excluido y en el propio diseño de la “vía chilena” y en
el discurso de Salvador Allende es posible advertirlo. “Es una postura
teóricamente incorrecta atribuir a las normas y a las instituciones un valor
absoluto —dice, por ejemplo, Allende en el Informe al Pleno nacional del
Partido Socialista, en la localidad de Algarrobo, en marzo de 1972—, más
allá de la forma que las encubre, se encuentra el sentido social que anima a
quienes las aplican o las utilizan” (Allende,
S., “La vía chilena al socialismo y el aparato estatal actual”, en Salvador Allende, Obras Escogidas. Ediciones del Centro de Estudios Políticos
Latinoamericanos “Simón Bolívar” y de la Fundación Presidente Allende (Madrid),
Editorial Antártida, Santiago de Chile, 1992, p. 401). “No es en la
institucionalidad chilena actual donde descansa el poder de la burguesía
—continúa Allende en la misma ocasión—, sino en su poder económico y en la
compleja trama de relaciones sociales establecidas en el régimen de propiedad
capitalista” (Ibídem, p 396). La
confianza en la política, la cuestión de la hegemonía vuelve recurrentemente en la argumentación de Allende.
“La institucionalidad no es un ente abstracto (...) La institucionalidad
responde a la fuerza social que le dio vida y lo que está apareciendo ante
nuestros ojos es que la fuerza del pueblo, del proletariado, de los campesinos,
de los sectores medios, está desplazando de su lugar hegemónico a la burguesía
monopólica y latifundista” (Ibídem,
401), porque se trata de “la ordenación interna de la sociedad bajo la
hegemonía de los desposeídos”, (Ibídem., p. 327), para lograr “transferir
a los trabajadores y al pueblo en su conjunto el poder político y el poder
económico”. Ibídem, p. 332.
[9] Cfr., Gramsci,
A., Quaderno 19 (x), § 24, “Il problema della direzione política nella
formazione e nello sviluppo della nazione e dello Stato moderno in Italia”,
en Quaderni del carcere, Edizione
critica dell’Istituto Gramsci a cura de Valentino Gerratana, Einaudi, Torino,
1977, pp. 2010-2034.
[10] Cfr., Massardo,
J., Investigaciones sobre la
historia del marxismo en América latina, Bravo y Allende Editores, Santiago
de Chile, 2001.
[11] El testimonio del historiador Mario
Garcés nos permite saber que en 1974, poco antes de la caída de Miguel
Enríquez, la dirección del Movimiento de Izquierda Revolucionaria habría estado
leyendo una traducción castellana realizada ad
hoc, del trabajo de Huges Portelli, Gramsci
y el bloque histórico, cuya edición original, en francés, había aparecido
en 1972. Cfr., Portelli, H., Gramsci et le bloc historique, Puf,
Paris, 1972.
[12] En nuestro taller Argumentos para una lectura latinoamericana de Antonio Gramsci, que
se viene realizando desde octubre de 1999, primero durante un par de días en el
Museo Benjamín Vicuña-Mackenna, y luego de una forma más regular en la
Universidad Autónoma de las Artes y de las Ciencias Sociales, Arcis y,
ulteriormente, en el Centro de Estudios Nacionales de Desarrollo Alternativo,
Cenda, han surgido, igualmente, testimonios de tentativas espontáneas de
organización de círculos de lectura de Gramsci, que tuvieron lugar bajo los
años de dictadura. De acuerdo con estos testimonios, la figura de Gramsci
habría provocado polémica entre los grupos más politizados de los liceos de
Santiago. Las Juventudes Comunistas lo habrían visto como un personaje
sospechoso de heterodoxia, mientras otros liceanos, cercanos a las posiciones
de la izquierda revolucionaria, se habrían sentido atraídos por su imagen.
Ninguno de los dos grupos habría leído, sin embargo, jamás, un texto de
Gramsci. Paralelamente, en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de
Chile, un grupo de estudiantes se iniciaba en el pensamiento de Gramsci sobre
la base de fotocopias de algunos escritos de la Antología de Manuel Sacristán, introducida, probablemente, de una
forma clandestina en Chile.
[13] Valdivia,
T., “Gramsci y el Marxismo, otra forma de concebir la política”, en Mensaje,
nº 277, Santiago de Chile, marzo/abril de 1979, pp. 140-145.
[14] Valdivia,
T., “Gramsci y la cultura”, en Mensaje, nº 285, Santiago de
Chile, diciembre de 1979, pp. 828-836..
[15] Ibídem, p. 828.
[16] Cfr., García
Huidobro, J. E., La concepción
gramsciana del Estado, Cide, Documento de trabajo, nº 8, Santiago de Chile,
1980.
[17] Cfr., García-Huidobro,
J. E., Gramsci y la escuela,
Cide, Documento de trabajo, nº 15, Santiago de Chile, 1984.
[18] Cfr., Moulian,
T., Democracia y socialismo en
Chile, Flacso, Santiago de Chile, 1985.
[19] Cfr., Antología de Antonio Gramsci, a cargo
de Manuel Sacristán, Segunda edición, Siglo Veintiuno Editores, Madrid, 1974.
[20] Cfr., Portantiero,
J.C., Los usos de Gramsci, Cuadernos Pasado y Presente nº 53,
México, 1977, pp. 1-84. Valdivia afirma que Portantiero “ofrece una muy
buena presentación de Gramsci desde América latina”, Valdivia, T., “Gramsci y el Marxismo.
Otra forma de concebir la política”, en Mensaje, nº 277, ed.. cit., p.
141.
[21] “La hegemonía cultural, desafío de hoy”,
entrevista a Augusto del Noce y Flavio Cappuci en El Mercurio, Santiago
de Chile, 18 de mayo de 1986.
[22] Cfr., Cuadernos del Instituto de
Ciencias Alejandro Lipschutz. nº 7, Santiago de Chile, octubre/diciembre de
1987.
[23] Gramsci,
actualidad de su pensamiento y de su
lucha, prólogo de Enzo Santarelli, Claudio Salemi, Roma, 1987, p. 1.
[24] Gramsci, la nueva forma de
penetración marxista, Seminario realizado en Santiago de Chile, del 9 al 21
de noviembre de 1987, Communio, s/l, s/f.
[25] Ibídem, p. 10.
[26] Maestro,
A., “La instrumentación gramsciana de la cultura”, en El Mercurio,
Santiago de Chile, 9 de agosto de 1987.
[27] Cfr., Cortés,
A., Gramsci: teoría política (Ensayo de interpretación y divulgación), América latina libros,
Santiago de Chile, 1989.
[28] Cortés,
A., Gramsci: teoría política (Ensayo de interpretación y divulgación), ed. cit., p. 5.
[29] Seminario “Teoría política en Antonio
Gramsci”, 11 al 27 de abril de 1989. Folleto del Centro de estudios
Avance.
[30] Con el mismo sentido, la expresión fue
utilizada en la Italia de fines del xix. Cfr., Bortone,
L., “La cultura politica dell’Italia unita», en Storia d’Italia, coordinata da Nino Valeri, Seconda edizione, Vol.
IV, Tipografica sociale torinense, Torino, 1965
[31] Rossanda,
R., “La revolución italiana», en El
pensamiento revolucionario de Gramsci, Universidad Autónoma de Puebla,
Pue., octubre de 1978, pp. 83-84.
[32] Faletto, E., “¿Qué pasó con Gramsci?”, en
Nueva sociedad, n° 115, Caracas,
septiembre-octubre de 1991, p. 91.
[33] Por supuesto José Joaquín Brunner no es
el único ejemplo y sólo por razones de espacio dejamos para otra oportunidad la
discusión y la crítica de algunas referencias que conciernen a algunos otros
intelectuales de la izquierda “transformista” como Eugenio Tironi y Manuel Antonio
Garretón.
[34] Brunner,
J. J., “¿Por dónde va la Renovación Socialista?”, en El Mercurio, Santiago de Chile, 14 de
enero de 1990 (entrevista a José Joaquín Brunner realizada por Lucía Santa
Cruz).
[35] Brunner,
J. J “¿Por dónde va la Renovación socialista?», en El Mercurio, op. cit., sección D, p. 9.
[36] Ibídem.
[37] Ibídem (comillas nuestras).
[38] Allende, S., “La Moneda, 11 de septiembre de 1973”, en Salvador Allende, Obras Escogidas,
ed. cit., p. 670
[39] Gramsci,
A., Lettere dal carcere, a
cura di Antonio A. Santucci, Sallerio editore, Palermo, 1996.
[40] Cfr., por ejemplo, Santucci, A. A., Senza comunismo, Labriola,
Gramsci, Marx, Editori Riuniti, Roma, 2001; Santucci,
A. A., “Per la verità: intelletuali, classe, potree”, en Gramsci e la rivoluzione in Occidente, Editori
Riuniti, Roma, 1999, pp. 301-311; Santucci,
A. A., Antonio Gramsci 1891-1937,
Guida al pensiero a agli scritti,
Editori Riuniti, Roma, 1987; Santucci, A.
A., “El nexo política-cultura en Gramsci”, en Cuadernos del Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz, nº 7,
Santiago de Chile, octubre/diciembre de 1987, pp. 10-17.
[41] Santucci, A. A., “El Gramsci de los años 30 sigue vigente”, en Análisis, Santiago de Chile, enero de
1990, pp. 53-54.
[42] Cfr., Brunner,
J. J., “Gramsci: derecha e izquierda”, en La Epoca, Santiago, 1º de marzo de 1990, y Brunner, J. J., “Gramsci, un legado polémico”, en La Epoca, Santiago, 21 de mayo de 1990.
[43] Cortés,
A., “Brunner: la renovación que ignora”, en La Epoca, Santiago, 5 de abril de 1990, y Cortés, A., “Socialismo renovador: hegemonía y democracia”,
en La Epoca, Santiago, 10 de julio de
1990.
[45] No desarrollamos en esta oportunidad la
crítica de estos trabajos por razones de espacio.
[46] Saramago,
J., “Este mundo de la injusticia globalizada”, en Le Monde diplomatique (versión chilena), nº 17, marzo del 2002, p.
3.
[47] “Les images que se sont
détachées de chaque aspect de la vie —escribía
Guy Debord en 1967— fusionnent dans un
cours commun, où l’unité de cette vie
ne peut plus être rétablie. La réalité
considérée partiellement se déploie
dans sa propre unité générale en tant que pseudo-monde à part, objet de la seule contemplation. La spécialisation des images
du monde se retrouve, accomplie, dans le monde de
l’image autonomisé, où le mensonger
s’est menti à lui-même”, Débord, G., La société du spectacle, Gerard Lebovici, Paris, 1989, p. 9.
[48] Zerán,
F., “Enzo Faletto rompe tres décadas de silencio Necesitamos una nueva
ética de comportamiento”, Entrevista a Enzo Faletto, en El Rocinante, año V, nº 41, marzo del 2002, p. 5.
[49] Cfr., Santucci,
A. A., Gramsci, Bravo y Allende Editores, Santiago de Chile, 2001
(original editado en Roma, Newton e Compton editori, 1996).
[50] Cfr., entre otras, Madariaga, H., “Recensión de Gramsci, de A. A. Santucci”, en Revista
de Sociología, nº 15, 2001, Departamento de Sociología, Facultad de
ciencias sociales, Universidad de Chile, pp. 109-110; Loyola, M., “Recensión de Gramsci, de A. A. Santucci”, en Oïkos, año v, nº 13, 2001,
p. 81; O. Y., “Recensión de Gramsci, de Antonio A. Santucci”, en Le Monde diplomatique (versión
castellana, edición chilena), año II, n° 6,
Santiago de Chile, marzo del 2001, p. 39; “Recensión de Gramsci, de Antonio A. Santucci”,
Revista de libros, en El Mercurio,
Santiago de Chile, 24 de marzo del 2001, p. 8.
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[52] Aricó,
J., “Un pensamiento recorrido por la sospecha”, en Nueva sociedad, n 15, Caracas, septiembre-octubre de 1991, p. 124.
[53] La frase “pessimismo dell’intelligenza, ottimismo
della volontà”, es atribuida por Gramsci a Romain Rolland. Cfr., Gramsci, A., “Discorso agli anarchici”,
en L’Ordine Nuovo 1919-1920, en L’Ordine Nuovo, anno I, n º 43, 3-10
aprile 1920.