Especial para Gramscimanía
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Las Mujeres discurren en la historia, superando
los olvidos, las exclusiones, recuperando su visibilidad. Ellas son
protagonistas de la vida social, cultural, económica y política. La historia es
en femenino y masculino, profundamente interrelacionados estos géneros, con el
poder de los hombres sobre Las Mujeres y las resistencias creativas de ellas.
La historia es binaria, en que hombres y mujeres están presentes, de la misma
manera que la historia es la del discurrir contradictorio de clases sociales,
estamentos, profesiones, élites, partidos, individualidades, distintos pueblos,
culturas, religiones y creencias, en el desarrollo desigual de la sociedad
planetaria. Si se asume esta perspectiva, buena parte de la historia
escritadeberá ser reelaborada, para recuperar su riqueza y complejidad.
Existe también la perspectiva de la historia de
Las Mujeres, de sus singularidades individuales y colectivas, de sus oficios y
profesiones, de sus intercambios de roles y valores, y de sus protagonismos. Es
una historia de énfasis, de jerarquizaciones, desplazamientos, y que potencia
más el análisis de ellas en la historia. Ambas historias se complementan en un
paradigma narrativo.
La historia de Las Mujeres es la de su género, y
por ende, es una historia natural y social, enraizada en los determinantes culturales.
Así como constituye un error reducir las diferencias a la sexualidad natural,
es igual de equivocado ver el género sólo como una categoría socio-cultural,
porque es una historia de la humanidad, de su naturaleza y de su sociedad.
Cuando está en vilo la existencia de la vida
planetaria en todas sus formas, incluyendo la humana, resulta más imperativo
superar las visiones unilaterales de la historia. Lo socio-cultural actúa sobre
lo natural, lo transforma y lo modela, pero no lo elimina, como que los ciclos
de la existencia continúan, con la incertidumbre de la vida y la certeza de la
muerte. Por ello es necesario el estudio del cuerpo, de la vitalidad femenina,
de su papel –verdadera virtud- de reproductora de vida, con su cortejo de
simbolismos, rituales y creaciones, remitiendo a la conformación de las
familias y al universo de los afectos, al desarrollo fundante de la sicología
de los niños. También a su conversión en una subordinación por la dominación:
tener hijos como mandato.
La familia es lugar de los afectos, la educación
temprana, la sexualidad y el espacio de la maternidad. Pero es en igual forma
proveedora de alimentación, mantenimiento y cuidado. El manejo del espacio
doméstico es un trabajo productivo de calidad, indispensable para el funcionamiento
global de las sociedades. El trabajo doméstico está en el centro de la historia
de Las Mujeres y de Las Mujeres en la historia, y como tal hay que
visibilizarlo. Forma parte de la familia, donde se forjan interrelaciones
complejas, como hogar para vivir y comunicarse, como encierro para Las Mujeres
e hijos, donde el autoritarismo diseña su rostro y su máscara. Pero lugar de
amores y pasiones que fraguan un mundo de lo cotidiano variopinto. La familia
viene a ser transmisora de memoria, de costumbres en común, lugar de
resistencia frente a las vicisitudes del mundo, donde la mujer ocupa lugar
central.
Este carácter complejo dificulta la comprensión
de la emancipación de la mujer, de la familia como cárcel e instituto
productivo de explotación. Y a ello apuesta la dinámica de sus luchas y
programas. Deben levantarse reivindicaciones como las guarderías infantiles,
comedores comunitarios, escuela pública obligatoria y temprana, derechos
políticos reales, al igual que al divorcio, al aborto y al libre desarrollo de
su personalidad, educación plena y trabajo digno. Estos puntos, que están en
los programas feministas, tienen como horizonte la emancipación de la mujer.
Es a través de la rebeldía, con sus memorias en
recuperación, en la batalla contra el olvido, que la mujeres se constituyen en
multitudes capaces de ser decisivas en los grandes acontecimientos y en la vida
material con sus quehaceres varios. En la resistencia suelen ser artistas de la
protesta.
Joan Wallach Scott da este concepto sobre las
relaciones entre género y clase: “El género está tan implicado en los conceptos
de clase, que no hay forma de analizar a uno sin el otro. No podemos analizar
la política separándola del género, la sexualidad y la familia, porque no
estamos hablando de compartimientos de la vida sino de sistemas relacionados
discursivamente, y es el lenguaje lo que hace posible el estudio de sus
interrelaciones”[1]
Así mismo añade: “No hay una opción entre focalizarse en la clase y en el
género; cada uno es necesariamente incompleto sin el otro”[2].
La incorporación masiva de Las Mujeres al
trabajo visible, productivo y material, también significó su constitución en
trabajadora intelectual, el general intellect, con sus saberes, delicadezas,
pericias, experiencias y vínculos cada vez más decisivos a la educación formal
y a la cultura como actoras.
El papel del lenguaje en el pensar, conocer y
actuar es cada vez más decisivo e inevitable, aún en las condiciones más
cerradas, de clausura, como la empresa capitalista o con la masificación de los
gustos y sensibilidades como las agencia
la televisión, con la ficción uniformadora de la sociedad del espectáculo, con
el pensamiento único del capitalismo tardío neoliberal. Las resistencias y contraculturas
son inevitables y evidentes en el escenario de la política y empieza siempre
como lenguaje: rumor, miedo, que se propaga en las conversaciones, intercambios
directos y mediáticos. Y están los periódicos, universidades, escuelas, la
calle, los cafés, tabernas y el hogar, donde centralmente se comenta en familia las vicisitudes de lo cotidiano
privado-público.
Se trata de avanzar en todas las esferas de la
vida, desde lo económico a lo social, cultural, político y viceversa, en una
circularidad de propósitos, trazar el horizonte emancipador de Las Mujeres,
enfrentado el asunto grueso de la alienación de las relaciones hombre-mujer que
produce la sociedad de mercado.
Pero estas condiciones liberadoras que la
cooperación y el intelecto generan en la sociedad, no superan la égida del capital,
aunque crean condiciones para su superación. No son todavía la emancipación y
el fin de la explotación[3].
El programa por el socialismo del siglo XXI es
un programa por la vida, no sólo la humana sino del planeta. El derecho a la
vida reordena todos los derechos y encuadra las políticas económicas, los
planes estatales, las programaciones macroeconómicas. Es la mirada de la
ecosofía, por ello el ecosocialismo.
El socialismo del siglo XXI será ecofeminista o
será caricatura. Recuperar toda la tradición de Las Mujeres por su emancipación
social, sexual, de género, de Las Locas Mujeres de Gabriela Mistral: las
abandonadas, ansiosas, desasidas, dichosas, fugitivas. Las condenadas de
Nuestra América, negras, indias, mestizas. La historia demuestra que ellas son
protagonistas principales en las rebeliones y revoluciones, generadoras de
resistencias y creadoras de nuevas sensibilidades liberadoras.
El socialismo tiene que hablar en femenino sin
rubores, exaltando la voz de ellas, de sus propias historias, vidas, que nos
emanciparán a todas y todos, como en el pedido de Virginia Wolf en Una
Habitación Propia.
La clase trabajadora a escala internacional
ofrece una presencia combativa y reflexiva, activa y organizada de Las Mujeres
por miles y millones. Rosa Luxemburgo es la paladín de la causa socialista,
teórica marxista, internacionalista y feminista. Con ella, apenas comienza un
curso, un inventario nutrido y multicolor de país a país y de continente a
continente. Antes de ella, existieron importantes líderes y nutridas multitudes
de luchadoras.
Notas
[1] Scott, Joan Wallach. “Sobre lenguaje, género e historia de la clase
obrera”. En: Género e Historia.Fondo
de Cultura Económica/Universidad Autónoma de México: México D.F., 2008. pp. 85
y 86.
[2] Scott, Joan Wallach.Op. Cit. p. 93.Ver igualmente: Sánchez Ángel,
Ricardo. “El ressurgir de un paradigma”. En: Huelga. Luchas de la clase trabajadora en
Colombia, 1975-1981. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2009. pp.
27-46.
[3] Para otras valoraciones de las luchas de los de abajo, ver de Fanon,
Frantz. Los condenados de la tierra. Buenos
Aires: Fondo de Cultura Económica, 1963;Scott, James C. Los dominados y el arte de la resistencia. México D.F.: Ediciones
Era, 2004; Tilly, Charles y Wood Lesley. Los
movimientos sociales, 1768-2008. Desde sus orígenes a facebook. Barcelona:
Crítica, 2010; Tarrow, Sidney. El poder
en movimiento. Los movimientos sociales, la acción colectiva y la política.
Alianza Editorial: Madrid, 1997; Bensaid, Daniel. Resistencias. Ensayo de topología general. España: Editorial El
Viejo Topo, 2001.
Ricardo Sánchez Ángel es doctor en Historia y Profesor Universidad Nacional de Colombia