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Colores estratégicos ✆ Alexandra Huber |
Para ver con perspectiva histórica el estancamiento
económico que afecta a los EEUU y a otras economías capitalistas avanzadas hay
que retrotraerse a la grave desaceleración de 1974-75, que marcó el fin de la
prosperidad de posguerra. La interpretación dominante de la recesión de
mediados de los 70 dice que el pleno empleo de la primera época keynesiana sentó
las bases de la crisis al robustecer la posición del trabajo en relación con el
capital. Según han venido sosteniendo muchos destacados economistas de
izquierda cuya visión no difiere en este punto de la corriente académica
dominante, el problema era la existencia de una clase capitalista “demasiado
débil” y una clase obrera “demasiado fuerte”. Con distintas pruebas
empíricas, se atribuía comúnmente la caída a un aumento de la participación
salarial en el ingreso, con la consiguiente contracción de los beneficios
empresariales. Lo que ha venido en llamarse “teoría de la crisis por
contracción de beneficios”.
La Monthly Review jugó un papel clave en la introducción de
una variante radical de la perspectiva de la “contracción de beneficios causada
por el pleno empleo” en los EEUU publicando en su número de octubre de 1974 el
artículo seminal de Raford Boddy y James Crotty “Class Conflict, Keynesian
Policies, and the Business Cycle” [Conflicto de clase, políticas keynesianas y
ciclo económico] [4] Ese artículo iluminaba el bien establecido hecho de que
los salarios y los costes de mano de obra por unidad crecen cuando se acerca el
pico máximo del ciclo económico, apuntando indiciariamente al colapso del auge. Sin embargo, los autores pasaron a sugerir que el incremento de la
participación salarial en el ingreso en condiciones de pleno empleo era
responsable en buena medida del gran declive económico entonces en curso. “Los
capitalistas –escribían—, guiados por algo más que su instinto de clase,
piensan que el pleno empleo sostenido es manifiestamente absurdo… La
maximización de beneficios precisa evitar el pleno empleo sostenido”.
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Al sostener eso, los autores opusieron su perspectiva a la del gran economista marxista polaco Michał Kalecki, así como a las posiciones de Josef Steindl y Howard Sherman. [5]