
Especial para Gramscimanía |
Su estampa era la de uno de los nuestros:
indígena y mulato, popular hasta los tuétanos, alegre y enérgico. Un líder de
multitudes y un combatiente de la igualdad y la justicia. Nos mostró que las
libertades formales deben acompañar a las reales, que los procedimientos republicanos
son imperativos de la democracia y que las mayorías se construyen y no se suplantan.
Su perspectiva era el partido político que organizó en el Partido Socialista
Unido de Venezuela (PSUV).
El legado de Hugo Chávez es múltiple en
dimensiones e intensidades. Revivió el internacionalismo a partir de luchar por
la integración y unidad de Nuestra América, de los revolucionarios, de los
pueblos y de los Estados, a través de distintas organizaciones que vienencoordinando
las ventajas comparativas de la región. Su idea estratégica era la de un bloque
continental que le diera fluidez a las transformaciones democráticas y
revolucionarias.
El programa del bolivarismo que Hugo Chávez
remozó era para construir el socialismo en Afroindoamérica, no sólo en
Venezuela. De allí su enérgico internacionalismo, que dejó atrás cualquier
ilusión del socialismo en un solo país. Su temprana alianza con Cuba, la
constitución de Petrocaribe, del ALBA, la CELAC, su apoyo a UNASUR –iniciativa Lula
da Silva como presidente de Brasil- sumado a foros, encuentros, coordinaciones…
todo ello estuvo siempre en el día a día del presidente de Venezuela. Estas
iniciativas están convirtiéndose a su vez en alternativas frente a la
anacrónica OEA.
Venezuela no participó en la militarización de
Haití, dedicando su ayuda a lo social. Dio siempre un apoyo a la causa Palestina,
al igual que a los pueblos árabes, denunciando las guerras de agresión y clamando
sin cansancio por la solidaridad con ellos. En esa misma perspectiva apoyó las
iniciativas de Paz en Colombia,como la actual entre las FARC y el gobierno de
Juan Manuel Santos, estimulando al ELN a seguir el mismo camino.
El gobierno que presidió Hugo Chávez durante 14
años enfrentó con dignidad y eficacia a la potencia imperial de los Estados
Unidos, contra la explotación y la injerencia. Rescató con ello un sentido de
pertenencia y de orgullo en nuestros pueblos.
Al colonialismo cultural que los grandes medios
agencian por doquier, opuso la creación de una creativa red televisiva de
alcance continental -TELESUR-, al igual que otras iniciativas
contraculturales.
La tarea principal de América Latina es su
unidad, luchar por una confederación de Estados hacia el socialismo. Integrando
sus economías, sus culturas, sus intelectuales, su envidiable naturaleza, sus
pueblos multicolores, su historia, sin hegemonismos de parte de ninguno de los
países, colocando la dignidad como primer punto de esa unidad, asunto que
empieza con Haití. La deuda histórica y moral con la cuna de nuestra
independencia debe ser saldada.
La columna vertebral del socialismo del s. XXI
es el internacionalismo. Hugo Chávez lo aprendió en la experiencia global.
Asistió al derrumbe de esa máquina horrorosa de la burocracia de la Unión
Soviética y los Estados del “socialismo real”. Por ello el revolucionario
venezolano pudo reivindicar con frescura las figuras y pensamientos de Rosa
Luxemburgo y León Trotsky. Y tuvo la audacia de proponer, con todas las letras,
la creación de una nueva internacional: la Quinta Internacional.
No puedo dejar de escribirlo: qué maravilla de
sueño, de utopía, la que proponía Hugo Chávez, como lo soñaron para su tiempo
los creadores de la utopía comunista, los científicos de la revolución: Carlos
Marx, Vladimir Lenin, León Trotsky. Es verdad, Hugo Chávez no encontró eco en
ello, ni condiciones, ni tiempo, pero lo planteó meritoriamente.
Bolivarismo
Para Hugo Chávez el legado de la Unidad que
diseñó Simón Bolívar y los libertadores era el de la patria grande. Si la
dominación española era continental, la liberación no era posible sino en la
misma dimensión. A la dominación global, la independencia global. Se suma a la
concepción decimonónica de Simón Bolívar el reconocimiento formulado por su
“maestro loco”, Simón Rodríguez: o nos unimos o pereceremos.El paisaje
internacional era el de los grandes bloques y potencias, desde los imperios en
ascenso –Inglaterra y Francia- hasta el imperio en decadencia –España-, que
volvió a sus andanzas con su empresa criminal de la reconquista.
El jefe del ejército pacificador, Pablo Morillo,
fue un terrorista de Estado más que un militar. Y fue ese ejército derrotado de
nuevo en la histórico combate de Ayacucho en diciembre 9 de 1824, una de las
más grandes batallas de la era moderna y la más importante de Nuestra América.
El genio de Simón Bolívar y de su élite militar,
con Antonio José de Sucre, quien dirigió la batalla, hicieron posible el
hundimiento de la dominación hispano colonial y el surgimiento de las
repúblicas.Hugo Chávez creía firmemente en la grandeza de esta herencia, en la
trascendencia de la primera independencia, en la proyección de esa
revolución.
Finalmente Simón Bolívar y la élite libertadora
resultaron derrotados y traicionados. El asesinato de Antonio José de Sucre en
el punto más alto de su carrera político-militar, marca una inflexión negativa
en el curso de los acontecimientos libertadores. Bolívar murió solo y
desilusionado en Santa Marta, con plena conciencia del desastre incoado por la
fragmentación de la Gran Colombia, recién divida en “repúblicas aéreas”, bajo
la égida de caudillos y políticos como José Antonio Páez en Venezuela,
Francisco de Paula Santander en Colombia y Juan José Flores en Ecuador. Todo el
continente siguió el curso de la división,con su programa de defensa de los
intereses de las oligarquías de la tierra y el comercio. La revolución fue
interrumpida para la entrada impune de los nuevos colonialismos, siendo tergiversada
desde entonces, sometida a la caricatura de una historiografía superficial o
alienada.
El programa internacional de Hugo Chávez
desenterró esta herencia de Simón Bolívar, con orgullo y conocimiento. Con
documentación, redimió la gesta de nuestros libertadores, los puso en la escena
de la historia en forma visible, actual, proyectando el pasado vigoroso a un
presente creativo, con nuevas y difíciles tareas por adelantar. Se trata de una
potencia creativa, multitudinaria, como praxis, memoria, conocimiento, cultura
y herencias sentimentales profundas, acompañado de la gran tradición
comunitaria de los indígenas y la libertad de los negros.
Esta síntesis de Hugo Chávez sirve de
ilustración:
“Hace
200 años los padres libertadores no pudieron, ellos no pudieron hacerlo, y
Bolívar recogió en una frase profunda, en una frase dramática aquella realidad
dolorosa cuando dijo: “He arado en el mar…” ¿De qué sirvió esta independencia,
decía Bolívar, muriéndose ya, ellos no pudieron, no pudieron cuajar las
repúblicas que querían, eliminando las desigualdades, los privilegios, creando
repúblicas de iguales y de libres; y luego, al mismo tiempo uniéndolas en la
liga de repúblicas para equilibrar con el Norte, con el Este y con el Oeste;
así los planteaba Bolívar cuando convocó al Congreso de Panamá en 1824.
El Congreso se reunió en el 26 en Panamá, pero
murió al nacer, él decía que era necesario, era indispensable conformar la
Unión del Sur, una Liga de Repúblicas, en lo político, en lo económico, en lo
social y en lo militar, para luego ir en condiciones de igualdad y de dignidad
a negociar sobre la paz, la economía y la guerra, con el Norte, con el Este y
con el Oeste.
Esa estrategia, la estrategia de Bolívar, que
era la misma de todos ellos, esa estrategia; sólo que quizás Bolívar logró
llevarla más lejos, logró clavar una pica allá en Flandes, logró orientar la
brújula mejor”[1].
En forma simultánea, combinó el
internacionalismo con la realización de las tareas revolucionarias en
Venezuela. Sus realizaciones saltan a la vista: incorporó a las multitudes de
trabajadores de toda condición a la vida social y política, convirtiéndolos en protagonistas
de su propio destino, con mayoría de edad. Los venezolanos se visibilizaron y
se apropiaron cada vez más de sus decisiones, fundando democracia, donde el
protagonismo de las mujeres es evidente.
El gobierno bolivariano procedió a una tarea
colosal de reformas sociales de tipo educativo, salud, vivienda, alimentación y
creación de vigorosas redes de solidaridad. Se logró un avance significativo
contra la desigualdad y la pobreza, en contraste con la mayoría de los países
del continente.
El proceso revolucionario en Venezuela realizó
la reforma, o mejor, las reformas, impulsando la primacía de lo humano y de lo
social, sobre el mercado y la economía. La dinámica de este proceso no ha
superado el capitalismo, pero lo cuestiona, lo limita y crea condiciones para
la transición revolucionaria. Este es el sentido, a mi juicio, del proceso
revolucionario en Venezuela: la reforma y la transición.
El fortalecimiento de la industria petrolera y
el ejercicio de la soberanía nacional estatal es un avance cualitativo frente
al pasado de apropiación parasitaria de la renta petrolera. La acusación de los
analistas de los grandes medios, de los ideólogos del neocapitalismo, de que el
gobierno de Hugo Chávez se gastó la renta petrolera en la inversión social y en
la solidaridad internacional, es cierta. Lo cual es una realización plausible
que hay que defender. Los gritos de que ello es populismo son etiquetas para la
galería de las élites ricas. Otra cosa es que este sea un proceso lleno de
contradicciones y con las asechanzas y fortalezas de la burocracia y la
corrupción, del atraso, los personalismos y los dogmatismos.
Toda experiencia revolucionaria, y la de
Venezuela no es la excepción, se encuentra en permanente peligro. No es un
lecho de rosas, sino desafío permanente.
La tarea de Hugo Chávez debe ser continuada.
Nota
1] Chávez Frías, Hugo. La Unidad Latinoamericana. Sergio Rinaldi (Ed.) Bogotá D.C.: Ocean Sur, 2006. p. 265.
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Ricardo Sánchez Ángel |
Ricardo
Sánchez Ángel es abogado, Magíster en Filosofía y Doctor en Historia. Fue
Secretario de Educación de la ciudad de Bogotá y actualmente se desempeña como
Profesor Asociado en la Universidad Nacional de Colombia. Miembro del grupo de
investigación THESEUS, clasificado en la categoría A1 por Colciencias, es
decir, de Excelencia Académica. Su último libro se titula ‘Huelga. Luchas de la
clase trabajadora en Colombia’, 1975-1981 (2009), editado por la Universidad
Nacional de Colombia. También es autor del libro ‘Bonapartismo presidencial y
la Neo Respice Polum’ (2012), editado por el grupo editorial Ibáñez.rsangel49@gmail.com