
Traducción del inglés
para Rebelión por Christine Lewis Carroll
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La tragedia del ser humano es su espíritu mezquino. Crecí en
la Pensilvania rural. Todo el mundo tenía armas de fuego, pero nunca fueron
motivo de preocupación. La gente tenía armas de fuego para la caza y el tiro al
blanco. Yo tenía un rifle Remington de cañón largo para la caza de alimañas,
principalmente para impedir que nos invadieran las ratas urbanas. Mi hermano
tenía una escopeta, aunque nunca supe de qué tipo. Sólo la utilizó una vez.
Cuando fue a cazar faisanes por primera vez llegó a casa con una pieza
ensangrentada que ofreció orgullosamente a nuestra madre. Como ella nunca había
tenido que desplumar un ave llena de perdigones se pasó toda la tarde
intentando convertirla en algo comestible. Cuando terminó, el orgullo que había
sentido mi hermano se tornó en pena y desazón. No cazó nunca más. Ningún
miembro de mi familia volvió a matar un faisán.
Pero nadie poseía armas de fuego para protegerse. Si se
necesitan las armas de fuego para protegerse, es que la sociedad ha fracasado.
La pequeña sociedad en la que crecí no tenía comisaría; en los 18 años que viví
allí no hubo nunca ni un solo agente. No había cárcel, ni juzgado, ni un solo
abogado. No se robó en ninguna casa ni se agredió a nadie. La gente no solía
cerrar con llave su casa. Los miembros de nuestra pequeña comunidad no sólo se
querían, se cuidaban. No sólo se alegraban cuando se ayudaba a los necesitados,
participaban en esa ayuda.
El gobierno municipal estaba cuando se necesitaba y era
invisible cuando no hacía falta. La gente no desconfiaba de su gobierno, no
tenía miedo de que se volviera tiránico y los delitos de menor importancia se
ignoraban. Aunque era ilegal vender bebidas alcohólicas en domingo, la ciudad
disponía de un speakeasy [establecimiento
de venta ilegal de bebidas alcohólicas] abierto siete días a la semana y a
nadie le importaba. De niño acompañaba a menudo a mi padre en sus visitas a
aquel lugar. Él bebía su jarra de cerveza y yo tomaba sorbitos de un vaso de
chupito. Pero no me convertí en alcohólico por eso, aunque sin duda fue un
prodigio que no lo hiciera. En los 12 años que asistí a las instituciones
educativas públicas, nunca se necesitó para ninguna actividad a ningún policía
o guardia de seguridad, ni siquiera para las deportivas (tanto mejor porque no
había ninguno).
Ese mundo ya ha desaparecido. ¡En menos de un siglo, en el
transcurso de una sola vida, se ha desvanecido! Muchas personas se niegan ahora
a ayudar a los necesitados y les molesta cuando se les ayuda. Un miasma de
mezquindad sobrevuela Estados Unidos. Aunque no todo el mundo es mezquino, la
mezquindad está lo bastante extendida como para considerarla una característica
estadounidense dominante. Está por todas partes: en los salones del Congreso,
en las aulas donde los alumnos intimidan a sus compañeros, en las bandas de los
colegios cuyos miembros son capaces de propinar una paliza a alguno de los
suyos en una novatada, en las matanzas que ocurren en nuestras calles, escuelas
y lugares de trabajo, en los diálogos de las películas y en los programas de
televisión. Nadie quiere o confía en nadie, y menos en el gobierno. Los
estadounidenses son un pueblo insensible, descortés, tosco y con escasa
formación. (Bueno, no todo el mundo.) Han convertido la sociedad civil en
chusma.
Actualmente vivo en una comunidad vallada y con poca
población, representativa de esta nación. Con una población de alrededor de
15.000 personas, se jacta de tener 21 iglesias. Cuatro de estas 21 iglesias
profesan la misma denominación teológica protestante, pero sus congregaciones
no se quieren lo suficiente para rezar juntos en el mismo edificio. Los
estadounidenses no conviven, sólo viven unos al lado de otros. No es sólo que
los cristianos de Estados Unidos no quieren a los no cristianos, es que no se
quieren entre sí. En general somos un pueblo rencoroso y mezquino.
Los estadounidenses que se oponen a la legalización del
aborto alegando que la vida es sagrada callan cuando muere gente diariamente de
todas las edades por armas de fuego. Es como si necesitaran los nacimientos
para reponer objetivos a los asesinos, ya que nunca se proveen cuidados para
los recién nacidos. Los hambrientos dependen de la caridad, los que no tienen
vivienda de las cajas de cartón y los enfermos esperan sin fin en las salas de
urgencia. Una enferma asiática residente en mi estado se murió recientemente en
urgencias mientras esperaba a que le examinaran. Una simple inyección le habría
salvado la vida. Hay niños abandonados en las calles que forman bandas que se
pelean entre sí. Los desempleados se convierten en cazadores de personas y
recolectores de los bienes de éstas. La gente está llena de prejuicios
encubiertos, sexuales, religiosos, raciales y otros. Ama a tu vecino como a ti
mismo no tiene ningún sentido práctico, no tiene valor en efectivo que diría
William James [filósofo y psicólogo estadounidense].
Entonces ¿qué es lo que ha ocurrido? Contesta a las
siguientes preguntas para averiguarlo.
¿Qué diferencia hay entre un Presidente con una lista de
personas para matar y los escuadrones de asesinos que se llaman navy seals [fuerza de operaciones
especiales] y un Don de la Cosa Nostra que manda
asesinar? ¿Es el director de la CIA cuyos agentes asesinan mejor que un padrino
de la mafia?
¿Cómo puede lamentar un gobierno las matanzas que suceden en
sus propias ciudades cuando se jacta de matar a gente en lugares lejanos?
Murieron más estadounidenses en la venganza por el 11-S de los que murieron en
los atentados del aquel día. La venganza, una actividad mezquina, es más
importante que la vida de las personas. Las personas compasivas nunca se
enorgullecen de matar.
¿Cómo puede una nación lamentarse de las matanzas de
transeúntes a consecuencia del fuego cruzado entre pandillas o las muertes de
personas que se encuentran en su propia cama cuando se producen tiroteos desde
un automóvil en movimiento mientras se encoge de hombros ante las matanzas
colaterales de Pakistán?
¿Cómo puede una nación alegar que valora la vida mientras su
policía sale impune habitualmente cuando mata a gente desarmada y a menudo
discapacitada alegando que teme por su vida?
¿Cómo puede un gobierno no ser tiránico cuando lo componen
auténticos ideólogos que pretenden imponer sus creencias a todo el mundo? Los
gobiernos tiránicos se componen de personas tiránicas. John Stuart Mill
demostró hace mucho en su trabajo On
Liberty que la libertad es imposible si no se toleran las diferencias.
Sin embargo ni los graduados universitarios estadounidenses han leído este
panfleto. La expresión “educated American”
es en gran parte un oxímoron.
Por supuesto siempre ha habido dos tipos de personas, las
compasivas y las que no lo son. Pero no todas las personas de una sociedad
mezquina tienen que ser mezquinas. La cantidad de mezquindad perpetrada, no el
número de personas que la perpetran, es el elemento definitivo. La mezquindad
evidente en Estados Unidos es abrumadora. La cortesía está prácticamente
ausente. Desde hace mucho tiempo tenemos a unos bárbaros al timón del buque del
Estado.
La mezquindad que ha afligido a los Estados Unidos es
responsable de su violencia. También es responsable de la violencia que los
estadounidenses infligen internacionalmente. La mezquindad no puede dividirse
en compartimentos. No existe un tipo amable mezquino. Ningún mezquino es amable;
los tipos amables nunca son mezquinos.
El germen que transporta esta aflicción es la economía
política dominante fomentada por las comunidades económicas, políticas y
comerciales. El capitalismo es una actividad extractiva que explota a los
trabajadores y consumidores y nunca ha conseguido atender las necesidades de
toda la población de ninguna nación. El marketing es una mentira universal. Las
instituciones tienen grietas por las que se caen algunas personas y a la elite
institucional no le importan estas personas. Las sociedades capitalistas se
componen siempre de ciudadanos de primera y segunda clase; están llenas de
personas que comparten la afirmación de Henry Vanderbilt [magnate
estadounidense]: “The public be damned”
[que se jorobe la gente]. Y el pueblo se ha jorobado siempre. La elite de
Estados Unidos nunca ha sacrificado nada por el pueblo.
La competitividad comercial no fomenta la preocupación por
los hombres. El individualismo fomenta el antagonismo. Cuidar del número uno
siempre termina en negarle al número dos lo que necesita. La caridad no es una
virtud comercial. El capitalismo es la mezquindad institucionalizada. Es el
miasma primitivo que se manifiesta en la avaricia. Es la enfermedad que hace
inhumanas a las personas y es mortal.
¿Por qué entonces los pueblos de otras naciones admiran a
los Estados Unidos y quieren emular su cultura de mezquindad? ¿Por qué no les
repele? ¿Por qué no miran más allá de sus narices?
Sólo hay una respuesta. La mezquindad no sólo ha afligido a
Estados Unidos, sino a otras naciones también. El miasma primitivo trasciende
fronteras nacionales. Ésa es la tragedia del ser humano.
A menos que la mezquindad que se extiende por la sociedad
pueda mitigarse, ninguna sociedad se merece denominarse una fuerza del bien en
el mundo. La violencia en Estados Unidos u otros lugares no se reducirá hasta
que la disminución de la propia mezquindad, no sus distintos instrumentos, se
convierta en el centro de la acción humana.
John Kozy es profesor retirado
de filosofía y lógica que escribe sobre temas económicos, políticos y sociales.
Después de servir en el ejército estadounidense durante la guerra de Corea, se
pasó 20 años como profesor universitario y otros 20 como escritor. Ha publicado
un libro de texto sobre la lógica formal en revistas académicas y comerciales y
ha escrito algunos editoriales de periódico. Sus textos se pueden leer enhttp://www.globalresearch.ca/author/john-kozy a
donde se le puede escribir.