
Traducido del ruso por Arturo
Marián Llanos
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La crisis financiero-económica que comenzó en 2007 en los
Estados Unidos y que hoy abarca a todo el mundo a menudo es comparada con la
crisis de 1929-1933. Aquella, a su vez, representaba la parte final de la larga
crisis de 1873-1933. Por cierto, con aquella larga crisis, cuya época fue
definida por el historiador holandés Jan Romein como la “línea divisoria”, a
menudo comparan el momento histórico que comenzó en los 1970, o más exactamente
– en 1973 y que dura hasta ahora. La crisis de la “línea divisoria” de
1873-1933 fue el tiempo del “reparto de naipes del juego social” (F.Braudel),
“reparto de los Naipes de la Historia”, y los que consiguieron hacerse con los
ases permanecieron arriba hasta el siguiente reparto, que comenzó en los 1970.
Más aún, ahora tienen buenas posibilidades para añadir a los viejos ases otros nuevos. Lo que se dice “dinero va al dinero”. Aunque también podría resultar “cenizas a las cenizas” – eso ya depende de cómo Dios tire los dados.
Más aún, ahora tienen buenas posibilidades para añadir a los viejos ases otros nuevos. Lo que se dice “dinero va al dinero”. Aunque también podría resultar “cenizas a las cenizas” – eso ya depende de cómo Dios tire los dados.
La importancia de la crisis de 1873-1933 es indiscutible.
Justamente entonces se formaron los principales sujetos (jugadores, agentes)
del siglo XX: el capital financiero, su hermano-enemigo el movimiento
socialista revolucionario, los servicios secretos, el crimen organizado;
precisamente entonces surgieron las principales contradicciones, que tuvo que
resolver el siglo XX: germano-británicas, británico-norteamericanas,
germano-rusas; justamente entonces fue determinado el orden del día filosófico
y científico del siglo XX, se derrumbaron los últimos imperios del Antiguo
Régimen, que la burguesía estaba rompiendo desde el siglo XVIII, se formó el
capitalismo monopolista del estado, el comunismo – anticapitalismo sistémico,
fascismo, nacional-socialismo y los movimientos de liberación nacional. Y, sin embargo,
parece más correcto comparar la crisis de la “línea divisoria” de finales del
siglo XX – comienzos del XXI no con la crisis “romeiniana”, sino con la crisis
de 1490-1560, crisis de una magnitud mucho mayor que la de 1873-1933, y lo más
importante – crisis sistémica.
La crisis “romeiniana” era una crisis estructural, se
trataba del paso de una estructura capitalista a otra, mientras que a finales
del siglo XV – principios del XVI estaba naciendo el propio sistema
capitalista, estaban surgiendo sus instituciones básicas: mercado, estado,
política etc. Es decir que hacía su aparición aquello que se debilita, se
deshace y se muere en las condiciones de la crisis de finales del siglo XX –
principios del siglo XXI, uno de cuyos episodios es la crisis
económico-financiera que comenzó en 2007. ¿Entonces resulta que la crisis
“divisoria” de finales del s. XX – comienzos del XXI es sistémica y representa
la crisis y el fin del capitalismo como sistema? En seguida diré que sí y
además este proceso no es del todo espontáneo. Es también el resultado de la
actuación de la cúspide de la clase capitalista mundial, unas centenares (como
máximo mil o mil quinientas) familias, los “señores de los anillos” del Mordor
capitalista, quienes están desmontando el capitalismo en su propio interés –
para conservar el poder, los privilegios y la riqueza. Pero antes de abordar
esta cuestión, vamos a observar otras crisis sistémicas – lo cual es necesario
para comprender mejor la crisis que vivimos y que, como un remolino de agua,
podría arrastrarnos al Maelstrom (vorágine – N. del T.) de la Historia.
Tres crisis
sistémicas
La crisis sistémica más próxima a nosotros cronológicamente
es la crisis del feudalismo y la aparición del capitalismo, la crisis del
“largo siglo XVI” (1453-1648), cuya fase decisiva recayó en los años 1490-1560.
El principal misterio de esta crisis lo constituye la génesis del capitalismo.
Entre las diferentes concepciones acerca de la génesis del
capitalismo hay dos fundamentales – las de Carl Marx y de Max Weber. La visión
de Weber del nacimiento del capitalismo del espíritu del protestantismo no se
sostiene en primer lugar empíricamente: se basa en el material recopilado
acerca de una de las comarcas germanas durante un período cronológico muy
corto.
En cuanto a la explicación de Marx surge el siguiente
problema. Según la teoría general de Marx, el paso de un sistema a otro –
revolución social – se produce cuando las fuerzas productivas del antiguo
sistema superan sus relaciones de producción, estas últimas se rompen y surge
el nuevo sistema de estas relaciones, que ya son adecuadas a las fuerzas
productivas sobrecrecidas. De tener razón Marx, cada nuevo sistema social
(“formación”) debería de partir desde un nivel de las fuerzas productivas
superior, que el que caracterizaba al anterior sistema. En la realidad
histórica sucede justamente al revés. Feudalismo alcanzó el nivel de las
fuerzas productivas de la Antigüedad tardía tan solo hacia los siglos XI-XII,
es decir que el feudalismo temprano por el desarrollo de sus fuerzas productivas
era inferior frente a la Antigüedad tardía; el capitalismo había alcanzado el
nivel del desarrollo de las fuerzas productivas del feudalismo tardío tan solo
hacia los principios del siglo XVIII, es decir que durante 300-400 años estuvo
alcanzando el pasado. Por lo visto, las raíces de la crisis, así como de la
génesis del capitalismo hay que buscarlas – por cierto muy en el espíritu de
Marx – en otra cosa, y más concretamente en los intereses de clase de los
principales sujetos/agentes que forman el sistema. Los estudios de los últimos
decenios han demostrado que precisamente el interés de clase de los feudales
(señores) por conservar su poder y los privilegios, su lucha por este objetivo
está en el origen de la génesis del capitalismo. Tenía razón Heráclito – “la
lucha es el padre de todo”. ¿Cómo había sucedido?
A mediados del siglo XIV Europa fue alcanzada por la peste –
la Muerte Negra, que acabó con 20 millones de los 60 millones de la población
de entonces, es decir con un tercio de la población. Empezaron a faltar las
manos campesinas, la posición contractual socio-económica del campesino (y
también del arrendatario y del jornalero) mejoró en su relación con el señor.
Los señores intentaron cambiar la situación, y como respuesta obtuvieron hasta
tres sublevaciones en los 1378-1382 (“ciompi” en Florencia, “Jacquerie” en
Francia, la de Inglaterra al mando de Wat Tyler), en realidad se trataba de la
verdadera revolución popular antifeudal que fracturó la espina dorsal al
feudalismo europeo-occidental (estrictamente hablando, no hubo ningún otro
feudalismo en la historia).
A partir de este momento, en opinión de los investigadores,
el vector más probable del desarrollo hubiera sido la evolución de la sociedad
europeo-occidental hacia el “paraíso de los kulaks” (campesinos ricos – N. del
T.) y el “paraíso burgués”, es decir hacia el sistema social en el que los
señores simplemente se convertían en ricos terratenientes o ricos burgueses,
perdiendo una parte importantes de sus privilegios y estatus. Los señores se
vieron ante el dilema: perder sus privilegios en relación a la masa de la
población o cederlos en relación al poder real. Ciertamente, no les gustaban
los reyes, mantenían guerras contra ellos, pero los de abajo les pusieron
contra la pared, y los señores optaron por la alianza con la corona.
Este esquema se diferencia sustancialmente del
liberal-marxista, según el cual la alianza y la lucha conjunta de la corona y
los burgueses contra los señores se convirtieron en el fundamento sobre el que
“había crecido” el capitalismo. Claro que también tuvo lugar la distribución de
las fuerzas sociales de la que hablaban los liberales y marxistas. Pero no era
lo principal, lo más importante fue el camino de la conversión de los feudales
en capitalistas, su introducción en el mercado mundial que surge en el siglo
XVI. Basándose en gran cantidad de material estudiado lo ha mostrado muy bien
Richard Lachmann en su trabajo “Capitalistas contra su voluntad”.
El primer resultado de la alianza entre la corona y los señores
fue la aparición de las así llamadas “nuevas monarquías” (Luis XI en Francia,
Enrique VII en Inglaterra) – estructuras considerablemente más
institucionalizadas que las feudales y mucho más represivas; el rey se
convertía en el soberano “inmediato” con respecto a todos los súbditos, y no
solamente con respecto a sus vasallos, las obligaciones de la nueva nobleza,
realmente posfeudal con respecto a la corona eran más pesadas que las mismas
durante la época feudal. No existía término para definir a las “nuevas
monarquías”, pero fue inventado. Lo hizo Maquiavelo, quien “lanzó” el término
lo stato – estado. El estado se convirtió en el poderosísimo arma de los
ex-feudales contra los de abajo. Otra arma lo constituyó el ejército de nuevo
tipo.
En 1492 Colón descubrió América y a Europa Occidental
empezaron a llegar el oro y la plata. Estos medios en primer lugar se invertían
en el campo militar. Como resultado se produjo la revolución militar del siglo
XVI, surgió una nueva forma de organización militar contra la que los de abajo
difícilmente podían luchar. Por otro lado, el descubrimiento de América, hizo
que surgiera lo que Marx llamó el “mercado mundial” e I. Wallerstein – el
“mundo-sistema europeo” y que en esencia representaba el nuevo sistema de la
división internacional – noratlántico – del trabajo, y que ofrecía a los de
arriba unas posibilidades cualitativamente nuevas. Los ex-feudales y mercaderes
introducidos en este sistema mejoraron considerablemente su situación
contractual socio-económica con respecto a los de abajo, porque ahora podían
operar en un nivel más alto del espacio económico – el macroregional, mientras
que los de abajo permanecían en el nivel local, que dependía del macroregional.
Como resultado de todos estos cambios hacia 1648 en Europa
Occidental en el poder en sus distintos niveles permanecía el 90% de las
familias que gobernaban la “península” en 1453. De modo que los feudales,
persiguiendo sus intereses de clase, desmontaron el feudalismo, para conservar
el poder, los privilegios y la riqueza y en el proceso de esta lucha crearon el
nuevo sistema. Así que el capitalismo es un producto colateral de la lucha de
los feudales por perpetuarse en el futuro con el nuevo “ropaje”. ¿Sorprendente?
En absoluto. V.V, Krilov escribía que la lucha de clases es el desarrollo de
las fuerzas productivas (en primer lugar sociales) fuera de la esfera de la
producción.
La siguiente crisis de la que es necesario hablar es la
crisis de la Antigüedad tardía, del sistema esclavista-antiguo (s.s. IV-VI d. de
J.C.). Se diferencia en muchos aspectos de la crisis del feudalismo tardío.
Señalaré lo más importante. En primer lugar, el esclavismo de la Antigüedad era
un sistema extensivo (orientado hacia la extensión), necesitaba expanderse y
tener periferia. El feudalismo orientado intensivamente no la necesitaba. En
segundo lugar, a lo largo de la crisis de la Antigüedad tardía la cúspide del
Imperio Romano de Occidente fue aniquilada, dispersada o absorbida por la élite
de las tribus bárbaras. Entre la élite de la Antigüedad tardía y la del
feudalismo temprano falta la sucesión, y entre el fin de Antigüedad y el
comienzo del feudalismo están los Siglos Oscuros (s.s. VI-VIII d. de J.C.).
La crisis de la Antigüedad tardía, a diferencia de la crisis
del feudalismo tardío, constituye el ejemplo de la actuación equivocada de la
élite gobernante y del derrumbe de todo el sistema junto con ella. También es
significativo que la crisis del feudalismo, que terminó con su desmontaje, no
aniquiló a la civilización occidental – el capitalismo se convirtió (aunque con
matices) en la siguiente fase de su desarrollo, mientras que la crisis de la
sociedad esclavista-antigua acabó en el derrumbe de la civilización de la
Antigüedad, es decir que además fue una crisis civilizatoria, a diferencia de
la feudal (la crisis del “largo siglo XVI” fue una crisis interna de la
civilización).
La tercera crisis de la que vamos a hablar (y el tercer tipo
de crisis) fue la crisis del Paleolítico superior (25 mil – 10 mil a. de J.C.).
Seguramente, fue la crisis de los recursos demográficos (socio-biosférica) más
terrible. Duró 15 mil años, puso el punto y final a varios centenares de miles
de años del paleolítico y abarcó a casi todo el planeta, o más exactamente, a
su parte habitada. Su resultado fue la reducción de la población mundial en un
80%, la decadencia y degradación de la sociedad y cultura. La salida de la
crisis fue a través de la así llamada “revolución neolítica” – la aparición de
la agricultura, ganadería, de las ciudades, clases etc., en una palabra – de la
Civilización.
De modo, que tenemos ante nosotros tres crisis diferentes:
la crisis sistémica de la formación; sistémica de la formación-civilización
(“civilización” en el sentido estricto, concreto) y sistémica de carácter
socio-biosférico, que sustituyó un tipo de “Juego de la Sociedad con la
Naturaleza” (S. Lem) – Paleolítico, por otro – Civilización.
Ahora, después de haber visto las tres crisis sistémicas,
veamos lo que ocurre en el mundo de hoy, o más exactamente, lo que está ocurriendo
desde los años 1970. En realidad, ante nuestros ojos desaparece el mundo,
surgido entre los años 1870-1930 y que floreció en los “gloriosos treinta años”
(Jean Fourastié) 1945-1975.
Desmontaje del
capitalismo
Se debilita y entra en decadencia la nación-estado; empeora
la situación de las capas medias y trabajadoras incluso del núcleo del sistema
capitalista, sin hablar de sus capas bajas y de la periferia; se encoge la
sociedad civil – tanto por su posibilidad de influir sobre el poder a nivel nacional,
sin hablar del nivel global, como por su esencia: muchas sociedades
occidentales de las sociedades de ciudadanos se convierten en las sociedades de
comunidades y de minorías, es decir que se convierten en posoccidentales; la
política se convierte cada vez más en la combinación del sistema administrativo
y del show business; el mercado es sustituido por el monopolio; entra en
decadencia el conocimiento racional, se trata tanto de las ideologías
progresistas del marxismo y del liberalismo que eran elementos de la geocultura
de la Ilustración, como también de la ciencia – aparecen libros con títulos
simbólicos “Fin del progreso”, “Exequias por la Ilustración”; a marchas
forzadas degrada la ciencia sobre la sociedad (falta de la teoría,
especialización en temas pequeños) y la educación; el sistema de Boloña socava
a la universidad como fenómeno de la Época Moderna; la decadencia de la moral
cristiana salta a la vista – en realidad vivimos en la sociedad poscristiana;
en el mundo crece el número de la gente del basurero/chabolas – los “nuevos
desechados”, entre la que están madurando las uvas de la ira.
¿Por qué ocurre todo esto? En parte los procesos descritos
tienen un carácter espontáneo, en parte – proyectado, es decir que son la
consecuencia de una acción consciente. ¿De quién?
En 1975 vio la luz el informe “La crisis de la democracia”,
escrito por encargo de la Comisión Trilateral por S. Huntington, M. Crozier y
J. Watanuki. En este informe se fijan nítidamente las amenazas para la clase
dominante – en primer lugar, el que contra ella comienza a trabajar la
democracia y welfare state (estado del bienestar social), que tomaron forma en
la posguerra. Bajo la crisis de la democracia no se entendía la crisis de la
democracia como tal, sino el desarrollo de la democracia que no era favorable
para la cúspide de la pirámide social.
En este informe se afirmaba que el desarrollo de la
democracia en Occidente lleva a la disminución del poder del gobierno, que
distintos grupos de población, aprovechando la democracia, habían comenzado a
reivindicar los derechos y privilegios a los que nunca antes aspiraron, y que
semejantes “excesos de la democracia” suponían un desafío para el sistema de
gobierno establecido. Los autores escribían que la amenaza al gobierno democrático
en los EE.UU. no provenía del exterior, su fuente era “la dinámica interna de
la propia democracia dentro de una sociedad móvil, con el nivel elevado de
educación, que se caracteriza por el alto grado de la participación (política –
A. Fúrsov)”. Y como conclusión: había que favorecer la no implicación
(noninvolvement) de las masas en la política, provocar cierta apatía, frenar la
democracia, partiendo de que no es más que una forma de organizar el poder, y
que tampoco es universal: “En muchos casos la necesidad de tener conocimientos
de experto, la superioridad en el estatus y el rango (seniority), experiencia y
capacidad especial pueden ganar frente a las pretensiones de la democracia como
método de constitución del poder”.
La necesitad de debilitar a la democracia y a la clase media
suponía también la necesidad de debilitar las instituciones básicas de la
sociedad capitalista, y en realidad – su desmontaje. Se trata de los elementos
como la nación-estado, política, sociedad civil, conocimiento racional. En
otras palabras, se trata del capitalismo. Aquí es necesario señalar que, a
pesar de lo que muchos creen, el capitalismo no es simplemente el triunfo del
capital, el capital existía antes del capitalismo y existirá después.
El capitalismo es un complejo sistema institucional, que
limita al capital en su propio interés a largo plazo y que asegura (en primer
lugar con la ayuda del estado) su expansión en el espacio. Esto último es de
vital importancia para el capitalismo debido a su orientación extensiva. El
capitalismo no puede ser de otra manera, porque resuelve muchas de sus
contradicciones, trasladándolas fuera de su propio marco y creciendo en el
espacio.
En cuanto desciende la norma mundial de las ganancias, el
capitalismo coge, arranca un trozo de la zona no capitalista y lo convierte en
la periferia capitalista – fuente de mano de obra barata y mercado para sus
mercancías. Y así hasta el siguiente descenso serio en la norma del beneficio;
de ahí el colonialismo, la expansión colonial que no transcurría
paulatinamente, sino a saltos. Subrayemos: para funcionar con normalidad el
capitalismo necesita la zona no capitalista, que convierte en la periferia
capitalista y sin la cual tampoco puede existir – al igual que ocurría con el
sistema esclavista de la Antigüedad. Entre otras cosas, la explotación de la
periferia ayuda a mantener la paz social en el centro del sistema (su
“núcleo”), a mantener un determinado nivel de vida para la mayoría de su
población. (La crisis global sistémica del capitalismo, debido a la
imposibilidad de seguir creciendo – el mercado ya es global y la superficie del
planeta es finita – es explicada detalladamente en los trabajos del economista
ruso Mikhail Khazin – N. del T.). Y los limitadores del capital en el propio
núcleo son, como ya hemos señalado, la nación-estado, la política, sociedad
civil y otra serie de formas e instituciones. Y, como sabemos, precisamente
esas instituciones y los grupos sociales relacionados con ellas están siendo
destruidas/desmontados desde los mediados de los años 1970. El desmontaje de
estas instituciones representa en realidad el desmontaje del capitalismo como
sistema, llevado a cabo por la cúspide transnacional (mundial) con el fin de
conservar su poder (control mundial), privilegios y riquezas desde los años
1970. Este proceso se aceleró en los 1990 y, por lo visto, se acelerará todavía
más en los años 2010. ¿Cuáles son las causas de este proceso?
La primera causa tiene un claro carácter de clase. En el
límite de los años 1960-1970 la cúspide de la burguesía dentro del núcleo del
sistema capitalista en las condiciones del crecimiento del bienestar económico
y de la influencia política de las clases media y obrera, de los partidos de
izquierda, del aumento de las “dimensiones” de la nación-estado en el formato
de welfare state quedó en una situación parecida a la de los feudales del siglo
XV. Y fue dado un paso análogo – el desmontaje del sistema. Pero si los
feudales no sabían lo que hacían, y actuaban guiados por el instinto social,
los burgueses, para los que trabajan miles de “fábricas del pensamiento”
(“think tanks”) iniciaron el desmontaje conscientemente, aunque es probable que
en un principio se pensó en el desmontaje de algunos elementos y no de todo el
sistema. Pero muy pronto la perspectiva sistémica quedó clara.
Y quedó clara con la globalización, sobre todo después del
derrumbe del principal bastión del “anticapitalismo sistémico” – de la URSS. La
globalización (de los capitales) – “hija” de la Revolución Científico-Técnica y
“nieta” de la guerra fría – representa la victoria total del capital, que se
convierte en una señal electrónica y supera prácticamente todas las barreras
(espaciales, sociales, políticas); lo real no puede controlar lo virtual –
pertenecen a distintos niveles (pero lo contrario sí es posible). Todo el mundo
se ha convertido en capitalista-neoliberal, incluyendo a la URSS, Europa
Oriental, China. ¡En todas partes capital(ismo)! ¡Victoria! Pero como había
escrito el poeta N. Korhavin en otra ocasión “Su victoria fue su desgracia/Detrás
se abría el vacío”. La zona no capitalista ha desaparecido y ahora el
capital(ismo) ya no puede resolver sus problemas, sacándolos fuera – no hay
dónde. Y las guerras como las de 1914-1918 y 1939-1945 tampoco son posibles.
¿Qué va a hacer el pobre capitalismo? ¿Dónde buscar las
fuentes para la futura acumulación del capital? Solo puede buscarlas dentro de
sí mismo. Pero el caso es que el capitalismo es un sistema orientado
extensivamente y no intensivamente, está institucionalmente “afinado” para la
extensión, y su reorientación, el “reformateo de la Matriz” exige el desmontaje
de los elementos que forman el sistema, es decir el desmontaje del propio
sistema y la creación del otro en su lugar, que tipológicamente, por su
nicho-equivalencia será parecido al feudalismo, o más exactamente, supondrá el
retorno a sus principios organizativos en un nuevo giro más alto de la “espiral
del desarrollo” – y con la corrección de que ya no se va a tratar únicamente de
la sociedad occidental, cristiana y local. El agotamiento del espacio terrestre
debido a la globalización se ha convertido en otra causa, intereses de clase
aparte, del desmontaje del capitalismo.
Así que tenemos el desmontaje del capitalismo realizado por
su cúspide “a la” desmontaje del feudalismo en 1453-1648. ¿Pero lo han pensado
todo los señores de sus anillos y su servidumbre intelectual? Tengo una mala
noticia para los “desmontadores”: el feudalismo no tenía periferia, cuya
existencia cambia fundamentalmente tanto la esencia de la crisis, como el
proceso del desmontaje, y el vector de su desarrollo. Al incluir en sus
procesos, en el mercado mundial a gigantescas masas de población, a todo el
planeta, el capitalismo demográficamente ha creado a su periferia afro-asiática
y latinoamericana elevando los niveles de población hasta los límites que no
hubiera alcanzado por sí misma. Y ahora esta periferia capitalista que ya no le
hace falta al núcleo, como ocurría en los “buenos viejos tiempos del
capitalismo”, no va a desaparecer así como así. Presiona al núcleo, el Sur
penetra en el Norte, crea sus enclaves y lo desgasta; lo que A.J. Toynbee
junior llamaba “unión del proletariado interior y exterior”, favorece la
periferización del núcleo, su conquista por la periferia, con la amenaza
directa y clara si no del cambio, sí de la sustancial modificación de las
élites, al menos de gran parte de ellas. De tal manera que el intento del
desmontaje del capitalismo “a la” desmontaje del feudalismo desemboca en una
crisis del tipo de la Antigüedad tardía y no tardofeudal, o más exactamente,
combina los rasgos y cualidades de ambas. Pero eso aún no es todo. Hay otra
mala noticia.
El capitalismo es un sistema global, planetario, basado no
solamente en la explotación del hombre, sino también de la naturaleza. Al
incluir en sus procesos económico-productivos a la biosfera en su conjunto, el
capitalismo la ha llevado al estado de la crisis ecológica global, y a la
humanidad a la crisis de los recursos. Tipológicamente algo similar no había
ocurrido desde los tiempos de la crisis del Paleolítico superior. Claro que las
dimensiones actuales son incomparables con la crisis paleolítica. Como
resultado tenemos la crisis-muñeca rusa (matrioska), crisis-dominó, cuando una
crisis conlleva la otra, todavía mayor y más destructiva.
Además la crisis-desmontaje del capitalismo actual no se
agota con los rasgos de las tres crisis descritas. Su crisis automáticamente
significa varias crisis más. En primer lugar, es la crisis de la civilización
occidental tal y como se había formado a lo largo de los últimos mil años. En
segundo lugar, es la crisis del cristianismo en sus diferentes aspectos: el
particular (crisis de la visión protestante del trabajo sobre el fondo de las
tendencias hacia el hedonismo que crecen rápidamente, consumismo, el “no hacer
nada” más o menos activo, tanto por parte de los de arriba, como de los de
abajo), y el general (crisis del tipo cristiano de personalidad), crisis del
proyecto. De esta última vale la pena hablar más específicamente, porque la
crisis del capitalismo de finales del siglo XX – comienzos del XXI también es
la crisis del proyecto bíblico.
A lo largo de dos mil años la cúpula de la sociedad (primero
mediterránea, luego europea, y en los s.s. XIX-XX – mundial), aprovechando y
adaptando a sus necesidades el proyecto contestatario-emancipador de Jesucristo
y al mismo tiempo ahogándolo (ideológicamente con la ayuda del Viejo
Testamento, organizativamente – con la ayuda de la iglesia cristiana), lo había
convertido en el proyecto bíblico. El proyecto bíblico como la manera de
mantener en vereda al “pequeño hombre” principalmente desde su propio interior
(interiorización del control) sustituyó al proyecto egipcio antiguo, plasmado
por última vez en el Imperio Romano, con su acento en el control externo. A pesar
de que el proyecto bíblico tuvo muchos altibajos (la separación del catolicismo
de la ortodoxia con fines políticos; aparición del protestantismo como el
comienzo de la judaización del cristianismo; aparición de la Ilustración
panteísta y atea y de sus “ramificaciones” – liberalismo y sobre todo marxismo
no simplemente como una versión secular, sino descristianizada del proyecto
bíblico), a lo largo de casi dos mil años, aunque cada vez peor, pero siguió
cumpliendo con los objetivos para los que fue creado. A partir del último
tercio del siglo XX el proyecto bíblico dejó de funcionar. Los “desmontadores”
del capitalismo tendrán que crear no simplemente un nuevo sistema, sino un
nuevo proyecto. El globofascismo de los “neocones” – esos izquierdistas que han
pasado por la “escuela de derechas” de Leo Strauss y se han empapado de Platón,
difícilmente va a servir.
En tercer lugar, la crisis del capitalismo es la crisis de
la Civilización, es decir de la civilización humana tal y como existe los
últimos 10-12 mil años (13 653 siguiendo la cronología hindú; 13 542 siguiendo
la cronología egipcia antigua y asiria; 10 498 -10 499 según la cronología de
los olmecas y los mayas). Defino la época de la civilización terrestre como la
Época (o Tiempo) de las Pirámides y de la Esfinge: los datos arqueológicos de
los últimos decenios testimonian que la edad de las pirámides y, sobre todo, de
la Esfinge es más antigua de lo que se suponía, estas construcciones están
fechadas en 8-10 mil años antes de nuestra era y por lo visto fueron
construidas por los representantes de la civilización anterior a la egipcia.
El mundo de las Pirámides llega a su fin junto con el
capitalismo. La revolución científico-técnica, gracias a la cual los factores
informáticos (no materiales) comienzan a dominar sobre los materiales – no es
una segunda revolución industrial, sino algo más serio, comparable por sus
consecuencias con la revolución neolítica (por primera vez en la Historia la
clase dominante tiene el acceso al interior de la conciencia humana a través de
su conexión al permanente flujo de la información. Con los métodos de control
neurolingüístico se logra borrar la frontera nítida entre el exterior y el
interior de la mente, entre lo real y lo virtual, convirtiéndola en la “cinta
de Moebius”; el triunfo de la “economía intelectual” hará imposible de raíz
cualquier futura protesta, anulando el “Yo” del ser humano – N. del T.).
El mundo vive sus últimos decenios relativamente tranquilos
anteriores a la crisis-muñeca rusa, que no tiene otra crisis análoga y que,
seguramente, barrerá no solo el capitalismo con sus amigos y enemigos, sino a
toda la civilización posneolítica. Y si la humanidad consigue superarla,
incluso a costa de haberse reducido a mil millones o quinientos millones, la
nueva sociedad será no menos distinta de la Civilización (del Mundo de las
Pirámides – en el sentido de que las pirámides egipcias son el principal
símbolo de la época posneolítica), que ésta del Paleolítico (…)
En quinto lugar, en la agenda del día podría aparecer la
crisis del homo sapiens. Una cosa era la crisis de la biosfera hace 25 mil
años, y otra muy distinta sucede hoy – en un planeta, lleno de estaciones de
energía atómica, armas bacteriológicas y otras, con la población de 6,6 mil
millones (hacia 2030 serán 8 mil millones). La catástrofe planetaria podría
acabar con toda la población, o dejar tal huella, que el futuro “desarrollo”
solo sea posible en forma de degradación.
De esta manera, el desmontaje del capitalismo abrió la caja
nunca imaginada de Pandora nunca imaginada con las consecuencias nunca
imaginadas. Y todavía no hemos dicho nada sobre el aumento de la actividad
geovolcánica en el s. XXI (con el pico máximo en el s. XXII), ni sobre el
inevitable cambio en la dirección del eje de la Tierra (que ocurre cada 12-15
mil años, la última vez sucedió hace 12-13 mil años), ni de que termina el
“largo verano” – el tiempo cálido de diez mil años de duración dentro del
período de cien mil años – 90 mil recaen en el período de glaciación.
Claro que se puede eludir todo esto, diciendo que se trata
de meter el miedo con los catastrofismos, de subrayar la “visión negra” (S.
Lem). Pero es mejor vivir según el principio “quien está avisado, está armado”,
que convertirse en la víctima del “síndrome de Sidonio Apolinario”, es decir
ignorar totalmente la amenaza pendiente.
¿Qué variantes hay del desarrollo posterior a la crisis – si
es que, claro está, se logra salir de ella de manera menos catastrófica?
Teóricamente hay varias variantes. (…) En realidad el nuevo sistema será
seguramente futuro-arcaico – el mundo de las tecnologías ultramodernas
convivirá con las estructuras neoarcaicas y hasta neobárbaras.
Lo mismo que en los siglos XIV-XVI, en el planeta habrá un
mosaico de diferentes formas de organización social, económica y del poder.
Será un mundo de contrastes: junto con los ultramodernos enclaves de
“región-economías” (Keniche Ohmae) convivirán zonas en proceso de
desmodernización, arcaicas e incluso asociales. La época capitalista, sobre
todo su fase modernista, parecerá como un tiempo fantástico, que muy pronto
será mitologizado. El ritmo del desarrollo del mundo poscapitalista,
poscivilizacional será considerablemente inferior al del sistema capitalista, y
probablemente de toda la Época de las Pirámides en su totalidad. Probablemente,
la Civilización no fue más que una breve exponente entre las dos asíntotas – el
Paleolítico, y lo que viene a suceder a la Civilización. ¿Es triste? Sí. Pero
es triste desde el punto de vista de la Ilustración, del proyecto bíblico y del
cristianismo, de los que hay que despedirse, - vixerunt. El futuro no es una
continuación lineal de la época del capitalismo y ni siquiera de la Época de
las Pirámides, es algo distinto, más complejo y a la vez más sencillo.
El desarrollo del nuevo sistema, y como la mayoría de los
sistemas sociales durará 600, máximo 1000 años, transcurrirá en medio de las
cada vez peores condiciones naturales, por lo que es bastante probable, o tal
vez inevitable el aumento de la barbarización y arcaización en diferentes
partes del planeta. En cualquier caso uno de los objetivos más importantes para
los hombres de este futuro poco amable será la conservación de los
conocimientos y la preparación para las catástrofes naturales, en primer lugar
– para el nuevo período de glaciación. Pero por este poco amable futuro de los
siglos XXIII-XXX (?) todavía habrá que luchar en los siglos XXI – XXII, y
también hoy.
¿Qué se puede oponer a los “desmontadores”? Ni mucho, ni
poco – la voluntad y la razón. La razón – es el nuevo conocimiento racional
sobre el mundo. Nueva ética y nuevo conocimiento – son el escudo y la espada
frente a la civilización de los cambistas. ¿Así la victoria estará garantizada?
No. La victoria se obtiene luchando. Pero esto garantiza la voluntad de la victoria
y la dignidad como el estado de la mente y del alma. Y la esperanza de que
vamos a superar la crisis, en la que se sumerge el capitalismo y la
civilización occidental, que nos quedaremos en el barco, que surca las olas del
Océano del Tiempo, en el que se sumerge la Época de las Pirámides.
Andrei Fúrsov (n.1951) es historiador, sociólogo y
publicista. Autor de numerosas monografías científicas y del libro “Campanas de
la historia” (Moscú, 1996). Sus intereses científicos se centran en la
metodología de los estudios histórico-sociales, teoría e historia de sistemas
sociales complejos, particularidades del sujeto histórico, fenómeno del poder
(y la lucha mundial por el poder, información y los recursos
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