
- Bajo su liderazgo, en palabras de Marx, “el rojo mar de la guerra civil” derrotó para siempre el proyecto de una república esclavista sustentada y defendida por los rebeldes Confederados del Sur de los Estados Unidos.
Especial para Gramscimanía |
El pasado no es evidente, tampoco lo son las
verdades que encierra. Siempre ha sido y será esquivo para quienes de una forma
u otra intentan desentrañar la complejidad de los proceso s que lo conforman. A
veces, un hecho histórico se nos presenta atrapado en un denso juego de
manifestaciones simbólicas y, para nuestro infortunio, sólo vemos en él lo que
deseamos ver; y en otras, el descubrimiento de su significación múltiple se
torna elíptico contentándonos con la descripción.
Como si lo anterior fuese poco, cierta actitud dogmatica o, de desazón ante determinados sucesos históricos, nos conduce a un inconsciente alejamiento de su verdadero significado, conformándonos entonces con una tranquilidad mentirosa. En cuestiones históricas, la ignorancia tampoco sirve de excusa, pues se es ignorante por desconocer, y también, por no querer conocer. La voluntad de saber debe ser siempre crítica. Es el caso Abraham Lincoln quien hace parte del pasado de las Américas, la del Norte, la del centro, y la del Sur. Su sino histórico y su personalidad política marcaron gran parte del derrotero del siglo XlX, así hubiese sido igualmente el presidente de una potencia imperial en ciernes que, a finales de dicha centuria, ya era causa de pesadillas y horrores para varios pueblos y naciones de nuestra Indoamerica.
Como si lo anterior fuese poco, cierta actitud dogmatica o, de desazón ante determinados sucesos históricos, nos conduce a un inconsciente alejamiento de su verdadero significado, conformándonos entonces con una tranquilidad mentirosa. En cuestiones históricas, la ignorancia tampoco sirve de excusa, pues se es ignorante por desconocer, y también, por no querer conocer. La voluntad de saber debe ser siempre crítica. Es el caso Abraham Lincoln quien hace parte del pasado de las Américas, la del Norte, la del centro, y la del Sur. Su sino histórico y su personalidad política marcaron gran parte del derrotero del siglo XlX, así hubiese sido igualmente el presidente de una potencia imperial en ciernes que, a finales de dicha centuria, ya era causa de pesadillas y horrores para varios pueblos y naciones de nuestra Indoamerica.
Sin embargo, para nuestros días de dogmatismo y
odios, de guerras y genocidios, de miseria y hambre, ahí están las lecciones de
ese gran hecho histórico, la Guerra de Secesión Americana de l861 a l865, dentro
del cual destaca la presencia de un carácter llamado Abraham Lincoln. Bajo su
liderazgo, en palabras de Marx, “el rojo mar de la guerra civil” derrotó para
siempre el proyecto de una república esclavista sustentada y defendida por los
rebeldes Confederados del Sur de los Estados Unidos. Por ocuparse de ese tema,
la última película de Steven Spielberg atrae nuestro interés. Su “Lincoln”
representa una mirada franca y critica tanto de esa contienda político-militar,
que partió en dos la historia de ese país, como del papel jugado por el
gobierno de Abraham Lincoln en la emancipación de los esclavos. En una duración de casi tres horas, todo su
interés está centrado en la fase última del complejo proceso de discusión y
aprobación de la Decimotercera enmienda a la Constitución Norteamericana, el
cual tuvo lugar durante el mes enero de 1865 en la Cámara de Representantes del
Congreso Nacional. Luego de una reñida y agitada votación, termina siendo
aprobada el día 31 de ese mes, quedando abolida la esclavitud en todo el territorio
de los estados de la Unión. El telón de fondo de dicha producción cinematográfica es la guerra civil
en mención, sugerida en forma alegórica por dos fragmentos de batallas : uno, a
su comienzo, donde soldados de ambos bandos se enfrentan cuerpo a cuerpo,
despedazándose mutuamente, mientras sus despojos se hunden en un fangal, como
en el cuadro de Goya “Duelo a garrotazos”; el otro, al final, el bombardeo a
una de las últimas posiciones militares de los confederados del Sur, que significó
la derrota de los esclavistas comandados por el general Lee y su posterior
rendición el 9 de abril de 1865 ante el general Ulisses Grant, jefe de los
ejércitos de Lincoln.
La
tensión dramática
El ámbito de la acción y el núcleo de todo el relato visual “Lincoln” está
configurado por dos escenarios – instituciones en permanente confrontación
política : el presidente Lincoln, de un
lado, y del otro, la Cámara de Representantes ya citada. El tejido de
situaciones que dan forma a la tensión dramática de esta película está
determinado por la abigarrada relación de fuerzas e intereses de clase, pasiones
políticas, intrigas e ideales promovidos por hombres y partidos que representan,
en ese momento, dos sistemas sociales en abierta pugna : el sistema de la
esclavitud de los estados Confederados del Sur, defendido por la mayoría del
Partido Demócrata, y el sistema del trabajo libre defendido por los estados del norte de la
Unión, controlados también en su mayoría por el partido republicano, el partido
de Lincoln, que en sus comienzos en 1854, fue de base popular y democrática. El
conflicto que articula todo lo anterior: la titánica lucha por la abolición de
la esclavitud y su consagración constitucional como fundamento del trabajo
libre, en la manifestación más aguda de la lucha de clases, la guerra civil. “Ni
en los Estados Unidos, reza la Decimotercera enmienda así aprobada, ni en
ningún lugar sujeto a su jurisdicción habrá esclavitud ni trabajo forzado, excepto
como castigo de un delito del que el responsable haya quedado debidamente convicto.”
Las imágenes que dan cuenta de este suceso trascendental expresan el clímax de
la película de Spielberg que, a los ojos de un lector contemporáneo, puede
parecer limitado. Y en efecto, fueron necesarias dos enmiendas más a la
constitución nacional, aprobadas en 1866 y 1869, y la Ley de Reconstrucción votada
en 1867--- el mismo año en el cual fue fundado el tenebroso Ku Klux Klan --- con
el fin de asegurar la reconstrucción del país, terminada la guerra. Con tales
decisiones se buscó enfrentar una “secesión informal” que “persistió durante un
siglo, y creó una sociedad rígidamente segregada, hasta el auge del movimiento
a favor de la derechos civiles, en la década de 1950” [1] Sin embargo, la
clave de todo el proceso que selló la suerte de la Guerra de Secesión
americana y significó la abolición de la
esclavitud en ese país, está en la Decimotercera enmienda. Fue la emancipación
de los esclavos traducida a términos constitucionales, la que estableció en
forma definitiva la garantía del trabajo libre y la continuidad de la vigencia
de la república democrática y su primera carta de Derechos del Hombre de 1776.
El “Lincoln” de Spielberg no escamotea en modo
alguno la importancia de esa guerra civil como guerra justa y revolucionaria de
la que dependía en gran parte el futuro de la civilización y la humanidad, y,
en particular, la libertad y la igualdad ante la ley de los negros y
emancipados esclavos, contemporáneos de su personaje y los suyos, como también
la libertad de los que nacieran a futuro. Terminar esa guerra civil en virtud
de un pacto político, sin lograr antes la aprobación en la Cámara de
Representantes de la Decimotercera enmienda, tal y como querían los
confederados del Sur y hombres cercanos a Lincoln, significaba para éste una
capitulación. Ya antes, en septiembre de l862, haciendo uso de sus facultades
constitucionales como presidente de los Estados
Unidos, había dictado la Proclama de Emancipación de los Esclavos vigente a
partir del 1º de enero de 1863, y sin embargo, la guerra de conquista de los
esclavistas continuó. No era posible un término medio. El pacto político, en
este caso, se convertía en una trampa, ya que la esclavitud y su extensión a
todo el país y a otras regiones y naciones de las Américas, seguiría vigente.
Era vital e inevitable, en primer lugar, la aprobación de la Decimotercera
enmienda, como fue necesaria e inevitable la guerra civil; después, negociar el
fin de esta, o imponer la derrota militar a los esclavistas, como ocurrió luego
el 9 de abril de 1865. El 15 de abril de ese año Lincoln moría víctima de un
atentado ocurrido el día anterior en el Teatro Ford de Washington, terminando
así la vida de un gran político realista
del siglo XlX. Era el cierre de su agitado trasegar como líder político y estadista, hombre de paz a quien
la guerra civil engrandeció por los fines conquistados en ella, cuya metáfora
política la condensa Spielberg en el tratamiento de los últimos cuatro meses de
su vida que, para muchos, y me incluyo en ellos, es el logro más notable de su
película.. Tal capacidad de síntesis es el resultado de un trabajo de doce años
de búsquedas formales y materiales, de dilatadas y atentas indagaciones que
contaron con el apoyo tanto de su guionista Tony Kushner como de la
historiadora Doris Kearns Goodwin, autora de “Team of Rival : The Political
Genius of Abraham Lincoln” (Equipo de rivales : el genio político de Abraham
Lincoln) en el que basó su película. [2]
En síntesis, con este nuevo trabajo de Spielberg redescubrimos a Abraham
Lincoln como demócrata radical y hombre de acción, y también al hombre como
universal concreto, distante y reservado con sus colaboradores, cercano y
tierno con sus pocos íntimos, alegre y didáctico en la anécdota, hábil en el
diseño de la táctica y la transacción, de voluntad férrea ante el desafío
de su vida : la emancipación de los
esclavos. Todo dentro del contexto de una guerra que causó un millón de muertes
y dejó una honda herida en la memoria colectiva de los norteamericanos,
bellamente registrada por el poeta Walt Whitman en su diario “Días Cruciales en
América”, [3]
escrito entre 1862 y 1865, durante su paso por los hospitales y campamentos
donde atendía, daba ternura y consuelo a los soldados caídos o heridos en
combate contra los Confederados del Sur, y, a veces, a los heridos de ambos
bandos.
Otra
lectura que permanece
Esa es la lectura que de Lincoln nos brinda
Steven Spielberg, por lo demás, ajena a una pretensión biográfica, no sólo
porque él lo diga, sino porque así le resultó. La tensión dramática de su
producción cinematográfica descrita antes, le viene dada por una inteligente
relación entre verdad histórica y verdad ficcional, donde se imponen los
códigos del artista y su libertad de imaginación. No estamos ante una crónica.
Su Lincoln tiene alma, sufre y conquista con su carácter. Sabe interpretar la
condición humana de quienes le rodean. Se recoge y luego avanza; creciendo con
la agudización del conflicto. Sabe otear el horizonte, y el futuro le pertenece porque está bien plantado
en el presente con sus principios. Su asesinato lo convirtió en mártir, pero
quedó en lo memoria de época y también en la nuestra, por haber sido un hombre
de ruptura ante los heraldos de la barbarie esclavista.
Esto fue lo que Marx y Engels y la Primera
Internacional comprendieron con lucidez pasmosa, dejando sobre los sucesos de la
guerra civil americana una lectura materialista que permanece, partiendo de
valorar dicho conflicto como la manifestación más aguda de la lucha de clases,
como ya se afirmó antes. El mensaje enviado el 7 de enero de 1865 al Presidente
Abraham Lincoln por la Junta Central de la Asociación Internacional de
Trabajadores, de la cual Marx era uno de sus Secretarios, empieza diciendo lo
siguiente : “Felicitamos al pueblo Norteamericano por vuestra reelección por
una gran mayoría. Si la resistencia a la potencia esclavista fue la tácita
contraseña de vuestra primera elección, el triunfante grito de guerra de
vuestra reelección es “¡ Muerte a la esclavitud !”. Después de destacar la
importancia que para la clase trabajadora tiene la “guerra antiesclavista
estadounidense” y señalar la solidaridad que la clase obrera europea ha
desplegado en favor de esta lucha, y caracterizar el programa de la “oligarquía
de 300.000 propietarios de esclavos” de los estados Confederados del Sur, termina diciendo: “Ella (la clase
trabajadora) considera un signo de lo que vendrá, que le haya tocado en suerte
a Abraham Lincoln, el sincero hijo de la clase obrera, dirigir al país a través
de la inigualada lucha por el rescate de una raza encadenada y la
reconstrucción del mundo social”.[4]
Luego, en mayo 13 de 1865, esa misma Junta Central envió otro mensaje al
presidente de los Estados Unidos, esta vez al señor Andrew Johnson, en el cual
sus autores trazan un perfil político y moral de Lincoln, donde su significado
histórico queda fuera de toda duda.
Ahora bien, tales mensajes no son documentos
sueltos ni de ocasión, sin relación alguna con todo el desarrollo de esa guerra
civil. Son, mas bien, la culminación de todo un proceso de seguimiento atento y
critico al desarrollo y desenlace de dicho conflicto por parte de Marx,
contenido en una serie de artículos publicados, unos, en el New York Daily
Tribune, entre 1861 y 1862, y otros, en el Die Press de Viena, estos últimos en
coautoría con Federico Engels, también entre 1861 y 1862. Que hubo un
seguimiento permanente de la guerra en mención, lo prueba a su vez la
correspondencia entre Carlos Marx y F. Engels, que va de enero de 1860 a abril
23 de 1865. Una lectura atenta de tales documentos, permite al lector, entre
otras cosas, descubrir que sus autores siempre tuvieron una actitud crítica
ante Abraham Lincoln y las decisiones que tomó durante el curso de la guerra.
No hay en ellos una apología de su personalidad política; muy por el contrario,
dejaron notas y puntos de vistas sobre sus vacilaciones y ambigüedades en
momentos decisivos de dicha guerra, pero no fueron mezquinos. Lo vieron crecer
políticamente a medida que la guerra se extendía y alargaba su duración en el
tiempo, hasta el momento de su posterior reelección. Ello explica el tono
enfático de los dos mensajes enviados por la Primera Internacional. Esto se
corresponde igualmente con el concepto que Marx tenía de la guerra de los Confederados
del Sur, como “una guerra de conquista para extender y perpetuar la esclavitud”.
Para él, “el Sur” no era “ni un territorio estrictamente separado
geográficamente del Norte, ni una unidad moral.” No era en absoluto un país
sino una consigna de lucha. [5] De la lectura de esos artículos y
correspondencia es posible sacar varias conclusiones, pero, para el presente
caso, solo basta con una : en las sociedades de clases donde impera el régimen
capitalista, no hay conquistas irrevocables. En el ayer de ese siglo XlX, una
oligarquía propietaria de cerca 4.000.000 de esclavos negros se declaró en
rebelión con el fin de establecer una república esclavista, y dejar sin efectos
una república democrática y su fundamento constitucional, la Declaración de Independencia
de los Estados Unidos del 4 de julio de 1776. En el presente del siglo XXI, el
gobierno del presidente George W. Bush estableció en ese mismo país el uso de
la tortura contra los enemigos del estado. En la misma línea de acción, anuló la
aplicación del estatuto del debido proceso y derecho de defensa de aquellos
sindicados de terrorismo, previamente secuestrados en otros países y confinados
luego en el enclave de la base naval de Guantánamo, Cuba, en calidad “de
combatientes enemigos”, categoría ésta inexistente en el derecho penal.
Notas
[1] John Keegan , “Secesión. La
Guerra Civil Americana.” Edt. Turner Noema, 2011, Madrid, pp. 467-469.
[2] Diario El Tiempo. Bogotá.
Entrevista a Steven Spielberg, pag. 6, sección “debes hacer”, enero 27 de 2013.
[3] Walt Whitman, Días cruciales
en América. (Diario de la Guerra de Secesión, 1862-1865). Edt. Valdemar –El
Club
Diógenes, 1961, Madrid.
[4] Todos los
artículos y cartas a que hago mención, fueron publicados por primera vez en
castellano el 4 de mayo de 1946 dentro de la colección “El pensamiento
Marxista” de la Editorial Lautaro, en Buenos Aires, Argentina, con el título
“La Guerra Civil en los Estados Unidos”. Dicha compilación fue realizada en New
York para un público de habla inglesa, por Richard Enmale, en 1937.
[5] C. Marx y F. Engels, op.
Sic. Pag. 106.
Marino Canizales es abogado laboralista, Magister en Filosofía y Profesor de la Universidad del Valle, Cali, Colombia