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Lenin & Trotsky ✆ Iván Darío Hernández |
[…] la definición de hegemonía está ligada a dirección y
liderazgo y, desde un punto de vista marxista, presupone elementos materiales
que la hagan posible, es decir, no puede sostenerse sólo sobre valores
intelectuales o morales. Gramsci señala que “El
hecho de la hegemonía presupone indudablemente que se tienen en cuenta los
intereses y las tendencias de los grupos sobre los cuales se ejerce (…) que el
grupo dirigente haga sacrificios de orden económico-corporativo, pero es
también indudable que tales sacrificios y tal compromiso no pueden concernir a
lo esencial, ya que si la hegemonía es ético-política no puede dejar de ser
también económica, no puede menos que estar basada en la función decisiva que
el grupo dirigente ejerce en el núcleo rector de la actividad económica”.
Entonces, la “capacidad hegemónica” de una clase está relacionada con las
concesiones o conquistas que puede hacer en relación a su “función decisiva” en
la esfera económica.
Tal es el “esencialismo clasista” que Laclau criticara al revolucionario italiano.
Tal es el “esencialismo clasista” que Laclau criticara al revolucionario italiano.
Esto impone, necesariamente, la pregunta. ¿La clase obrera
aún conserva su “función decisiva” en la vida económica actual? La respuesta es
compleja. Por un lado, su fortaleza objetiva se mantiene y se ha ampliado con
la extensión de las relaciones salariales al conjunto del planeta y a capas
enteras de la población que antes no estaban incluidas (profesionales
universitarios como médicos, abogados, ingenieros, etc.). Si lo que unifica es
el Capital, como sostiene Bensaïd, en el polo opuesto sigue estando presente el
trabajo, salvo que se vuelva a las “teorías” del fin del trabajo o de la
extensión universal del “trabajo inmaterial”. Esto, evidentemente, no niega el
conjunto de los “agravios” que sufren millones, por diversas razones (opresión
de género, étnica, cultural, sexual, etc.) en el marco de la sociedad burguesa,
pero concretiza el sujeto estructuralmente antagónico al capital en su
conjunto.
Si la fortaleza objetiva ha avanzando, la subjetiva se halla
en un cruce de caminos, rompiendo la inercia de décadas de derrotas que
impusieron el conformismo y el escepticismo. En ese sentido, la conciencia
existente ha venido limitando la actividad de la clase obrera. Sin embargo, la
crisis internacional en curso enfrenta a las masas con el fin de un período de
dominación capitalista sin grandes crisis y con enormes padecimientos. Esto
empieza a reactualizar las tendencias más agudas que presenció el siglo XX y
abre el panorama a saltos subjetivos en el próximo período. Cambios de los ya
presenciamos fenómenos importantes en los países árabes del norte de África, en
los movimientos huelguísticos de Europa y las luchas de resistencia y en los
fenómenos políticos del movimiento obrero en América Latina como el paro del
20N en Argentina o el lanzamiento de un instrumento político ligado a la COB en
Bolivia.
En ese marco, la discusión sobre la necesidad de una
política hegemónica, es decir dirigente del conjunto de las masas pobres, por
parte de la clase obrera, cobra importancia central. Tanto en el pensamiento
como en la práctica de Lenin y Trotsky, se puede visualizar la dimensión de una
política hegemónica para el movimiento obrero. Esto es lo que vamos a
ejemplificar.
Rusia del 17’ y “la cuestión hegemónica”
La gran revolución rusa de 1917 es un magnífico ejemplo de
cómo una clase, minoritaria desde el punto de vista social, puede convertirse
en dirigente del conjunto de las masas pobres y hacerse del poder político.
Pero esto no es un proceso automático, sino el resultado de una conjunción de
elementos. Allí, la primera cuestión, al decir de Lenin en las Tesis de Abril,
era no hacer “la más pequeña concesión al “defensismo revolucionario”, que
sostenían mencheviques y Socialistas Revolucionarios (SR), así como proponer un
programa que, mientras “explica pacientemente” el carácter imperialista del
gobierno y la superioridad de la democracia soviética sobre la parlamentaria,
muestre a las masas una salida a sus padecimientos más urgentes (tierra,
hambre, paz y el problema de las nacionalidades).
Siete meses después, la clase obrera se convertirá en clase
dominante, contando con el apoyo de una fracción importante del campesinado, a
través del acuerdo con los SR de izquierda. El hecho de levantar el programa de
esta corriente de reparto individual de la tierra (que será criticado por Rosa
Luxemburgo) permitió afianzar la alianza política que sostendrá al naciente
gobierno soviético.
¿Cuál es la relación entre el peso social (función decisiva)
del movimiento obrero y la actividad política del Partido Bolchevique? Sólo el
proletariado, por su peso en la estructura económica del país, podía jugar ese
rol. El campesinado, por una serie de elementos (explicados por Trotsky en La
revolución permanente) como la importante diferenciación interna o la
dispersión por todo el territorio, era impotente para resolver la cuestión
agraria por sí mismo. Sobre esta base, el bolchevismo pudo imponerse levantando
un programa que tomaba en cuenta ese conjunto de reivindicaciones de las masas.
Sin la actividad política consciente del partido dirigido por Lenin, esto
hubiera sido imposible.
España y la ausencia
de un partido revolucionario
La imposibilidad del movimiento obrero de actuar de manera
independiente, tiene por resultado que sean otras clases las que impongan su
hegemonía o dirección, como lo demuestra el proceso revolucionario en España en
los Treinta. Allí la ausencia de un partido revolucionario, con un programa
para ganar al conjunto de las masas pobres, impidió que el proletariado pudiera
actuar de manera hegemónica.
Trotsky, discutiendo en 1931 contra la falsa caracterización
de la IC en su “tercer período”, afirmaba que “Constituiría un doctrinarismo
lamentable y estéril oponer escuetamente la consigna de la dictadura del
proletariado a los objetivos y divisas de la democracia revolucionaria
(república, revolución agraria, separación de la Iglesia del Estado,
confiscación de los bienes eclesiásticos, libre determinación nacional, Cortes
Constituyentes revolucionarias). Las masas populares, antes de que puedan
conquistar el poder, deben agruparse alrededor de un partido proletario
dirigente (…) admitiendo que la vanguardia proletaria se haya dado cuenta
claramente de que sólo la dictadura del proletariado puede salvar a España de
la descomposición, sigue planteada en toda su amplitud la tarea preliminar de
reunir y cohesionar alrededor de la vanguardia a los sectores heterogéneos de
la clase obrera y a las masas trabajadoras del campo, todavía más heterogéneas”
(resaltado propio).
La ausencia un partido que levantara esa perspectiva,
impidió que el proletariado ejerciera un papel dirigente. Por el contrario,
quedó subordinado al enfrentamiento político-militar entre republicanos y
nacionalistas, lo que llevó a la derrota de la revolución y la guerra civil así
como a 40 años de dictadura franquista.
La lucha
antiimperialista
A fines de los treinta, ya en el exilio mexicano, Trotsky
señala que el proletariado de los países latinoamericanos está obligado a tomar
la lucha contra la opresión imperialista en sus manos. Afirmará que “La clase
obrera de México participa y no puede más que participar en el movimiento, en
la lucha por la independencia del país, por la democratización de las
relaciones agrarias, etc. (…) La independencia del proletariado, incluso en el
comienzo de este movimiento, es absolutamente necesaria, y oponemos
particularmente el proletariado a la burguesía en la cuestión agraria, porque
la clase que gobernará, en México como en todos los demás países
latinoamericanos, será la que atraiga hacia ella a los campesinos” (resaltado
propio).
“Voluntad de vencer”
Todos los ejemplos que hemos señalado muestran que le lógica
de Trotsky y de Lenin apunta a que el movimiento obrero se convierta en clase
dirigente del conjunto de las masas oprimidas. Pero esto no puede ocurrir sin
que el proletariado confíe en sus propias fuerzas. Discutiendo en Francia
contra los estalinistas que aseguraban que las clases medias temían a la
revolución, Trotsky plantea que “para atraer a su lado a la pequeña burguesía,
el proletariado debe conquistar su confianza. Y para ello debe comenzar él
mismo por tener confianza en sus propias fuerzas. Necesita tener un programa de
acción claro y estar dispuesto a luchar por el poder por todos los medios
posibles” (Adonde va Francia. Resaltado propio)
Es decir, para que una clase pueda conquistar hegemonía
sobre el conjunto de las capas oprimidas de la sociedad, además de levantar un
programa correcto, debe demostrar en la práctica, que está dispuesta a luchar
por ese programa, mediante la utilización de todos los medios que conduzcan a
ese objetivo, así como a través de la ruptura abierta con la legalidad
burguesa, actuando dentro de las posibilidades que impone la relación de
fuerzas existente. Sólo así podrá conquistar la confianza, en la lucha
revolucionaria, del conjunto de las capas oprimidas y explotadas.
Hegemonía, programa y
partido
Pero, tal como lo señala Trotsky, la clase obrera no es una
entidad homogénea, sino que está atravesada por diferencias internas y por la
acción de las corrientes que actúan en su seno. Para estar dispuesta a luchar
por el poder, la clase trabajadora debe haber superado a sus direcciones
burocráticas y reformistas, así como a todas los agrupamientos políticos que
sostienen o impulsan una estrategia de colaboración de clases. A eso se refiere
Trotsky cuando afirma que las clases llegan a sus fines por la lucha de sus
tendencias internas.
Precisamente, la historia del bolchevismo es el resultado de
múltiples peleas al interior de la clase trabajadora. En El izquierdismo,
enfermedad infantil del comunismo, Lenin señala que “el bolchevismo (…) pasó
por 15 años de historia práctica
(1903-1917), sin parangón en el mundo por su riqueza de experiencias (…) en
ningún país se concentró, en un tiempo tan breve, tal riqueza de formas,
matices y métodos de lucha de todas las clases de la sociedad moderna, lucha
que, debido al atraso del país y al rigor del yugo zarista, maduró con
excepcional rapidez”. Así, la existencia del Partido Bolchevique y su
delimitación con el conjunto de las corrientes de la izquierda en Rusia, no es
el resultado de la casualidad histórica sino de la labor paciente de Lenin y
una generación de revolucionarios, entre los cuáles es preciso contar a
Trotsky.
Resumiendo, en la
tradición marxista la lucha por una política que haga hegemónico al movimiento
obrero está ligada a la pelea por un programa que tome el conjunto de las
demandas de las masas oprimidas, así como a una ubicación políticamente
independiente del movimiento obrero. Esto necesariamente implica la
construcción de una organización propia que aporte a desarrollar las tendencias
más combativas que existan en su seno y que actúe tanto en los momentos de
ascenso de masas, como en los momentos de reflujo desde el punto de vista de la
acción de las clases subalternas. Como bien señala Trotsky en Clase, partido y
dirección “Sin duda durante la revolución, es decir, cuando los acontecimientos
cambian rápidamente, un partido débil puede volverse poderoso rápidamente,
siempre que interprete correctamente el curso de la revolución y cuente con
cuadros sólidos, que no se mareen con frases ni los aterrorice la represión.
Pero este partido tiene que existir antes de la revolución, ya que el proceso
de selección de cuadros requiere de un tiempo considerable del que no se
dispone durante la revolución”. Es decir, la pelea por que la clase trabajadora
puede actuar de manera hegemónica está ligada a la construcción de su propio
partido revolucionario de vanguardia.