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Hugo Chávez ✆ Uncas |
Especial para Gramscimanía |
En esta hora en que la figura de Hugo
Chávez pasa la historia de Venezuela y toda América Latina, resulta importante
analizar el legado político de su gobierno, plasmado en la “Revolución
Bolivariana” En una mirada panorámica se detectan ciertas líneas maestras que
han orientado esta revolución de nuevo cuño en el presente siglo. Entre la0s
muchas singularidades, habría que poner atención a las siguientes.
En primer lugar, hay que decir que estamos
ante un proceso histórico y social de carácter democrático. Las nuevas
revoluciones en América Latina son revoluciones de mayorías que se han
expresado en las urnas, así ha sido en Venezuela, Bolivia y Ecuador.
Son las mayorías ciudadanas las que han hecho posible una nueva constitución para esos países, son ellas las que han protagonizado una historia de “reformas radicales” a través del estado. Estos procesos inéditos señalan una ruptura con aquellos intentos revolucionarios realizados durante la Guerra Fría. De hecho, el nuevo horizonte desplaza la oposición que presidió las utopías del siglo XX y que se resumen en el contraste entre el Capitalismo Occidental y el Socialismo Real.
Son las mayorías ciudadanas las que han hecho posible una nueva constitución para esos países, son ellas las que han protagonizado una historia de “reformas radicales” a través del estado. Estos procesos inéditos señalan una ruptura con aquellos intentos revolucionarios realizados durante la Guerra Fría. De hecho, el nuevo horizonte desplaza la oposición que presidió las utopías del siglo XX y que se resumen en el contraste entre el Capitalismo Occidental y el Socialismo Real.
El carácter democrático de las nuevas
revoluciones latinoamericanas supera la falsa contradicción entre el
Capitalismo Occidental y el Socialismo Real, restituyendo en su lugar la
histórica contradicción en nuestras sociedades, una Democracia Formal y
Oligárquica y una Democracia Popular y Participativa. Como se ha dicho tantas
veces, la “modernidad oligárquica” que perpetúa una aberrante estratificación
social colonial, acentuando el abuso de poder, la marginación y la miseria. Las
nuevas revoluciones se abren paso como un proceso de modernización y, al mismo
tiempo, como un reclamo de dignidad para los pueblos.
En segundo lugar, el Socialismo del siglo
XXI puede ser caracterizado como un gran movimiento social en que convergen
distintos rasgos ideológicos. Tanto sus líderes como sus seguidores conjugan la
más profunda tradición del humanismo cristiano y su reclamo por la dignidad humana
inspirado en el evangelio con la tradición revolucionaria marxista. Este
fenómeno es de la mayor importancia política y estratégica en nuestra región.
Pues, como sabemos, si la Iglesia se ha identificado con los estados
oligárquicos, no es menos cierto que el cristianismo se identifica con la
nación y está arraigado en nuestros pueblos desde nuestro nacimiento en la
historia. Las revoluciones democráticas y socialistas del siglo XXI recogerán, precisamente, distintas
tradiciones emancipadoras cuyo horizonte es el mismo, la redención y liberación
de nuestros pueblos. En estas nuevas revoluciones hay lugar para cristianos,
marxistas y para los discursos patrióticos de nuestros próceres.
En tercer lugar, las revoluciones en
nuestra región poseen una doble dimensión no excluyente; por una parte, se
levantan como un reclamo patriótico de independencia y soberanía. Por otra
parte, y al mismo tiempo, las nuevas revoluciones poseen un horizonte
bolivariano, latinoamericanista. Es interesante destacar esta dialéctica en que
la defensa de la Patria es también la solidaridad y la integración con la
Patria Grande. En esta nueva concepción se propone superar los nacionalismos
estrechos para hacer realidad el sueño de Bolívar, una gran América Latina
soberana, integrada y unida. En este sentido, la nueva revolución no conoce
fronteras.
Por último, el Socialismo del siglo XXI
entiende la liberación de nuestros pueblos desde una perspectiva pragmática y
realizable en este tiempo histórico. Las reformas radicales planteadas apuntan,
en lo inmediato, a la participación del pueblo como genuina democracia y a
políticas postneoliberales para combatir la crisis del capitalismo mundial. La
experiencia venezolana está dando una lección a la izquierda de nuestro
continente. El nuevo discurso revolucionario latinoamericano recoge la
tradición cristiana, la rica tradición revolucionaria de inspiración marxista,
pero asimismo, las singularidades de nuestros pueblos originarios y el discurso
patriótico fundacional de nuestros
próceres. El Socialismo del siglo XXI en nuestras tierras no es sino el reclamo
de “nuestra” democracia, un continente en que la soberanía reside en la
diversidad de sus pueblos.