- “La lucha del proletariado no es sencillamente una lucha contra la burguesía por el Poder del Estado, sino también una lucha contra el Poder del Estado mismo”: Antón Pannekoek

y calumnias. Después de su muerte, se intenta convertirlos en santos inofensivos, canonizarlos, por decirlo así; rodear sus nombres de una cierta aureola de gloria para ‘consolar’ y engañar a las clases oprimidas, castrando el contenido de su doctrina revolucionaria, mellando su filo revolucionario, envileciéndola”.
Hoy en día, su pensamiento ha sido reducido, o bien a una
serie de verdades reveladas que en conjunto delimitan la fidelidad doctrinaria
con respecto al llamado marxismo-leninismo, o a un cúmulo de antiquísimas ideas
que describen aspiraciones utópicas y preanuncian horrores totalitarios vividos
durante el siglo pasado. En ambos casos, su legado se desvirtúa y amputa. No
obstante, quizás la más grande y trágica ironía estribe en que -tal como apuntó
Mel Rothenberg- la fuerza propulsora de E&R, emancipatoria y anti-estatal,
terminó siendo utilizada para sustentar políticas reformistas en Occidente, y
para justificar regímenes altamente represivos y anti-democráticos en el Este.
A sabiendas de todas estas lecturas, en el presente artículo
intentaremos revisar críticamente algunos núcleos eclipsados del pensamiento
leninista, en particular en torno a la problemática estatal. Sin ánimo
dogmático pero tampoco inquisitorio, nos centraremos en un abordaje de E&R “a
contrapelo”, interpretándolo como una teoría de la transición al comunismo que
en esencia implica una revolución permanente contra el Estado como tal. El
motor dialéctico de esta no es otro que “el movimiento real que anula y supera
el estado de cosas existentes”.