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Mujer llorando ✆ Pablo Picasso |
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Andrea D’Atri |
Desde lo que se ha dado en llamar “la segunda ola” del
feminismo, las controversias entre esta corriente y el marxismo estuvieron a la
orden del día. Creemos que no hubiera podido ser de otra manera: si el
feminismo de la primera ola tuvo como interlocutor privilegiado al movimiento
revolucionario de la burguesía –discutiendo sus parámetros de ciudadanía y
derechos del Hombre que no incluían a las mujeres de la clase en ascenso –, el
de los años ‘70 dialogó– y no siempre en buenos términos – con el marxismo,
abordando cuestiones que van desde la relación entre opresión y explotación
hasta la reproducción de los valores patriarcales al interior de las
organizaciones de izquierda y el fracaso de los llamados “socialismos reales”.
En este período se advierten los esfuerzos teóricos de parte
del feminismo de unificar clase y género en el intento de subsumir los análisis
sobre las mujeres a las categorías marxistas ortodoxas. “Algunas feministas
mantenían que el género era una forma de clase, mientras que otras afirmaban
que se podía hablar de las mujeres como clase en virtud de su posición dentro
de la red de relaciones de producción ‘afectivo -sexuales’”(1).
Este intento se basaba en que la mayoría de las teóricas
feministas radicales provenían de las filas de la izquierda (2) “y más
específicamente de la izquierda marxista. El feminismo radical se desarrolla
como un enfrentamiento con la izquierda ortodoxa. [...]. Así apuntan a una
serie de problemas en las concepciones marxistas sobre la opresión de la mujer,
sustituyéndolas por la tesis central de que la mujer constituye una clase
social. En respuesta a esta tesis se desarrolla el feminismo socialista que
intenta combinar el análisis marxista de clases con el análisis sobre la opresión
de la mujer. En sentido más general, lo que se ha dado en llamar la relación
entre la sociedad patriarcal y la sociedad de clases”